PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—Papaíto.<br />
Tim empezó a gritar, pero Grant alzó la mano:<br />
—Chicos —dijo—, callaos.<br />
—¿Por qué? —protestó Lex—. Puedo hacer lo que quiero, si yo...<br />
Entonces se calló, porque también lo había oído: era un grito que helaba la sangre y<br />
que provenía de algún sitio aguas abajo.<br />
—Bueno, ¿y dónde diablos está ese maldito rex? —dijo Muldoon, hablando por radio—.<br />
Porque aquí no lo vemos.<br />
Había regresado al complejo de saurópodos y estaban observando la hierba pisoteada<br />
por donde los hadrosaurios habían huido en estampida. Al tiranosaurio no se le veía por<br />
parte alguna.<br />
—Ahora lo comprobaré —dijo Arnold, y salió de transmisión.<br />
Muldoon se volvió a Gennaro:<br />
—«Ahora lo comprobaré» —repitió con sarcasmo, agregando—: ¿Por qué demonios no<br />
lo comprobó antes? ¿Por qué no le siguió el rastro?<br />
—No lo sé.<br />
—No aparece —dijo Arnold, instantes después.<br />
—¿Qué quiere decir con eso de que «eso no aparece»?<br />
—No está en los monitores. Los sensores de movimiento no lo encuentran.<br />
—¡Demonios! —masculló Muldoon—. No hay más que decir de los sensores. ¿Ve a<br />
Grant y a los chicos?<br />
—Los sensores de movimiento no los encuentran tampoco.<br />
—Pues entonces, ¿qué tenemos que hacer ahora?<br />
—Esperar —contestó Arnold.<br />
—¡Miren! ¡Miren!<br />
Directamente al frente, la enorme cúpula del sector de aves prehistóricas se erguía<br />
sobre ellos. Grant únicamente lo había visto desde lejos; ahora se daba cuenta de que era<br />
inmenso: unos cuatrocientos metros o más. La estructura de puntales geodésicos refulgía<br />
con brillo mate a través de la leve bruma, y el primer pensamiento del paleontólogo fue<br />
que el vidrio debía de pesar una tonelada. Entonces, cuando estuvieron más cerca, vieron<br />
que no había vidrio en absoluto: nada más que puntales. Una malla delgada metida<br />
dentro de los elementos.<br />
—No está terminado —dijo Lex.<br />
—Creo que se lo construyó para que lo inauguraran tal como está —repuso Grant.<br />
—Entonces, todos los pájaros se pueden escapar.<br />
—No, si son pájaros grandes.<br />
El río les llevó por debajo del borde de la cúpula. Miraron hacia lo alto. Ahora estaban<br />
en el interior de ésta, todavía desplazándose a la deriva por el río. Pero, al cabo de pocos<br />
minutos, la cúpula quedaba tan por encima de ellos que apenas si resultaba visible en la<br />
bruma. Grant dijo:<br />
—Me parece recordar que aquí hay un segundo pabellón.<br />
Instantes después, vieron el techo de un edificio sobre las copas de los árboles, hacia<br />
el Norte.<br />
—¿Quieren parar? —preguntó Tim.<br />
—Quizás haya un teléfono. O sensores de movimiento. —Grant enfiló el bote hacia la<br />
orilla—. Necesitamos ponernos en contacto con la sala de control. Se está haciendo<br />
tarde.<br />
Salieron a gatas de la balsa, resbalando en la fangosa ribera, y Grant remolcó la balsa<br />
para sacarla del agua. Después, ató la cuerda a un árbol y se pusieron en marcha, a<br />
través de un espeso bosque de palmeras.