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1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas

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8. LUCHANDO<br />

La vida es dura. Muchas veces escasea lo necesario para mantenerla. Un animal<br />

necesita alimento, territorio y, cuando llega el momento, una pareja. Para disponer<br />

de esas cosas, a veces se ve obligado a luchar con sus congéneres que se las<br />

disputan.<br />

El oso grizzly es el animal más poderoso de América del Norte. Puede matar a un<br />

alce o a un hombre. No le teme a nada. Como lleva una existencia en su mayor<br />

parte solitaria, pocas veces tiene que hacer concesiones a otros. Si encuentra el<br />

cadáver de un pequeño ciervo en la helada tundra de Alaska, se alimentará de él<br />

con fortaleza temible, desgarrará el vientre con sus zarpas, arrancará la carne de los<br />

huesos. Pero el olor de la carroña viaja deprisa por el aire frío y despejado. Tal vez<br />

llegue al hocico de otro oso que se encuentre a más de un kilómetro. Este también<br />

querrá su parte. Si es mucho menor, es probable que espere a una cierta distancia a<br />

que el primero acabe y se marche, con la esperanza de que deje algo. Pero si el<br />

recién llegado es de tamaño parecido o mayor, no estará dispuesto a esperarse.<br />

Entonces empezarán los problemas. Los gruñidos darán paso a los mordiscos y a<br />

feroces zarpazos que se lanzarán los contendientes disputándose la comida. Si la<br />

carroña es escasa y el hambre aprieta, la lucha será encarnizada y sin cuartel. AL<br />

final, el puro miedo y las heridas recibidas dictarán la derrota: la fuerza bruta habrá<br />

vencido.<br />

Incluso los animales que viven en grupos pelean a veces de forma violenta.<br />

Cuando un gran animal cae víctima de un depredador en la sabana africana, varias<br />

especies de buitres acuden a disputarse los despojos. Extraen los intestinos,<br />

desgarran la piel, repelan cualquier fragmento de músculo que el cazador haya<br />

dejado. Con tanta comida concentrada en tan poco espacio, se multiplican las riñas<br />

enérgicas y ruidosas de las aves disputándose su parte.<br />

No es nada sorprendente que los osos y los buitres disputen en esas situaciones,<br />

pero sí puede parecerlo el que incluso los animales más simples e inofensivos se<br />

enfrenten entre sí. Es el caso de las anémonas de mar, seres en apariencia pacíficos<br />

que viven fijados a una roca con sus tentáculos ondeando en el agua. Pero también<br />

ellas compiten por el alimento. Si no ocupan un lugar donde haya una cierta<br />

corriente de agua que les renueve el suministro de comida, no prosperan. Por eso<br />

también tienen duelos.<br />

El tomate de mar, una especie de anémona muy común en las costas europeas,<br />

bien alimentado produce yemas que dan lugar a otros individuos que se fijan junto<br />

a él en la roca; por lo que con frecuencia se encuentran grupos de individuos<br />

genéticamente idénticos en amigable compañía. Pero el abundante suministro de<br />

alimento puede atraer a otro individuo de la misma especie. Existen dos formas de<br />

tomate de mar de distinto color: una pardorrojiza y otra verde amarillenta; la roja<br />

es más activa y tiene mayor tendencia a moverse. Se desplazan mediante<br />

ondulaciones de su base que les permiten avanzar milímetro a milímetro a la<br />

velocidad de unos tres centímetros por hora; pero saben adónde van y, llegan. A<br />

simple vista, los dos organismos parecen iguales aparte del color, pero la anémona<br />

residente se da cuenta de inmediato de que los tentáculos que le han tocado no son<br />

de ninguna de sus hermanas sino de un individuo genéticamente distinto. Se trata<br />

de un extraño. Si quiere mantener su posición, el residente debe enfrentarse a él.

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