PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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El hombre lo hizo y una leve bola de crema de afeitar blanca le cayó en la mano.<br />
—No está mal. —Se limpió la espuma en el borde del plato, y repitió—: No está mal.<br />
—El tubo es un poco más pesado que el normal, eso es todo. —El equipo técnico de<br />
Dodgson lo había estado montando durante los dos últimos días, trabajando contra reloj.<br />
Rápidamente, le mostró al hombre cómo funcionaba.<br />
—¿Cuánto gas refrigerante hay en el interior?<br />
—El suficiente para treinta y seis horas. Los embriones tienen que estar de vuelta en<br />
San José para ese momento.<br />
—Eso depende del tipo suyo que vaya en la lancha —dijo el hombre—. Mejor será que<br />
se asegure de que tenga un refrigerador portátil a bordo.<br />
—Lo haré —dijo Dodgson.<br />
—Y hagamos un repaso de la subasta...<br />
—El trato es el mismo —dijo Dodgson—: cincuenta mil al entregar cada embrión. Si<br />
son viables, cincuenta mil adicionales por cada uno.<br />
—Está bien. Pero asegúrese de tener la lancha esperando en el muelle este de la isla,<br />
el viernes por la noche. No el muelle norte, al que llegan los grandes barcos de<br />
suministros. El este; es un pequeño muelle auxiliar. ¿Lo ha entendido?<br />
—Lo he entendido. ¿Cuándo volverá usted a San José?<br />
—Es probable que el domingo. —El hombre se separó del mostrador.<br />
Dodgson se inquietó:<br />
—¿Está seguro de saber cómo se opera el...?<br />
—Lo sé. Créame, lo sé.<br />
—También creemos que la isla mantiene contacto constante por radio con la casa<br />
matriz de «InGen» en California, de modo que...<br />
—Mire, tengo ese aspecto cubierto. Limítese a descansar y a tener el dinero listo. Lo<br />
quiero todo el domingo por la mañana, en el aeropuerto de San José, en efectivo.<br />
—Le estaré esperando. No se preocupe —aseguró Dodgson.<br />
MALCOLM<br />
Poco antes de medianoche subió al avión en el aeropuerto de Dallas un hombre alto,<br />
delgado, con calvicie incipiente, de treinta y cinco años de edad y vestido de negro de<br />
pies a cabeza: camisa negra, pantalones negros, calcetines negros, calzado negro.<br />
—Ah, doctor Malcolm —saludó Hammond, sonriendo con forzada afabilidad.<br />
Malcolm sonrió ampliamente, mostrando los dientes:<br />
—Hola, John. Sí, temo que su antigua Némesis está aquí.<br />
Malcolm estrechó las manos de todos, al tiempo que decía con rapidez:<br />
—lan Malcolm, ¿cómo está usted? Me dedico a las matemáticas.<br />
A Grant le dio la impresión de que estaba más divertido por el paseo que por cualquier<br />
otra cosa.<br />
Por supuesto que Grant reconoció el nombre: lan Malcolm era uno de los más famosos<br />
de la nueva generación de matemáticos, que estaba abiertamente interesada en «cómo<br />
funciona el mundo real». Estos eruditos habían roto con la enclaustrada tradición de la<br />
matemática en varios sentidos importantes: ante todo, utilizaban ordenadores en forma<br />
constante, práctica que los matemáticos tradicionales no aprobaban. Después,<br />
trabajaban, de modo casi exclusivo, con ecuaciones no lineales, en el emergente campo<br />
al que se conocía, en sentido amplio, como caos. En tercer lugar, parecían interesarse por<br />
que su matemática describiera algo que realmente existía en el mundo real. Y, por último,<br />
como para recalcar que habían salido del ámbito universitario al mundo, se vestían y<br />
hablaban con lo que un matemático de mayor edad denominaba «un deplorable exceso<br />
de personalidad». De hecho, a menudo se comportaban como estrellas del rock.