PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—Escuche —dijo Gennaro—. Creo que es mejor que nos...<br />
—Shh —susurró Muldoon.<br />
Se detuvo, escuchando.<br />
—No es más que el viento —dijo Gennaro.<br />
Volvieron a oír el jadeo sibilante, pero esta vez con claridad. No era el viento. Provenía<br />
de los matorrales que estaban directamente frente a ellos, al lado del camino. No parecía<br />
el sonido producido por un animal, pero Muldoon avanzó con cautela. Agitó su luz hacia<br />
todos lados, y gritó, pero el jadeo no cambió. Muldoon empujó a un lado las frondas de<br />
una palmera.<br />
—¿Qué es? —preguntó Gennaro.<br />
—Es Malcolm —repuso Muldoon.<br />
lan Malcolm yacía sobre la espalda, con la piel cenicienta, la boca abierta con laxitud.<br />
Respiraba con dificultad, emitiendo jadeos sibilantes. Muldoon le pasó la linterna a<br />
Gennaro y, después, se inclinó para examinar el cuerpo:<br />
—No encuentro herida —dijo—. Cabeza bien, pecho, brazos...<br />
Entonces, Gennaro dirigió la luz a las piernas:<br />
—Se puso un torniquete.<br />
El cinturón de Malcolm estaba retorcido sobre el muslo derecho. Gennaro recorrió la<br />
pierna con la luz: el tobillo derecho estaba doblado hacia fuera, formando un ángulo<br />
imposible con la pierna; los pantalones estaban aplastados, empapados de sangre,<br />
Muldoon tocó el tobillo con suavidad, y Malcolm gimió.<br />
Muldoon retrocedió y trató de decidir qué hacer después: Malcolm podría tener otras<br />
lesiones. La espalda podría estar rota. Moverlo podría significarle la muerte pero, si le<br />
dejaban ahí moriría por la insuficiencia circulatoria: que no hubiera muerto desangrado se<br />
debía exclusivamente a que había tenido la presencia de ánimo suficiente para hacerse<br />
un torniquete.<br />
Y era probable que ya estuviera sentenciado. Que lo movieran no cambiaría las cosas<br />
en absoluto.<br />
Gennaro ayudó a Muldoon a levantar al hombre, al que colgó desmañadamente sobre<br />
los hombros. Malcolm gimió y su respiración se transformó en jadeos entrecortados.<br />
—Lex... —murmuró—. Lex... fue... Lex...<br />
—¿Quién es Lex? —preguntó Muldoon.<br />
—La niña —dijo Gennaro.<br />
Trasladaron a Malcolm de vuelta al jeep y forcejearon para instalarlo en el asiento<br />
trasero. Gennaro le ajustó el torniquete alrededor de la pierna: Malcolm se volvió a quejar.<br />
Muldoon le remangó la manga y, debajo de la tela, vio la carne pulposa, las blancas<br />
astillas de hueso que sobresalía.<br />
—Tenemos que llevarlo de vuelta —anunció.<br />
—¿Se va a ir de aquí sin los niños?<br />
—Si han entrado en el parque, son más de cien kilómetros cuadrados. La única manera<br />
de que podamos encontrar algo ahí afuera es con los sensores de movimiento: si los<br />
niños están vivos y desplazándose por ahí, los sensores los localizarán y podremos ir<br />
directamente hacia ellos y traerlos de vuelta. Pero, si no llevamos inmediatamente al<br />
doctor Malcolm de regreso, morirá.<br />
—Entonces, tenemos que volver.<br />
—Sí, así lo creo.<br />
Subieron al jeep. Gennaro preguntó:<br />
—¿Le va a decir a Hammond que los chicos están perdidos?<br />
—No —dijo Muldoon—. Se lo dirá usted.<br />
CONTROL