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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Se desplazaron hasta la entrada del restaurante. Al abrir la puerta, Grant vio mesas<br />

cuadradas para comer y sillas; más allá, puertas batientes. Cerca de donde estaban él y<br />

los niños, había una máquina registradora y un estante con goma de mascar y golosinas.<br />

—Muy bien, chicos. Quiero que os quedéis aquí, pase lo que pase. ¿Entendido?<br />

—Déjenos la radio —pidió Lex.<br />

—No puedo. La necesito. Quedaos aquí. Sólo estaré fuera unos cinco minutos. ¿Está<br />

bien?<br />

—Está bien.<br />

Grant cerró la puerta.<br />

Tim se sintió orgulloso y responsable, cuando la puerta se cerró. El restaurante quedó<br />

completamente a oscuras. Lex le aferró la mano:<br />

—Enciende las luces —dijo.<br />

—No puedo. No hay electricidad. —Pero sacó sus lentes para visión nocturna.<br />

—Eso está bien para ti. ¿Y qué hay de mí?<br />

—Cógeme la mano. Buscaremos algo para comer.<br />

La guió hacia delante. En verde fosforescente, Tim vio las mesas y sillas. Hacia la<br />

derecha, la registradora, en verde refulgente, y el estante con goma de mascar y<br />

golosinas. Se apoderó de un puñado de barras de chocolate relleno.<br />

—Te dije que quería helado, no dulces —protestó Lex.<br />

—Tómalos de todos modos.<br />

—Helado, Tim.<br />

—Está bien, está bien.<br />

Tim se metió las barras en el bolsillo y guió a Lex hacia la parte más interna del<br />

comedor. La niña le tiró de la mano;<br />

—No puedo ver las escupidas —dijo.<br />

—Camina conmigo. Coge mi mano.<br />

—Entonces ve más despacio.<br />

Detrás de las mesas y sillas había un par de puertas de vaivén con ventanitas<br />

redondas. Probablemente conducían a la cocina. Tim empujó una de las puertas para<br />

abrirla, y la mantuvo abierta de par en par.<br />

Ellie Sattler salió por la puerta principal hacia el pabellón, y sintió la helada bruma en la<br />

cara y las piernas. El corazón le golpeaba el pecho, aun cuando sabía que estaba<br />

completamente segura detrás de la cerca. Directamente adelante, vio los pesados<br />

barrotes en medio de la niebla.<br />

Pero no podía ver mucho más allá de la cerca. Otros dieciocho metros antes de que el<br />

paisaje se volviera blanco lechoso. Y no veía raptores por parte alguna. De hecho, los<br />

jardines y los árboles estaban casi sobrenaturalmente silenciosos.<br />

—¡Eh! —gritó en la niebla, a modo de ensayo.<br />

Muldoon se inclinó contra el marco de la puerta.<br />

—Dudo que eso sirva —comentó—. Tiene que hacer ruido.<br />

Se acercó cojeando, en la mano llevaba una varilla de acero proveniente de la<br />

construcción que se estaba haciendo dentro.<br />

Golpeó la varilla contra los barrotes, corno si fuera un gong para llamar a comer.<br />

—¡Venid por ella! ¡La cena está servida!<br />

—Muy divertido —dijo Ellie. Echó una nerviosa mirada hacia el techo: no vio raptores.<br />

—No entienden el inglés —sonrió Muldoon—. Pero imagino que perciben la idea<br />

general...<br />

Todavía estaba nerviosa, y encontró fastidioso el humor de Muldoon. Miró hacia el<br />

edificio de visitantes, envuelto en la niebla. Muldoon reinició el golpeteo sobre los<br />

barrotes. En el límite de su campo visual, casi perdido en la niebla, Ellie vio un animal<br />

descolorido como un fantasma. Un velocirraptor.

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