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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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los norteamericanos lo mismo que a los japoneses y, claro está, los japoneses tienen<br />

mucho más dinero.<br />

Hammond terminó su helado y María le retiró el plato.<br />

—Ella no es de aquí, ¿sabes? —explicó—. Es haitiana. Su madre es francesa. Pero, en<br />

todo caso, Henry, recordarás que el propósito original que animaba la intención de guiar<br />

mi compañía en esta dirección en primer lugar, fue evitar la intervención del Estado, en<br />

cualquier parte del mundo.<br />

—Y hablando del resto del mundo...<br />

—Ya hemos alquilado una gran porción de las Azores, para el Parque Jurásico de<br />

Europa. —Hammond sonrió—. Y sabes que hace mucho conseguimos una isla cerca de<br />

Guam, para el Parque Jurásico de Japón. La construcción de los dos Parques Jurásicos<br />

siguientes comenzará a principios del año que viene. Todos se inaugurarán dentro de<br />

cuatro. En ese momento, los ingresos directos superarán los diez mil millones de dólares<br />

anuales, y los derechos de comercialización, de televisión y subsidiarios deberán duplicar<br />

esa cifra. No veo motivo alguno para molestarnos haciendo mascotas para los niños, cosa<br />

que, según se me informa, Lew Dodgson piensa que estamos planeando hacer.<br />

—Veinte mil millones de dólares al año —dijo Wu en voz baja, sacudiendo la cabeza.<br />

—Y eso hablando con moderación —aclaró Hammond. Sonrió—: No hay razón para<br />

hacer especulaciones alocadas. ¿Más helado, Henry?<br />

—¿Le han encontrado? —dijo Arnold con brusquedad, cuando el guardia entró en la<br />

sala de control.<br />

—No, señor Arnold.<br />

—Encuéntrenlo.<br />

—No creo que esté en el edificio, señor Arnold.<br />

—Entonces busquen en el pabellón. Busquen en el edificio de mantenimiento, busquen<br />

en el cobertizo de equipos, miren en todas partes, pero encuéntrenlo.<br />

—El asunto es que... —El guardia vaciló—: El señor Nedry es el hombre gordo, ¿no es<br />

así?<br />

—Así es. Es gordo. Un gordo desaliñado. —Bueno, pues Jimmy, que estaba abajo, en<br />

el vestíbulo principal, vio al gordo entrar en el garaje. Muldoon giró sobre sí mismo: —<br />

¿Entrar en el garaje? ¿Cuándo? —Hará unos diez, quince minutos. —¡Jesús! —dijo<br />

Muldoon.<br />

El jeep se detuvo con un chirrido de neumáticos.<br />

—Lo siento —dijo Harding.<br />

A la luz de los faros, Ellie vio una manada de apatosaurios avanzando pesadamente<br />

por el camino. Había seis animales, cada uno del tamaño de una casa pequeña, y un<br />

bebé tan grande como un caballo adulto. Los apatosaurios se movían en silencio, sin<br />

prisa, sin mirar jamás al jeep y sus brillantes faros. En un momento dado, el bebé dejó de<br />

lamer agua de un charco del camino para proseguir su marcha.<br />

Una manada similar de elefantes se hubiese sobresaltado por la llegada de un<br />

automóvil, habría barritado y formado un círculo para proteger al bebé. Pero esos<br />

animales no mostraban miedo.<br />

—¿No nos ven? —preguntó Ellie.<br />

—No exactamente, no —dijo Harding—. Por supuesto, en sentido literal sí nos ven,<br />

pero realmente no significamos nada para ellos. Raramente sacamos automóviles durante<br />

la noche y, por eso, no tienen experiencia con ellos. No somos más que un objeto<br />

extraño, oloroso, en su ambiente. Que no representa una amenaza y, por consiguiente,<br />

que está desprovisto de interés. En ocasiones salí de noche y, cuando volvía, estos tipos<br />

obstruían el camino durante una hora o más.<br />

—¿Qué hace entonces?<br />

Harding sonrió de oreja a oreja:

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