1. Llegando - Fieras, alimañas y sabandijas

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transporte fuera indudablemente fatal. Tanto los bandicuts como los wombats son animales excavadores que construyen largos túneles en busca de alimento. Unas crías no protegidas que colgaran de las mamas pronto quedarían barridas. En este caso las hembras tienen las mamas en una profunda bolsa en lugar de estar protegidas por unos pliegues de piel. Además, la abertura de la bolsa –que recibe el nombre de marsupio– se dirige hacia atrás, de forma que cuando la hembra cava con las patas delanteras, la tierra pasa sin peligro junto a las crías mientras están mamando dentro. El yapok es un marsupial sudamericano nadador. Esta forma de vida puede parecer muy peligrosa para la vida de sus crías; pero en torno a la abertura del marsupio tiene un músculo que se contrae y cierra tan estrechamente que cuando se mete en el agua sus crías no corren peligro de ahogarse. Los marsupiales vivientes mayores y más famosos, los canguros y walabies, como se sabe, son saltadores. Un canguro joven tendría pocas probabilidades de mantenerse montado en su madre mientras saltara si sólo pudiera agarrarse a un pezón. Pero la bolsa del canguro es muy profunda y se abre justo bajo el pecho. Un pequeño que esté dentro no corre peligro de salir lanzado por muy potentes que sean los saltos de su madre. Pero esta disposición implica que el embrión cuando sale de la abertura genital tiene que realizar una ardua travesía; desde el orificio genital hasta el borde del marsupio puede haber casi veinte centímetros. La madre no hace nada para ayudarlo; las patas anteriores tienen pequeñas uñas que le ayudan a agarrarse al pelo de su madre y avanza con decisión hacia adelante con un movimiento parecido a la natación en estilo crol, girando la cabeza de un lado para otro alternativamente. Puesto que ni los ojos ni los oídos están suficientemente desarrollados para ser funcionales en este estadio, probablemente se orienta hacia la bolsa por el olfato. En cuanto encuentra un pezón, éste se hincha en su boca, de forma que la cría no podría soltarse ni aunque quisiera. Después de un mes más o menos, su cabeza se ha desarrollado lo suficiente como para permitirle abrir las mandíbulas, entonces puede desengancharse y moverse por la bolsa, pero dependerá de la leche materna hasta que tenga dieciocho meses. A medida que crece, la composición de la leche cambia para adaptarse a las nuevas necesidades de su organismo. Tras unos nueve meses, la cría empieza a asomarse fuera de la bolsa y a saltar junto a su madre, pero vuelve al interior ante cualquier peligro o si quiere mamar. Un mes más tarde el joven ha abandonado la bolsa definitivamente, pero todavía mama metiendo la cabeza en la bolsa y succionando una mama. Esto es lo más notable, porque para entonces su madre puede haber tenido otra cría que habrá trepado hasta el marsupio y estará agarrada a un pezón mamando leche de muy diferente composición. Los mamíferos del hemisferio norte hacen las cosas de manera muy distinta. La leche sigue siendo un alimento vital para sus crías, pero éstas no salen del seno materno para tomarla hasta que están mucho más desarrolladas. El huevo de los mamíferos no contiene vitelo en absoluto, pero aún así las hembras pueden alimentar a sus vástagos muy efectivamente dentro del útero. Utilizan un sistema similar al de algunos reptiles vivíparos pero muchísimo más eficaz. El embrión crea una especie de almohadilla, la placenta, que se adhiere a la pared del útero. Ésta absorbe nutrientes de la sangre de la madre y los dirige a través de un tubo, el cordón umbilical, a la cría. Con una manera tan eficaz de abastecer a su prole, la

madre los puede retener en su interior hasta que son tan grandes que su mero tamaño los convierte en una carga y la mecánica de sacarlos del cuerpo empieza a convertirse en un verdadero problema. Las crías de mamífero, cuando finalmente emergen al mundo exterior, todavía necesitan la leche de la madre para completar la construcción de su complejo organismo y pueden seguir mamando durante años. Aun cuando los mamíferos derrochan tanto cuidado y atención en sus jóvenes, siguen teniendo las mismas dos opciones que los insectos, peces, cangrejos y reptiles: o bien concentrar sus esfuerzos en producir tantos descendientes como sea posible y dejar que se las arreglen por su cuenta, o limitar el número a unos pocos pero cuidarlos solícitamente. Uno de los marsupiales americanos, la zarigüeya de Virginia, practica la primera estrategia. Tiene hasta veintidós crías en una sola camada. En cuanto nacen afrontan el primer peligro: la carrera a través del pelo de la madre hacia la bolsa. Sólo tiene trece pezones; las trece primeras crías que los alcanzan han ganado la primera de sus competiciones. Todas las demás morirán. La mayor camada producida por un mamífero placentario es aún más numerosa que la de la zarigüeya. El tenrec de Madagascar, un pariente de las musarañas del tamaño de un conejo, tiene treinta y dos crías. Pero si medimos la fertilidad por el número de crías que se pueden producir en una estación, entonces el récord lo ostenta un topillo de los prados de América del Norte (Microtus). Se trata de un roedor que no sólo puede parir nueve crías cada vez, sino que puede tener hasta diecisiete camadas en una estación reproductora y por lo tanto es capaz de producir ciento cincuenta crías en un año. Este topillo construye su nido en la seguridad de una madriguera subterránea, por lo que puede traer su progenie al mundo cuando aún no está completamente desarrollada y al cabo de pocas horas empezar a ocuparse de producir una nueva camada. Los ojos de sus hijos aún no están abiertos, sus oídos no oyen; están desnudos de pelo y son incapaces de mantener su temperatura corporal. Pero su madre no ha de cargar con su peso y puede salir de la madriguera en busca de comida y así producir la leche que necesitan. Muchos otros mamíferos que viven en madrigueras, como las ratas y los conejos paren a sus crías en una etapa parecida del desarrollo. También lo hacen los animales fuertes y agresivos que pueden defender a sus crías aunque no las guarden bajo tierra. Así millones de animales comienzan a vivir de múltiples maneras distintas: saltando de una bolsa, saliendo de un útero, surgiendo de una cápsula, rompiendo a golpes una cáscara de huevo o cayendo al mar. Esparcidos en masa como semillas, algunos tendrán oportunidades de supervivencia incalculablemente mayores que otros, pero, para todos, los próximos meses serán los más peligrosos de su vida.

transporte fuera indudablemente fatal. Tanto los bandicuts como los wombats son<br />

animales excavadores que construyen largos túneles en busca de alimento. Unas<br />

crías no protegidas que colgaran de las mamas pronto quedarían barridas. En este<br />

caso las hembras tienen las mamas en una profunda bolsa en lugar de estar<br />

protegidas por unos pliegues de piel. Además, la abertura de la bolsa –que recibe el<br />

nombre de marsupio– se dirige hacia atrás, de forma que cuando la hembra cava<br />

con las patas delanteras, la tierra pasa sin peligro junto a las crías mientras están<br />

mamando dentro. El yapok es un marsupial sudamericano nadador. Esta forma de<br />

vida puede parecer muy peligrosa para la vida de sus crías; pero en torno a la<br />

abertura del marsupio tiene un músculo que se contrae y cierra tan estrechamente<br />

que cuando se mete en el agua sus crías no corren peligro de ahogarse.<br />

Los marsupiales vivientes mayores y más famosos, los canguros y walabies,<br />

como se sabe, son saltadores. Un canguro joven tendría pocas probabilidades de<br />

mantenerse montado en su madre mientras saltara si sólo pudiera agarrarse a un<br />

pezón. Pero la bolsa del canguro es muy profunda y se abre justo bajo el pecho. Un<br />

pequeño que esté dentro no corre peligro de salir lanzado por muy potentes que<br />

sean los saltos de su madre. Pero esta disposición implica que el embrión cuando<br />

sale de la abertura genital tiene que realizar una ardua travesía; desde el orificio<br />

genital hasta el borde del marsupio puede haber casi veinte centímetros. La madre<br />

no hace nada para ayudarlo; las patas anteriores tienen pequeñas uñas que le<br />

ayudan a agarrarse al pelo de su madre y avanza con decisión hacia adelante con un<br />

movimiento parecido a la natación en estilo crol, girando la cabeza de un lado para<br />

otro alternativamente. Puesto que ni los ojos ni los oídos están suficientemente<br />

desarrollados para ser funcionales en este estadio, probablemente se orienta hacia<br />

la bolsa por el olfato.<br />

En cuanto encuentra un pezón, éste se hincha en su boca, de forma que la cría<br />

no podría soltarse ni aunque quisiera. Después de un mes más o menos, su cabeza<br />

se ha desarrollado lo suficiente como para permitirle abrir las mandíbulas,<br />

entonces puede desengancharse y moverse por la bolsa, pero dependerá de la leche<br />

materna hasta que tenga dieciocho meses. A medida que crece, la composición de<br />

la leche cambia para adaptarse a las nuevas necesidades de su organismo. Tras<br />

unos nueve meses, la cría empieza a asomarse fuera de la bolsa y a saltar junto a su<br />

madre, pero vuelve al interior ante cualquier peligro o si quiere mamar. Un mes<br />

más tarde el joven ha abandonado la bolsa definitivamente, pero todavía mama<br />

metiendo la cabeza en la bolsa y succionando una mama. Esto es lo más notable,<br />

porque para entonces su madre puede haber tenido otra cría que habrá trepado<br />

hasta el marsupio y estará agarrada a un pezón mamando leche de muy diferente<br />

composición.<br />

Los mamíferos del hemisferio norte hacen las cosas de manera muy distinta.<br />

La leche sigue siendo un alimento vital para sus crías, pero éstas no salen del seno<br />

materno para tomarla hasta que están mucho más desarrolladas. El huevo de los<br />

mamíferos no contiene vitelo en absoluto, pero aún así las hembras pueden<br />

alimentar a sus vástagos muy efectivamente dentro del útero. Utilizan un sistema<br />

similar al de algunos reptiles vivíparos pero muchísimo más eficaz. El embrión crea<br />

una especie de almohadilla, la placenta, que se adhiere a la pared del útero. Ésta<br />

absorbe nutrientes de la sangre de la madre y los dirige a través de un tubo, el<br />

cordón umbilical, a la cría. Con una manera tan eficaz de abastecer a su prole, la

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