PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—Bueno, en esta isla tenemos algunos herbívoros muy grandes. De manera específica<br />
hemos intentado no engendrar los saurópodos más grandes pero, aun así, obtuvimos<br />
varios animales de más de treinta toneladas que andan por ahí afuera, así como muchos<br />
otros que se hallan en el orden de las cinco a diez toneladas. Eso nos plantea dos<br />
problemas: uno es el de alimentarlos; de hecho, cada dos semanas tenemos que importar<br />
comida a la isla. No hay forma alguna de que una isla tan pequeña pueda mantener esos<br />
animales durante cualquier espacio de tiempo.<br />
»Pero el otro problema son las excreciones: no sé si usted vio alguna vez excrementos<br />
de elefante —dijo Wu—, pero son cuantiosos: cada rastro tiene el tamaño aproximado de<br />
una pelota de fútbol. Imagínese las deyecciones de un brontosaurio, que es diez veces<br />
más grande. Ahora imagínese los excrementos de una manada, de esos animales, como<br />
la que tenemos aquí. Y los animales más grandes no digieren sus alimentos terriblemente<br />
bien, por lo que defecan muchísimo. Y, en los sesenta millones de años transcurridos<br />
desde que los dinosaurios desaparecieron, aparentemente desaparecieron también las<br />
bacterias que se especializaban en descomponer sus excrementos. Al menos, los<br />
excrementos de saurópodo no se descomponen con facilidad.<br />
—Ése es un problema.<br />
—Le aseguro que lo es —afirmó Wu, sin sonreír—. Nos vimos en dificultades para<br />
tratar de resolverlo. Probablemente usted sabe que en África hay un insecto específico, el<br />
escarabajo pelotero, que come excrementos de elefante. Muchas otras especies grandes<br />
tienen seres, asociados con ellas, que evolucionaron para comer los excrementos de esas<br />
especies. Pues bien, resulta que los compis comen las deyecciones de los grandes<br />
herbívoros y las vuelven a digerir. Y los excrementos de los compis son fácilmente<br />
descompuestos por las bacterias contemporáneas. Así que, dada una cantidad suficiente<br />
de compis, nuestro problema quedó resuelto.<br />
—¿Cuántos compis hicieron?<br />
—Olvidé la cantidad exacta, pero creo que el objetivo era una población de cincuenta<br />
animales. Y logramos eso, o algo que estaba muy cerca de eso. En tres tandas. Hicimos<br />
una tanda cada seis meses, hasta que tuvimos la cantidad buscada.<br />
—Cincuenta animales —comentó Malcolm—. Son muchos para hacer su seguimiento.<br />
—La sala de control está construida para hacer exactamente eso. Le mostrarán cómo<br />
se hace.<br />
—Estoy seguro —contestó Malcolm—. Pero si uno de estos compis se escapase de la<br />
isla, si se evadiera...<br />
—No se pueden evadir.<br />
—Ya lo sé, pero supongamos que uno lo hiciera...<br />
—¿Quiere usted decir como el animal que se encontró en la playa? —Wu alzó las<br />
cejas—. ¿El que mordió a la chica norteamericana?<br />
—Sí, por ejemplo.<br />
—No sé cuál será la explicación en cuanto a ese animal, pero sé que no hay posibilidad<br />
de que sea uno de los nuestros.<br />
—¿Ni siquiera una sombra de duda?<br />
—Ninguna. Y, una vez más, por dos razones: la primera, los procedimientos de control.<br />
A nuestros animales se les cuenta por ordenador cada pocos minutos: si faltara uno, lo<br />
sabríamos de inmediato.<br />
—¿Y la segunda razón?<br />
—La tierra firme está a más de ciento ochenta kilómetros de distancia. Se tarda casi un<br />
día en llegar a ella en lancha. Y, en el mundo exterior, nuestros animales morirían en un<br />
lapso de doce horas.<br />
—¿Cómo lo sabe?<br />
—Porque me aseguré de que ocurriera eso, precisamente —dijo Wu, mostrando<br />
finalmente signos de irritación—. Mire, no somos estúpidos. Entendemos que éstos son