PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
evitalizar el país. En vez de eso, destruye el fértil delta del Nilo, produce infecciones con<br />
parásitos y hace fracasar la economía egipcia. Construimos...<br />
—Discúlpeme —interrumpió Gennaro—. Pero creo oír el helicóptero. Ésa es,<br />
probablemente, la muestra para que el doctor Grant la estudie. —Empezó a salir del<br />
salón. Todos los demás le siguieron.<br />
Al pie de la montaña, Gennaro gritaba para cubrir el ruido del helicóptero. Las venas le<br />
sobresalían en el cuello:<br />
—¿Usted hizo qué? ¿Invitó a quién?<br />
—Cálmese —dijo Hammond.<br />
Gennaro aulló:<br />
—¿Está usted completamente loco?<br />
—Vamos, vamos —contestó Hammond, irguiéndose con dignidad—. Creo que<br />
tenemos que tener algo claro.<br />
—Ato —rebatió Gennaro—. No, usted va a tener algo claro: éste no es un re-maldito<br />
paseo social. Ésta no es una excursión de fin de semana...<br />
—Ésta es mi isla —repuso Hammond—, y puedo invitar a quien yo desee.<br />
—Ésta es una investigación formal de su isla, porque los inversores tienen la sospecha<br />
de que está fuera de control. Creemos que éste es un lugar muy peligroso y...<br />
—No la va a clausurar, Donald...<br />
—Lo haré si tengo que hacerlo...<br />
—Éste es un lugar seguro —insistió Hammond—, no importa lo que ese condenado<br />
matemático esté diciendo...<br />
—No lo es...<br />
—Y demostraré su seguridad...<br />
—Y yo quiero que los vuelva a poner en ese helicóptero —dijo Gennaro.<br />
—No puedo. Ya partió. —Y en verdad, el sonido de los motores se estaba<br />
desvaneciendo.<br />
—¡Maldita sea! —masculló Gennaro—. ¿No ve que está arriesgando<br />
innecesariamente...?<br />
—Ah, ah —dijo Hammond—. Sigamos con esto más tarde. No quiero inquietar a los<br />
niños.<br />
Grant se dio vuelta y vio a dos niños que bajaban por la ladera, guiados por Ed Regis.<br />
Había un chico con gafas, de unos once años, y una niña algunos años menor, quizá de<br />
siete u ocho años de edad, con el rubio cabello metido bajo una gorra de béisbol del<br />
equipo de los Gigantes, y un guante de béisbol que le colgaba del hombro mediante una<br />
tira de cuero. Los dos chicos bajaron con agilidad el sendero que salía desde el<br />
helipuerto, y se detuvieron a cierta distancia de Gennaro y Hammond.<br />
En voz baja, con un susurro, Gennaro dijo:<br />
—Cristo.<br />
—Vamos, deje de preocuparse —lo instó Hammond—. Los padres se divorcian y<br />
quiero que pasen un fin de semana divertido aquí.<br />
La niña hizo un saludo, agitando la mano.<br />
—Hola, abuelito. Aquí estamos.<br />
UNA VISITA GUIADA<br />
Tim Murphy pudo ver en seguida que algo andaba mal. Su abuelo estaba en medio de<br />
una discusión con el hombre más joven, de cara enrojecida, que se encontraba frente a<br />
él. Y los demás adultos, detrás, parecían turbados e incómodos. Alexis también sentía la<br />
tensión, porque se rezagó, lanzando la pelota de béisbol al aire. El hermano tuvo que<br />
empujarla: