PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—Timmy... —dijo Lex, tironeándole del brazo.<br />
—Ahora no, Lex.<br />
—Sí, ahora —insistió su hermana, y lo apartó de las pantallas y de la consola. Y fue en<br />
ese momento cuando Tim oyó el gruñido de los velocirraptores.<br />
Provenía del pasillo.<br />
En el tragaluz que estaba por encima de la cama de Malcolm, los raptores casi habían<br />
roído el segundo barrote metálico. Ahora podían meter por completo la cabeza a través<br />
del vidrio destrozado, y arremeter y gruñir contra la gente que había abajo. Después, al<br />
cabo de unos instantes, retrocedían y reanudaban la masticación del metal.<br />
—Ahora no falta mucho. Tres, cuatro, minutos —dijo Malcolm.<br />
—¿Está seguro de que no hay armas aquí? —dijo Ellie.<br />
—¡Demonios, no! Esto es un hotel. —Apretó el botón de la radio—: ¿Tim, estás ahí?<br />
¿Tim?<br />
No hubo respuesta.<br />
Tim se deslizó por la puerta, junto con Lex, y vio al único velocirraptor, en el extremo<br />
opuesto del corredor, erguido junto al balcón. Lo contempló completamente atónito:<br />
¿cómo había salido de la cámara congeladora?<br />
En ese momento, mientras observaba, un segundo raptor apareció de repente en el<br />
balcón, y Tim comprendió: el otro animal no había salido del congelador. Éste había<br />
venido de afuera; había saltado desde el suelo, aterrizando en silencio, con perfecto<br />
equilibrio, sobre la barandilla. Tim no lo podía creer: el enorme animal había dado un salto<br />
vertical ascendente de tres metros. Más de tres metros. Sus patas tenían que ser<br />
increíblemente poderosas.<br />
—Creí que dijiste que no podían... —murmuró Lex.<br />
—¡Cállate!<br />
Tim estaba tratando de pensar, pero miraba, con una especie de fascinación producida<br />
por el terror, cómo el tercer velocirraptor saltaba al balcón. Durante unos instantes, los<br />
animales dieron vueltas sin rumbo por el corredor; después, empezaron a avanzar en fila<br />
india. Acercándose a Tim y a Lex.<br />
En silencio, Tim se apoyó contra la puerta que tenía a sus espaldas, para volver a<br />
entrar en la sala de control. Pero la puerta estaba trabada. Empujó con más fuerza.<br />
—Nos hemos quedado fuera —susurró Lex—. Mira. —Señalaba la ranura para tarjetas<br />
de seguridad que estaba al lado de la puerta: allí refulgía un brillante punto rojo. De<br />
alguna manera, se habían activado las puertas de seguridad.<br />
—¡Pedazo de idiota; nos has dejado fuera!<br />
Tim estaba al lado de la sala de control, a mitad de camino por el corredor. Más allá,<br />
vio varias puertas más, pero todas tenían sendas luces rojas brillando al lado: eso quería<br />
decir que todas las puertas estaban trabadas. No había lugar alguno al que pudieran ir.<br />
Entonces, vio una forma tendida en el suelo, en el otro extremo del corredor era un<br />
guardia muerto. Una tarjeta blanca de seguridad estaba prendida en su cinturón.<br />
—Vamos —susurró. Corrieron hacia el guardia. Tim tomó la tarjeta y volvió. Pero, claro<br />
está, los raptores les habían visto: gruñeron y les bloquearon el camino de regreso a la<br />
sala de control. Empezaron a separarse, abriéndose en abanico por el pasillo, para<br />
rodearles. Las cabezas de los animales empezaron a oscilar hacia atrás y hacia delante<br />
en forma rítmica.<br />
Iban a atacar.<br />
Tim hizo lo único que podía hacer: usando la tarjeta, abrió la puerta más próxima del<br />
pasillo e hizo entrar a Lex de un empujón. Cuando la puerta se empezaba a cerrar<br />
lentamente tras ellos, los velocirraptores sisearon y se lanzaron a la carga.