PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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Después alzó la esbelta cabeza y miró a su alrededor. Olfateó. Vio el segundo bistec.<br />
Avanzó con rapidez. Se inclinó.<br />
Silencio.<br />
No se lo estaba comiendo.<br />
La cabeza volvió a subir. Tim tenía las piernas acalambradas, pero no se movió.<br />
¿Por qué el animal no se comía el segundo bistec? Muchas ideas le relampaguearon<br />
en la mente: no le gustaba el sabor, no le gustaba que estuviera frío, no le agradaba el<br />
hecho de que la carne no estuviera viva, olía la trampa, olía a Lex, olía a Tim, veía a<br />
Tim...<br />
El velocirraptor se desplazó muy de prisa ahora: encontró el tercer bistec, hundió la<br />
cabeza, volvió a mirar hacia arriba, y prosiguió su marcha.<br />
Tim contuvo la respiración: el dinosaurio ahora estaba a unos pocos metros de<br />
distancia. Tim pudo ver las pequeñas contracciones que se producían en los músculos de<br />
los flancos. Percibió las incrustaciones de sangre seca en las garras de la mano. Pudo ver<br />
el fino diseño de estrías que había dentro del patrón moteado, y los pliegues de la piel del<br />
cuello, por debajo de la mandíbula.<br />
El velocirraptor olfateó. Movió la cabeza espasmódicamente y miró a Tim de hito en<br />
hito: el niño casi jadeó por el miedo; su cuerpo se puso tenso, rígido. Observaba mientras<br />
el ojo de reptil se movía, explorando la habitación. Otro olfateo.<br />
«Me atrapó», pensó Tim.<br />
Entonces la cabeza giró con otro movimiento brusco, para mirar hacia delante, y el<br />
animal siguió su camino, hacia el quinto bistec. Tim pensó: «Lex por favor no te muevas<br />
por favor no te muevas por lo que sea que haga por favor no...»<br />
El velocirraptor olió el bistec y siguió adelante. Ahora se encontraba ante la puerta del<br />
congelador. Tim pudo ver el vaho saliendo en volutas, abarquillándose a lo largo del suelo<br />
mientras iba hacia las patas del animal. Una de las enormes patas armadas con garras se<br />
alzó; después volvió a bajar, en silencio. El dinosaurio vacilaba. «Demasiado frío —pensó<br />
Tim—. No se va a meter ahí, es demasiado frío, no va a entrar no va a entrar no va a<br />
entrar...»<br />
El dinosaurio entró.<br />
La cabeza desapareció; después, el cuerpo; después, la rígida cola.<br />
Tim saltó como un resorte, lanzando el peso de su cuerpo contra la puerta de acero<br />
inoxidable, cerrándola de golpe... ¡Se cerró sobre la punta de la cola! ¡La puerta no se<br />
cerraba! El velocirraptor rugió, un aterrador sonido bajo. Inadvertidamente, Tim dio un<br />
paso atrás: ¡la cola había desaparecido! ¡Cerró la puerta otra vez y la oyó trabarse!<br />
¡Cerrada!<br />
—¡Lex! ¡Lex! —gritaba. Oía al animal golpeando la puerta, lo sentía lanzándose contra<br />
el acero. Tim sabía que en la parte de dentro había un tirador plano de acero, y que si el<br />
raptor lo golpeaba, abriría la puerta: tenían que echarle el cerrojo.<br />
—¡Lex!<br />
Lex estaba junto a él:<br />
—¿Qué quieres?<br />
Tim estaba apoyado con todo su peso contra el tirador horizontal de la puerta,<br />
manteniéndola cerrada.<br />
—¡Hay un pasador! ¡Un pasador pequeño! ¡Consigue el pasador!<br />
El velocirraptor rugía como un león, el sonido llegaba amortiguado por el espeso acero.<br />
Chocaba con todo su cuerpo contra la puerta.<br />
—¡No puedo ver nada! —gritó Lex.<br />
La espiga se balanceaba debajo del tirador de la puerta, pendiente de una cadenita de<br />
metal.<br />
—¡Está ahí mismo!