PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—No. Simplemente supuse que estaba aquí.<br />
Al hurgar entre los cachivaches, Grant no encontró la balsa, pero sí un juego de planos,<br />
enrollados y moteados con moho producido por la humedad, metidos en una caja metálica<br />
que había en la pared. Grant extendió los planos en el suelo, previo aventamiento de una<br />
enorme araña. Miró los planos durante largo rato.<br />
—Tengo hambre...<br />
—Espera un momento.<br />
Eran mapas topográficos detallados del sector principal de la isla, que era en el que se<br />
hallaban ahora. Según eso, la laguna se estrechaba, incorporándose al río que habían<br />
visto antes, y que se torcía hacia el Norte... pasando justamente a través del sector de<br />
aves prehistóricas... y continuando hasta pasar a unos ochocientos metros del pabellón<br />
para visitantes.<br />
Grant hojeó las páginas. ¿Cómo llegar a la laguna? Según los planos, en la parte del<br />
edificio en el que se encontraban debía de haber una puerta. Grant alzó la vista y la vio,<br />
en un nicho de la pared de hormigón. La puerta era lo suficientemente ancha como para<br />
permitir el paso de un automóvil. Al abrirla, vio un camino pavimentado que llevaba<br />
directamente a la laguna. El camino estaba excavado por debajo del nivel del suelo de<br />
modo que no fuese visible desde arriba: debía de ser otro camino auxiliar. Y conducía<br />
hasta un muelle, en la orilla de la laguna. Y claramente impreso sobre la puerta había un<br />
letrero que decía PAÑOL DE LA BALSA.<br />
—¡Eh! —exclamó Tim—. Miren esto. —Y le entregó una caja metálica.<br />
Cuando la abrió, Grant halló una pistola de aire comprimido y una canana de tela con<br />
dardos. Había seis dardos en total, cada uno grueso como un dedo. Llevaban el rótulo<br />
MORO-709.<br />
—Buen trabajo, Tim. —Grant se pasó la canana sobre el hombro y se metió la pistola<br />
en el cinturón.<br />
—¿Es una pistola tranquilizante?<br />
—Diría que sí.<br />
—¿Qué pasa con el bote? —preguntó Lex.<br />
—Creo que está en el muelle —contestó Grant. Empezaron a bajar por el camino.<br />
Grant llevaba los remos sobre los hombros.<br />
—Espero que sea una balsa grande —dijo Lex—, porque no sé nadar.<br />
—No te preocupes —le contestó Grant.<br />
—A lo mejor podemos atrapar algún pez —dijo la niña.<br />
A medida que descendían por el camino, el terraplén en declive que tenían a ambos<br />
lados aumentaba de altura. Oyeron un profundo ronquido rítmico, pero Grant no pudo ver<br />
de dónde llegaba.<br />
—¿Está seguro de que hay una balsa ahí abajo? —preguntó Lex, frunciendo la nariz.<br />
—Es probable —dijo Grant.<br />
El ronquido aumentaba de intensidad a medida que avanzaban, pero también oyeron<br />
un ronroneo continuo, como un zumbido. Cuando llegaron al final del camino, al borde del<br />
pequeño muelle de hormigón, Grant quedó paralizado por el miedo.<br />
El tiranosaurio estaba precisamente allí.<br />
Estaba sentado a la sombra de un árbol y con la espalda erguida, las patas traseras<br />
extendidas hacia delante. Tenía los ojos abiertos, pero no se movía, salvo por la cabeza,<br />
que se levantaba y caía suavemente, siguiendo el ritmo de los ronquidos. El zumbido<br />
provenía de los enjambres de moscas que rodeaban su cabeza, moviéndose sobre su<br />
cara y sus mandíbulas laxas, sus colmillos ensangrentados y los rojos cuartos traseros del<br />
hadrosaurio que había sido su presa y que yacían de costado, detrás de él.<br />
Ahora, el tiranosaurio estaba tan sólo a unos dieciocho metros de Grant. Estaba seguro<br />
de haber sido visto, pero el enorme animal no reaccionó. Se limitó a permanecer sentado.