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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Tim parpadeó sin poder creer lo que veía: en pie, por encima de él, estaba el doctor<br />

Grant. Y junto a él estaba el señor Gennaro.<br />

Afuera, en el pasillo, a Grant le había llevado cerca de dos minutos darse cuenta de<br />

que el guardia muerto del vestíbulo probablemente tenía una tarjeta de seguridad. Volvió<br />

sobre sus pasos, la tomó y entró en el corredor superior, desplazándose con rapidez por<br />

el pasillo. Siguió el sonido de los raptores y los encontró peleando en la guardería. Estaba<br />

seguro de que los niños habían ido a la sala siguiente, y corrió de inmediato al laboratorio<br />

de extracciones.<br />

Y encontró a los chicos.<br />

Ahora, los animales iban hacia ellos. Parecían momentáneamente vacilantes,<br />

sorprendidos por la aparición de más seres humanos.<br />

Grant empujó a los niños hacia los brazos de Gennaro y dijo:<br />

—Llévelos de vuelta hacia un sitio seguro.<br />

—Pero...<br />

—Por aquí —indicó Grant señalando por encima del hombro a una puerta que estaba<br />

más lejos—. Llévelos a la sala de control, si puede: todos deberían estar seguros allí.<br />

—¿Que va usted a hacer? —preguntó Gennaro.<br />

Los velocirraptores estaban cerca de la puerta. Grant observó que esperaban hasta<br />

que todos los animales estuvieran juntos y, entonces, avanzaban en grupo. Cazadores en<br />

jauría. Sintió escalofríos.<br />

—Tengo un plan —contestó—. Ahora, vayan.<br />

Gennaro sacó a los chicos de aquel lugar. Los raptores seguían avanzando lentamente<br />

hacia Grant, pasando los superordenadores, pasando las pantallas que todavía titilaban<br />

con secuencias interminables de código descifrado por los ordenadores. Los reptiles se<br />

acercaban sin vacilaciones, olfateando el suelo, agachando repetidamente la cabeza.<br />

Grant oyó el chasquido de la puerta al cerrarse detrás de él y echó un vistazo sobre el<br />

hombro: todos estaban al otro lado de la puerta de vidrio, observándole. Gennaro sacudía<br />

la cabeza.<br />

Grant sabía lo que eso quería decir: no había puerta para ir más allá de la sala de<br />

control. Gennaro y los chicos estaban atrapados ahí adentro.<br />

Ahora, todo dependía de él.<br />

Grant se movía despacio, bordeando el laboratorio, llevando a los raptores lejos de<br />

Gennaro y de los niños. Pudo ver otra puerta, más cerca del frente, que tenía un letrero:<br />

AL LABORATORIO. Tenía una idea y la esperanza de que esa idea fuera correcta. La<br />

puerta tenía un cartel con el emblema azul de peligro biológico. Los animales se estaban<br />

acercando; uno de ellos gruñó, y Grant se volvió y abrió la puerta de un golpe, pasando a<br />

través de ella y penetrando en un silencio profundo, cálido.<br />

Se volvió.<br />

Sí.<br />

Estaba donde quería estar: en el vivero, bajo luces infrarrojas, largas mesas, con<br />

hileras de huevos y una bruma que flotaba por encima. Los balancines que había sobre<br />

las mesas tenían un movimiento continuo, que producía un sonido bajo e incesante, como<br />

un golpeteo suave, y un zumbido. La bruma se derramaba junto a las mesas y flotaba<br />

hacia el suelo, donde desaparecía, se evaporaba.<br />

Desde el corredor, Grant corrió directamente hacia la parte de atrás del vivero, para<br />

entrar en un laboratorio de paredes de vidrio con luz ultravioleta. La ropa refulgía en azul.<br />

Grant miró a su alrededor, los reactivos en vidrio, los vasos de precipitados llenos de<br />

pipetas, las placas de Petri..., todo ello delicado equipo de laboratorio.<br />

Los velocirraptores entraron en la sala, con cautela al principio, olfateando el aire<br />

húmedo, mirando las largas mesas acuñadoras de huevos. El animal que iba en cabeza<br />

se limpió las ensangrentadas mandíbulas con el dorso del antebrazo. Silenciosamente,

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