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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—Un soñador potencialmente peligroso —acotó Ross—. Nunca debimos dejarnos<br />

arrastrar. ¿Cuál es nuestra posición financiera?<br />

—La firma posee el cinco por ciento.<br />

—¿General o limitada?<br />

—General.<br />

Ross sacudió la cabeza, en gesto de negación:<br />

—Nunca debimos hacerlo.<br />

—Parecía lo más prudente en aquel momento. Demonios, eso fue hace ocho años. Lo<br />

aceptamos en lugar de algunos honorarios y, si usted recuerda, el plan de Hammond era<br />

especulativo en extremo. Realmente estaba luchando a brazo partido. A decir verdad,<br />

nadie creía que lo fuera a lograr.<br />

—Pero, en apariencia, sí lo logró. Sea como fuere, estoy de acuerdo en que venció el<br />

plazo para una inspección. ¿Qué hay en cuanto a sus expertos sobre el emplazamiento?<br />

—Estoy empezando con los expertos que Hammond ya contrató como consultores en<br />

las primeras etapas del proyecto. ' Gennaro lanzó una lista sobre el escritorio de Ross—.<br />

El primer grupo está constituido por un paleontólogo, una paleobotánica y un matemático.<br />

Van allí este fin de semana. Yo iré con ellos.<br />

—¿Ellos le dirán la verdad? —preguntó Ross.<br />

—Así lo creo. Ninguno de ellos tuvo mucho que ver con la isla, y uno de ellos, el<br />

matemático, lan Malcolm, fue abiertamente hostil al proyecto desde el principio: insistía en<br />

que nunca funcionaría, en que nunca podría funcionar.<br />

—¿Y quién más?<br />

—Nada más que una persona con preparación técnica: el analista del sistema de<br />

procesamiento de datos. Para la revisión de los ordenadores del parque y para arreglar<br />

algunos defectos de los programas. Debe de llegar allí el viernes por la mañana.<br />

—Muy bien. ¿Está usted haciendo lo necesario?<br />

—Hammond pidió hacer él mismo las llamadas. Creo que quiere fingir que no tiene<br />

problemas graves, que no es más que una invitación de índole social. Que está<br />

fanfarroneando con su isla.<br />

—Está bien —dijo Ross—. Pero asegúrese usted de que se corrija lo que hay que<br />

corregir. Quiero que esta situación de Costa Rica esté resuelta dentro de una semana. —<br />

Ross se puso en pie y salió de la habitación.<br />

Gennaro marcó un número en el teléfono; oyó el gimiente siseo de un radioteléfono.<br />

Después oyó una voz que decía: «Al habla Grant.»<br />

—Hola, doctor Grant, aquí Donald Gennaro. Soy el asesor general de «InGen».<br />

Hablamos hace unos años; no sé si recuerda...<br />

—Recuerdo —dijo Grant.<br />

—Bien —dijo Gennaro—, acabo de hablar con el señor John Hammond, que me dio la<br />

buena noticia de que usted va a nuestra isla de Costa Rica...<br />

—Sí. Creo que vamos para allá mañana.<br />

—Bien. Sólo quería hacerle extensivo mi agradecimiento por hacerlo, a pesar de que<br />

no se le dio tiempo para arreglar sus asuntos. Todos los de «InGen» apreciamos eso.<br />

También le pedimos a lan Malcolm que, al igual que usted, fue uno de los primeros<br />

consultores, que fuere allí: es el matemático de la Universidad de Texas en Austin, ¿le<br />

recuerda?<br />

—John Hammond lo mencionó.<br />

—Bueno, está bien. Y yo también voy a ir, a decir verdad. A propósito, este espécimen<br />

que encontró de pro... procom... ¿cómo es?<br />

—Procompsognathus.<br />

—Sí. ¿Tiene el espécimen con usted, doctor Grant? ¿El espécimen real?<br />

—No. Sólo he visto una radiografía. El espécimen está en Nueva York. Una mujer de la<br />

Universidad de Columbia me llamó.

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