1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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El pez cuchillo del Amazonas mide unos veinte centímetros de longitud y tiene<br />
un aspecto muy particular. No posee aleta caudal como los otros peces, sólo un<br />
muñón carnoso; tampoco tiene aleta dorsal. En cambio, tiene una larga aleta<br />
acintada en la parte inferior que va desde la cola a la cabeza. Mediante<br />
ondulaciones de esta aleta avanza o, con igual facilidad, retrocede; sobre ella,<br />
oculta bajo la piel, hay una línea de órganos que emiten impulsos eléctricos. Su<br />
voltaje es muy bajo: de tres a diez voltios de corriente continua, pero la frecuencia<br />
de los impulsos es muy alta: unos trescientos por segundo. En agua despejada,<br />
estas descargas crean un campo eléctrico simétrico en torno al pez que él puede<br />
detectar mediante una serie de receptores de la piel. Un objeto sólido, sea una roca,<br />
un pez o una planta, distorsiona este campo y el pez lo nota de inmediato. Detecta<br />
tanto los objetos que tiene detrás como los que tiene delante y, si hay motivo de<br />
alarma, puede introducirse marcha atrás en su agujero con una velocidad y<br />
precisión que todo automovilista envidiaría.<br />
Existe una limitación. Si el pez arqueara el cuerpo para nadar como hacen<br />
muchos peces, el campo eléctrico se distorsionaría. Por ello, todos los peces que<br />
utilizan este sistema, ya sea en África occidental o en América del Sur, nadan tiesos<br />
como un poste y tienen que impulsarse mediante ondulaciones de las aletas. El<br />
campo eléctrico también se altera si se encuentran dos peces que usen una señal de<br />
la misma frecuencia, porque se interferirán entre sí. Cuando eso ocurre, ambos<br />
peces cesan de emitir y comienzan de nuevo con frecuencias ligeramente distintas.<br />
Otro pez del Amazonas, la anguila eléctrica, ha llevado la capacidad de generar<br />
electricidad aún más lejos. Como el pez cuchillo, navega produciendo emisiones<br />
continuadas de bajo voltaje, pero con otro grupo de generadores también puede<br />
emitir fuertes descargas que utiliza para aturdir a las presas. Estas descargas son<br />
tan potentes que pueden hacer caer a un caballo que se encuentre en un bajío.<br />
Así, aprovechando el tacto, el gusto y el olfato, adquiriendo técnicas especiales<br />
de ecolocalización y sensibilidad eléctrica, muchos animales se orientan en la<br />
oscuridad con gran precisión. Pero para otros muchos, entre los que nos<br />
encontramos, el amanecer y el retorno del sol son un alivio bien recibido tras un<br />
tiempo de forzada inactividad. Por fin podemos usar los ojos de nuevo y ver dónde<br />
vamos. Las aves abandonan sus posaderos y se lanzan al cielo; los monos saltan de<br />
rama en rama en busca del desayuno; los antílopes se dispersan una vez más para<br />
pastar por la llanura, sabiendo que si se aproxima el peligro tienen la posibilidad de<br />
verlo antes de que esté demasiado cerca. Todos emprenden una vez más sus<br />
recorridos cotidianos por sus territorios habituales.<br />
Pocos deambulan al azar. Casi todos tienen lugares preferidos donde suelen<br />
dormir o beber o cazar, y casi todos se desplazan a lo largo de trayectos<br />
determinados. La musaraña elefante africana, un mamífero insectívoro muy<br />
nervioso del tamaño de un ratón, con el hocico transformado en una trompa móvil,<br />
para su supervivencia necesita conocer sus senderos mejor que cualquier cazador<br />
que pueda perseguirla. Ha de ser capaz de correr a toda velocidad por sus pistas,<br />
esquivando de antemano cualquier accidente de la superficie del terreno que pueda<br />
hacerle tropezar e inclinándose en las curvas ya conocidas, como un piloto experto<br />
conduciendo por un circuito en el que se ha entrenado mucho. Así que lo primero<br />
que hace cada mañana es recorrer el sendero apartando con sus delicadas patas<br />
delanteras cualquier ramita u hoja que haya podido caer. De todos modos, el