1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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Ésta no es la lista completa de las variantes en las relaciones sexuales de los<br />
acentores. Algunas veces dos machos pueden compartir dos hembras, cada una de<br />
ellas apareándose con ambos. En otras circunstancias, dos machos pueden<br />
compartir tres hembras. Los inventivos acentores son capaces de modificar su<br />
comportamiento para asegurar que producen el máximo número de jóvenes que<br />
ese territorio concreto puede soportar.<br />
Los humanos, en su forma egocéntrica, tienden a suponer que el arreglo marital<br />
que practican entre ellos es la norma. Para mucha gente, eso significa una pareja<br />
monógama que permanece unida toda su vida y que así son capaces de ayudarse<br />
uno al otro para criar una sucesión de jóvenes hasta la independencia. Muy pocos<br />
mamíferos arreglan sus cosas de esta manera. Incluso entre las aves que, debido a<br />
los requerimientos de los jóvenes, son monógamas, una relación que permanezca<br />
para toda la vida es inusual. Pero ocurre.<br />
En el hemisferio sur viven dos especies de grandes albatros, el viajero y el real.<br />
Son las mayores y más longevas de todas las aves voladoras, con una envergadura<br />
de unos 3.4 metros y una longevidad de cincuenta o más años. Un individuo pasa<br />
los años de su inmadurez en el mar, donde se alimenta cogiendo calamares, krill y<br />
peces de la superficie del agua. Cuando tiene unos cinco años, encuentra su camino<br />
hacia una colonia de cría, por lo general aquélla en la que nació. Allí conoce otros<br />
jovenzuelos de su propia edad y empieza una serie de exhibiciones de cortejo que<br />
son las más largas de todas las danzas de las aves. Se picotean, frotando su pico<br />
arriba y abajo con la punta del otro. Crotorean, palmeando sus mandíbulas para<br />
producir un ruido como la carraca de un aficionado al fútbol. Apuntan hacia el<br />
cielo, elevando su pico verticalmente y emitiendo un reclamo maullante. Y en la<br />
demostración más espectacular de todas, extienden sus inmensas alas y danzan<br />
uno en torno al otro. Estos movimientos están enlazados en largas secuencias que<br />
los ocupan hora tras hora, día tras día, durante semanas, hasta acabar. Forman<br />
grupos de más o menos media docena, con parejas en particular que danzan juntas<br />
de forma regular pero, en ocasiones, si hay alguna pausa en la interpretación, un<br />
mirón se entromete y empieza, como si se reconociese que eso era un baile de<br />
intercambio de parejas.<br />
Al final del celo, cuando las parejas nidificantes ya han puesto sus huevos, los<br />
adolescentes dejan la colonia y retornan al mar para reanudar por separado sus<br />
días en busca de comida. Pero al año siguiente, cuando vuelven, lo reanudarán<br />
donde lo dejaron. Las asociaciones inauguradas el año anterior deben ser<br />
reforzadas. Incluso ahora sus exhibiciones no conducen al apareamiento. Es más,<br />
estas parejas danzarán juntas durante dos o tres temporadas, tornándose unidas al<br />
otro, antes de que finalmente copulen y construyan juntos el cuenco de fango y<br />
vegetación que constituye el nido de un albatros. En él, la hembra deposita un<br />
enorme y único huevo.<br />
A lo largo de su primera temporada de cría, la pareja reacciona afectivamente<br />
hacia el otro, repitiendo en menor grado las actuaciones con las que se recreaban<br />
cuando se encontraron por primera vez. La incubación, sin embargo, es un trabajo<br />
exigente. Puede requerir hasta ochenta y cinco días, más que cualquier otra ave<br />
voladora, y en las frías islas subantárticas donde la mayoría de los grandes albatros<br />
anidan, el huevo se enfriaría rápidamente si fuese abandonado durante un corto<br />
período de tiempo. La pareja se releva en esta tarea. Mientras uno está incubando,