PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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Tim estaba inquieto por el ruido que hacía su hermana —podría atraer al tiranosaurio—<br />
pero, un instante después, oyó un grito de respuesta. Venía de la derecha, desde el sitio<br />
donde estaba el Crucero de Tierra que había dejado pocos minutos atrás. Con sus lentes,<br />
Tim vio, con alivio, que el doctor Grant iba caminando hacia ellos. Tenía un gran<br />
desgarrón en la camisa, a la altura del hombro pero, fuera de eso, parecía estar bien.<br />
—Gracias a Dios —dijo—. Los he estado buscando.<br />
Tiritando, Ed Regis se puso de pie, y se quitó el barro de la cara y las manos. Había<br />
pasado una malísima media hora, atrapado entre bloques grandes de piedra, en la ladera<br />
de la colina situada abajo del camino. Sabía que, como sitio para esconderse, no era gran<br />
cosa, pero era presa del pánico y no estaba pensando con claridad. Se había arrojado a<br />
ese lugar frío y lleno de barro y había tratado de controlarse, pero en su mente seguía<br />
viendo a ese dinosaurio que venía hacia él. Hacia el coche.<br />
Ed Regis no recordaba con exactitud lo sucedido después de eso. Recordaba que Lex<br />
decía algo, pero él no se detuvo, no se podía detener, sencillamente siguió corriendo sin<br />
parar. Más allá del camino perdió pie y cayó por la colina hasta quedar detenido junto a<br />
unos bloques. Y tuvo la impresión de que podía arrastrarse entre esos bloques, y<br />
esconderse —había bastante lugar—, así que eso fue lo que hizo. Jadeante y<br />
aterrorizado, sin pensar en otra cosa que escapar del tiranosaurio. Y al final, cuando<br />
quedó metido ahí adentro como una rata, entre los bloques de piedra, se calmó un poco, y<br />
le abrumaron el pavor y la vergüenza, porque había abandonado a esos niños,<br />
sencillamente había escapado, sencillamente se había salvado. Sabía que debía regresar<br />
al camino, que debía tratar de rescatarles, porque siempre se había imaginado a sí mismo<br />
como valiente y frío al estar sometido a presiones, pero cada vez que intentaba<br />
controlarse para obligarse a subir de vuelta al camino..., por alguna causa no le era<br />
posible Empezaba a sentir pánico y a tener problemas para respirar, y no podía moverse.<br />
Se dijo a sí mismo que, de todos modos, no había remedio: si los niños seguían<br />
estando allá arriba, en el camino, nunca podrían sobrevivir y, por cierto, no había cosa<br />
alguna que Ed Regis pudiera hacer por ellos, y muy bien podría quedarse donde estaba.<br />
Nadie iba a saber lo ocurrido, excepto él. Y no había nada que él pudiera hacer. No había<br />
nada que hubiese podido hacer. Y, por eso, Regis se quedó entre los bloques durante<br />
media hora, luchando contra el pánico, evitando cuidadosamente pensar en si los niños<br />
habían muerto, o en lo que Hammond hubiese podido hacer cuando lo supiera.<br />
Lo que finalmente le hizo moverse fue la peculiar sensación que percibía en la boca:<br />
sentía algo extraño en el costado, una especie de entumecimiento y de hormigueo, y se<br />
preguntaba si se habría lesionado durante la caída. Regis se tocó la cara y sintió carne<br />
hinchada a un lado de la boca. Era extraño, pero no le dolía en absoluto. Entonces se dio<br />
cuenta de que la carne hinchada era una sanguijuela que estaba engordando a medida<br />
que le succionaba los labios. Prácticamente estaba dentro de su boca. Estremeciéndose<br />
por las náuseas, se la arrancó de un tirón, sintiéndola desgarrarle la carne de los labios,<br />
sintiendo el borbollón de sangre tibia en la boca. Escupió y la arrojó con repugnancia<br />
hacia el bosque. Vio otra sanguijuela en el antebrazo, y también se la arrancó, lo que dejó<br />
una banda de sangre oscura. Jesús, era probable que estuviera cubierto de ellas. Esa<br />
caída por la ladera de la colina. Estas colinas de la jungla estaban llenas de sanguijuelas.<br />
También lo estaban las hendiduras oscuras de las rocas. ¿Qué era lo que decían los<br />
trabajadores?: las sanguijuelas ascendían por los calzoncillos. Les gustaban los sitios<br />
oscuros y húmedos. Les gustaba reptar hasta llegar precisamente a...<br />
—¡Holaaa!<br />
Se detuvo. Era una voz, arrastrada por el viento.<br />
—¡Ehhh! ¡Doctor Grant!<br />
Jesús, ésa era la niña.