De ALTAMIRA al - Fiestabrava

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Evolución Fiesta Brava En el año 1750 comienza en Sevilla la aparición de estoqueadores en cuentas de su Real Maestranza de Caballería. Sin embargo, mucho antes era ya conocida en Andalucía la profesión que designaba a diestros de la tierra practicando todas las suertes que varios siglos antes de practicaban en el Norte, concretamente, en Navarra. Los dos cuyos nombres figuraban más actuando en la Maestranza fueron Melchor Calderón y José Cándido. Pero como decimos, Navarra venía dando la pauta de la manera de estos espectáculos, y tal supremacía le era reconocida en la organización de corridas en el resto de España, y especialmente en la Corte. En las cuentas del Ayuntamiento de Madrid figuran paridas de gratificaciones a toreros navarros. Cuando en Bayona deciden obsequiar al futuro rey Felipe V en su viaje para tomas posesión de la corona de España se encargaron toros de casta navarra, y navarro debieron ser los demás elementos que participaron en la fiesta. Ello ocurrió en la misma frontera del siglo XVIII, concretamente el (04-01-1701). La base de ese toreo navarro, precursor de la posterior fiesta brava como hoy la conocemos, podemos decir que era de características gimnásticas, acrobáticas, y la ligereza, fuerza y agilidad del diestro, sus principales facultades, acordes con el carácter de los toros de casta Navarra. Aquellos elásticos montañeses buscaban en sus facultades físicas las llaves para sortear con sus movimientos de burlas frente a la cara del toro, una nueva y ancestral forma de producir el regocijo en los espectadores, el ritmo, la lentitud, cuando fuese necesario y todas las grandes cualidades artísticas que han de caracterizar con los años el toreo a pie bajo la influencia andaluza que eran ignoradas, y habían de ser, y dentro de ciertos límites aún lo son, desconocidas. Las suertes que han pervivido de este toreo son suertes movidas en las que la actitud física ha de ser el principal, si no único, apoyo. Por ello tiene un interés máximo el momento en que la dos 44 TOMO I concepciones del toreo se ponen en contacto y se influyen mutuamente. Goya, en sus láminas de La Tauromaquia, es el continuador de la obra Pictórica de la cueva de Altamira, convirtiéndose en el introductor visual de las diversas suertes del toreo que se practicaba en aquellos años «oscuros» que medían entre la muerte de Pepe-Hillo, que él presenció el (11-05-1801), y el surgir de nuevas grandes figuras del toreo están contados por Eugenio de Lucas, quizá más aficionado el propio Goya. La dimensión artísitica en la pintura goyesca, los lances que gustarían hoy, se ven en un capeo a la aragonesa, un adorno con la capa y el sombrero de «Illo», la estocada de Pedro Romero, el salto de la garrocha de Juanito Apiñan y en poco más. El resto son disparatadas y truculentas escenas de bárbara majeza, contempladas con ambivalente admiración no exenta de mordacidad, según Claramunt. El citado Eugenio de Lucas Velásquez pinta el desorden de las capeas de pueblo y de las corridas «serias» con picadores en plazas improvisadas en las que el varilarguero se ve asistido –más bien perturbado- por masas de toreros de a pie ansiosos por capear todos a una. Siente que la barbarie de la capea resulta «pictórica» y explota el tema hasta lo inverosímil en cuanto a monstuosidades colectivas y a embriaguez compartida en torno sangre. Su hijo Eugenio Lucas Villamil seguiría la misma línea, dulcificándola cuando podía. La Fiesta evolucionaría gracias a Francisco Montes (Paquiro) por senderos de orden y armonía plástica. Los tres retratos de Paquiro y el respeto a la arquitectura de las grandes plazas muestra a un Lucas que admira en las gradas a las grandes damas con mantilla, hembras de gustos refinados, rodeadas de varones razonables. Anterior a Lucas Velásquez es el jerezano Joaquín Fernández Cruzado, combatiente el (02-05-1808) en la Puerta de El PUERTO de SANTA MARÍA

TOMO I El PUERTO de SANTA MARÍA Evolución Fiesta Brava Un quite célebre de «Paquiro» (Ilustración de Daniel Perea (11-11-1889). Fuencarral y primer pintor de la corrida moderna, es anterior a Lucas Velázquez. Dos cuadros suyos en el Museo Romántico: Salida del toro y Pase de muleta dan idea muy precisa del clima que envuelve el espectáculo. El Arte del Toreo es, a lo largo del siglo XIX. Arte propiamente dicho que inspira a los mejores pintores, tanto a los del retrato como a los costumbristas y autores de género. Entre los más antiguos destaca Antonio Cabral Bejarano, de Sevilla, profesor de a Escuela de Bellas artes y extraordinario aficionado a los toros. Lo mismo puede decirse de José Elbo, de Úbeda. La Fiesta evolucionó, gracias a Francisco Montes, por senderos de orden y armonía plástica». Así que el Arte del Toreo, el de Paquiro y Cúchares, de Lagartijo y Frascuelo, es arte, además de pictórico, musical en grado superlativo. Carlos IV quiso abolir, además de las corridas, otrras expresiones del sentir español. Pero nuestro pueblo reencontró sus raíces más auténticas. Los sainetes con música castiza ganaron la partida. En octubre de 1856 se construyó un teatro exclusivamente para zarzuelas; Pan y Toros y El Barberillo de Lavapiés nos llevan desde mediados del siglo XIX por caminos de garbosa españolía que duran, como el gusto de la zarzuela grande, hasta mediados del siglo XX; después de esa fecha nos van a norteamericanizar cada vez más. En vez de Agua, Azucarillo y Aguardiente, llegarán el chicle, las hamburgueserías y otras costumbres que más vale no nombrar. La zarzuela, casi una ópera, Pan y Toros, de Barbieri, que recrea los tiempos de Joaquín Rodríguez (Costillares), José Delgado (Pepe-Hillo) y Pedro Romero, la prohibió Isabel II porque se cantaba aquello de «España ha de ser libre, libre Castilla.» El compopsitor y su libretista don José Picón escribieron una protesta en verso a la Reina. Como a Isabel a casticismo no le ganaba nadie, prohibió su prohibición y compensó económicamente a los autores. De Pan y Toros es la «Marcha de la manolería» pasodoble torerísimo que todavía acompaña la salida de las cuadrillas en las plazas de Valencia y Albacete. Los aficionados la letra mediado el siglo porque había una competencia de moda: «Ya sale la cuadrilla de los toreros / «El Tato» y «El Gordito» son los primeros.» 45

Evolución Fiesta Brava<br />

En el año 1750 comienza en Sevilla<br />

la aparición de estoqueadores en cuentas de<br />

su Re<strong>al</strong> Maestranza de Cab<strong>al</strong>lería. Sin<br />

embargo, mucho antes era ya conocida en<br />

And<strong>al</strong>ucía la profesión que designaba a<br />

diestros de la tierra practicando todas las<br />

suertes que varios siglos antes de<br />

practicaban en el Norte, concretamente, en<br />

Navarra. Los dos cuyos nombres figuraban<br />

más actuando en la Maestranza fueron<br />

Melchor C<strong>al</strong>derón y José Cándido. Pero<br />

como decimos, Navarra venía dando la pauta<br />

de la manera de estos espectáculos, y t<strong>al</strong><br />

supremacía le era reconocida en la organización<br />

de corridas en el resto de España, y<br />

especi<strong>al</strong>mente en la Corte. En las cuentas<br />

del Ayuntamiento de Madrid figuran paridas<br />

de gratificaciones a toreros navarros. Cuando<br />

en Bayona deciden obsequiar <strong>al</strong> futuro rey<br />

Felipe V en su viaje para tomas posesión de<br />

la corona de España se encargaron toros de<br />

casta navarra, y navarro debieron ser los<br />

demás elementos que participaron en la<br />

fiesta. Ello ocurrió en la misma frontera del<br />

siglo XVIII, concretamente el (04-01-1701).<br />

La base de ese toreo navarro,<br />

precursor de la posterior fiesta brava como<br />

hoy la conocemos, podemos decir que era<br />

de características gimnásticas, acrobáticas,<br />

y la ligereza, fuerza y agilidad del diestro, sus<br />

princip<strong>al</strong>es facultades, acordes con el carácter<br />

de los toros de casta Navarra. Aquellos<br />

elásticos montañeses buscaban en sus<br />

facultades físicas las llaves para sortear con<br />

sus movimientos de burlas frente a la cara<br />

del toro, una nueva y ancestr<strong>al</strong> forma de<br />

producir el regocijo en los espectadores, el<br />

ritmo, la lentitud, cuando fuese necesario y<br />

todas las grandes cu<strong>al</strong>idades artísticas que<br />

han de caracterizar con los años el toreo a<br />

pie bajo la influencia and<strong>al</strong>uza que eran<br />

ignoradas, y habían de ser, y dentro de ciertos<br />

límites aún lo son, desconocidas. Las suertes<br />

que han pervivido de este toreo son suertes<br />

movidas en las que la actitud física ha de ser<br />

el princip<strong>al</strong>, si no único, apoyo. Por ello tiene<br />

un interés máximo el momento en que la dos<br />

44<br />

TOMO I<br />

concepciones del toreo se ponen en contacto<br />

y se influyen mutuamente.<br />

Goya, en sus láminas de La<br />

Tauromaquia, es el continuador de la obra<br />

Pictórica de la cueva de Altamira,<br />

convirtiéndose en el introductor visu<strong>al</strong> de las<br />

diversas suertes del toreo que se practicaba<br />

en aquellos años «oscuros» que medían<br />

entre la muerte de Pepe-Hillo, que él<br />

presenció el (11-05-1801), y el surgir de<br />

nuevas grandes figuras del toreo están<br />

contados por Eugenio de Lucas, quizá más<br />

aficionado el propio Goya. La dimensión<br />

artísitica en la pintura goyesca, los lances que<br />

gustarían hoy, se ven en un capeo a la<br />

aragonesa, un adorno con la capa y el<br />

sombrero de «Illo», la estocada de Pedro<br />

Romero, el s<strong>al</strong>to de la garrocha de Juanito<br />

Apiñan y en poco más. El resto son disparatadas<br />

y truculentas escenas de bárbara<br />

majeza, contempladas con ambiv<strong>al</strong>ente<br />

admiración no exenta de mordacidad, según<br />

Claramunt.<br />

El citado Eugenio de Lucas<br />

Velásquez pinta el desorden de las capeas<br />

de pueblo y de las corridas «serias» con<br />

picadores en plazas improvisadas en las que<br />

el varilarguero se ve asistido –más bien<br />

perturbado- por masas de toreros de a pie<br />

ansiosos por capear todos a una. Siente que<br />

la barbarie de la capea resulta «pictórica» y<br />

explota el tema hasta lo inverosímil en cuanto<br />

a monstuosidades colectivas y a embriaguez<br />

compartida en torno sangre. Su hijo Eugenio<br />

Lucas Villamil seguiría la misma línea, dulcificándola<br />

cuando podía. La Fiesta evolucionaría<br />

gracias a Francisco Montes<br />

(Paquiro) por senderos de orden y armonía<br />

plástica. Los tres retratos de Paquiro y el<br />

respeto a la arquitectura de las grandes<br />

plazas muestra a un Lucas que admira en<br />

las gradas a las grandes damas con mantilla,<br />

hembras de gustos refinados, rodeadas de<br />

varones razonables.<br />

Anterior a Lucas Velásquez es el<br />

jerezano Joaquín Fernández Cruzado,<br />

combatiente el (02-05-1808) en la Puerta de<br />

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