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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Jesús.<br />

Se estremeció al oír el sonido. Era aterrador, un alarido que venía de otro mundo.<br />

Esperó para ver qué ocurría. ¿Qué haría el tiranosaurio? ¿Ya habría atrapado al<br />

trabajador? Esperó, oyendo sólo el zumbido de las cicadáceas silvestres, hasta que se dio<br />

cuenta de que estaba conteniendo la respiración, y dejó escapar un prolongado suspiro.<br />

Con un tobillo lesionado no podía trepar la colina: tendría que esperar en el fondo de la<br />

barranca. Una vez que el tiranosaurio se hubiera ido, gritaría pidiendo ayuda. Mientras<br />

tanto, no estaba en peligro.<br />

Fue entonces cuando oyó una voz amplificada que decía:<br />

—Vamos, Timmy, yo también lo voy a intentar. Vamos. Déjame hacer el ruido.<br />

—¡Los chicos!<br />

El tiranosaurio rugió otra vez, pero ahora tenía nítidos armónicos musicales, y una<br />

especie de eco, que perduraba después de haber terminado el rugido en sí.<br />

—Qué bonito —dijo la niñita—. Hazlo otra vez.<br />

¡Esos malditos chicos!<br />

Nunca debió haber traído a esos niños. No habían sido más que un problema desde el<br />

principio. Nadie los quería cerca. Los había traído porque creyó que eso detendría a<br />

Gennaro en su intención de destruir el centro de recreo, pero Gennaro lo iba a hacer de<br />

todos modos. Y resultaba evidente que los chicos se habían metido en la sala de control y<br />

estaban jugando con los equipos... Ahora bien, ¿quién había permitido eso?<br />

Sintió que el corazón le empezaba a galopar y experimentó una inquietante<br />

insuficiencia respiratoria. Se forzó a reposar. No pasaba nada malo: aunque no podía<br />

subir por la colina, no podía estar a más de noventa metros de su propia cabana y del<br />

centro de visitantes. Se sentó en la tierra mojada prestando atención a los sonidos<br />

provenientes de la jungla que le rodeaba. Y después, al cabo de un rato, empezó a gritar<br />

pidiendo ayuda.<br />

La voz de Malcolm no era más que un susurro:<br />

—Todo... parece diferente... al otro lado —suspiró.<br />

Harding se inclinó para acercársele:<br />

—¿Al otro lado? —Pensó que Malcolm estaba hablando de morir.<br />

—Cuando... sustituciones... —prosiguió Malcolm.<br />

—¿Sustituciones?<br />

Malcolm no contestó. Sus secos labios se movieron:<br />

—Paradigma —dijo, por fin.<br />

—¿Sustituciones de paradigma? —preguntó Harding. Sabía algo de las sustituciones<br />

de paradigma. Durante los últimos veinte años habían sido la forma que estaba de moda<br />

para hablar de los cambios científicos. «Paradigma» no era más que otro término para<br />

designar un modelo, pero, de la manera en que los científicos la utilizaban, la palabra<br />

quería decir más que eso: una visión del mundo; una manera más vasta de ver el mundo.<br />

Se decía que las sustituciones de paradigma tenían lugar cada vez que la ciencia<br />

producía un cambio de importancia en su visión del mundo. Tales cambios eran muy poco<br />

frecuentes y ocurrían alrededor de una vez por siglo: la evolución darwiniana había<br />

forzado una sustitución de paradigma; la mecánica cuántica había forzado una sustitución<br />

más pequeña.<br />

—No —dijo Malcolm—. No... paradigma... más allá...<br />

—¿Más allá del paradigma? —dijo Harding.<br />

—No me preocupa... que... nunca más...<br />

Harding suspiró: a pesar de todos sus esfuerzos, Malcolm estaba cayendo rápidamente<br />

en un delirio terminal. Su fiebre era más alta y casi se había agotado la existencia de los<br />

antibióticos que necesitaba.<br />

—¿Qué es lo que no le preocupa?

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