PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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La enorme cabeza volvió a subir, con las mandíbulas abiertas, y después se detuvo<br />
junto a las ventanillas laterales. Al resplandor de los relámpagos vieron el ojo redondo, sin<br />
expresión, de reptil, que se movía en la órbita.<br />
Estaba mirando dentro del coche.<br />
La respiración de Lex salía como jadeos entrecortados por el miedo. Tim extendió la<br />
mano y le apretó el brazo, con la esperanza de que la niña se mantuviera quieta. El<br />
dinosaurio siguió mirando un largo rato a través de la ventanilla lateral. A lo mejor no<br />
podía verles, pensaba Tim. Por último, la cabeza se elevó, volviendo a quedar fuera de la<br />
vista.<br />
—Timmy... —susurró Lex.<br />
—Está bien —susurró Tim—. No creo que nos haya visto.<br />
Estaba mirando hacia atrás, al doctor Grant, cuando un impacto estremecedor sacudió<br />
el Crucero de Tierra e hizo añicos el parabrisas, convirtiendo el vidrio en una tela de<br />
araña, en el momento en que la cabeza del tiranosaurio chocó contra el capó del coche.<br />
Tim quedó planchado en el asiento. Las lentes para visión nocturna le resbalaron de la<br />
cabeza.<br />
Se reincorporó con rapidez, parpadeando en la oscuridad, la boca tibia por la sangre.<br />
—¿Lex?<br />
No podía ver a su hermana por parte alguna.<br />
El tiranosaurio estaba erguido cerca de la parte delantera del coche eléctrico, el pecho<br />
se le movía al respirar, los pequeños miembros anteriores se abrían y cerraban como<br />
garras en el aire, presa de la frustración.<br />
—¡Lex! —susurró Tim. En ese momento, la oyó quejarse: estaba tendida en alguna<br />
parte del coche, debajo del asiento delantero.<br />
Entonces, la cabeza gigantesca descendió, tapando por completo el destrozado<br />
parabrisas. El tiranosaurio volvió a golpear el capó del Crucero de Tierra. Tim se aferró al<br />
asiento, mientras el coche se balanceaba sobre las ruedas. El tiranosaurio golpeó dos<br />
veces más, abollando el metal.<br />
Después se desplazó alrededor del coche. La gran cola levantaba bloqueaba la visual<br />
en todas las ventanillas laterales. Cuando llegó a la parte de atrás del coche, el enorme<br />
animal resopló: un gruñido sordo que venía de lo profundo, y que se hacía uno con los<br />
truenos.<br />
Hundió las mandíbulas en la rueda de recambio montada en la parte de atrás del coche<br />
y, con una sola sacudida de la cabeza, la arrancó de cuajo. Toda la parte posterior del<br />
Crucero se levantó un instante por el aire. Después cayó con un ruido sordo, salpicando<br />
barro alrededor.<br />
—¡Tim! —dijo Grant con suavidad—. ¿Tim, estás ahí?<br />
Tim aferró el micrófono de la radio:<br />
—Estamos bien —aseguró. Se oyó el ruido penetrante de algo que raspa sobre metal,<br />
cuando las garras rasgaron el techo del Crucero. El corazón de Tim le galopaba en el<br />
pecho. No podía ver nada por las ventanillas del lado derecho, salvo carne correosa llena<br />
de protuberancias: el tiranosaurio estaba inclinado contra el coche, que se mecía adelante<br />
y atrás, acompañando cada respiración de la bestia; los muelles y el metal crujían<br />
sonoramente.<br />
Lex se volvió a quejar. Tim dejó el micrófono y empezó a reptar hacia el asiento de<br />
delante. El tiranosaurio rugió y el techo metálico se hundió hacia abajo. Tim sintió un dolor<br />
agudo en la cabeza y se desplomó en el suelo, sobre la cobertura de la transmisión. Se<br />
descubrió caído al lado de Lex, y se sobresaltó al ver que todo el lado de la cabeza de su<br />
hermana estaba bañado en sangre. La niña daba la impresión de estar inconsciente.<br />
Se produjo otro impacto estremecedor y trozos de vidrio llovieron alrededor de Tim. El<br />
niño sintió la lluvia: alzó la vista y vio que el parabrisas se había roto por completo: sólo<br />
quedaba un borde puntiagudo de vidrio y, más allá, la cabezota del dinosaurio.