De ALTAMIRA al - Fiestabrava

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Evolución Fiesta Brava Como colofón parcial hasta lo ahora reseñado se desprende que España se ha diferenciado de los restantes países europeos en la firme persistencia y regusto por el culto a la fiesta de toros. Una muy específica relación con él: «Esa vieja relación varias veces milenaria del hombre español con el toro bravo», de que habla don José Ortega y Gasset. Julio Caro Baroja, Álvarez de Miranda y Blanco Freijeiro coinciden en ver elementos religiosos en esa relación hombre-animal. Don Francisco Jordá Cerdá, en revisión crítica, reconoce que no existen pruebas concluyentes de que existiera un dios-toro en el mundo ibérico, aunque sí hay ideas y prácticas religiosas en que el toro es agente de fecundidad, personificación de corrientes fluviales y enlaces con divinidades celestres o astrales ¿Qué quieres más?, don Francisco. De ahí que resulte un connotado contraste entre la actitud del jesuita Juan de Mariana, que en la Historia General de España, publicada en 1820, no haga mención alguna, a todo lo largo del siglo XVI, de la fiesta de toros y menos de éstos, con la de Fray Francisco de Alcocer, que en la ciudad de Salamanca, publicó en 1559 el Tratado del juego, del que hemos tomado parte de su Capítulo LIII, que trata De los toros. Se trata de una obra interesantísima ya que podemos considerarla clave, pues es un eslabón en el eje central de la evolución del toro y del toreo; de cómo se corrían hacia mediados del siglo XVI, centuria a la mitad del II milenio que estudiamos. El citado Capítulo no tiene desperdicio. Deja claramente al descubierto que el correr toros es uno los regocijos preferidos ya desde entonces por los españoles. Ya en aquellos tiempos estaba en el aire la pregunta de si las corridas de toros eran lícitas o no. 48 TOMO I Alcocer nos dice que «… lo Reyes y Príncipes que tenemos y habemos tenido todos son y han sido Cristianísimos y celosos de desterrar de sus Reinos vicios y ofensas a nuestro Señor. Y pues que permiten esta manera de regocijo, de creer es que lo hacen con acuerdo y parecer de personas de letra y conciencia, y así que el tal uso se puede tolerar y tener por lícito. Por la otra parte y que no sea lícito, hace que vemos que apenas se corren Toros en que no haya muerte de hombres y otros heridos y lisiados. Y cuando los Toros no han hecho semejante carnicería, decimos que no valieron cosa alguna: y cuando mataron o hirieron muchas personas, decimos que fueron muy buenos los toros.» Al Nuevo Mundo llegaron, entre mediados del siglo XVI y todo el XVII, más de 100.000 españoles y, sin duda, la mayoría de ellos llevaban esa visión de la mala o buena calidad de los toros según las víctimas humanas que ocasionaran. Lo que resultará curioso al lector es saber lo que ocurre en cada una de las fiestas que se dan en casi todas las rancherías mexicanas y para la que nos puede servir el mismo ejemplo: Las citadas fiestas carecen de interés si durante la celebración, en la que corre el tequila, el Don Pedro, de Domecq, y otras bebidas, muchas de ellas pirriaques anodinos, como si fueran ríos, no muere uno de los festeros y si son dos la fiesta fue extraordinaria. Este autor estuvo en una de ellas y algunos decidieron –un español valía por dosque sería una de las víctimas, pero gracias a Dios, fue informado el cacique del rancho a tiempo, mi buen amigo D. Alfredo Montoya, hijo (8), por uno de sus confidentes y apresaron al asesino en cierne. Jamás volví a asistir a otra fiesta en una ranchería... Sin embargo, en tal estado general de embriaguez, se observan esas nuertes como algo muy natural. Llegué a comprenderlo... (8) Ganadero de bovinos, caprinos y ovinos con más de 40.000 hectáreas, en la ranchería de Bañón, Municipio de Villa de Cos, del Estado de Zacatecas, a 10 kilómetros de «El Colradito», el rancho de los Hermanos Huerta y Flores, ya dividido entre ellos. El PUERTO de SANTA MARÍA

TOMO I Fray Francisco hace mención también de que, entre los doctores que de esta materia tratan, también hay variedad de opiniones. Unos, y no de pequeña autoridad, salvan y aprueban el tal ejercicio y regocijo, así de parte de los que en él andan con que tengan aviso y diligencia en tener tan cercana la guarida –el burladero, que fueron colocados por primera vez , por orden de Felipe II- y adonde ampararse cuando sean perseguidos por el toro y se vean en peligro, «como parte de los que dan autoridad y consienten correr los toros: como provean que en el lugar donde se corran los toros no haya niños –en la Plaza Real de El Puerto de Santa María hay niños hasta en el apartado de los toros-, ni viejos – los callejones de nuestras plazas parecen asilos de ancianos-, ni mujeres (9), ni cojos, ni enfermos, ni otras personas que si por allí estuviesen probablemente peligraría.» Y aún añaden los dichos doctores «… que se pueden hacer estatutos –es la primera vez en la historia del toreo que se habla de reglamentos- y confirmarse con juramento que tan día haya y se corran toros.» Por lo que, conforme con esta opinión, se dieron muchos casos en los que algunas personas en sus testamentos mandaban que dieran toros para «correr y regocijar la fiesta…» Nada debe extrañarnos que ya desde entonces, «en las universidades famosas – como las de Alcalá de Henares y Salamancay donde hay varones eminentes en letras y de grandes conciencia, cuando recibían algunos las insignias y grados de Doctores, se corrieran toros para celebrar la efeméride: «lo cual no es verosímil que consintieran si el tal ejercicio fuese malo y no se pudiese usar dél sin ofensa a nuestro Señor. Otros doctores dicen que correr toros es caer en El PUERTO de SANTA MARÍA Evolución Fiesta Brava pecado mortal: y que todos los que dan dineros y consejos para que se corran, pecan mortalmente, los señores, y Regidores de las ciudades, villas y lugares que tal mandan, consienten, favorecen y ayudan. Porque todos estos consienten en el peligro de muerte probable que hay en el correr de los toros.» Para Alcocer, «… la resolución verdadera de esta dificultad depende de ver si el tal ejercicio es de suyo peligroso y de que se siguen muerte.» Los doctores que están de acuerdo con el correr toros dicen «…que de suyo no es peligroso sino descuido de los que se ponen en peligro.» Lo que están en desacuerdo, dicen «…que es peligroso por las muertes que suceden cada día en los toros.» Se calculaba aquellos años que en las Plazas Mayores de las ciudades y en los circos repartidos por todos el reino de España morían entre 100 y 200 personas. Por eso desde entonces se atacaba la fiesta brava basándose en que «…ejercicio y regocijo de donde sucede tal carnicería y muerte de tantos hombres, de gentiles es más que de cristianos: inhumano es por cierto y diabólico y que se debe desterrar de las Repúblicas Cristianas…, para ocuparnos en cosas santas y buenas y que son más conformes a lo que Dios quiere de nosotros, y a la obligación que tenemos de servirle y amar a su divina Majestad…» Sea como fuere, el protector de la fiesta se permite hacer las siguientes conclusiones: 1ª. Los que están a favor: «El ejercicio y regocijo de los toros es lícito y se puede hacer sin pecado si se tiene cuenta con que no muera ni peligre alguno: como sería si les cortasen las puntas de los cuernos –desde entonces se anuncia el afeitado-, o los llevan (9) Recordamos al toro de pelo colorado, ojinegro y bizco del izquierdo, llamado Ojinegro, era perteneciente a la ganadería de don Félix Gómez, lidiado en Madrid el domingo (30- 03-1875). Saltó la barrera por la puerta de caballos, y encontrando abierta la que conduce a caballerizas, entró en el patio, donde bebió agua en el pilón que allí había. Volvió de nuevo a la plaza, ocasionando en el patio de caballos numerosos sustos, entre ellos a una señora aguadora, que murió de sus consecuencias a los pocos días. 49

TOMO I<br />

Fray Francisco hace mención<br />

también de que, entre los doctores que de<br />

esta materia tratan, también hay variedad de<br />

opiniones. Unos, y no de pequeña autoridad,<br />

s<strong>al</strong>van y aprueban el t<strong>al</strong> ejercicio y regocijo,<br />

así de parte de los que en él andan con que<br />

tengan aviso y diligencia en tener tan cercana<br />

la guarida –el burladero, que fueron colocados<br />

por primera vez , por orden de Felipe II- y<br />

adonde ampararse cuando sean perseguidos<br />

por el toro y se vean en peligro, «como parte<br />

de los que dan autoridad y consienten correr<br />

los toros: como provean que en el lugar donde<br />

se corran los toros no haya niños –en la Plaza<br />

Re<strong>al</strong> de El Puerto de Santa María hay niños<br />

hasta en el apartado de los toros-, ni viejos –<br />

los c<strong>al</strong>lejones de nuestras plazas parecen<br />

asilos de ancianos-, ni mujeres (9), ni cojos,<br />

ni enfermos, ni otras personas que si por <strong>al</strong>lí<br />

estuviesen probablemente peligraría.»<br />

Y aún añaden los dichos doctores «…<br />

que se pueden hacer estatutos –es la primera<br />

vez en la historia del toreo que se habla de<br />

reglamentos- y confirmarse con juramento<br />

que tan día haya y se corran toros.» Por lo<br />

que, conforme con esta opinión, se dieron<br />

muchos casos en los que <strong>al</strong>gunas personas<br />

en sus testamentos mandaban que dieran<br />

toros para «correr y regocijar la fiesta…»<br />

Nada debe extrañarnos que ya desde<br />

entonces, «en las universidades famosas –<br />

como las de Alc<strong>al</strong>á de Henares y S<strong>al</strong>amancay<br />

donde hay varones eminentes en letras y<br />

de grandes conciencia, cuando recibían<br />

<strong>al</strong>gunos las insignias y grados de Doctores,<br />

se corrieran toros para celebrar la efeméride:<br />

«lo cu<strong>al</strong> no es verosímil que consintieran si el<br />

t<strong>al</strong> ejercicio fuese m<strong>al</strong>o y no se pudiese usar<br />

dél sin ofensa a nuestro Señor. Otros<br />

doctores dicen que correr toros es caer en<br />

El PUERTO de SANTA MARÍA<br />

Evolución Fiesta Brava<br />

pecado mort<strong>al</strong>: y que todos los que dan<br />

dineros y consejos para que se corran, pecan<br />

mort<strong>al</strong>mente, los señores, y Regidores de las<br />

ciudades, villas y lugares que t<strong>al</strong> mandan,<br />

consienten, favorecen y ayudan. Porque todos<br />

estos consienten en el peligro de muerte<br />

probable que hay en el correr de los toros.»<br />

Para Alcocer, «… la resolución<br />

verdadera de esta dificultad depende de ver<br />

si el t<strong>al</strong> ejercicio es de suyo peligroso y de<br />

que se siguen muerte.» Los doctores que<br />

están de acuerdo con el correr toros dicen<br />

«…que de suyo no es peligroso sino descuido<br />

de los que se ponen en peligro.» Lo que están<br />

en desacuerdo, dicen «…que es peligroso por<br />

las muertes que suceden cada día en los<br />

toros.» Se c<strong>al</strong>culaba aquellos años que en<br />

las Plazas Mayores de las ciudades y en los<br />

circos repartidos por todos el reino de España<br />

morían entre 100 y 200 personas. Por eso<br />

desde entonces se atacaba la fiesta brava<br />

basándose en que «…ejercicio y regocijo de<br />

donde sucede t<strong>al</strong> carnicería y muerte de<br />

tantos hombres, de gentiles es más que de<br />

cristianos: inhumano es por cierto y diabólico<br />

y que se debe desterrar de las Repúblicas<br />

Cristianas…, para ocuparnos en cosas santas<br />

y buenas y que son más conformes a lo<br />

que Dios quiere de nosotros, y a la obligación<br />

que tenemos de servirle y amar a su divina<br />

Majestad…»<br />

Sea como fuere, el protector de la<br />

fiesta se permite hacer las siguientes<br />

conclusiones:<br />

1ª. Los que están a favor: «El ejercicio<br />

y regocijo de los toros es lícito y se puede<br />

hacer sin pecado si se tiene cuenta con que<br />

no muera ni peligre <strong>al</strong>guno: como sería si les<br />

cortasen las puntas de los cuernos –desde<br />

entonces se anuncia el afeitado-, o los llevan<br />

(9) Recordamos <strong>al</strong> toro de pelo colorado, ojinegro y bizco del izquierdo, llamado Ojinegro,<br />

era perteneciente a la ganadería de don Félix Gómez, lidiado en Madrid el domingo (30-<br />

03-1875). S<strong>al</strong>tó la barrera por la puerta de cab<strong>al</strong>los, y encontrando abierta la que conduce<br />

a cab<strong>al</strong>lerizas, entró en el patio, donde bebió agua en el pilón que <strong>al</strong>lí había. Volvió de<br />

nuevo a la plaza, ocasionando en el patio de cab<strong>al</strong>los numerosos sustos, entre ellos a una<br />

señora aguadora, que murió de sus consecuencias a los pocos días.<br />

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