1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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pilas de flores, frutos y setas de brillantes colores.<br />
La teoría de que estas glorietas sirven para el mismo propósito que las plumas<br />
nupciales se apoya por el hecho de que existe una estrecha correlación inversa<br />
entre los dos. Este último grupo de especies están todas muy emparentadas entre<br />
sí. Aquellas que construyen las glorietas más simples, los postes, tienen grandes<br />
crestas amarillas; el jardinero dorado con su doble torre tiene sólo una pequeña; y<br />
el jardinero que hace la construcción más elaborada no tiene ningún tipo de cresta.<br />
Los jardineros, las aves lira y los faisanes establecen todos ellos sus terrenos de<br />
exhibición a cierta distancia de los de sus rivales. Pero otros machos polígamos<br />
encontrarán oportuno situarlos todos juntos en un gran ruedo donde puedan<br />
exhibirse competitivamente al lado de los demás.<br />
Algunos parientes cercanos al ave del paraíso azul hacen esto en Nueva Guinea.<br />
El menor, que tiene plumas de color amarillo azufre, se reúne en un árbol en<br />
grupos de hasta diez, cada uno con su propio sector de rama donde llamar y<br />
contonearse con las plumas levantadas y temblando encima de su espalda.<br />
En primavera, en las praderas americanas, el gallo de las praderas se reúne en<br />
grupos de varias docenas, abriendo sus colas en círculos puntiagudos como rayos<br />
de sol e inflando los sacos aéreos de sus gargantas, que pueden contraer de manera<br />
que el aire de su interior es expelido con un chasquido que puede oírse a<br />
cuatrocientos metros de distancia.<br />
En las selvas sudamericanas, los gallitos de roca, de color naranja brillante con<br />
una cresta semicircular permanente, encasquetada como un sombrero encima de<br />
su pico y frente, se posan a poca altura en los árboles en asambleas de cuarenta o<br />
cincuenta. Algunas veces forman grupos graznando y riñendo entre ellos. Otras<br />
están más dispersas, cada uno posado sobre el pequeño trozo de terreno despejado<br />
que es su pista particular. Pero tan pronto como aparece la hembra, de color<br />
marrón, todos se dejan caer a sus sitios particulares, donde se acurrucan con las<br />
alas extendidas y las cabezas inclinadas hacia un lado, de manera que su cresta<br />
anaranjada quede horizontal.<br />
El ave ternero es una de las pocas especies que no poseen plumas brillantes que<br />
se entregan a estas demostraciones en ruedos. Aunque es un pariente cercano al<br />
vistoso gallito de roca, es de un sobrio color pardo, y tanto las hembras como los<br />
machos son similares en apariencia. Media docena de machos se congregan juntos<br />
en un árbol. Después de un rato de silencio solemne, uno inspirará y, poniéndose<br />
de puntillas, emitirá un lúgubre mu, parecido a la llamada de un ternero. Tan<br />
pronto finaliza, un contrincante hará lo mismo. Cada pájaro toma ejemplo del otro,<br />
de manera que las llamadas no se solapan entre sí. Y en vez de dar rienda suelta a<br />
apasionados y temblorosos pavoneos, el cenit de la exhibición del ave ternero<br />
consiste en dirigir una mirada imperturbable a su rival y muy, muy lentamente<br />
inclinarse adelante hasta que su cuerpo, cuello y cabeza extendidos estén<br />
horizontales. Permanece congelado en esta posición, a veces durante diez minutos,<br />
en ocasiones hasta tres cuartos de hora.<br />
Muchas de las aves que compiten en los ruedos comunales se exhiben tanto si<br />
hay una hembra cercana como si no. Parece como si compartieran el punto de vista<br />
de aquellos deportistas humanos que mantienen que lo importante no es ganar,<br />
sino participar. Ésta es la impresión dada en las asombrosas representaciones de<br />
los saltarines.