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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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Se puso en pie, sosteniendo la seccionada pierna invertida, para que la sangre que<br />

quedaba en su interior goteara sobre los helechos. Su mano ensangrentada manchó el<br />

calcetín blanco cuando tomó la pierna por el tobillo. Gennaro volvió a sentir náuseas.<br />

—No hay duda sobre lo que ha ocurrido —estaba diciendo Muldoon—: T-rex le agarró.<br />

—Miró hacia lo alto de la colina; después, nuevamente a Gennaro—: ¿Se siente bien?<br />

¿Puede seguir?<br />

—Sí. Puedo seguir.<br />

Muldoon caminaba de vuelta hacia el jeep, llevando la pierna:<br />

—Creo que es mejor que nos llevemos esto —dijo—. No me parece bien dejarlo aquí.<br />

Dios, va a ensuciar todo el auto. Vea si hay algo en la parte trasera, por favor. Una lona o<br />

un periódico...<br />

Gennaro abrió la portezuela de atrás y buscó entre las cosas que había detrás del<br />

asiento posterior. Se sintió agradecido por pensar en algo más durante unos instantes. El<br />

problema de cómo envolver la pierna seccionada se expandió hasta llenarle toda la<br />

mente, relegando todos los demás pensamientos. Encontró una bolsa de lona con un<br />

juego de herramientas, una llanta, una caja de cartón, y...<br />

—Dos telas impermeables —anunció. Eran de plástico y estaban cuidadosamente<br />

plegadas.<br />

—Déme una —dijo Muldoon, todavía fuera del jeep. Envolvió la pierna y le pasó el<br />

ahora informe bulto a Gennaro. Al sostenerlo en la mano, Gennaro se sorprendió por lo<br />

pesado que lo sentía.<br />

—Póngalo en la parte de atrás —indicó Muldoon—. Si hay alguna manera de sujetarlo,<br />

ya sabe, de modo que no vaya rodando...<br />

—Está bien. —Gennaro puso el envoltorio en la parte trasera y Muldoon se situó detrás<br />

del volante. Aceleró; las ruedas giraron sin avanzar sobre el barro, para después dejar<br />

una zanja detrás de ellas. El jeep ascendió la colina a toda velocidad y, durante unos<br />

momentos, al llegar a la cima, las luces de los faros todavía apuntaban hacia arriba, hacia<br />

el follaje. Después bajaron, y Gennaro pudo ver el camino que se extendía delante de<br />

ellos.<br />

—¡Jesús! —exclamó Muldoon.<br />

Gennaro vio un solo Crucero de Tierra, caído de lado, en el centro del camino. No pudo<br />

ver el segundo Crucero.<br />

—¿Dónde está el otro coche?<br />

Muldoon miró brevemente alrededor; señaló hacia la izquierda:<br />

—Allí. —El segundo Crucero de Tierra estaba a seis metros de distancia, aplastado<br />

como un acordeón, al pie de un árbol.<br />

—¿Qué está haciendo ahí?<br />

—El T-rex lo lanzó ahí.<br />

—¿Lo lanzó?<br />

El gesto de Muldoon era sombrío.<br />

—Terminemos con esto —dijo, apeándose del jeep.<br />

Apuraron la marcha para llegar hasta el segundo Crucero de Tierra. Sus linternas<br />

oscilaban de un lado a otro, en medio de la noche.<br />

Cuando se acercaron, Gennaro vio hasta qué punto estaba destrozado el coche. Tuvo<br />

el cuidado de permitir que Muldoon mirara primero al interior.<br />

—Yo no me preocuparía —dijo Muldoon—. Es muy improbable que encontremos a<br />

alguien.<br />

—¿No?<br />

—No.<br />

Explicó que, durante sus años en África, había visitado el escenario de una media<br />

docena de ataques de animales a humanos en los chaparrales. Un ataque de leopardo:<br />

por la noche, el leopardo había abierto una tienda de punta a punta, desgarrándola, y se

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