PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—En el campo que dejamos atrás.<br />
—Regresemos y echemos un vistazo.<br />
—No podemos regresar —dijo Ed Regís—. Sólo podemos avanzar: los coches están<br />
programados.<br />
—¿No podemos regresar? —repitió Grant.<br />
—No. Lo siento. Verá usted, es una especie de paseo...'<br />
—Tim, habla el profesor Malcolm —dijo una voz que se intercaló en el<br />
intercomunicador.<br />
—Me está dando hambre —anunció Lex.<br />
—Sí, profesor Malcolm —contestó Tim.<br />
—Tengo una sola pregunta que hacerte sobre este raptor: ¿qué edad dirías que tenía?<br />
—Mayor que el bebé que vimos hoy —contestó Tim—. Y más joven que los grandes<br />
adultos que había en el redil. Los adultos medían un metro ochenta: éste medía la mitad,<br />
más o menos.<br />
—Está bien.<br />
—Solamente lo vi durante un segundo —aclaró Tim.<br />
—Estoy seguro de que no era un raptor —afirmó Ed Regis—. No existe la menor<br />
posibilidad de que fuera un raptor. Tiene que haber sido uno de los othis: siempre están<br />
saltando las cercas. Nos hacen sudar tinta.<br />
—Sé que vi un raptor —insistió Tim.<br />
—Tengo hambre —repitió Lex. Estaba empezando a gimotear.<br />
En la sala de control, Arnold se volvió a Wu:<br />
—¿Qué cree que vio el niño?<br />
—Creo que tuvo que ser un othi.<br />
Arnold asintió con la cabeza diciendo:<br />
—Tenemos problemas para hacer el seguimiento de los othis, debido a que pasan<br />
tanto tiempo en los árboles. —En verdad, los othis eran una excepción al control habitual<br />
que, minuto a minuto, se ejercía sobre los animales. Los ordenadores estaban perdiendo<br />
y recuperando constantemente los othis cuando éstos se metían entre los árboles y,<br />
después, volvían a bajar.<br />
—Lo que me quema —protestó Hammond— es que hemos hecho este maravilloso<br />
parque, este fantástico parque, y nuestros primerísimos visitantes lo recorren como<br />
contadores, buscando nada más que problemas. No están experimentando, en modo<br />
alguno, la maravilla que es este parque.<br />
—Eso es problema de ellos —dijo Arnold—. No podemos hacer que experimenten esta<br />
maravilla.<br />
El intercomunicador chasqueó y Arnold oyó una voz arrastrar las palabras:<br />
—Ah, John, aquí el Anne B desde el muelle. No hemos terminado de descargar, pero<br />
estoy mirando esa configuración de tormenta que tenemos al Sur: es mejor que no me<br />
quede amarrado aquí si esta agitación de las aguas empeora.<br />
Arnold se volvió hacia el monitor que mostraba el barco de carga amarrado en el<br />
pequeño muelle situado en el lado este de la isla. Apretó el botón de la radio:<br />
—¿Cuánto queda, Jim?<br />
—Nada más que los tres contenedores con el equipo final. No he revisado el<br />
manifiesto, pero supongo que podrán esperarlo otras dos semanas. No estamos bien<br />
atracados aquí, ya sabes, y estamos ciento ochenta y cinco kilómetros mar adentro.<br />
—¿Estás solicitando permiso para partir?<br />
—Sí, John.<br />
—Quiero ese equipo —intervino Hammond—. Es equipo para los laboratorios. Lo<br />
necesitamos.<br />
—Sí —dijo Arnold—. Pero usted no quiso poner dinero para construir una barrera<br />
antitormentas que protegiera el embarcadero. Por lo que no tenemos un buen puerto. Si la