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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—No. Estos cristales de LCD son resistentes: hace falta un fuerte golpe para<br />

romperlos. La esfera del reloj fue destrozada durante el ataque.<br />

—Así que el chico se quitó el reloj.<br />

—Píenselo —insistió Muldoon—. ¿Si le atacase un dinosaurio, usted se detendría para<br />

quitarse el reloj?<br />

—Quizá se lo arrancó.<br />

—Es casi imposible arrancar el reloj de la mano de alguien, sin arrancar la mano<br />

también. Sea como fuere, la pulsera está intacta. No: el chico se lo quitó por sí mismo;<br />

miró el reloj, vio que estaba roto y se lo quitó. Tuvo tiempo para hacerlo.<br />

—¿Cuándo?<br />

—Sólo pudo ser después del ataque. El chico debía de estar en el coche después del<br />

ataque. Y la radio estaba rota, así que la dejó atrás también. Es un niño brillante y sabía<br />

que no le eran útiles.<br />

—Si es tan brillante, ¿a dónde se fue? Porque yo me quedaría aquí y esperaría a que<br />

me recogieran.<br />

—Sí, pero, a lo mejor, no pudo quedarse aquí. Quizás el tiranosaurio volvió. O algún<br />

otro animal. Sea como fuere, algo le hizo marcharse.<br />

—Entonces, ¿a dónde se fue?<br />

—Veamos si podemos averiguarlo —dijo Muldoon, y avanzó a zancadas hacia el<br />

camino principal.<br />

Gennaro le observó escudriñar el suelo con su linterna: su cara estaba a no más de<br />

unos centímetros del barro, atenta a la búsqueda. Muldoon realmente creía que estaba<br />

yendo hacia algo, que por lo menos uno de los chicos todavía estaba vivo. Gennaro<br />

seguía impávido: el impacto que significó hallar la pierna seccionada había dejado en él la<br />

inflexible determinación de clausurar el parque y destruirlo. No importaba lo que Muldoon<br />

dijera, Gennaro sospechaba que ese hombre padecía de un entusiasmo y una esperanza<br />

injustificados.<br />

—¿Ha observado las huellas? —preguntó Muldoon, todavía mirando el suelo.<br />

—¿Qué huellas?<br />

—Estas huellas de pisadas. ¿Las ve, viniendo hacia nosotros desde el camino? Y son<br />

huellas que, por su tamaño, son de un adulto. Un zapato con suela de goma. Observe la<br />

característica impresión estriada...<br />

Gennaro sólo vio barro. Charcos que atrapaban la luz procedente de las linternas.<br />

Empezó a decir:<br />

—Escuche...<br />

—Puede ver —continuó Muldoon— que las huellas de adulto vienen hasta aquí, donde<br />

se les unen otras pisadas. Pequeñas y de tamaño mediano... que se desplazan en<br />

círculos, superponiéndose... como si estuvieran juntos, hablando... Pero ahora están aquí,<br />

parecen estar corriendo... —Señaló a distancia—: Hacia allá. Hacia el parque.<br />

Gennaro negó con la cabeza:<br />

—En este barro se ve lo que uno quiera ver.<br />

Muldoon se puso de pie y retrocedió. Miró el suelo y suspiró:<br />

—Diga lo que quiera, apuesto a que uno de los chicos sobrevivió. Y quizás ambos.<br />

Quizás hasta un adulto también, si es que estas huellas grandes corresponden a otra<br />

persona que no fuera Regis. Tenemos que registrar el parque.<br />

—¿Esta noche? —dijo Gennaro.<br />

Pero Muldoon no le escuchaba: se había alejado hacia un terraplén de tierra blanda,<br />

cerca de un caño de desagüe para lluvia. Se volvió a poner en cuclillas:<br />

—¿Qué era lo que llevaba la niña?<br />

—Cristo —dijo Gennaro—. No lo sé.<br />

Avanzando con lentitud, Muldoon fue más hacia un costado del camino. Y, en ese<br />

momento, oyó un jadeo. Era, definitivamente, un sonido animal.

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