1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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le interesa que transporten. Las abejas recolectan el néctar además del polen sorbiéndolo con sus piezas bucales tubulares y transportándolo en el estómago hasta la colmena, en cuyos panales lo almacenan en forma de miel. La limitación de este tipo de comida, desde el punto de vista de un animal, es que sólo está disponible durante el corto período en que las plantas están en flor. Por ello, las mariposas, que se alimentan de néctar en su forma adulta, sólo pueden estar activas durante el verano y las abejas tienen que trabajar para recolectar todo el néctar y todo el polen que sea posible mientras los haya y almacenando lo que no necesiten para alimentar a la colonia durante la época de escasez. Las hormigas odre de Australia central tienen un problema de almacenamiento parecido; lo resuelven convirtiéndose algunas de ellas en recipientes. Estas obreras especializadas, que los entomólogos llaman repletas, nunca salen del hormiguero, sino que viven en galerías a dos metros de profundidad bajo la tierra roja. Cuando las obreras que han recolectado en el exterior vuelven con el buche lleno de néctar, lo transfieren a una repleta, que se hincha hasta que su abdomen, al principio no mayor que un grano de arena, alcanza el tamaño de un guisante grande. La pequeña cabeza y las patas sobresalen en un costado pero ya no pueden caminar. Lo único que pueden hacer es sujetarse al techo de su galería, donde centenares de ellas cuelgan en hilera. Cuando llega la estación seca y el alimento escasea, las obreras activas de la colonia visitan esta despensa viviente y acarician a las repletas con las antenas hasta que regurgitan algunas gotas. La mayor parte de animales que viven en tierras donde hay una estación sin flores y carecen de sistemas de almacenamiento, sólo pueden disponer del polen y el néctar como un complemento estival a su alimentación. En África del Sur, los pequeños ratones de las rocas toman néctar –al tiempo que las polinizan– de algunas especies de Protea que, para mayor facilidad, tienen las flores cerca del suelo y mirando hacia abajo. En Madagascar hay salamanquesas que lamen el néctar de las flores de palma. En Europa los herrerillos lo toman de la Fritillaria, la única planta europea de la que se sabe que es polinizada por un ave. Algunas especies de murciélagos frugívoros también sorben néctar si lo encuentran. La plantas que dependen de ellos para la polinización sólo abren sus flores de noche. Son de color pálido para que se las vea mejor en la oscuridad. Puesto que los animales como éstos se alimentan de otras cosas en otras épocas del año, no pueden disponer un aparato especializado recolector de néctar, porque eso haría difícil, si no imposible, alimentarse de otras sustancias. Pero en los trópicos se pueden encontrar flores de uno u otro tipo durante todo el año, por lo que ahí existen animales que hacen del polen y del néctar su principal fuente de alimento y han adquirido órganos muy eficaces para recogerlos. Varios grupos de aves lo consiguieron. Los loris, una rama de la familia de los loros, poseen una lengua con pequeñas papilas en su superficie que pueden erigirse, formando así un cepillo con el que barrer el néctar. Los colibríes de América del Sur y los suimangas de África están equipados de manera distinta. No tienen la lengua en forma de cepillo, sino que es muy larga y dividida en dos desde la mitad hasta la punta. Antes se pensaba que estas aves la utilizaban como si bebieran con un popote; en realidad, lamen el néctar metiendo y sacando la lengua con rapidez de la flor, en el caso de los colibríes a una velocidad de trece veces por segundo.
A la planta no le interesa proporcionar cantidades abundantes e ilimitadas de néctar. Le conviene más que el ave, en lugar de hacer una visita y saciarse, vuelva más o menos cada hora, día tras día. Así quedará espolvoreada con sucesivas cargas de polen a medida que vayan madurando y las distribuirá a otras flores de la misma especie que se encuentren en su territorio. Heliconia, un tipo de plátano salvaje sudamericano, produce largos tallos colgantes con hileras de flores espinosas en cada lado; las flores maduran una después de otra empezando por las más viejas de la parte superior. Esas flores producen unas pocas gotas de néctar cada vez. El colibrí que se alimenta de él se ve obligado a visitar muchas plantas una detrás de otra. Cuando el nectario se ha vaciado, tarda un tiempo en volverse a llenar; si el colibrí vuelve demasiado pronto, no tendrá suficiente alimento para compensar el gasto de energía que habrá efectuado para desplazarse hasta la flor; por otra parte, si tarda demasiado, un ave rival puede habérsele adelantado. Por lo tanto, un colibrí especializado en alimentarse de Heliconia tiene que recorrer todo un grupo de plantas visitando cada conjunto de flores de manera rotatoria según un horario prefijado. El suministrar la recompensa en pequeñas cantidades no es la única restricción que imponen las plantas para obligar a sus transportadores de polen a prestar el servicio que ellas necesitan. El polen que va a parar a una planta de diferente especie no sirve para nada; es preferible que los mensajeros lo lleven a plantas del mismo tipo donde se unirá con los óvulos para formar las semillas; por eso las flores ocultan el néctar tras obstáculos de los que sólo un pequeño grupo o incluso una sola especie tienen la llave, la cual es de un diseño tan especializado que para su propietario es difícil, si no imposible, usarlo en otra flor. Algunas flores sudamericanas tienen forma de trompeta curva: sólo los colibríes que tienen el pico curvo pueden libar en ellas, éste encaja tan ajustado como un alfanje en su vaina. Una orquídea de Madagascar, Angraecum, segrega su néctar en un espolón tubular verde de treinta centímetros de longitud que cuelga del labio de una flor blanco-verdosa en forma de estrella. Sólo los dos centímetros del fondo de esta estructura contienen néctar. Cuando fueron observadas por primera vez en el siglo XIX los naturalistas quedaron desconcertados de cómo un animal podía alimentarse de él. Charles Darwin, al llevarle la planta unos desorientados botánicos, predijo con total confianza que, teniendo en cuenta el tamaño y el color de la flor, su polinizador debía ser una mariposa nocturna y que, por extraño que pudiera parecer, tendría una trompa de treinta centímetros de largo. Los entomólogos de la época dijeron que esa idea era disparatada. Cuarenta años después se descubrió tal mariposa nocturna gigante y para conmemorar la predicción de Darwin, como parte del nombre científico se le atribuyeron las palabras «forma predicta». Pero esos obstáculos no son suficientes para detener a todos los animales hambrientos que desean apoderarse del néctar. Donde hay cerraduras hay ganzúas. Las abejas carpinteras utilizan sus mandíbulas en forma de sierra para perforar los lados de las flores y llegar a los nectarios; todo un grupo de aves sudamericanas emparentadas con las tanagras son conocidas como perforadoras de flores porque hacen eso. En la parte superior del pico tienen un gancho que sujetan a la flor, entonces hacen servir la mandíbula inferior, más corta y en forma de aguja, para hacer un corte en la flor a través del cual introducen la lengua; ésta, aunque no
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A la planta no le interesa proporcionar cantidades abundantes e ilimitadas de<br />
néctar. Le conviene más que el ave, en lugar de hacer una visita y saciarse, vuelva<br />
más o menos cada hora, día tras día. Así quedará espolvoreada con sucesivas cargas<br />
de polen a medida que vayan madurando y las distribuirá a otras flores de la misma<br />
especie que se encuentren en su territorio. Heliconia, un tipo de plátano salvaje<br />
sudamericano, produce largos tallos colgantes con hileras de flores espinosas en<br />
cada lado; las flores maduran una después de otra empezando por las más viejas de<br />
la parte superior. Esas flores producen unas pocas gotas de néctar cada vez. El<br />
colibrí que se alimenta de él se ve obligado a visitar muchas plantas una detrás de<br />
otra. Cuando el nectario se ha vaciado, tarda un tiempo en volverse a llenar; si el<br />
colibrí vuelve demasiado pronto, no tendrá suficiente alimento para compensar el<br />
gasto de energía que habrá efectuado para desplazarse hasta la flor; por otra parte,<br />
si tarda demasiado, un ave rival puede habérsele adelantado. Por lo tanto, un<br />
colibrí especializado en alimentarse de Heliconia tiene que recorrer todo un grupo<br />
de plantas visitando cada conjunto de flores de manera rotatoria según un horario<br />
prefijado.<br />
El suministrar la recompensa en pequeñas cantidades no es la única restricción<br />
que imponen las plantas para obligar a sus transportadores de polen a prestar el<br />
servicio que ellas necesitan. El polen que va a parar a una planta de diferente<br />
especie no sirve para nada; es preferible que los mensajeros lo lleven a plantas del<br />
mismo tipo donde se unirá con los óvulos para formar las semillas; por eso las<br />
flores ocultan el néctar tras obstáculos de los que sólo un pequeño grupo o incluso<br />
una sola especie tienen la llave, la cual es de un diseño tan especializado que para<br />
su propietario es difícil, si no imposible, usarlo en otra flor.<br />
Algunas flores sudamericanas tienen forma de trompeta curva: sólo los colibríes<br />
que tienen el pico curvo pueden libar en ellas, éste encaja tan ajustado como un<br />
alfanje en su vaina. Una orquídea de Madagascar, Angraecum, segrega su néctar en<br />
un espolón tubular verde de treinta centímetros de longitud que cuelga del labio de<br />
una flor blanco-verdosa en forma de estrella. Sólo los dos centímetros del fondo de<br />
esta estructura contienen néctar. Cuando fueron observadas por primera vez en el<br />
siglo XIX los naturalistas quedaron desconcertados de cómo un animal podía<br />
alimentarse de él. Charles Darwin, al llevarle la planta unos desorientados<br />
botánicos, predijo con total confianza que, teniendo en cuenta el tamaño y el color<br />
de la flor, su polinizador debía ser una mariposa nocturna y que, por extraño que<br />
pudiera parecer, tendría una trompa de treinta centímetros de largo. Los<br />
entomólogos de la época dijeron que esa idea era disparatada. Cuarenta años<br />
después se descubrió tal mariposa nocturna gigante y para conmemorar la<br />
predicción de Darwin, como parte del nombre científico se le atribuyeron las<br />
palabras «forma predicta».<br />
Pero esos obstáculos no son suficientes para detener a todos los animales<br />
hambrientos que desean apoderarse del néctar. Donde hay cerraduras hay ganzúas.<br />
Las abejas carpinteras utilizan sus mandíbulas en forma de sierra para perforar los<br />
lados de las flores y llegar a los nectarios; todo un grupo de aves sudamericanas<br />
emparentadas con las tanagras son conocidas como perforadoras de flores porque<br />
hacen eso. En la parte superior del pico tienen un gancho que sujetan a la flor,<br />
entonces hacen servir la mandíbula inferior, más corta y en forma de aguja, para<br />
hacer un corte en la flor a través del cual introducen la lengua; ésta, aunque no