PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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vaqueros recortados y una camisa de trabajo anudada a mitad del torso; tenía veinticuatro<br />
años y estaba muy tostada por el sol. Llevaba el rubio cabello peinado hacia atrás.<br />
—Ellie nos mantiene en movimiento —dijo Grant, presentándola—. Es muy buena en lo<br />
que hace.<br />
—¿Y qué hace?<br />
—Paleobotánica —dijo Ellie—. Y también hago los preparados típicos de campaña. —<br />
Abrió la puerta y entraron.<br />
El aire acondicionado de la casa rodante sólo bajó la temperatura a treinta grados, pero<br />
parecía fresco después del calor del mediodía. La casa tenía una serie de mesas largas<br />
de madera, sobre las que había pulcramente dispuestos diminutos especímenes óseos,<br />
etiquetados y rotulados. Más allá había platos de cerámica y restos de artefactos de<br />
alfarería. Olía con intensidad a vinagre.<br />
Morris echó un vistazo a los huesos:<br />
—Pensé que los dinosaurios eran grandes —dijo.<br />
—Lo eran —contestó Ellie—. Pero todo lo que ve aquí proviene de bebés. Snakewater<br />
es importante, principalmente, por la cantidad de lugares de anidamiento de dinosaurios.<br />
Hasta el momento en que iniciamos este trabajo, apenas si se conocían dinosaurios<br />
bebés. Solamente se había encontrado un nido en el desierto de Gobi. Nosotros<br />
descubrimos una docena de nidos diferentes de hadrosaurios en los que estaba todo,<br />
huevos y huesos de bebés incluidos.<br />
Mientras Grant iba a la nevera, Ellie le mostró a Morris los baños de ácido acético, que<br />
se usaba para disolver la caliza de los delicados huesos.<br />
—Parecen huesos de pollo —dijo Morris, atisbando dentro de los platos de cerámica.<br />
—Sí —dijo Ellie—. Son muy parecidos a los de pájaro.<br />
—¿Y qué pasa con ésos? —preguntó Morris, señalando, a través de la ventana de la<br />
casa rodante, montones de huesos grandes que estaban fuera, envueltos en plástico<br />
grueso.<br />
—Material rechazado —explicó Ellie—. Huesos demasiado fragmentados cuando los<br />
desenterramos. Antes los descartábamos, pero ahora los enviamos para que se les<br />
someta a ensayos genéticos.<br />
—¿Ensayos genéticos? —repitió Morris.<br />
—Ahí va —interrumpió Grant, arrojando una cerveza a las manos de Morris. Le dio otra<br />
a Ellie, que tragó la suya de una sola vez, sin darse pausa para respirar al hacerlo, echó<br />
el largo cuello hacia atrás. Morris se quedó mirándola fijo.<br />
—Somos bastante informales aquí —dijo Grant—. ¿Quiere pasar a mi oficina?<br />
—Por supuesto —contestó Morris. Grant le condujo al extremo de la casa rodante, en<br />
el que había una cama despanzurrada, una silla hundida en el medio y una mesa auxiliar<br />
desvencijada. Grant se dejó caer sobre la cama, que crujió y exhaló una nube de polvo<br />
calizo. El paleontólogo se reclinó, puso los pies sobre la mesa auxiliar, que hizo un ruido<br />
al golpearla con las botas y, con un gesto, invitó a Morris a sentarse en la silla:<br />
—Póngase cómodo.<br />
Grant era profesor de Paleontología en la Universidad de Denver, y uno de los<br />
principales investigadores en su actividad, pero nunca se había sentido cómodo con las<br />
sutilezas sociales. Se veía a sí mismo como a un hombre destinado a trabajar al aire libre<br />
y sabía que, en Paleontología, todo el trabajo importante se hace al aire libre, con las<br />
manos. Grant tenía poca paciencia con los aspectos académicos, con los conservadores<br />
de museos, con lo que él denominaba Cazadores de Dinosaurios durante la Hora del Té.<br />
Y se esmeró un poco por distanciarse, en cuanto a vestimenta y comportamiento, de los<br />
Cazadores de Dinosaurios durante la Hora del Té llegando, inclusive, a dictar sus clases<br />
con vaqueros y zapatillas.<br />
Grant observó cómo Morris desempolvaba escrupulosamente el asiento antes de<br />
sentarse. El hombre del EPA abrió su maletín, revolvió entre los papeles y volvió a echarle