PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—¿Nos ha visto? —dijo Lex; tenía que gritar para cubrir el ruido del salto de agua—.<br />
¿Dónde estamos? ¿Qué es este lugar? ¿Nos ha visto?<br />
—Un momento, por favor —dijo Grant. Estaba observando el equipo. Resultaba claro<br />
que era maquinaria del parque. Y que tenía que haber electricidad para hacerla funcionar,<br />
así que, quizás, hubiera un teléfono para establecer comunicación. Empezó a meter las<br />
manos entre los filtros y las tuberías.<br />
—¿Qué está haciendo? —gritó Lex.<br />
—Busco un teléfono.<br />
Eran cerca de las diez de la mañana: tenían apenas un poco más de una hora para<br />
ponerse en contacto con el barco, antes de que llegara a tierra firme.<br />
En la parte de atrás del nicho, Grant halló una puerta metálica en la que se había<br />
impreso el letrero MANT 04, pero estaba firmemente cerrada con llave. Junto a ella había<br />
una ranura para introducir una tarjeta de seguridad. A lo largo de la puerta vio una hilera<br />
de cajas metálicas: las abrió una después de otra, pero únicamente contenían<br />
interruptores y temporizadores. Ningún teléfono. Y nada para abrir la puerta.<br />
Casi pasó de largo la caja que estaba a la izquierda de la puerta: al abrirla, encontró un<br />
micro teclado con nueve botones, cubierto con puntos de moho verde. Pero tenía el<br />
aspecto de ser un medio para abrir la puerta, y Grant tenía la sensación de que al otro<br />
lado de esa puerta había un teléfono. Grabado en el metal de la caja estaba el número<br />
1023: Grant lo marcó en el teclado.<br />
Con un chirrido, la puerta se abrió: abismal oscuridad más allá, escalones de hormigón<br />
que llevaban hacia abajo. Sobre la pared de atrás vio otro letrero: VEHÍCULO<br />
04/CARGADOR 22 MANT, y una flecha que señalaba hacia la parte baja de la escalera.<br />
¿Podría ser que realmente hubiera un auto?<br />
—Vamos, chicos.<br />
—¡Ni lo piense! —declaró Lex—. Yo no me meto ahí.<br />
—Vamos, Lex —la instó Tim.<br />
—No —repitió Lex—, no hay luz ni nada. No voy.<br />
—No importa —dijo Grant: no había tiempo para discutir—: Quedaos aquí, y yo volveré<br />
en seguida.<br />
—¿A dónde va? —preguntó Lex, repentinamente alarmada.<br />
Grant pasó por la puerta, que emitió un corto y penetrante tono electrónico y se cerró<br />
detrás de él de golpe, impulsada por un resorte.<br />
Quedó sumido en la más absoluta oscuridad. Después de un instante de sorpresa, se<br />
volvió hacia la puerta y palpó su mojada superficie: no había picaporte, no había cerrojo.<br />
Se volvió hacia las otras puertas que había a cada lado, recorriéndolas con los dedos<br />
para encontrar un interruptor, una caja de controles, cualquier cosa...<br />
No había nada.<br />
Estaba luchando contra el pánico, cuando los dedos se le cerraron sobre un cilindro<br />
metálico frío. Dejó correr las manos sobre un borde que se ensanchaba, una superficie<br />
plana... ¡una linterna! La encendió, y el haz resultó sorprendentemente brillante. Volvió a<br />
mirar la puerta, pero vio que no se abría: tendría que esperar a que los niños la<br />
destrabaran. Mientras tanto...<br />
Empezó a descender con cuidado por los escalones mojados y resbaladizos por el<br />
moho. Cuando había recorrido parte del tramo de escalera, oyó el sonido de olfateo y de<br />
garras rasguñando hormigón. Extrajo su pistola de dardos y prosiguió la marcha con<br />
cautela.<br />
La escalera giraba y, cuando enfocó el haz de luz, un extraño reflejo destelló como<br />
respuesta y entonces, un instante después, lo vio; ¡un coche! Era un coche eléctrico,<br />
como un carrito de golf, y estaba frente a un túnel largo que parecía extenderse durante<br />
kilómetros. Una luz roja brillante refulgía junto al volante, así que quizás estuviera<br />
cargado.