1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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enseñanza. Téngase en cuenta el caso del joven cuco; ha sido abandonado por sus<br />
padres antes incluso de salir del huevo. Pero también consigue orientarse hacia el<br />
sur de África. Si tiene un mapa mental, tiene que haberlo heredado.<br />
Algunas aves migratorias navegan con el sol, igual que las abejas y Cataglyphis.<br />
Esto se demostró con estorninos cautivos utilizando la técnica de desplazar el sol<br />
mediante espejos. Muchos pájaros pequeños viajan de noche para evitar el ataque<br />
de las aves rapaces; por lo tanto, no pueden utilizar el sol. En su lugar se orientan<br />
mediante las estrellas, lo cual también se comprobó experimentalmente. Esto<br />
explica el hecho de que en noches nubladas, cuando no pueden verse las estrellas,<br />
suelen vagar sin rumbo y llegan a perderse por completo. Otras especies, que<br />
vuelan tanto de día como de noche, deben usar ambos métodos. Y sin duda muchas<br />
aves también pueden guiarse, como las palomas, por el magnetismo terrestre. Pero,<br />
¿cómo llegaron a aprender estas aves que hacía mejor tiempo en la otra punta del<br />
globo, o que a centenares de kilómetros al norte de las sabanas africanas había<br />
comida abundante durante unos meses? La respuesta debe encontrarse en el<br />
pasado. Al final de la última glaciación, hace unos once mil años, los glaciares se<br />
extendían por Centroeuropa y las aves africanas tenían pocas dificultades en visitar<br />
sus límites meridionales, donde en verano había un abundante suministro de<br />
insectos y otros alimentos y sólo una pequeña población estable que los<br />
aprovechaba. A medida que se terminaba la glaciación y la tierra se calentaba, los<br />
glaciares se iban retirando año tras año; pero entre las aves persistió la costumbre<br />
de volar hacia el norte y ha durado hasta el presente, aunque el viaje ya no es de<br />
unos pocos kilómetros sino de varios centenares.<br />
El que quizá sea el más misterioso y complejo de los fenómenos relativos a la<br />
navegación, comienza en el Mar de los Sargazos, una región del Atlántico de aguas<br />
cálidas y casi estancadas que se encuentra en el Atlántico occidental, entre las<br />
Bermudas y las Antillas. Allí, a profundidades de entre 400 y 750 metros y a una<br />
temperatura de 20 °C, las anguilas ponen sus huevos. De ellos salen unos pececillos<br />
tan distintos a sus padres que la relación entre los adultos y las crías se reconoció<br />
apenas hace un siglo. Son transparentes, con forma de larga hoja de sauce y no<br />
tienen aletas a excepción de una franja ondulante en los bordes.<br />
Estos extraños seres son arrastrados hacia el este a una profundidad de 200<br />
metros por la gran corriente oceánica conocida como corriente del Golfo. Se suele<br />
decir que en este estadio son bastante pasivos. La corriente del Golfo es fuerte<br />
como para llevarlos a través del Atlántico hasta las costas europeas. Transporta<br />
objetos inanimados, como troncos, de una orilla a otra del océano en unos diez<br />
meses. Lo curioso del caso es que las larvas de anguila tardan más o menos un año<br />
y medio en hacer la travesía.<br />
Cuando llegan al borde de la plataforma continental, que en algunos lugares se<br />
encuentra a centenares de kilómetros de la costa europea, empiezan a cambiar.<br />
Dejan de tener forma de hoja para hacerse más estrechas; acortan un poco su<br />
longitud y adquieren aletas pectorales. Pronto parecen pequeñas anguilas adultas<br />
con la diferencia de que aún son transparentes. Bajo esta forma avanzan hacia las<br />
costas europeas y mientras tanto no se alimentan. Algunas se dirigen hacia el<br />
<strong>1.</strong> En esta etapa de su desarrollo se les conoce con el nombre de angulas. Las larvas en forma de hoja reciben el de<br />
leptocéfalos.