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1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas

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madre los puede retener en su interior hasta que son tan grandes que su mero<br />

tamaño los convierte en una carga y la mecánica de sacarlos del cuerpo empieza a<br />

convertirse en un verdadero problema. Las crías de mamífero, cuando finalmente<br />

emergen al mundo exterior, todavía necesitan la leche de la madre para completar<br />

la construcción de su complejo organismo y pueden seguir mamando durante años.<br />

Aun cuando los mamíferos derrochan tanto cuidado y atención en sus<br />

jóvenes, siguen teniendo las mismas dos opciones que los insectos, peces, cangrejos<br />

y reptiles: o bien concentrar sus esfuerzos en producir tantos descendientes como<br />

sea posible y dejar que se las arreglen por su cuenta, o limitar el número a unos<br />

pocos pero cuidarlos solícitamente.<br />

Uno de los marsupiales americanos, la zarigüeya de Virginia, practica la<br />

primera estrategia. Tiene hasta veintidós crías en una sola camada. En cuanto<br />

nacen afrontan el primer peligro: la carrera a través del pelo de la madre hacia la<br />

bolsa. Sólo tiene trece pezones; las trece primeras crías que los alcanzan han<br />

ganado la primera de sus competiciones. Todas las demás morirán. La mayor<br />

camada producida por un mamífero placentario es aún más numerosa que la de la<br />

zarigüeya. El tenrec de Madagascar, un pariente de las musarañas del tamaño de<br />

un conejo, tiene treinta y dos crías. Pero si medimos la fertilidad por el número de<br />

crías que se pueden producir en una estación, entonces el récord lo ostenta un<br />

topillo de los prados de América del Norte (Microtus). Se trata de un roedor que no<br />

sólo puede parir nueve crías cada vez, sino que puede tener hasta diecisiete<br />

camadas en una estación reproductora y por lo tanto es capaz de producir ciento<br />

cincuenta crías en un año.<br />

Este topillo construye su nido en la seguridad de una madriguera subterránea,<br />

por lo que puede traer su progenie al mundo cuando aún no está completamente<br />

desarrollada y al cabo de pocas horas empezar a ocuparse de producir una nueva<br />

camada. Los ojos de sus hijos aún no están abiertos, sus oídos no oyen; están<br />

desnudos de pelo y son incapaces de mantener su temperatura corporal. Pero su<br />

madre no ha de cargar con su peso y puede salir de la madriguera en busca de<br />

comida y así producir la leche que necesitan. Muchos otros mamíferos que viven en<br />

madrigueras, como las ratas y los conejos paren a sus crías en una etapa parecida<br />

del desarrollo. También lo hacen los animales fuertes y agresivos que pueden<br />

defender a sus crías aunque no las guarden bajo tierra.<br />

Así millones de animales comienzan a vivir de múltiples maneras distintas:<br />

saltando de una bolsa, saliendo de un útero, surgiendo de una cápsula, rompiendo<br />

a golpes una cáscara de huevo o cayendo al mar. Esparcidos en masa como<br />

semillas, algunos tendrán oportunidades de supervivencia incalculablemente<br />

mayores que otros, pero, para todos, los próximos meses serán los más peligrosos<br />

de su vida.

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