PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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«Con ése son dos.»<br />
El segundo velocirraptor quedó fulminado en forma casi instantánea, tosiendo y<br />
precipitándose hacia delante. Mientras caía, derribó una mesa: docenas de huevos<br />
rodaron por el suelo. Grant los miró consternado.<br />
Todavía quedaba un tercer animal.<br />
Grant tenía una jeringa más. Con tantos huevos rodando por el suelo, tendría que<br />
hacer algo más. Estaba tratando de decidir qué hacer, cuando el último animal resopló<br />
con irritación. Grant alzó la vista: el velocirraptor le había localizado.<br />
Ese último animal no se movió durante largo rato: se limitó a mirarle con fijeza. Y,<br />
después, lenta, silenciosamente, se acercó. Acechándole. La cabeza subía y bajaba al<br />
caminar, mirando primero debajo de las mesas, después por encima de ellas. Se<br />
desplazaba en forma muy deliberada, muy cauta, sin exhibir esa celeridad que había<br />
mostrado en la jauría: convertido ahora en animal solitario, se había vuelto súbitamente<br />
cuidadoso: no apartaba los ojos de Grant. Y Grant miró a su alrededor: no había sitio<br />
alguno en el que se pudiera esconder. Nada que pudiera hacer...<br />
La mirada de Grant estaba clavada en el raptor, que se desplazaba con lentitud en<br />
sentido lateral. Grant se desplazó también; trataba de mantener la mayor cantidad posible<br />
de mesas entre él y la bestia que avanzaba. Lentamente... lentamente... Grant se<br />
desplazó hacia la izquierda...<br />
El velocirraptor avanzó. Las cáscaras de huevo se quebraban cuando las pisaba en la<br />
penumbra rojo oscuro del vivero. La respiración le salía en siseos suaves por las dilatadas<br />
fosas nasales.<br />
Grant sintió huevos que se le quebraban bajo los pies, la yema adhiriéndose a la suela<br />
de los zapatos. Se puso en cuclillas; sintió el bulto de la radio en el bolsillo.<br />
La radio.<br />
La extrajo del bolsillo y la conectó:<br />
—Hola. Aquí Grant.<br />
—¿Alan? —Era la voz de Ellie—. ¿Alan?<br />
—Escucha —dijo en voz baja—: habla. No hagas otra cosa. Habla.<br />
—¿Alan, eres tú?<br />
—Habla —volvió a decir, e impulsó la radio para que fuera resbalando por el suelo, en<br />
dirección al velocirraptor que se le venía encima.<br />
Después se agazapó detrás de la pata de una mesa y se quedó completamente quieto,<br />
sin mover un músculo. Y aguardó.<br />
—Alan, háblame, por favor.<br />
Después, un chasquido, y silencio. La radio permaneció en silencio. El raptor<br />
avanzaba. Suave respiración siseante.<br />
La radio todavía estaba en silencio.<br />
¡Qué demonios le pasaba a Ellie! ¿No entendía? En la oscuridad, el velocirraptor se<br />
acercaba.<br />
—¿...Alan?<br />
La voz metálica que salía de la radio hizo que el enorme animal se detuviera. Olfateó el<br />
aire, como si percibiera que había alguien más en la sala.<br />
—Alan, soy yo. No sé si puedes oírme.<br />
Ahora, el velocirraptor se alejaba de Grant y avanzaba hacia la radio.<br />
—Alan... por favor...<br />
¿Por qué no habría empujado la radio más lejos? El animal iba hacia ella, pero estaba<br />
cerca. La enorme pata bajó muy cerca de Grant, que pudo ver la piel rugosa, el delicado<br />
fulgor verde. Los arroyuelos de sangre seca en la garra curva. Pudo oler el intenso olor a<br />
reptil.<br />
—Alan, escúchame... ¿Alan?