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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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El tiranosaurio bostezó con pereza y se rascó detrás de la oreja con la pata trasera,<br />

igual que un perro. Volvió a bostezar. Estaba adormilado después de su gran comida y<br />

despertó con lentitud.<br />

En el bote, Lex estaba produciendo ruiditos como de gárgaras.<br />

—Lex, ¡cállate! —dijo Tim.<br />

—No lo puedo evitar —murmuró ella, y después tosió otra vez. Grant remaba con<br />

fuerza, llevando la balsa con eficacia hacia el centro de la laguna.<br />

En la orilla, el tiranosaurio se puso en pie vacilante.<br />

—¡No lo pude evitar, Timmy! —chilló Lex, afligida—. ¡No lo pude evitar!<br />

—¡Shhh!<br />

Grant estaba remando lo más de prisa que podía.<br />

—De todos modos no importa —dijo Lex—: estamos suficientemente lejos. No sabe<br />

nadar.<br />

—¡Claro que sabe nadar, pedazo de idiota! —le gritó Tim. En la orilla el tiranosaurio<br />

saltó del muelle, se lanzó al agua y se desplazó vigorosamente por la laguna, en pos de<br />

ellos.<br />

—Bueno, ¿cómo iba a saberlo yo? —dijo la niña.<br />

—¡Todo el mundo sabe que los tiranosaurios pueden nadar! ¡Eso está en todos los<br />

libros! ¡Todos los reptiles pueden nadar!<br />

—Las víboras no.<br />

—Claro que pueden. ¡Eres una idiota!<br />

—Calmaos —intervino Grant—. ¡Agarraos a algo! —Observó al tiranosaurio, fijándose<br />

en su manera de nadar: estaba hundido hasta el pecho en el agua, pero podía mantener<br />

su cabezota muy por encima de la superficie. Entonces Grant se dio cuenta de que no<br />

estaba nadando sino caminando, porque instantes después únicamente la parte más alta<br />

de la cabeza —los ojos y las aberturas nasales— sobresalían del agua. Así parecía un<br />

cocodrilo, y nadaba como éstos batiendo la cola hacia delante y hacia atrás, de modo que<br />

el agua se agitaba detrás de él. Detrás de la cabeza, Grant vio la giba de la espalda, y las<br />

crestas a lo largo de la cola, cuando ocasionalmente rompía la superficie.<br />

«Exactamente como un cocodrilo», pensó con tristeza. El cocodrilo más grande del<br />

mundo.<br />

—¡Lo siento, doctor Grant! —sollozó Lex—. ¡No quise hacerlo!<br />

Grant miró por encima del hombro: la laguna no tenía más que unos noventa metros de<br />

ancho en el lugar en el que estaban ahora, y ya casi habían llegado al centro. Si<br />

continuaban la marcha, el agua volvería a perder profundidad. Entonces, el tiranosaurio<br />

nuevamente podría caminar y se desplazaría más de prisa en agua poco profunda. Grant<br />

le imprimió al bote un giro opuesto al curso que llevaban, y empezó a remar hacia el<br />

Norte.<br />

—¿Qué está haciendo?<br />

Ahora, el tiranosaurio estaba sólo a unos metros de distancia. Grant podía oír los<br />

bufidos que emitía a medida que se acercaba. Grant miró los remos que tenía en las<br />

manos, pero eran de plástico liviano: no servían como arma.<br />

El tiranosaurio echó la cabeza hacia atrás y abrió por completo las mandíbulas,<br />

exhibiendo hileras de dientes curvos, y después, mediante una gran contracción<br />

muscular, se arrojó contra la balsa, errándole apenas a la borda de goma. La enorme<br />

cabeza cayó en el agua como un martinete y la balsa se sacudió peligrosamente en la<br />

cresta de la ola producida por el impacto de la cabeza en el agua.<br />

El tiranosaurio se hundió, desapareciendo de la superficie y dejando burbujas<br />

gorgoteantes. La laguna estaba quieta. Lex se aferró a las asas de la borda y miró hacia<br />

atrás.<br />

—¿Se ha ahogado?

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