1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas
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ucales en la presa y empieza a alimentarse. Sin soltar su regalo, él echa su<br />
abdomen hacia delante e intenta copular con ella. Si este obsequio es pequeño, o si<br />
se trata de un insecto como un caballito del diablo que ella no encuentra de su<br />
gusto, curvará su abdomen lejos del alcance del macho y después de unos cinco<br />
minutos lo abandona a él y a su presa. Si, por el contrario, la mosca es grande y de<br />
su gusto, continuará alimentándose hasta veinticinco minutos mientras el macho,<br />
habiendo logrado copular, transfiere el esperma a su cuerpo.<br />
Pero no todo es tan sencillo en la vida sexual de la mosca colgante. Coger moscas<br />
es una empresa arriesgada. Muchos cazadores quedan atrapados en telas de araña.<br />
Pero algunos encuentran una manera más sencilla de obtener los regalos que<br />
necesitan para aparearse. Uno aterriza cerca de otro macho que está efectuando un<br />
vuelo con la esperanza de atraer una hembra. El recién llegado baja sus alas,<br />
imitando el gesto que usa la hembra para indicar su aceptación a la cópula. Algunas<br />
veces el cazador no se deja engañar y vuela lejos, llevándose su regalo, pero dos<br />
tercios de las veces ofrece su mosca al falso pretendiente e intenta aparearse. El<br />
simulador curva su abdomen lejos del esperanzado cazador, retrasando el<br />
descubrimiento de su auténtico sexo. Después de unos dos minutos, el cazador lo<br />
deja e intenta recuperar su mosca. Los dos luchan con ella en los picos. En la<br />
mayoría de los casos, es el suplantador quien gana y se aleja volando con su botín<br />
robado.<br />
Existen otras maneras para que las hembras pongan a prueba las habilidades de<br />
los machos pretendientes como proveedores de comida. Las águilas, para ser<br />
cazadoras efectivas, deben ser poderosas y diestras voladoras. Un águila pescadora<br />
africana que corteja a una hembra en vuelo demuestra sus habilidades aeronáuticas<br />
de una forma deslumbrante. Vuela junto a ella hasta alturas considerables y<br />
entonces sube aún más alto, de forma que queda un poco por encima y por detrás.<br />
Entonces se lanza en picado hacia ella. Al aproximarse a gran velocidad, la hembra<br />
realiza media voltereta de manera que queda volando al revés, y justo cuando él<br />
llega a su lado, los dos se cogen por las garras. Con las patas entrelazadas caen<br />
hacia abajo en barrena, más y más, hasta que, a cierta distancia del suelo, se<br />
desenganchan y se alejan volando juntos.<br />
En algunas especies, las exhibiciones de cortejo que en su tiempo podían haber<br />
tenido un sentido práctico, de prueba de las virtudes de un ave como pareja,<br />
parecen haberse ritualizado como actos puramente simbólicos. Los somorgujos<br />
lavancos, que empiezan sus complejas danzas con exhibiciones sacudiendo la<br />
cabeza, irguiendo las crestas y penachos característicos de la especie, las terminan<br />
presentando el uno al otro, no los peces de que se alimentan, sino fragmentos de<br />
hierbas. Los besuqueos y caricias con que las palomas se desafían amorosamente<br />
con los picos pueden ser interpretados como una presentación de alimento<br />
ritualizada. Pero algunas veces las características que impresionan a las parejas<br />
parecen no tener nada que ver con la capacidad para proveer una casa, coger<br />
alimento, alejar a los enemigos o cualquier otra habilidad deseable en un buen<br />
padre y cónyuge.<br />
La habilidad para emitir un canto bonito y complejo no es de gran ayuda en estas<br />
cuestiones. Sin embargo, éste es el requisito por el cual muchas aves hembras<br />
escogen entre sus seguidores. Los cantos de los machos, cuando están<br />
estableciendo sus territorios de cría, sin duda pueden servir como amenazas