1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas

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13.05.2013 Views

prescindir durante muchas generaciones del problema de tener que copular. Pueden producir huevos que se desarrollan sin ningún contacto con el esperma. Las crías producidas son clones, individuos genéticamente idénticos a su único progenitor. Una habilidad como ésta es de particular interés cuando un animal necesita generar una gran fuerza de trabajadores para aprovechar la rápida ventaja de una oportunidad efímera. Así, un único áfido puede provocar que el vástago de una planta sea infestado por miles de reproducciones orgánicas de él mismo en el espacio de pocas horas. Un ácaro puede autoduplicarse para formar una sólida alfombra que cubra el espacio disponible de un insecto huésped, y las reinas de las termitas y abejas se rodean a sí mismas con ejércitos enteros de trabajadores. Muchos lagartos también se reproducen de esta forma, si bien es más difícil comprender el motivo. Al menos veintisiete especies, pertenecientes a siete familias, existen, si no en su totalidad, como hembras. No obstante, ninguno de estos individuos puede reproducirse a sí mismo en solitario. Cada uno necesita el apoyo y la estimulación de otra hembra, la cual representa el papel de macho cortejante. Más tarde, con la ayuda de otro compañero, este seudomacho producirá su propia descendencia. Si esto es posible, ¿por qué un animal debe involucrarse a sí mismo en la difícil y peligrosa práctica de un acto sexual? La respuesta corriente que dan los biólogos es que este proceso permite una reconstrucción de los genes y, en consecuencia, produce variabilidad en la descendencia, lo que permite que siga adelante la evolución a través de la selección natural. Esto es de gran valor para un linaje de animales, ya que asegura que, si el hábitat varía, habrá siempre individuos que serán capaces de tomar ventaja con las nuevas circunstancias. Si todos fueran clones idénticos, una simple fluctuación ambiental podría matarlos a todos. Algunos científicos encuentran insatisfactoria esta respuesta. En circunstancias estables, dicen, los beneficios de la reproducción sexual son, o bien inexistentes o bien muy pequeños comparados con las dificultades y peligros que los animales deben afrontar para encontrar y copular con el otro miembro de la pareja. ¡Cuánto más económico y eficiente sería para un animal el abandonar la búsqueda de compañero y dedicar todo este tiempo y energía en producir jóvenes por sí mismo! Una respuesta reciente a esta objeción sugiere que, de hecho, existen muy pocas circunstancias que sean estables. En todas partes hay organismos microscópicos causantes de enfermedades. Éstos, debido a que se reproducen a gran velocidad, están evolucionando y diversificándose y entonces pueden explotar las debilidades y vulnerabilidades de sus potenciales huéspedes. Debido a ello, los animales infectados deben ser capaces de estar cambiando su propia composición genética si no quieren sucumbir. El debate aún está abierto. Sin embargo, el caso es que, incluso aquellos animales que prescinden del comportamiento sexual durante muchas generaciones, revierten a él en ocasiones, y que para la inmensa mayoría de los animales superiores la sexualidad, con todos sus peligros y complicaciones, es la única vía para la reproducción. Y, en realidad, puede ser muy peligroso. Es arriesgado para animales que son cazadores, puesto que están armados con dientes, garras y otras armas que, en un momento de pasión desenfrenada, pueden matar. Las arañas son uno de estos grupos. Para las arañas la cópula es un trabajo complicado. El macho no tiene ningún

aparato anatómico especial para introducir su esperma en la hembra. En cambio, hila un pequeño pañal de seda. En él deposita una gota de semen desde el poro genital, situado en la parte inferior de su abdomen, y lo succiona con sus palpos, órganos parecidos a antenas, situados a ambos lados de su cabeza. Entonces debe empujar uno de ellos en el interior del poro genital de la hembra y arrojar un chorro de esperma como si fuera un líquido expelido por una pipeta. Sin embargo, su problema principal no consiste en cómo transferir el esperma, sino en cómo acercarse lo suficiente para hacerlo sin perder la vida. Su compañera, después de todo, está armada con colmillos cargados de veneno asesino. ¿Cómo puede hacerle entender que él quiere ser una pareja y no una comida? Las arañas lobo cazan por la vista, y tienen cuatro pares de ojos que les permiten hacerlo. Debido a ello, una araña lobo macho usa señales visuales para manifestar su identidad y sus intenciones. Su compañera es mucho mayor que él y debe ser cauteloso. A medida que avanza hacia ella, se eleva sobre sus patas y hace señales con sus palpos, que están pintados en blanco y negro, moviéndolos hacia arriba, hacia abajo y a los lados como un febril semáforo, como si su vida dependiera de ello, y en efecto así es. Repite esas señales una y otra vez. Si la hembra no está dispuesta a aparearse, corre hacia él, igual como si corriera hacia una presa, y el macho, claro, se retira muy rápido. Pero es en extremo persistente. Si al final ella cede, da su asentimiento haciendo vibrar sus patas delanteras. Ahora él puede aventurarse hacia ella. Trepa sobre su cuerpo con la cabeza mirando la parte trasera de ella, seguirá por su abdomen hasta alcanzar el poro genital e inyectará una gota de esperma. Entonces se inclinará hacia el otro lado y realizará una segunda entrega. La pisaura, una de las arañas lobo europeas, no se embarca en estas negociaciones tan delicadas con las manos vacías. Primero el macho captura una mosca, que envuelve en seda. Cuando llega a una distancia notable de la hembra, se alza y se reclina hacia atrás de forma divertida, con sus patas delanteras sostenidas en vertical sobre la cabeza, agarrando su ofrenda con las mandíbulas. Si ella va a buscarla, debe primero alcanzarlo y recogerla. Tan pronto lo hace, el macho gira, se escurre debajo de su vientre y, mientras ella está ocupada desembalando su regalo, le hace entrega de su esperma. Otras arañas que cazan de manera distinta han de conducir su cortejo de forma diferente. Las grandes arañas peludas americanas, conocidas como tarántulas, no tienen una vista muy aguda. Un macho que se encuentra a una hembra empieza a tamborilear el cuerpo de ella con sus patas delanteras. Ella reacciona como siempre hace cuando está alarmada, levantando sus patas anteriores. Sin embargo, el macho continúa dando golpecitos con dulzura. En respuesta, ella alza su cuerpo con las patas traseras y abre sus formidables colmillos curvados. Una simple puñalada de ellos acabaría con él. Pero éste tiene un equipo especial de seguridad. Un par de ganchos en sus patas delanteras encajan con los colmillos y, sosteniéndolos, los deja fuera de acción. En esta posición acerca el cuerpo al de ella, tamborilea con los palpos un redoble final en su pecho y entonces se inclina hacia atrás y consigue su propósito. La araña cangrejo europea también es corta de vista. El problema del macho es grave, porque su compañera es muchísima mayor que él. Se le aproxima con un cuidado extremo, arrastrándose y moviéndose con lentitud. Cuando está cerca,

aparato anatómico especial para introducir su esperma en la hembra. En cambio,<br />

hila un pequeño pañal de seda. En él deposita una gota de semen desde el poro<br />

genital, situado en la parte inferior de su abdomen, y lo succiona con sus palpos,<br />

órganos parecidos a antenas, situados a ambos lados de su cabeza. Entonces debe<br />

empujar uno de ellos en el interior del poro genital de la hembra y arrojar un<br />

chorro de esperma como si fuera un líquido expelido por una pipeta.<br />

Sin embargo, su problema principal no consiste en cómo transferir el esperma,<br />

sino en cómo acercarse lo suficiente para hacerlo sin perder la vida. Su compañera,<br />

después de todo, está armada con colmillos cargados de veneno asesino. ¿Cómo<br />

puede hacerle entender que él quiere ser una pareja y no una comida?<br />

Las arañas lobo cazan por la vista, y tienen cuatro pares de ojos que les permiten<br />

hacerlo. Debido a ello, una araña lobo macho usa señales visuales para manifestar<br />

su identidad y sus intenciones. Su compañera es mucho mayor que él y debe ser<br />

cauteloso. A medida que avanza hacia ella, se eleva sobre sus patas y hace señales<br />

con sus palpos, que están pintados en blanco y negro, moviéndolos hacia arriba,<br />

hacia abajo y a los lados como un febril semáforo, como si su vida dependiera de<br />

ello, y en efecto así es. Repite esas señales una y otra vez. Si la hembra no está<br />

dispuesta a aparearse, corre hacia él, igual como si corriera hacia una presa, y el<br />

macho, claro, se retira muy rápido. Pero es en extremo persistente. Si al final ella<br />

cede, da su asentimiento haciendo vibrar sus patas delanteras. Ahora él puede<br />

aventurarse hacia ella. Trepa sobre su cuerpo con la cabeza mirando la parte<br />

trasera de ella, seguirá por su abdomen hasta alcanzar el poro genital e inyectará<br />

una gota de esperma. Entonces se inclinará hacia el otro lado y realizará una<br />

segunda entrega.<br />

La pisaura, una de las arañas lobo europeas, no se embarca en estas negociaciones<br />

tan delicadas con las manos vacías. Primero el macho captura una mosca, que<br />

envuelve en seda. Cuando llega a una distancia notable de la hembra, se alza y se<br />

reclina hacia atrás de forma divertida, con sus patas delanteras sostenidas en<br />

vertical sobre la cabeza, agarrando su ofrenda con las mandíbulas. Si ella va a<br />

buscarla, debe primero alcanzarlo y recogerla. Tan pronto lo hace, el macho gira, se<br />

escurre debajo de su vientre y, mientras ella está ocupada desembalando su regalo,<br />

le hace entrega de su esperma.<br />

Otras arañas que cazan de manera distinta han de conducir su cortejo de forma<br />

diferente. Las grandes arañas peludas americanas, conocidas como tarántulas, no<br />

tienen una vista muy aguda. Un macho que se encuentra a una hembra empieza a<br />

tamborilear el cuerpo de ella con sus patas delanteras. Ella reacciona como siempre<br />

hace cuando está alarmada, levantando sus patas anteriores. Sin embargo, el<br />

macho continúa dando golpecitos con dulzura. En respuesta, ella alza su cuerpo<br />

con las patas traseras y abre sus formidables colmillos curvados. Una simple<br />

puñalada de ellos acabaría con él. Pero éste tiene un equipo especial de seguridad.<br />

Un par de ganchos en sus patas delanteras encajan con los colmillos y,<br />

sosteniéndolos, los deja fuera de acción. En esta posición acerca el cuerpo al de ella,<br />

tamborilea con los palpos un redoble final en su pecho y entonces se inclina hacia<br />

atrás y consigue su propósito.<br />

La araña cangrejo europea también es corta de vista. El problema del macho es<br />

grave, porque su compañera es muchísima mayor que él. Se le aproxima con un<br />

cuidado extremo, arrastrándose y moviéndose con lentitud. Cuando está cerca,

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