1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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un fácil acceso a la carne de los frutos, emplean fuertes medidas de protección para<br />
las semillas, encerrándolas en algún tipo de coraza.<br />
Por otra parte, los animales hacen lo posible por explotar una fuente de alimento<br />
tan importante. Los cuervos y los carboneros sujetan pequeñas semillas con un pie<br />
y las abren golpeándolas con el pico. El picogordo, un tipo de pinzón, tiene un pico<br />
tan potente que rompe huesos de cereza e incluso de aceituna. La castaña del Brasil<br />
es una de las semillas mejor protegidas, pero también puede consumirse. El agutí,<br />
un roedor de patas largas que busca comida por el suelo de la selva, tiene unos<br />
dientes delanteros en forma de cincel con los que puede cortar la cáscara de la<br />
castaña del Brasil para sacar la apetitosa almendra.<br />
Aun así, la castaña del Brasil no sale perdiendo del todo. Este árbol da frutos en<br />
grupos encajados entre sí como los gajos de una naranja y empaquetados en una<br />
«caja». Cuando la caja cae al suelo, se abre lanzando los frutos en todas<br />
direcciones. Si el agutí las encuentra, es posible que haya más de las que puede<br />
comer en una sentada, entonces las recoge guardándoselas en los abazones<br />
(carrillos). Luego entierra las que le han sobrado de una en una y en diferentes<br />
sitios de su territorio para recuperarlas más tarde cuando vengan tiempos peores.<br />
Pero la memoria del agutí a veces falla; no siempre recuerda dónde enterró cada<br />
una. Así, aunque el árbol no consiguió hacer sus semillas invulnerables, logró, a<br />
cambio de ciertas pérdidas, distribuir algunas de ellas.<br />
Además, las plantas tienen otro sistema de impedir que los animales destruyan<br />
sus semillas: las envenenan. La estricnina, uno de los venenos más mortales, se<br />
obtiene de las semillas de un alto árbol de hojas perennes que vive en Asia tropical.<br />
Sus frutos son del tamaño y color de naranjas pequeñas: ardillas y calaos se<br />
alimentan de su pulpa carnosa, pero tienen mucho cuidado de no cascar ninguna<br />
de las semillas en forma de disco.<br />
Los guacamayos están especializados en comer semillas y se enfrentan con<br />
frecuencia con este problema. Viven en parejas aisladas, pero en determinados<br />
momentos del año se congregan en gran cantidad en lugares determinados a la<br />
orilla de los ríos, en los que mordisquean el suelo. No lo hacen para fabricar nidos,<br />
ni tampoco se trata de una forma de ritual: hace poco se descubrió que acuden a<br />
esos lugares determinados a reunir ciertos minerales como el caolín que<br />
neutralizan el veneno absorbido de las semillas que han comido esa temporada.<br />
Así como las semillas suponen un gran festín para quienes están equipados para<br />
consumirlas, lo mismo ocurre con sus equivalentes animales: los huevos. Para<br />
abrirlos también se requieren habilidades y herramientas especiales.<br />
El cusimanse, una mangosta enana de África occidental, enfrentado a un huevo<br />
de gallina pone las patas anteriores sobre él y, con un vigor que no desmerecería el<br />
de un jugador de fútbol americano, lo lanza hacia atrás a través de sus patas<br />
posteriores abiertas. Tarde o temprano el huevo golpea con algo y –más pronto que<br />
tarde– se rompe. El alimoche, cuando encuentra una puesta de huevos de avestruz,<br />
coge piedras de tamaño adecuado con el pico y con un cabezazo las lanza en<br />
dirección al nido. Lo que le falta de puntería lo tiene de persistencia, y siempre<br />
logra romper un huevo; cuando lo consigue, dispone de más comida de la que<br />
puede manejar sólo, y muchos otros animales se acercan a lamer el huevo<br />
derramado.<br />
La serpiente africana devoradora de huevos posee una herramienta especial para