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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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que Robert Trent Jones es para los campos de golf, Robert Muldoon lo es para los<br />

zoológicos: un diseñador de conocimiento y habilidad no superados.»<br />

En 1986 realizó algunos para una compañía de San Francisco, que estaba<br />

construyendo un parque privado para vida silvestre en una isla de América del Norte.<br />

Muldoon trazó los límites para diferentes animales, definiendo los requisitos de espacio y<br />

hábitat para leones, elefantes, cebras e hipopótamos. Identificando qué animales se<br />

podían poner juntos y a cuáles había que separar. En aquel momento había sido un<br />

trabajo bastante rutinario. La mayor parte de su atención se había consumido en un<br />

parque de la India, llamado Tiger World, en el sur de Cachemira.<br />

Entonces, se le ofreció un trabajo como guarda en el Parque Jurásico. La oferta<br />

coincidió con su deseo de abandonar África; el salario era excelente y Muldoon aceptó por<br />

un año. Quedó atónito al descubrir que el parque era, en realidad, una colección de<br />

animales prehistóricos obtenidos por ingeniería genética.<br />

Era un trabajo interesante, claro está, pero, durante los años que había pasado en<br />

África, Muldoon había adquirido un punto de vista despojado de romanticismos sobre los<br />

animales, lo que, con frecuencia, le hacía chocar con la administración del Parque<br />

Jurásico en California, en especial con el tipo riguroso y apegado a ordenanzas que<br />

estaba junto a él en la sala de control: en opinión de Muldoon, clonar dinosaurios en<br />

laboratorio era una cosa; mantenerlos en estado silvestre era otra completamente distinta.<br />

Muldoon pensaba que algunos dinosaurios eran demasiado peligrosos para que se los<br />

mantuviera en el ambiente de un parque. En parte, el peligro existía porque todavía<br />

sabían muy poco sobre los animales. Por ejemplo, nadie sospechaba siquiera que los<br />

dilofosaurios eran venenosos, hasta que se los observó cazar ratas nativas de la isla:<br />

mordían al roedor y después retrocedían, esperando que muriera. Y aun entonces nadie<br />

sospechaba que los dilofosaurios pudieran escupir, hasta que uno de los cuidadores casi<br />

se queda ciego por el veneno del escupitajo.<br />

Después de eso, Hammond aceptó estudiar el veneno de dilofosaurio, del que se<br />

encontró que contenía siete enzimas tóxicas diferentes. También se descubrió que los<br />

dilofosaurios podían escupir a una distancia de quince metros. Ya que eso aumentaba la<br />

posibilidad de que un huésped que fuera en el coche eléctrico quedara ciego, la gerencia<br />

decidió eliminar los sacos de veneno. Los veterinarios lo habían intentado dos veces, con<br />

dos animales diferentes, sin éxito. Nadie sabía de dónde se secretaba el veneno. Y nadie<br />

lo sabría jamás hasta que se efectuara la autopsia de un dilofosaurio... y la gerencia no<br />

autorizaba la muerte de uno de esos animales.<br />

Muldoon se preocupaba aún más por los velocirraptores: eran cazadores instintivos y<br />

nunca dejaban pasar una presa. Mataban incluso cuando no tenían hambre; mataban por<br />

el placer de matar. Eran corredores rápidos y fuertes, así como asombrosos saltadores.<br />

Tenían garras letales en los cuatro miembros: un golpe de barrido hecho con el antebrazo<br />

destriparía a un hombre, desparramando sus entrañas. Y tenían poderosas mandíbulas<br />

desgarrantes que arrancaban la carne, en vez de morderla. Eran mucho más inteligentes<br />

que los demás dinosaurios y parecían tener una habilidad natural para escapar de las<br />

jaulas.<br />

Todo experto en zoológicos sabía que algunos animales eran especialmente aptos<br />

para escapar de sus jaulas. Algunos, como los monos y los elefantes, podían destrabar la<br />

puerta. Otros, como los cerdos salvajes, eran insólitamente inteligentes y podían<br />

descorrer el cerrojo de los portones con el hocico. Pero, ¿quién sospecharía que el<br />

armadillo gigante era un infame destructor de jaulas? ¿O el alce? Y, sin embargo, el alce<br />

era casi tan hábil con su hocico como el elefante con su trompa. Los alces siempre se<br />

escapaban; tenían talento para eso.<br />

Y también lo tenían los velocirraptores.<br />

Los raptores eran inteligentes. Eran, corno mínimo, tan inteligentes como los<br />

chimpancés y, al igual que los chimpancés, tenían manos ágiles que les permitían abrir

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