De ALTAMIRA al - Fiestabrava

TOMO I
Cazando un rinoceronte usando arcos y
flechas.
Por otro lado, los materiales con los
que estaban construidos aquellos primitivos
arcos nos revelan sobre la zona en la que
vivían nuestros antepasados, las herramientas
que tenían a su disposición y cómo
utilizaban estos arcos, que comúnmente eran
de dos tamaños, unos pequeños que eran
más fáciles de manejar desde un caballo o
un carro, mientras que los arcos más
grandes eran ideales para derribar objetivos
que se encontrasen a gran distancia y las
flechas empleadas fueron la base de partida
de la lanzas empleadas miles de años
después. Hasta dónde no llegaría la
importancia de ambas herramientas, que
grandes imperios se establecieron y cayeron
teniendo como armas el arco y la flecha
(Véase año 3.500 adC.).
Poco efecto supone haber reseñado
el largo peregrinar de los diferentes períodos
evolutivos por los que circuló la Tierra, aunque
sí hacer una parada que señale cómo en la
última etapa del Paleolítico (Paleo, antiguo y
lito, piedra: de la anigua Edad de Piedra) se
estrechó la relación del hombre con los
animales más próximos a él, tanto de los
cuadrúpedos como los bípedos, arrancando
entonces la domesticación, coronándola el
cruento invento de castrar el animal varón y
también extirpar los ovarios de las hembras.
Esa domesticación, inaplicable para el toro
bravo, dejó en cambio la puerta abierta para
someterlos a casi tres siglos de imparable
selección, hasta conseguir un tipo de animal
El PUERTO de SANTA MARÍA
Evolución Fiesta Brava
Estas «herramientas» cambiaron, en más
de una ocasión, el curso de la Historia.
que en nada se parece a los uros de las
pinturas rupestres, pero que fue adorado y
reverenciado desde Mesopotamia hasta la
Celtiberia, pasando por Egipto, donde
organizaban festejos en los que se enfrentaban
los toros, en sangrientos combates.
Ese largo caminar festivo y religioso ha
terminado felizmente con la frase de Juan
Belmonte: El toreo es una fuerza del espíritu.
Ello significa tanto como aceptar plenamente
que el origen religioso y sacrificial de la torería
la deja libre de ser calificada como un deporte
cruento, en nada parecido a la caza y a los
juegos sangrientos y deportivos, como los
que se dieron en los circos romanos.
La realidad de los enfrentamientos
ancestrales sangrientos entre los primitivos
cazadores y sus presas quedó al descubierto
en una de las zonas pantanosa alrededor de
la hoy ciudad de México –en las riberas del
gran lago de Tenochtitlán-, con el Hombre
de Tepexpan -precursor de los posteriores
alanceadores y por último de los diestros que
asestaban las lanzadas de a pie-, cuyo
esqueleto apareció próximo a los despojos
de un mamut que había sido cazado al borde
un pantano hace ahora más de 11.000 años.
El hecho ocurrió a unos 30 kilómetros al
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