1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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encuentran, el más agresivo de los dos se vuelve en el túnel y avanza hacia el<br />
oponente como si fuera a pasar por encima de él, espalda contra espalda. Pero<br />
cuando las cabezas se encuentran, usa las mandíbulas para coger al otro por el<br />
cuello, y si lo consigue, le aprieta con tanta fuerza que le saca sangre.<br />
Los antílopes, los toros, los carneros y las cabras están armados con cuernos que<br />
son prolongaciones del cráneo cubiertas con material similar al que forma las uñas<br />
y las pezuñas. A diferencia de las astas óseas de los ciervos, estos cuernos no se<br />
renuevan cada año sino que duran toda la vida, creciendo poco a poco. En su origen<br />
estos cuernos eran pequeñas protuberancias con que los animales se golpeaban en<br />
el costado. A medida que evolucionaban, estos ataques se fueron convirtiendo en<br />
cabeza contra cabeza y cada vez más reglamentados. Los toros y los carneros<br />
transformaron sus combates en competiciones de topetazos. El íbice de las<br />
montañas europeas tiene unos cuernos espectaculares en forma de cimitarra. El<br />
carnero de las Montañas Rocosas ha llevado estos duelos al extremo. Se embisten a<br />
toda potencia con el choque más escalofriante que se puede imaginar, que produce<br />
un estruendo que se oye en kilómetros a la redonda. Los cuernos con los que<br />
golpean son gruesos y se curvan hacia atrás por ambos lados de la cabeza. Los<br />
huesos del cráneo también son gruesos y deben haber evolucionado paralelamente<br />
a los cuernos para evitar el aplastamiento de la cabeza durante estas batallas.<br />
En las luchas de los antílopes se dan diferentes modelos de ritualización. Sus<br />
cuernos son largos y curvados. Los antagonistas bajan la cabeza, entrecruzan los<br />
cuernos y empujan en un duelo de fuerza. Muchos de estos combates se ajustan a<br />
reglas aún más elaboradas que las de la cebra.<br />
La gacela de Grant es uno de los antílopes pequeños más común de las sabanas<br />
de África oriental; sus cuernos son anillados y se dirigen hacia atrás en una suave<br />
curva. Cuando dos machos luchan, se acercan con la cabeza adelantada, las orejas<br />
apuntando hacia delante y el hocico levantado de forma que los cuernos quedan<br />
encima de los hombros. No embisten, ni siquiera se encuentran cabeza con cabeza,<br />
sino que cuando se acercan uno al otro desvían la cabeza hacia un lado. Al<br />
encontrarse, separados tan sólo por unos centímetros, vuelven a mirar hacia<br />
delante y cabecean, de forma que cada uno puede ver por completo los cuernos del<br />
rival. Cuando están de lado, se paran y levantan el cuello con la cabeza girada hacia<br />
el otro, de forma que pueda ver la gran mancha blanca que tienen en la garganta y<br />
la barbilla. Una y otra vez repiten esta secuencia de movimientos. En más de la<br />
mitad de los encuentros, uno de ellos da por terminada la disputa y se marcha sin<br />
haberse intercambiado ningún golpe.<br />
Pero si esta apreciación no suficiente para convencer a uno de ellos de que vale<br />
más dejarlo correr, se gira, baja la cabeza y entrecruza los cuernos con su rival.<br />
Ahora el duelo se convierte en una prueba de fuerza que consiste en empujar lo más<br />
posible. Si no hay un claro ganador, como suele suceder, se separan arrancando<br />
alguna hierba mientras se van. Sólo una décima parte de estos combates finaliza<br />
con un resultado inequívoco, en el que el más débil de los dos reconoce su derrota<br />
separando los cuernos y marchándose; el reconocimiento mutuo previo es<br />
suficiente para determinar las relaciones sociales entre los machos.<br />
Las moscas astadas de Australia solucionan sus problemas de forma parecida<br />
pero a pequeña escala. Los machos, que varían mucho de tamaño, poseen grandes<br />
proyecciones en forma de asta en las mejillas. Si se encuentran dos muy diferentes,