De ALTAMIRA al - Fiestabrava

TOMO I
de grandes carniceros: el gigantesco oso de
las cavernas, el león, la pantera, la hiena,
lobos de varios géneros, compartían su vida
con la del hombre primitivo en todas esas
áreas terrestres.
Ya los grandes glaciales en ambos
Polos estaban presentes. Los artiodáctilos,
como los venados de numerosas especies,
los caballos, los jabalíes y la restante variedad
de fauna silvestre deambulaban por la Tierra,
junto con los grandes mamíferos, como mamuts,
girafas, elefantes y gran cantidad de
primates, entre otras miles de especies de
ambos Reinos.
Los mamúes, sí estaban en gran
número cuando el continente Americano se
separó de Europa, más no las girafas y
muchos otros animales, y sí los ancestros
del caballos, de donde provienen las cebras,
que lógicamente, tampoco estaban en el
continente americano con las características
tan evolucionadas de África, entre otros, que
aún no habían evolucionado sobre el Continente
a la deriva. Los hallazgos de medio
centenar de esqueletos de équidos, formas
ancestrales de los equinos actuales, en los
Estados norteamericanos de Nebrasca e
Idaho, a unos 1600 kilómetros unos de otros,
cubiertos por una lluvia de cenizas volcánicas,
son de importancia extrema para
consolidar la teoría darwiniana. Millones de
animales debieron quedar supultados hace
ahora unos 50 millones de años.
La niña María, de apenas nueve
años de edad -hija de don Marcelino Sanz
de Sautuola, gran aficionado a la arqueología,
mientras escarbaba arrodillado y ensimismado
a la entrada de la cueva de Altamira,
cerca de la costa cantábrica española- se
adentró curiosa a su interior y de súbito le
llegaron al padre sus gritos desde una de las
habitaciones rocosas de la cueva, diciéndole
«¡Papá, ven en seguida !. ¡Toros! Toros!.»
Hay que suponer la impresión y el
desconcierto de su padre. El señor Sautuola
interrumpió inmediatamente su labor excavadora
y corrió hacia la puerta de la cueva
El PUERTO de SANTA MARÍA
Evolución Fiesta Brava
por donde se había metido su hija y una vez
dentro la pequeña visiblemenmte
impresionada, señaló nerviosas a distintos
puntos del techo pétreo. Su progenitor alzó
la luz de su linterna y contempló, en un techo
no muy alto, de unos 1,80 a 2,10 metros,
sorprendentes retratos del bisonte prehistórico,
pintados en tonos castaños, rojizos,
amarillos y negro: una excelente creación
artística de hace decenas de miles de años.
.... ¡Toros! Toros!
Plasmados en la roca contó hasta
17 bisontes en actitudes realistas... y allí
están, junto con otra gran cantidad de otros
tantos animales; unos golpeando el suelo con
la pezuña, o más bien escarbando como
nuestros actuales toros de lidia en las plazas
cuando son mansos o simplemente silvestres,
otros vacunos echados, bramando y
agonizando heridos a lanzadas.
A su alrededor había representaciones
de jabalíes, un caballo, un corzo y
un lobo. Cuando Sautuola exploró detenidamente
las intricadas galerías halló otro
gran número de pinturas de animales,
muchos de ellos extintos o desaparecidos
hacia siglos de Europa. Corría entonces el
año 1879. Al principio, como siempre -ahora
tenemos el caso de los platillos voladores u
OVNIS, que ya son una realidad impresionante,
pero que los «expertos científicos»
también niegan- los arqueólogos de bufete
consideraron falsos los hallazgos de
Sautuola, pue suponían que se trataba de un
plan para desacreditar la teoría de la evolución
de Charles Darwin.
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