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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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—Quizá. Y no olvides que el veterinario lo ha anestesiado. —Ésa era la razón de que el<br />

estegosaurio estuviera de pie inmóvil. Aparentemente, algunos animales de gran tamaño<br />

no se desplomaban cuando los anestesiaban: se quedaban de pie, inmóviles.<br />

—Ellie, échale un vistazo a esta lengua —pidió Grant.<br />

La lengua color púrpura oscuro colgaba laxa de la boca del animal. El veterinario la<br />

iluminó con una linterna, de modo que la joven pudiera ver las delicadas ampollas<br />

argénteas:<br />

—Microvesículas —dijo Ellie—. Interesante.<br />

—Nos las vemos mal con estos estegos —dijo el veterinario—. Siempre se están<br />

poniendo enfermos.<br />

—¿Cuáles son los síntomas? —preguntó Ellie. Raspó la lengua con la uña: de las<br />

ampollas rotas exudó un líquido claro.<br />

—¡Ajjj! —hizo Lex.<br />

—Desequilibrio, desorientación, disnea y diarreas graves —enumeró Harding—.<br />

Parece ocurrirles alrededor de una vez cada seis semanas, más o menos.<br />

—¿Se alimentan de manera continua?<br />

—¡Oh, sí! Un animal de este tamaño tiene que ingerir un mínimo de doscientos veinte a<br />

doscientos setenta kilos de materia vegetal diaria, y eso sólo para mantenerlos en<br />

funcionamiento Son comedores sistemáticos de forraje.<br />

—Entonces no es probable que sea envenenamiento con una planta —dijo Ellie—. Un<br />

comedor sistemático de plantas estaría sistemáticamente enfermo, si estuviera<br />

consumiendo una planta tóxica. No cada seis semanas.<br />

—Exactamente —asintió el veterinario.<br />

—¿Puedo? —preguntó Ellie.<br />

Tomó la linterna del veterinario:<br />

—¿Tienen efectos pupilares por el tranquilizante? —preguntó, dirigiendo el haz de luz<br />

al ojo del estegosaurio.<br />

—Sí. Se produce un efecto miótico, las pupilas se contraen.<br />

—Pero estas pupilas están dilatadas —observó Ellie.<br />

Harding miró. No cabía duda: la pupila del estegosaurio estaba dilatada, y no se<br />

contraía cuando le daba la luz de la linterna.<br />

—Quién lo diría —admitió—. Es un efecto farmacológico.<br />

—Sí. —Ellie se puso de pie y miró a su alrededor—: ¿Cuál es el alcance del animal?<br />

—Unas mil trescientas hectáreas.<br />

—¿En esta zona? —preguntó Ellie: estaban en una especie de pradera abierta, con<br />

afloramientos rocosos esparcidos y penachos intermitentes de vapor de agua que surgían<br />

del suelo. El suelo estaba caliente. Era al atardecer y el cielo aparecía rosado, por debajo<br />

de las nubes grises que descendían cada vez más.<br />

—Principalmente hacia el Norte y al Este de aquí —dijo Harding—. Pero los animales<br />

vienen aquí de vez en cuando.<br />

—¿Y cuando se ponen enfermos?<br />

—Por lo común, se encuentran por aquí. En este sector en particular.<br />

«Es un interesante enigma», pensó Ellie: ¿cómo explicar el carácter periódico del<br />

envenenamiento? Señaló al otro lado del campo:<br />

—¿Ve usted esos arbustos bajos, de aspecto delicado?<br />

—Lila de las Indias Occidentales. —Harding asintió con la cabeza—. Sabemos que es<br />

tóxico. Los animales no lo comen.<br />

—¿Está seguro?<br />

—Sí. Los vigilamos por televisión y, para asegurarme, revisé los excrementos: los<br />

estegos nunca comen los arbustos de lila.<br />

La Melia azedarach, llamada acederaque o lila de las Indias Occidentales, contenía<br />

varios alcaloides tóxicos. Los chinos usaban la planta como veneno para peces.

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