1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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armamento más poderoso sea el más cuidadoso en sus luchas. Algunas especies<br />
disponen de armas especiales con las que pelear con sus congéneres. El hecho de<br />
que los machos sólo las presentan durante la época de reproducción y de que en<br />
muchos casos la hembra no llega a tenerlas es una prueba convincente de que su<br />
función primordial no es defenderlos de sus enemigos.<br />
Las mayores, con diferencia, de esas armas temporales son las que ostenta el<br />
alce de Alaska. Se trata de un gigante, el mayor de los ciervos, que puede medir más<br />
de dos metros de altura en la cruz. En primavera, empiezan a desarrollarse dos<br />
bultos presentes en el cráneo. La sangre que corre por los abundantes vasos que<br />
hay bajo la piel que los cubre propicia su crecimiento. Esos bultos crecen hasta<br />
formar primero una columna y luego se expanden en una gran pala. Mientras están<br />
creciendo, el alce tiene buen cuidado de no darse ningún golpe en ellos, que<br />
además de ser doloroso podría desfigurar su forma final. Hacia agosto han dejado<br />
de crecer y se convirtieron en las mayores astas producidas por un animal viviente.<br />
Unas de buen tamaño pueden sobrepasar los dos metros de envergadura. Después<br />
se desarrolla un anillo de hueso rugoso en la base de cada una de ellas cortando el<br />
riego sanguíneo. La piel aterciopelada que cubría las astas se seca y desgarra<br />
dejando al descubierto el blanco hueso. Durante un cierto tiempo los jirones de piel<br />
cuelgan de las astas, pero pronto desaparecen y éstas están a punto para ser<br />
utilizadas.<br />
Se trata de unas armas ofensivas y defensivas al mismo tiempo. La ancha pala<br />
central sirve de escudo que desvía los golpes mientras que las puntas que la rodean<br />
pueden lacerar la piel, clavarse en un costado e incluso sacar un ojo. Las luchas<br />
comienzan con los rivales acercándose de lado al tiempo que menean la cabeza<br />
para que quede claro el tamaño de sus astas. Esto puede ser suficiente. Un macho<br />
adulto en la plenitud de su vida puede tener hasta doce puntas en cada asta. Uno de<br />
cuatro años que disponga de astas adecuadas por primera vez, puede tener sólo<br />
seis. En realidad, aunque cada año dispondrá de astas mayores, suponiendo que se<br />
alimente lo suficiente, no las tendrá temibles hasta que tenga unos ocho años. Por<br />
eso, esa primera inspección visual en que se miden los rivales es de gran<br />
importancia: un joven macho, enfrentado al espectacular armamento de un macho<br />
desarrollado, se dará cuenta de que aún no ha llegado para él el momento de<br />
disputarle su posición.<br />
Sin embargo, si la fuerza de ambos es comparable, continúan acercándose hasta<br />
que se encuentran a unos doce metros uno del otro; allí se detienen, bajan la cabeza<br />
y empiezan a sacudir con las astas los arbustos que tienen delante. Y de repente<br />
embisten. Las grandes astas entrechocan y se traban. Mientras ambos animales<br />
empujan, resoplando por el esfuerzo, puede romperse una de las puntas. Si un<br />
contendiente, cansado, se desengancha demasiado pronto, puede recibir una<br />
cornada en el costado. Si ambos se cansan en igual medida, agradecerán un respiro<br />
y ceden al mismo tiempo. Pero al cabo de unos segundos vuelven a bajar la cabeza,<br />
sacuden las astas y embisten. La batalla puede continuar, asalto tras asalto, unos<br />
diez minutos o más antes de que uno abandone el terreno.<br />
Estos combates se suceden durante un mes. A mediados de septiembre casi<br />
todos han finalizado. Las hembras han ido cambiando de manos según el resultado<br />
de las batallas. Los machos viejos han sido derrotados, los más jóvenes y vigorosos<br />
han aumentado el tamaño de su harén. El hueso cercano al cráneo de la base de las