PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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creía que los maiasaurios protegían sus huevos hasta que las crías nacían y se podían<br />
valer por sí mismas.<br />
Grant oyó un gorjeo insistente, y la enorme cabeza giró hacia abajo. Grant se movió<br />
apenas lo suficiente para ver el hadrosaurio bebé retozando entre las patas del adulto.<br />
Era color amarillento oscuro con manchas negras. El adulto bajó la cabeza hasta ponerla<br />
a ras del suelo y esperó, inmóvil, mientras la cría se erguía sobre las patas traseras,<br />
apoyando las delanteras en la quijada de la madre, y comía las ramas que sobresalían de<br />
la boca de la madre.<br />
La hembra aguardó pacientemente hasta que el bebé hubiera terminado de comer y se<br />
volviera a poner a cuatro patas. Entonces, la cabezota volvió a subir hasta donde estaba<br />
Grant.<br />
La hadrosaurio siguió comiendo, a nada más que unos metros del paleontólogo: éste<br />
miró las dos aberturas nasales alargadas que había en la parte de arriba del pico plano.<br />
Aparentemente, el animal no podía oler a Grant y, aun cuando el ojo izquierdo le estaba<br />
mirando directamente, por algún motivo la hadrosaurio no reaccionó ante la presencia del<br />
ser humano.<br />
Grant recordó que el tiranosaurio no había logrado verlo, la noche pasada. Decidió<br />
hacer un experimento:<br />
Tosió.<br />
En forma inmediata, la hadrosaurio quedó paralizada, la enorme cabeza súbitamente<br />
inmóvil, las mandíbulas sin masticar ya. Únicamente el ojo se movió, buscando la fuente<br />
del sonido. Después, al cabo de un rato, cuando pareció no haber peligro, el animal volvió<br />
a su actividad masticatoria.<br />
«Sorprendente», pensó Grant.<br />
Sentada en sus brazos, Lex abrió los ojos y exclamó:<br />
—¡Eh!, ¿que es eso?<br />
La hadrosauria lanzó un berrido de alarma; un fuerte graznido resonante que<br />
sobresaltó tanto a Lex, que casi la hizo caer del árbol. El hadrosaurio lanzó la cabeza<br />
hacia atrás, alejándola de la rama, y volvió a berrear.<br />
—No la enfurezcas —aconsejó Tim, desde la rama de arriba.<br />
El bebé gorjeó y se escurrió por entre las patas de la madre, mientras el hadrosaurio se<br />
apartaba del árbol, para después alzar la cabeza y escudriñar, de manera inquisitiva, la<br />
rama en la que Grant y Lex estaban sentados. Con sus labios doblados hacia arriba en<br />
una sonrisa, tenía un aspecto cómico.<br />
—¿Es estúpida? —preguntó Lex.<br />
—No —dijo Grant—. Sólo es que la has sorprendido.<br />
—Bueno, ¿nos va a dejar bajar, o qué?<br />
La hadrosaurio había retrocedido a unos tres metros del árbol. Volvió a graznar. Grant<br />
tuvo la impresión de que estaba tratando de asustarles. Pero el animal realmente no<br />
parecía saber qué hacer: se comportaba de manera confusa y con inquietud. Los<br />
humanos esperaron en silencio y, al cabo de un minuto, la hadrosaurio volvió a<br />
aproximarse a la rama, las mandíbulas moviéndosele de antemano: resultaba claro que<br />
iba a volver a su actividad alimentaria.<br />
—Olvídenlo —dijo Lex—. Yo no me quedo aquí. —Empezó a descolgarse por las<br />
ramas: ante los movimientos de la niña, la hadrosaurio lanzó un berrido indicador de la<br />
nueva condición de alarma.<br />
Grant estaba asombrado: «Realmente no nos puede ver cuando no nos movemos —<br />
pensó—; y, un minuto después, literalmente se olvida de que estamos aquí.» Eso era<br />
exactamente como el comportamiento del tiranosaurio: otro ejemplo clásico de corteza<br />
visual de anfibio. Estudios hechos con ranas habían demostrado que los anfibios sólo<br />
veían cosas que se movían, como insectos. Si algo no se movía, literalmente no lo veían.<br />
Lo mismo parecía ocurrir con los dinosaurios.