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De ALTAMIRA al - Fiestabrava

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TOMO I<br />

cab<strong>al</strong>leros cristianos y después por los de a<br />

pie, aumentando su pasión por estos espectáculos,<br />

que cada día fueron más arriesgados<br />

y frecuentes, llegando a su apogeo en el<br />

reinado de su hijo, Enrique IV.<br />

Los vencedores moros, tomaron el<br />

divertimiento de las costumbres de los<br />

vencidos. La época fija de cuándo se tomó la<br />

Fiesta Brava como diversión, es decir, su<br />

carácter de espectáculo público, no puede<br />

determinarse con exactitud, como ocurre en<br />

todos los procesos, aunque sean cultur<strong>al</strong>es,<br />

sometidos a una evolución; pero en las<br />

ordenanzas del Fuero de Zamora se colige<br />

que en los últimos años del siglo XIII (1290-<br />

1300) existían ya plazas <strong>al</strong> efecto y también<br />

consta de las leyes de partida en el título 15<br />

de la 1ª parte, etcétera, en la crónica de D.<br />

Pedro Niño, parte 1ª capítulo 7, se hace<br />

mención de fiestas de toros en Sevilla en la<br />

entrada de Enrique IV en plaza circular. En la<br />

ordenada a construir por el Rey su padre,<br />

Enrique III, nada se dice de si era circular.<br />

Este es uno de los errores históricos que<br />

apreciamos en el trabajo del Sr. Castellanos,<br />

según nota de López Izquierdo.<br />

En República del mundo –Libro<br />

Décimo- de la República gentílica», de Fray<br />

Jerónimo Román de la Higuera, jesuita nacido<br />

en Toledo (1538-1611), nos describe el<br />

principio de correr toros por fiestas y señ<strong>al</strong>a<br />

que se introdujo en Roma en tiempo de<br />

Tarquino, dando una explicación no demasiado<br />

convincente de su origen, o t<strong>al</strong> vez se<br />

trata de una deficiente interpretación de sus<br />

escritos o de la lectura. El texto origin<strong>al</strong> sobre<br />

ese origen lo reproduce Félix de Lucio<br />

Espinosa, que el lector podrá h<strong>al</strong>lar en el lugar<br />

correspondiente en la relación <strong>al</strong>fabética de<br />

autores, de Francisco López Izquierdo.<br />

Que fuera dañino comer carne de<br />

vaca a las mujeres romanas encinta es una<br />

aparente auténtica superstición, pero habría<br />

que estudiar con profundidad sus razones. Y<br />

si se m<strong>al</strong>ea la fiesta de los toros por tener<br />

unos principios gentílicos es <strong>al</strong>go que se<br />

antoja propio de un padre embaucador, como<br />

El PUERTO de SANTA MARÍA<br />

Evolución Fiesta Brava<br />

lo c<strong>al</strong>ifica Antonio R. Rodríguez Moñino. Y<br />

nunca mejor dicho, por ser el autor de los<br />

f<strong>al</strong>sos Cronicones (1611). Sí era cierto el<br />

desconsuelo de los españoles por no correrse<br />

toros por aquellos días, debido a prohibiciones<br />

pap<strong>al</strong>es. Los hispanos, en esto de los toros,<br />

sí heredamos de Roma el gusto por el circo,<br />

espectáculo, de su emoción y devoción. Lo<br />

único que ocurrió es que se cambiaron fieras<br />

por toros bravos. Los Gobiernos de España<br />

de entonces, tras la retirada de los romanos,<br />

no contaban con recursos para importar<br />

fieras de África. Hasta qué punto el origen de<br />

correr toros venga de aquel pueblo <strong>al</strong>umbrador<br />

de pueblos y culturas, necesitaría de<br />

profundas investigaciones.<br />

El Sultán Mahomed V, a mediados del<br />

siglo XIV, para solemnizar el nacimiento y<br />

circuncisión de uno de sus hijos, envió a sus<br />

servidores que trajeran toros muy bravos,<br />

para que en la Tabla fueran acometidos por<br />

perros feroces -de la tierra de Allen- que les<br />

mordieran en las orejas y belfos, y ya<br />

quebrantados los toros, los nobles pudieran<br />

acosarlos y lidiarlos. Una cosa está clara,<br />

nuestro insigne poeta, polígrafo y político<br />

español Francisco de Quevedo (1580-1645),<br />

en su Epístola censoria <strong>al</strong> conde-duque de<br />

Olivares, refiriéndose <strong>al</strong> uso de la capa le<br />

dice: «Jineta y cañas son contagio moro,<br />

restitúyanse justas y torneos, y hagan paces<br />

las capas con el toro.» Quería decir que los<br />

nobles deberían aceptar el arte de torear con<br />

la capa de los plebeyos, recordando también<br />

que el arte de la cab<strong>al</strong>lería tenía también<br />

origen árabe.<br />

Iniciada la reconquista había corridas<br />

de toros no solamente en las poblaciones aún<br />

en el dominio de los mauritanos, sino en las<br />

que estaban en el de los reconquistadores. Y<br />

antes de marchar en este camino, voy a<br />

deshacer un error; muy común en todos los<br />

escritores taurómacos históricos. El precioso<br />

romance titulado: Fiesta de toros en Madrid,<br />

escrito en hermosas quintillas, modelo de<br />

literatura, por don Leandro Fernández de<br />

Mor<strong>al</strong>es, sirve para describir una hazaña<br />

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