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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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uidosamente a los tres intrusos. Los adultos todavía parecían no haber caído en la<br />

cuenta de la presencia de los seres humanos.<br />

—No lo entiendo —susurró Gennaro—. ¿Por qué no nos atacan?<br />

Grant sacudió la cabeza en gesto de negación:<br />

—No nos deben de ver. Y no hay huevos por el momento... Eso hace que estén más<br />

tranquilos.<br />

—¿Tranquilos? —dijo Gennaro—. ¿Cuánto tiempo nos tenemos que quedar aquí?<br />

—El suficiente para hacer el recuento —dijo Grant.<br />

Según vio Grant, había tres nidos, cuidados por tres conjuntos de padres. La división<br />

del territorio se centraba, aproximadamente, en tomo a los nidos, aunque las proles<br />

parecían superponerse y correr en diferentes territorios. Los adultos eran bondadosos con<br />

las crías muy jóvenes y más rudos con las de mayor edad, en ocasiones daban mordiscos<br />

a los animales mayores, cuando el juego de éstos se hacía demasiado violento.<br />

En ese momento, un raptor muy joven llegó hasta Ellie y se frotó la cabeza contra la<br />

rodilla de la joven. Ellie miró hacia abajo y vio el collar de cuero con la caja negra. Estaba<br />

mojada en un punto. Y había excoriado la piel del cuello del animal, que gemía.<br />

En el gran recinto de abajo, uno de los adultos se volvió, curioso, hacia el lugar del que<br />

provenía el sonido.<br />

—¿Crees que se lo podré quitar? —preguntó Ellie.<br />

—Pero hazlo de prisa.<br />

—Muuuy bien —dijo Ellie, poniéndose en cuclillas al lado del pequeño velocirraptor,<br />

que gimió de nuevo.<br />

Los adultos resoplaron; sus cabezas subieron y bajaron como boyas en el agua.<br />

Ellie palmeó al pequeño, tratando de calmarlo, para acallar sus gemidos. Movió las<br />

manos hacia el collar de cuero y volvió a levantar la lengüeta de Velero, que sonó como si<br />

se rasgara. Con movimiento espasmódico, los adultos levantaron la cabeza.<br />

Después, uno de ellos empezó a caminar hacia Ellie.<br />

—Oh, mierda —dijo Gennaro entre dientes.<br />

—No se mueva —indicó Grant—. Mantenga la calma.<br />

El adulto pasó junto a ellos; los largos dedos curvos de las patas sonaban con un clic al<br />

posarse en el hormigón. El animal se detuvo frente a Ellie, que se mantenía acuclillada<br />

junto a la cría, detrás de una caja de acero. La cría estaba al descubierto, y la mano de<br />

Ellie todavía estaba sobre el collar. El adulto alzó la cabeza y olfateó el aire; su enorme<br />

cabeza estaba muy cerca de la mano de la botánica, pero no podía verla debido a la caja<br />

de empalmes. A modo de ensayo, una lengua asomó con rapidez.<br />

Grant llevó la mano hasta una granada de gas, la sacó del cinturón y mantuvo el pulgar<br />

en la argolla del seguro. Gennaro le puso una mano para contenerlo, negó con la cabeza<br />

y señaló con la cabeza en dirección a Ellie.<br />

La joven no llevaba su máscara.<br />

Grant bajó la granada y buscó a tientas la picana. El animal todavía estaba muy cerca<br />

de Ellie y entonces, en forma repentina, el adulto retrocedió un paso o dos.<br />

Ellie aflojó y sacó la tira de cuero. El metal de la hebilla tintineó al caer sobre el<br />

hormigón. El adulto movió la cabeza imperceptiblemente y, después, la levantó hacia un<br />

lado, curioso. Otra vez avanzaba para investigar, cuando la pequeña cría chilló con<br />

alegría y salió a la carrera. El adulto permaneció al lado de Ellie. Después, dio la vuelta<br />

por fin y regresó al centro del nido.<br />

Gennaro lanzó el aire que había retenido:<br />

—Jesús. ¿Podemos marcharnos?<br />

—No —repuso Grant—. Pero creo que podemos hacer parte del trabajo ahora.<br />

Al fulgor verde fosforescente de las lentes para visión nocturna, Grant escudriñó el<br />

recinto desde el reborde, en busca del primer nido: estaba hecho con barro y paja, en<br />

forma de una canasta amplia y poco profunda. Grant contó los restos de catorce huevos.

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