PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
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Y entonces Tim se dio cuenta: ¡el tiranosaurio estaba tocando la cerca!<br />
¡La cerca ya no estaba electrificada!<br />
—¡Lex, cierra la puerta!<br />
La radio chasqueó;<br />
—¡Tim!<br />
—Estoy aquí, doctor Grant.<br />
—¿Qué está pasando?<br />
—Regis se ha escapado —dijo Tim.<br />
—¿Que él ha hecho qué?<br />
—Se ha escapado. Creo que vio que la cerca no está electrificada.<br />
—¿La cerca no está electrificada? —repitió Malcolm por la radio—. ¿Es eso lo que dijo,<br />
que la cerca no estaba electrificada?<br />
—Lex —repitió Tim—, cierra la puerta.<br />
Pero Lex estaba gritando:<br />
—¡Nos ha dejado, nos ha dejado! —con un quejido continuo y monótono, y a Tim no le<br />
quedó más remedio que apearse por la puerta de atrás, exponerse a la feroz lluvia, y<br />
cerrarle la portezuela a su hermana. Retumbaron los truenos y los relámpagos fulguraron<br />
otra vez. Tim alzó la vista y vio al tiranosaurio aplastar la cerca con una gigantesca pata<br />
posterior.<br />
—¡Timmy!<br />
El niño volvió a entrar de un salto y cerró la portezuela de un golpe; el ruido del portazo<br />
se perdió entre los truenos.<br />
—¡Tim! ¿Estás ahí? —se oyó por la radio.<br />
—Estoy aquí. —Se volvió hacia Lex—: Pon el seguro en las puertas. Ponte en medio<br />
del coche. Y cállate.<br />
Fuera, el tiranosaurio volvió la cabeza y dio un desmañado paso hacia delante: las<br />
garras de sus patas se habían enganchado en la malla de la aplanada cerca. Lex<br />
finalmente vio al animal y se quedó muda, quieta. Observaba con ojos desorbitados.<br />
La radio restalló:<br />
—Tim.<br />
—Sí, doctor Grant.<br />
—Quedaos en el coche. Agachaos bien. Quedaos quietos. No os mováis y no hagáis<br />
ruido.<br />
—Entendido.<br />
—Estaréis seguros. No creo que pueda abrir el coche.<br />
—Entendido.<br />
—Quedaos quietos, así no atraeréis su atención más de lo necesario.<br />
—Entendido. —Tim apagó la radio—. ¿Has oído eso, Lex?<br />
Su hermana asintió con la cabeza, en silencio. No aportaba la vista del dinosaurio. El<br />
animal rugió. Al resplandor de los relámpagos, lo vieron liberarse de la cerca de un tirón y<br />
dar un salto hacia delante.<br />
Ahora estaba erguido entre los dos coches. Tim no podía ver ya al del doctor Grant,<br />
porque el enorme cuerpo tapaba su visual. La lluvia caía por la piel rugosa de las<br />
musculosas patas traseras, formando arroyuelos al desviarse en las protuberancias<br />
epidérmicas. Tim no podía ver la cabeza del animal, que estaba muy por encima de la<br />
línea del techo del Crucero.<br />
El tiranosaurio se desplazó, yendo hacia el coche de los niños. Fue hacia el sitio mismo<br />
en el que Tim había salido del Crucero. En el que Ed Regís había salido del Crucero. El<br />
animal se detuvo ahí, vacilante. La inmensa cabeza descendió hacia el barro.<br />
Tim pensó: «Huele algo.»<br />
Miró al doctor Grant y al doctor Malcolm, que estaban en el coche de atrás: sus rostros<br />
estaban tensos, mientras contemplaban, a través del parabrisas, lo que ocurría delante.