PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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Los procompsognátidos gritaron y saltaron, cuando Muldoon abrió la portezuela trasera<br />
y sacó unos tubos de metal gris y una caja de acero inoxidable:<br />
—Todo está ahí todavía —dijo. Le alcanzó dos cilindros oscuros a Gennaro, que<br />
preguntó:<br />
—¿Qué son?<br />
—Exactamente lo que parecen: cohetes. —Como Gennaro retrocedió, agregó—: Tenga<br />
cuidado: no querrá pisar algo.<br />
Gennaro pasó con cuidado por encima del cuerpo de Nedry. Muldoon llevó los tubos al<br />
otro jeep y los colocó en la parte de atrás; trepó al vehículo, colocándose al volante:<br />
—Vamos.<br />
—¿Qué se hace con él? —preguntó señalando el cuerpo.<br />
—¿Que qué se hace con él? —repitió Muldoon—. Tenemos otras cosas que hacer.<br />
Puso el cambio. Al mirar hacia atrás, Gennaro vio a los compis reanudar su<br />
alimentación: uno dio un salto y cayó en cuclillas sobre la boca abierta de Nedry, al tiempo<br />
que le mordisqueaba la carne de la nariz.<br />
El río de la jungla se hizo más estrecho. Las riberas se cerraban sobre ellos por ambos<br />
lados, hasta que los árboles y el follaje que colgaba sobre las riberas se encontraron en lo<br />
alto, tapando la luz del sol. Tim oyó el chillido de los pájaros y vio pequeños dinosaurios<br />
gorjeadores que brincaban entre las ramas. Pero, en general la selva estaba silenciosa, el<br />
aire caliente y quieto entre el dosel de los árboles.<br />
Grant miró el reloj: las ocho en punto.<br />
Se deslizaban pacíficamente, pasando entre manchones alternados de luz y sombra. Si<br />
algo se notaba, era que parecían avanzar más de prisa que antes. Despierto ahora, Grant<br />
estaba tendido de espaldas y contemplaba las ramas que pasaban en lo alto. En ese<br />
momento vio a Lex recogiendo agua en el cuenco de la mano y bebiéndola.<br />
—Eh, ¿qué estás haciendo? —le advirtió—. No bebas eso.<br />
—¿Por qué no? Está rica. ¿Crees que podemos comer esas bayas? —La niña señaló<br />
los árboles. Algunas de las ramas colgantes estaban lo suficientemente cerca como para<br />
que las tocara. Tim vio racimos de bayas de un rojo brillante en las ramas.<br />
—No —dijo Grant.<br />
—¿Por qué? Esos dinosaurios las están comiendo. —Señaló unos dinosaurios<br />
pequeños que retozaban en las ramas.<br />
—No, Lex.<br />
La niña suspiró, insatisfecha con la autoridad de Grant:<br />
—Ojalá papaíto estuviera aquí. Papaíto siempre sabe qué hacer.<br />
—¿De qué estás hablando? —replicó Tim—. Él nunca sabe qué hacer.<br />
—Sí lo sabe —suspiró Lex. Se quedó contemplando los árboles frente a los que iban<br />
pasando, que tenían enormes raíces retorcidas en dirección al borde del agua—. Sólo<br />
porque tú no seas su favorito...<br />
Tim le dio la espalda, sin decir palabra.<br />
—Pero no te preocupes: papaíto te quiere a ti también. Aunque te interesen los<br />
ordenadores y no los deportes.<br />
—Papá es un verdadero fanático de los deportes —le explicó Tim a Grant.<br />
Éste movió la cabeza en gesto de asentimiento.<br />
En lo alto de las ramas, pequeños dinosaurios de color amarillo pálido, que apenas<br />
llegaban a los sesenta centímetros de altura, saltaban de un árbol a otro. Tenían cabezas<br />
rematadas en pico, como loros.<br />
—¿Sabes cómo se llama a ésos? —dijo Tim—: Microcerátops.<br />
—¡Gran cosa! —se burló Lex.<br />
—Pensé que te podría interesar.<br />
—Solamente los niños muy jóvenes —contestó Lex— se interesan por los dinosaurios.<br />
—¿Quién lo dice?