De ALTAMIRA al - Fiestabrava

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Evolución Fiesta Brava De Juan Lara, «Bandolero.» Óleo sobre lienzo, de 79 x 92 cms. ahinco, no muy lejos, del vecino coto de Doñana, reluciente a la otra banda del Guadalquivir, percibía el latido subterráneo de Tartesos. Allí se hizo retratar sobre el caballo bayo por el pintor José María Labrador, de tamaño natural. Allí se situó para el retrato y para el poema. Pero lo verdaderamente relevante de los comentarios de Estrabón es cuando se refiere a la vestimenta y el carácter de los iberos: Los hombres de la Bastetania o iberos «van vestidos de negro, llevando los más el ságos, con el cual duermen en sus lechos de paja». Este ságos –saco- es el que los romanos llamaron sagum, por ellos muy apreciados, pues se trataba de una prenda de vestir utilísima, a modo de manto, de lana, antecedente inequívoco de la capa española –con la que se toreaba- y de la que se deriva la capa de torear… En cuanto al carácter, tiene un fondo mitológico basado en la leyenda o fábula de los Geriones que se detalla en el décimo trabajo de Hércules, que se refiere al robo 32 TOMO I por éste de los toros de Gerión, al que se le atribuían tres cabezas, tal vez correspondientes a las tres más importantes cañadas, después llamadas reales, por donde se efectuaba la transhumancia y la conducción del ganado, con sus triples cabeceras o sierra en lo que hoy se llama Ávila, Segovia y León, en cuyas vías pecuarias, grupos de bandoleros robaban los hatos y rebaños de ovejas. Es cuando Estrabón dice: Entre los íberos hay varios grados de orgullo, a los que se unía un carácter versátil y complejo. Llevaban una vida de continuas alarmas y asalto, arriesgándose en golpes de mano, pero no en grandes empresas, y ello por carecer de impulso para aumentar sus fuerzas uniéndose en una confederación potente…» Como se puede apreciar, sólo un pueblo con tales toros y caballos y un genio como el que describe Estrabón respecto a sus naturales podía ser capaz de crear juegos tan arriesgados como los del toreo… Ya reseñamos el comentario de Moratín, que con gusto repetimos, sobre la ferocidad de los toros que cría España en sus abundantes dehesas y salitrosos pastos, tanto como el valor de los españoles, son dos cosas tan notorias desde la más remota antigüedad, que el que las quisiera negar acredita su envidia o su ignorancia, y yo no me cansaré de satisfacerle; sólo pasaré a decir que habiendo en este terreno la previa disposición en hombres y brutos para semejantes contiendas, es muy natural que desde tiempos antiquísimos se haya ejercitado esta destreza, ya para evitar el peligro, ya para ostentar el valor, o ya para buscar el sustento con la sabrosa carne de tan grandes reses, a las cuales perseguirían en los primeros siglos a pie y a caballo en batidas y cacerías.» Casi en igual sentido que Moratín, se pronuncia Nicolás Díaz de Benjumea, en su libro Costumbres del Universo, T. 1., cap. V, publicado en Barcelona en 1864: «Que la braveza de los toros en nuestro suelo había de dar margen a que los hombres estudiasen El PUERTO de SANTA MARÍA

TOMO I su particular condición en el ataque y en la defensa y tuviesen a gala vencer la furia y la fuerza con la maña y la astucia, es cosa tan natural y está tan en lo humano que no hay motivo para admirarse del espectáculo de la lidia como se hacía en los antiguo y con las modificaciones con que hoy se ejecuta.» Y ciertamente, mucho fue el valor de los hombres primitivos para enfrentarse a vacunos con esa armadura escalofriante, como puede verse en la imagen al pie de esta página. Nadie ha podido dudar de la estrecha relación milenaria del hombre ibérico con el toro, sellada con una mítica predestinación única que contribuyó a establecer una especie de paralelismo mágico y espiritual entre el carácter bravo del toro y la condición temperamental de los españoles, de la que nació una infrenable, tan extraña como oculta tendencia del español para medirse con la fiera y dominarla, dentro de una doble actitud: caza y diversión, anteponiendo al placer del juego a la necesidad de cubrir el sustento. El El PUERTO de SANTA MARÍA Evolución Fiesta Brava logro de ambas ha alimentado desde siempre una jactancia anímica, tan valerosa como placentera. Y debemos reconocer que, en lo más profundo del espíritu humano, está inmerso una ancestral innata preferencia por la lucha, la competición –deportiva en todas sus variantes, desde la caza hasta la aeronáutica-, la emoción ante el riesgo voluntariamente provocado y, sin dudarlo, hasta un fondo sádico de crueldad y de paradójica ansia y repulsa por la sangre derramada. Y es que en este juego con el toro hay que tener muy en cuenta, como dijo un diestro a un actor, para defenderse de la censura, «…que aquí no se muere de mentiras, como en las tablas», enunciando así «la radical distinción entre un arte refinado, que fingidamente simulada la crueldad, y el primario que la afronta con todas sus patéticas consecuencias, hasta la última», según don José María de Cossío. Ciertamente, la mayoría de las actividades, como las de torear, están inevitablemente sujetas al signo Los mismos hombres, la misma valentía, pero al final brilla el arte. Entre ambos diestros, miles de años de evolución. ¿Verdad que valió la pena? 33

Evolución Fiesta Brava<br />

<strong>De</strong> Juan Lara, «Bandolero.» Óleo sobre<br />

lienzo, de 79 x 92 cms.<br />

ahinco, no muy lejos, del vecino coto de<br />

Doñana, reluciente a la otra banda del<br />

Guad<strong>al</strong>quivir, percibía el latido subterráneo<br />

de Tartesos. Allí se hizo retratar sobre el<br />

cab<strong>al</strong>lo bayo por el pintor José María Labrador,<br />

de tamaño natur<strong>al</strong>. Allí se situó para el<br />

retrato y para el poema.<br />

Pero lo verdaderamente relevante de<br />

los comentarios de Estrabón es cuando se<br />

refiere a la vestimenta y el carácter de los<br />

iberos: Los hombres de la Bastetania o iberos<br />

«van vestidos de negro, llevando los más el<br />

ságos, con el cu<strong>al</strong> duermen en sus lechos<br />

de paja». Este ságos –saco- es el que los<br />

romanos llamaron sagum, por ellos muy<br />

apreciados, pues se trataba de una prenda<br />

de vestir utilísima, a modo de manto, de lana,<br />

antecedente inequívoco de la capa española<br />

–con la que se toreaba- y de la que se deriva<br />

la capa de torear…<br />

En cuanto <strong>al</strong> carácter, tiene un fondo<br />

mitológico basado en la leyenda o fábula de<br />

los Geriones que se det<strong>al</strong>la en el décimo<br />

trabajo de Hércules, que se refiere <strong>al</strong> robo<br />

32<br />

TOMO I<br />

por éste de los toros de Gerión, <strong>al</strong> que se le<br />

atribuían tres cabezas, t<strong>al</strong> vez correspondientes<br />

a las tres más importantes cañadas,<br />

después llamadas re<strong>al</strong>es, por donde se<br />

efectuaba la transhumancia y la conducción<br />

del ganado, con sus triples cabeceras o sierra<br />

en lo que hoy se llama Ávila, Segovia y León,<br />

en cuyas vías pecuarias, grupos de bandoleros<br />

robaban los hatos y rebaños de ovejas.<br />

Es cuando Estrabón dice: Entre los íberos<br />

hay varios grados de orgullo, a los que se<br />

unía un carácter versátil y complejo.<br />

Llevaban una vida de continuas <strong>al</strong>armas y<br />

as<strong>al</strong>to, arriesgándose en golpes de mano,<br />

pero no en grandes empresas, y ello por<br />

carecer de impulso para aumentar sus<br />

fuerzas uniéndose en una confederación<br />

potente…» Como se puede apreciar, sólo un<br />

pueblo con t<strong>al</strong>es toros y cab<strong>al</strong>los y un genio<br />

como el que describe Estrabón respecto a<br />

sus natur<strong>al</strong>es podía ser capaz de crear juegos<br />

tan arriesgados como los del toreo…<br />

Ya reseñamos el comentario de<br />

Moratín, que con gusto repetimos, sobre la<br />

ferocidad de los toros que cría España en sus<br />

abundantes dehesas y s<strong>al</strong>itrosos pastos,<br />

tanto como el v<strong>al</strong>or de los españoles, son dos<br />

cosas tan notorias desde la más remota<br />

antigüedad, que el que las quisiera negar<br />

acredita su envidia o su ignorancia, y yo no<br />

me cansaré de satisfacerle; sólo pasaré a<br />

decir que habiendo en este terreno la previa<br />

disposición en hombres y brutos para<br />

semejantes contiendas, es muy natur<strong>al</strong> que<br />

desde tiempos antiquísimos se haya ejercitado<br />

esta destreza, ya para evitar el peligro, ya<br />

para ostentar el v<strong>al</strong>or, o ya para buscar el<br />

sustento con la sabrosa carne de tan grandes<br />

reses, a las cu<strong>al</strong>es perseguirían en los<br />

primeros siglos a pie y a cab<strong>al</strong>lo en batidas y<br />

cacerías.»<br />

Casi en igu<strong>al</strong> sentido que Moratín,<br />

se pronuncia Nicolás Díaz de Benjumea, en<br />

su libro Costumbres del Universo, T. 1., cap.<br />

V, publicado en Barcelona en 1864: «Que la<br />

braveza de los toros en nuestro suelo había<br />

de dar margen a que los hombres estudiasen<br />

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