PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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—¡Maldita sea, Arnold, pedazo de hijo de puta! ¡Maldita sea, haga que este parque<br />
vuelva a funcionar! ¡Ahora! ¡Haga que mis nietos vuelvan aquí! ¡Ahora! —John Hammond<br />
estaba en pie en la sala de control, gritando y golpeando el suelo con los pies. Hacía dos<br />
minutos que se mostraba descontrolado, mientras Henry Wu permanecía de pie en el<br />
rincón, dando la impresión de estar atontado.<br />
—Bueno, señor Hammond —dijo Arnold—, Muldoon acaba de salir en este preciso<br />
instante para hacer exactamente eso.<br />
Arnold se volvió y encendió otro cigarrillo. Hammond era igual que cualquier otro de los<br />
ejecutivos que Arnold conocía. Ya se tratara de Disney o de la Armada, los tipos que<br />
estaban en la gerencia siempre se comportaban de la misma manera: nunca entendía las<br />
cuestiones técnicas y creían que gritar era el único método para lograr que las cosas se<br />
hicieran. Y, a lo mejor, tenían razón, si le gritaban a la secretaria para que les consiguiera<br />
una limusina.<br />
Pero los gritos no tenían la menor influencia sobre los problemas con los que Arnold se<br />
enfrentaba. Al ordenador no le importaba que le gritaran. A la red de corriente no le<br />
importaba que le gritaran. Los sistemas técnicos eran completamente indiferentes a toda<br />
esa explosión de emociones humanas. Si los gritos tenían algún efecto, éste era<br />
contraproducente, porque Arnold ya tenía la virtual certeza de que Nedry no iba a<br />
regresar, lo que quería decir que él mismo tenía que entrar en el código del ordenador y<br />
decidir cuidadosamente qué era lo que había fallado. Sería un trabajo delicado y<br />
necesitaría estar tranquilo y tener cuidado.<br />
—¿Por qué no baja a la cantina —propuso— y pide una taza de café? Le llamaremos<br />
cuando tengamos más noticias.<br />
—No quiero un Efecto Malcolm aquí —protestó Hammond.<br />
—No se preocupe por el Efecto Malcolm. ¿Me va a dejar volver al trabajo?<br />
—¡Mal rayo le parta! —Hammond no trataba de dominarse.<br />
—Señor, le llamaré cuando tenga noticias de Muldoon.<br />
Apretó unos botones en su consola y vio cambiar las familiares pantallas de control:<br />
*/Módulos Principales Parque Jurásico/<br />
*/Llamar Bibls.<br />
Comprenden: sis. bioesta.<br />
Comprenden: vst. sisrom.<br />
Comprenden: sist. red.<br />
Comprenden: mód. corr.<br />
Inicializar.<br />
SetMain [42]2002/9A{total CoreSysop %4 [vig. 7*tty]]<br />
if ValidMeter(mH) (**mH).MeterVis return<br />
Term Cali 909 c.lev [void MeterVis $303] Random (3#*MaxFid)<br />
on SetSystem(iDn) set shp_val.obj to lim(Val[d] SumVal<br />
if SetMeter(mH) (**mH). ValdidMeter(Vdd) return<br />
on SetSystem(!Telcom) set mxcpl.obj to lim(Val {pd])NextVal<br />
Arnold ya no estaba operando con el ordenador: ahora había entrado detrás de las<br />
bambalinas para mirar el código, las instrucciones que, renglón por renglón, le decían al<br />
ordenador cómo comportarse. Era desdichadamente consciente de que el programa<br />
completo del Parque Jurásico contenía más de medio millón de líneas de código, la mayor<br />
parte de las cuales no estaba documentada y carecía de especificaciones.<br />
Wu se acercó:<br />
—¿Qué estás haciendo, John?<br />
—Revisando el código.<br />
—¿Por inspección visual? Tardarás una eternidad.<br />
—Dímelo a mí —contestó Arnold—. Dímelo a mí.