El testimonio político norteamericano 1890-1980 (1) - Centro de ...

ÍNDICE
PRÓLOGO..................................... 1
l. EL FIN DE LA FRONTERA Y EL CUESTIONA­
MIENTO RADICAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
a) Los populistas
W. Scott Margan. El poder diabólico contra el pueblo,
25; Ignatius Donnelly. La visuaHzaáón del enemigo,
27; James B. Weaver. Los ejérátos del monopolt'o,
29; Wülz'am Alfred Peffer. Los artículos de la fe popu­
Hsta, 31; ]acob S. Coxey. Crisis y protesta: La marcha
hacia Washz'ngton, 33; Mary Elizabeth Lease. Populismo
y amerz'canz'smo, 35; Wz'llt'am ]ennings. El pueblo
clavado en la cruz de oro, 38; Thomas E. Watson. Los
dobles frentes de batalla del populz'smo, 39.
b) Los socialistas
Henry Demarest Lloyd. La z'ncompatibz'lidad entre la
rz'queza prz·vada y el bienestar públz'co, 43; Eugene V.
Debs. Los tribunales del capitalz''smo, 45; Daniel de
León. S obre las trampas del reformismo, 4 7; A lgie Martín
Sz'mons. De la secta al partz'do: Los nuevos z'mperatz'vos
del soáalzsmo norteamerz'cano, 49; Willz'am]. Ghent.
Los Estados Unidos: Más allá del Hberalismo y el socialismo,
53; Danz'el de León. La organzzadón polz'tica
z'ndustrial y el verticalzsmo gremialista, 56; A. M. Simons,
W. D. Haywood, Mother ]ones, Eugene V. Debs,
y otros. Convocatoria para la organización de la clase
trabajadora, 59.
[I]

CRISIS Y REACCIÓN
1. EL FIN DE LA FRONTERA Y EL CUESTIONAMIENTO
RADICAL
El orden político nacional que se consolida en los Estados Unidos
durante los años posteriores a la Guerra de Secesión (1861-
1865) sigue pautas distintas a las de la estructuración estatal
europea. Temeroso de la revolución desde el EstaQ.o, el presidente
Andrew J ohnson frena la Reconstrucción que emprenden
los radicales humanitarios del Congreso para extender el sufragio
y la educación de los negros y crear las condiciones económicas
y políticas consonantes a la integración. En medio de la
pugna está el capitalismo financiador y beneficiario de la contienda
civil: si accede a que el jacobinismo, movilizador de las
masas para la guerra, conserve la iniciativa de la Reconstrucción,
a la vez cuida su inversión frustrándola, sobre todo cuando la
rápida radicalización del proletariado industrial hace replantearse
regional y nacionalmente la cuestión de la hegemonía. Acelerándose
todo a partir del pánico de 1873, el conjunto de los
compromisos privados entretejidos por las clases dirigentes del
Norte y el Sur permite, con la renuncia del Partido Demócrata
al triunfo electoral de Tilden, nulificar a inicios de 18 77 la Reconstrucción
en el Sur y caneen trar así las fuerzas para la represión
de la huelga general que configura ese año el primer asalto
al cielo del proletariado norteamericano.
Vencida la huelga, el Sur se levanta como "el baluarte del
Nuevo Orden", el Oeste como "el baluarte del Nuevo Progreso"
y el Norte como el escenario mayor de esa Edad Dorada que
presiden los barones salteadores del capitalismo (Cooke, Gould,
Rockefeller o Camegie). El proceso de acumulación capitalista
salta de la Sociedad Civil al Estado y de éste a aquélla: por una
parte acude a las franquicias, las exenciones, las subvenciones y
las complicidades del Estado y por la otra exalta los mitos civi-
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objetivos de la plataforma de Omaha hacia el nacionalismo deformado
e histérico será empresa a la que concurran el darwinismo
de la economía y la sociología universitarias, el fervor misionero
y racista de las iglesias y la aquiescencia general del aparato
cultural al antisemitismo y la anglofobia. Desacreditar a los
ideólogos populistas se cifrará en recalcar su anacronía doctrinal,
su resistencia decimonónica y rural a la industria y la ciudad,
su pintoresquismo y sus difíciles equilibrios intelectuales y
políticos.
W. Scott Morgan no encaja en aquella caricatura cultural del
populismo. Tal vez el más denso y farragoso de los teóricos
populistas que acuden a la convención de Omaha, Morgan ostenta
sin embargo una veteranía bien ganada en la organización
del agrarismo norteamericano a nivel regional (la Agricultura
Wheel y la Southem Farmer's Alliance) y nacional (la National
Farmer's Alliance and Industrial Union). Si recurre, como todos
los populistas, a la retroutopía y los mitos de una edad de oro
de la agricultura norteamericana y sus nobles labriegos (yeomen),
Morgan no cae en las trampas del individualismo que
atomiza toda oposición organizada a los monopolios. Regionalista,
esa circunstancia no le impide sacudirse de la "democracia
sureña" que impone renunciar a las alianzas con los sectores
negros. Liberal a su manera, su cultura económica le previene
ante quienes atribuyen los sacudimientos y las ruinas agrarias a
la mano invisible de la oferta y la demanda y ocultan los sistemas
de propiedad y de moneda. Ajeno a los altos círculos del
saber, su vocación de periodista y denunciador le alerta contra
la industria pervertidora de la conciencia que, valiéndose entonces
de la prensa, esclaviza al pueblo y ajusta la opinión pública
a la mórbida lógica del gran capital.
A la contradicción y el exceso de derecha se presta más Ignatius
Donnelly (1831-1901), paradójico bosquejador de la plataforma
de Omaha. A pesar de que su filosofía del productor favorece
las coaliciones campesinas y se opone al antagonismo con
los socialistas, las visiones de Donnelly sobre la conspiración
contra la humanidad por parte de los usureros y los parásitos del
capitalismo crean fáciles estereotipos raciales y alimentan la
predicción apocalíptica del futuro. Su best-seller nacional,
Caesar's Column, gran utopía invertida que anticipa a Orwell
por varios años, describe el holocausto que se dará en el mundo
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de 1988 al conjuntarse en él la tecnología avanzadísima, la plutocracia
insaciable y las masas envilecidas y coludidas en hermandades
de destrucción. Masas sin control, indóciles, cabecillas
proletarios y contrarrevolucionarios de nombres judaicos y
latinos, la muerte y el entierro de la civilización moderna: la
obra de Donnelly dibuja un lienzo sombrío del que sólo se salva
el buen sentido pastoral de los nórdicos.
Distante de los ángulos reaccionarios del populismo, James
Baird Weaver (1833-1912) simboliza la verticalidad del descontento
(si bien no del radicalismo) agrario. La congruencia de
Weaver se evidencia primero en su distinguido servicio militar,
luego en su candidatura presidencial de 1880 por el Partido
Greenback, más tarde en su actuación congresional en Iowa y
finalmente en su trabajo integrador de la Farmer's Alliance y el
Partido Populista. A lo largo de todos esos eventos, su actitud
no ceja en el enfrentamiento a los grandes magnates ferroviarios,
los especuladores de tierras y los corruptos bosses de los partidos
hegemónicos. De la misma manera, la mentalidad estratégica
de Weaver le advierte desde los años ochenta que las líneas fortificadas
que el ejército federal emprende internamente sin función
defensiva del exterior significan una forma nada sutil de
prepararse para la contención de la clase obrera; igualmente, sus
notas sobre la organización y la naturaleza de las policías y los
ejércitos privados tomados del modelo de Pinkerton presentan
un análisis claro de cómo se complementan los niveles represivos
del sistema.
William Alfred Peffer (1831-1912) ejemplifica dentro del
populismo a aquellos en los que predomina el hombre político
sobre el hombre ideológico -característica por lo demás nada
excepcional en la vida pública norteamericana. Republicano
original, el éxito y la influencia de su diario Kansas Farmer le
hablan de una buena veta política. Sus impresionantes barbas y
su The Farmer's Side, Hú Troubles and Thez"r Remedy (1891)
despiertan miedos radicales únicamente en el Este: ni el texto
del libro, ni su prudencia y habilidad como senador populista
(1891-1897), confirman ese miedo. Sobrio en la escritura, llano
en el estilo, su mismo retomo posterior al Partido Republicano
carece de los tonos de demencia que la prensa adversaria le
atribuye en su papel de oráculo de los populistas.
Vehemente, compasivo, ávido de acción y notoriedad, Jacob
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Ante el desorden conceptual y sintáctico de un populismo
que desemboca en lo maniqueo, lo antiintelectual y lo prefascista,
el socialismo norteamericano se yergue bajo una tradición
humanística y racionalista indudablemente mejor vertebrada. Al
llegar los años de la quiebra populista, lo socialistas cuentan ya
con una rica tradición teórica y práctica: irregulares, los libros
de Gronlund, George, Bellamy o Howells son ya clásicos "americanos"
(y subráyese ello); a su vez, el socialismo lleva las
cicatrices de las grandes huelgas nacionales de 18 77, 1886 y
1894. Pero ni la popularidad ni la aceptación literaria le dan
ventajas serias en relación al capitalismo que no sólo comparte
la soberanía del Estado sino subordina a él todo el aparato judicial
federal, el ejército, los gobiernos estatales, las legislaturas,
las policías montadas y los alguaciles locales. El doble frente
contrainsurgente se amplía en la sociedad civil a través de la
propiedad de poblaciones industriales enteras (los company
towns) y de las policías y los ejércitos privados, las "milicias
ciudadanas", las organizaciones patrióticas, los periódicos, las
iglesias y los clubes sociales. Y, lo que es decisivo, aquel frente
termina en el corazón del mismo movimiento obrero al incrustársele
entre 1881 y 1886 la Federación Americana del Trabajo
(A.F.L.).
Desmontar semejante complejo de poder presupone para los
socialistas el conocimiento de los operativos y la mecánica que
lo hicieron posible. Justamente en 1896 Henry Demarest lloyd
(1847-1903) abandona la causa populista que, pobre o confusa,
le sirve para enterrar viejas preferencias y afiliaciones al libre
comercio. Cercano al socialismo desde la defensa de los "anarquistas"
del Chicago de mayo de 1886 y de Eugene V. Debs
cuando la huelga de Pullman, Lloyd, abogado y periodista, es el
autor de la denuncia clásica del monopolio de la Standard Oil
Company, Wealth against Commonwealth (1894). Las categorías
populistas dejan que Lloyd se salga de allí de la masa de los
datos empíricos y explique la inmensa conspiración paralela a la
monopolificación de la economía que lleva a la privatización de
la riqueza y el trabajo públicos, a usurpar la soberanía popular.
Jurista siempre, lloyd defiende más tarde a los huelguistas de la
industria del carbón de antracita (1902) y aboga en Chicago por
la municipalización del transporte público; sus viajes a Suiza y
Nueva Zelandia confirman sus nociones de un derecho "social"
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diseñado para superar las limitaciones del individualismo patrimonialista.
Más modesto, profundamente norteamericano, Eugene V.
Debs (1855-1926), presidente de la American Railway Union en
1893, se inscribe destacadamente al año siguiente en la historia
obrera por su conducción a escala nacional de la huelga contra
el patemalismo empresarial de George Pullman. La integridad
que le hace desafiar la utopía fascista de Pullman también le
encamina a la dura escuela de radicalismo que por seis meses le
imparte la prisión de Woodstock. En los destellos de las bayonetas
y los disparos, dirá, se le revela la existencia de la lucha de
clases; los juicios que siguen a la huelga le revelan la fría inhumanidad
de un aparato judicial programado ya para actuar no más
que en función del daño que pueda ocasionarse a la propiedad.
Al salir de la cárcel, el esquema vale para la prensa y los partidos.
Si para contrarrestar a aquélla se ocupa Debs del órgano
socialista Appeal to Reason, para superar los coágulos políticos
de los dos grandes partidos norteamericanos ("alas del mismo
viejo pájaro rapaz") emprende desde 1897 la formación del Partido
Social-Demócrata y, en 1900, la del Partido Socialista, con
el cual inicia en 1904 una dramática y prolongada serie de candidaturas
presidenciales.
Sin duda la inteligencia teórica más sólida del primer socialismo
norteamericano, el marxista Daniel De León (1852-1914),
ocupa en la última década del siglo XIX el liderazgo del combativo
Socialist Labor Party (fundado desde los años setenta). Nacido
en Curazao, De León estudia derecho en las universidades
de Leyden y Columbia. Tras una breve práctica legal en Texas
dictará en la última las cátedras de Política Exterior Latinoamericana
y Derecho Internacional: sin posibilidades de promoción
por su radicalismo, abandona la enseñanza e inicia con la orden
de los Caballeros del Trabajo y el nacionalismo de Edward Bellamy
el aprendizaje de la revolución. Cada vez más inflexible,
incorruptible, se convierte en la cabeza de la oposición al reformismo
pequeño-burgués del populismo y al gremialismo ''puro
y simple" de la Federación Americana del Trabajo. El escepticismo
de De León respecto a los triunfos meramente electorales
del socialismo le lleva a anticipar la idea de los soviets. Sabiendo
que, de verse amenazado siquiera simbólicamente, el capitalismo
reaccionaría desatando la crisis y el hambre, De León traza el
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a) Los populistas
W. Scott Morgan. 1 El poder diabólico contra el pueblo
Podría pensarse que en un gobierno como el nuestro, donde la
Constitución garantiza la más plena libertad de palabra y acción,
el descontento prevaleciente por doquier carecerá de fun-
. damento. Sin embargo, si estudiamos la historia de la legislación
norteamericana en los últimos veinticinco años, y notamos bien
su tendencia en favor de los pocos y en contra de las grandes
masas de la población, ésta indicará un poder oculto tan diabólico
en su naturaleza, tortuoso en su carácter y de largo alcance
en sus consecuencias como el de los reyes ambiciosos y los gobernantes
déspotas del pasado. Aceptar que el pueblo pueda ser
convertido en la parte legitimadora de un crimen contra sus propios
intereses y libertades es sólo una prueba más de que la astucia
del hombre encaminada al logro de designios diabólicos e
infernales puede marchar acorde al progreso de la época y estará
siempre presente para frustrar, si le es posible, el establecimiento
de gobiernos e instituciones fundados sobre principios humanitarios.
Pero reconocer al pueblo como responsable no equivale
a reparar los males existentes o a garantizar la seguridad futura.
"La eterna vigilancia es el precio de la libertad".
Los conspiradores contra la libertad americana han descubierto
un nuevo ardid con el cual esperan realizar sus infames planes.
A medida que se instalaba una nueva civilización en el mundo,
la prensa, la modeladora de la opinión pública, ha sido capturada
y su poder se dirige ahora a esclavizar al pueblo. La gran mayoría
de ese pueblo no se da cuenta del poder de la prensa. Ella
1 Morgan, W. Scott, History of the Wheeland Alliance, and the lmpending Revolution,
Published by the Author, Hardy Arkansas, J. H. Rice & Sons, Printers and
Publishers, Fort Scott, Kansas, 1889, pp. 14-16.
25

puede esparcir las semillas del error que no podrán erradicarse en
generaciones. Ella puede mitigar las pasiones o exacerbar los prejuicio,;.
Su poder sobre la conciencia pública es tan potente como
la varita de los famosos magos de Oriente. La prensa es controlada,
y lo ha sido durante años, por el poder fmanciero de la nación. Las
masas agrarias, la más numerosa e importante de las clases que integran
el gran cuerpo de la república, y cuyos intereses son idénticos,
son mantenidas divididas en tomo a los grandes asuntos que
afectan su bienestar. Ellas son robadas por un infame sistema
financiero; ellas son expoliadas por las compañías de transporte;
ellas son timadas por un sistema injusto de leyes arancelarias; ellas
son despojadas de sus tierras y otras propiedades por un inicuo
sistema de usura; ellas son esquilmadas por las exorbitantes
exacciones de numerosos trusts; ellas son devoradas por
los comerciantes, engañadas por los abogados, desorientadas
por los políticos y parecen ser consideradas como la presa legítima
de todas las demás clases. El monopolio fija el precio de lo
qUt: ellas han de vender, y cobra lo que se le antoja por lo que
ellas están obligadas a comprar.
V ano es que el granjero guarde su cosecha. Al colocarla en el
mercado encuentra que los mismos manipuladores gobiernan y
fijan el precio de sus productos. El esfuerzo individual es estéril.
La zarpa implacable, cruel e inexorable del monopolio está sobre
toda avenida de la industria y el comercio. La extorsión que
impone tiene una audacia jamás aventajada por los Dick Turpins
o los Jack Ketches de los caminos reales ingleses. Ellos exigen
tributo con tanta autoridad como los señores tributarios y príncipes
de los tiempos feudales. Si se les inquiere sobre qué derecho
tienen para hacerlo, su respuesta sería la misma que la de
los salteadores de caminos: "Porque podemos. Es nuestro propio
asunto privado". Cuando tal estado de cosas existe a lo largo
de todo el país; cuando esos modernos barones están imponiendo
tributo sobre todo lo que el agricultor vende y sobre todo lo
que compra, ¿es asombroso que la ley de la propia conservación
lo fuerce a unirse a sus compañeros de sufrimiento para repeler
esa usurpación de sus derechos? ¿Es de esperarse que presente
disculpas por hacer un esfuerzo conjunto para rechazar al invasor?
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lgnatius Donnelly.:z
La visualización del enemigo
"¿Pero qué harías, mi buen Gabriel, si la reforma del mundo
fuese puesta en tus manos?", dijo Maximilian sonriendo. "Cada
hombre tiene una Utopía en su cabeza. Dame alguna idea de la
tuya".
"Primero, asenté, yo suprimiría todo interés sobre el dinero.
El interés sobre el dinero es la raíz y el fundamento de todos
los problemas del mundo. Coloca a un hombre en una posición
de seguridad y a otro en una condición de inseguridad, y
por lo tanto genera simultáneamente una distinción radical en la
sociedad hwnana."
"lCómo lograrías eso?", preguntó él.
"El prestamista establece una hipoteca sobre la tierra o la
casa o los bienes del prestatario por, digamos, una mitad o un
tercio de su valor; el prestatario asume entonces todos los riesgos
de la vida en su esfuerzo por reintegrar el préstamo. Si es un
granjero, ha de correr el riesgo de la veleidosa naturaleza. Las
lluvias pueden anegar sus campos, las sequías pueden consumir
sus cosechas. Si es un comerciante, tropieza con todos los azares
del comercio; la bancarrota de otros comerciantes; la hostilidad
de los elementos naturales que arrasan la agricultura y por ello
al comercio; las tempestades que afligen a sus barcos, etc. Si es
un obrero, depende aún más del buen éxito de todos los que
están por encima de él y de las variaciones de la prosperidad
comercial. Puede perder su empleo; puede enfermar; puede
morir. Pero detrás de todos esos riesgos el prestamista permanece
en perfecta seguridad. El fracaso de su cliente sólo lo enriquece
a él, ya que garantiza su préstamo con propiedades que valen
dos o tres veces la suma que anticipa por ellas. Considerando
un millón de hombres y un siglo de tiempo, la más insignificante
2 "Gabriel'• Utopia", Capítulo XII de Donelly, Ignatiua, Caesar's Column. A
Story of the Tweintieth Cenwry ( 1890), Edited by Walter B. Rideout, The Belknap
Press of Harvard Univeraity Presa, Cambridge, Maaaachusetts, 1960, pp. 101-10!J.
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ventaja que posea cualquier clase dentro del millón vendrá a parar,
a largo plazo, en la más sobrecogedora difercr.cia de condición
social. Una pequeña malignidad crece como un fermento
-nunca cesa de operar; está siempre ocupada. Suponte que traigo
ante ti un joven apuesto y de mejillas sonrosadas, lleno de
vida y esperanza y salud. Toco su labio con un sólo bacilo
de phthisis pulmonalz"s -consunción. Éste es invisible al ojo; es
demasiado pequeño para ser ponderable. Juzgado de acuerdo a
los sentidos, es demasiado insignificante para pensar en él, pero
posee la capacidad de multiplicarse indefinidamente. El joven
deja de cantar. Transcurren meses, quizás años, antes de que la
enfermedad mortal empiece a manifestarse; pero con el tiempo
los pasos pierden su elasticidad, los ojos se embotan, el color
desaparece de las mejillas, la fuerza se extingue y finalmente el
alegre joven no es sino un cascarón -una forma cadavérica, contraída,
contenedora de una espantosa masa de podredumbre; y
la muerte finaliza la terrible escena. Otorga a un conjunto de
hombres en una comunidad una ventaja financiera sobre los
demás, por ligera que sea -puede ser casi invisible-, y al cabo
de siglos esa clase así favorecida lo poseerá todo y hundirá al
país. Un centavo, se dice, colocado a interés compuesto desde
el día en que Colón zarpó de España, ascendería ahora a más de
todo el valor gravable de toda la propiedad inmueble, mueble y
mixta de los dos contienentes de América del Norte y América
del Sur."
"Pero, objetó Maximilian, ¿cómo les iría a aquellos que quisieran
pedir prestado?"
"La necesidad de pedir prestado es uno de los efectos del
prestar dinero. La enfermedad produce los síntomas. Los
hombres que se enriquecen a través de los préstamos son infinitamente
inferiores en número a los que son arruinados por
ellos; y cada desastre para la clase media aumenta el número
y disminuye las oportunidades de los irremediablemente pobres.
El dinero carece en sí mismo de valor. Se vuelve valioso solamente
por el uso, por el intercambio de cosas necesarias para la
vida y el bienestar. Si el dinero no pudiera prestarse, habría de
ser colocado por su propietario en empresas de negocios que
emplearían mano de obra; y dado que la empresa no tendría
que soportar una doble carga -a saber, la del empresario y la del
usurero que se monta tranquilamente en su espalda- sino sola-
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mente mantendría al anterior usurero -esto es, el presente empresario-
su éxito sería más seguro; la prosperidad general de la
comunidad se incrementaría con ello y habría por lo tanto más
empresas, más demanda de trabajo y consecuentemente salarios
más altos. La usura elimina a los miembros emprendedores de
una comunidad llevándolos a la bancarrota, y deja en ella sólo a
los muy ricos y a los muy pobres, puesto que cada dólar que los
patrones pagan a los prestamistas ha de provenir a fin de cuentas
de los bolsillos de los trabajadores. Luego, la usura es la causa
de la primera aristocracia, y de ella se desprenden todas las
demás aristocracias. Pregunta de donde vino el dinero que hoy
oprime a la humanidad en forma de grandes corporaciones, consorcios,
etcétera, y en nueve de cada diez casos rastrearás sus huellas
hasta la fuente del interés sobre dinero prestado. Las islas de coral
son formadas por los cuerpos de insectos coralinos muertos;
las grandes fortunas son por lo general acumulaciones de naufragios,
y cada dólar representa el desastre."
James B. Weaver.3 Los ejércitos del monopolio.
El espíritu de la corporación es agresivo y esencialmente bélico.
Habiendo usurpado clandestinamente el poder soberano mientras
el pueblo dormía, habiéndose apoderado de los grandes instrumentos
del comercio y capturado las fuentes de la riqueza y
los mercados de negocios, los managers de esas instituciones temen
naturalmente una insurrección de las víctimas de su rapacidad.
Calladamente y de manera muy natural, ellos buscan controlar
al gobierno -tanto al estatal como al nacional- y a través
de ellos al ejército y la milicia. Pero no se detienen aquí. Ellos
equipan un ejército propio al que pueden llamar a servicio activo
en cualquier momento y transportarlo con celeridad de un lugar
a otro. El esqueleto de esta organización se mantiene constan-
3 ''The Pinkertons", Capítulo XIII de Weaver, James B.,A Call to Action. An lnterpretation
of the Great Uprising, lts Sources and Causes, Iowa Printing Co., Printers,
Binders & Lithographers, Des Moines, 1892, pp. 379-381.
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productoras contra el despojo practicado por especuladores y
usureros.
El populista sostiene que la misión de su partido es la de
emancipar al trabajo. Considera que los hombres no solamente
han sido creados iguales sino que poseen iguales derechos al uso
de los recursos naturales para procurarse los medios de subsistencia
y de comodidad. El populista juzga esencial a la más elevada
forma de civilización una distribución equitativa de los
productos y las utilidades del trabajo. Considera que un sistema
impositivo sólo se justifica para fines públicos, y que todo el
dinero recolectado por concepto de impuestos debe ingresar a la
hacienda pública; que las necesidades públicas deben ser satisfechas
por organismos públicos, y que el público debe ser servido
sin distinciones y de la misma manera.
El partido cree en el gobierno popular. Sus demandas pueden
sumarizarse nítidamente del siguiente modo:
l. Adopción de un sistema monetario exclusivamente nacional
con capacidad suficiente para servir a los usos que el pueblo
requiere de la moneda, consistente en oro y plata acuñados en
términos iguales, además del papel moneda del gobierno, y cada
uno de ellos con carácter de moneda de curso legal para el pago
. de deudas de cualquier monto o naturaleza, recibideros para
impuestos y toda clase de obligaciones públicas.
2. Reducción de las tasas de interés para préstamos de dinero
al nivel de las utilidades netas promedio de las industrias productivas.
3. Control público de los medios de transporte, a fin de que
el acarreo no cueste más de lo que razonablemente cuesta y de
que los fletes puedan ser uniformados.
4. Desautorización legal de las grandes concentraciones privadas
de tierras.
Se acusa a los populistas de que favorecen el paternalismo en
el gobierno. Ello es un error. Los populistas tan sólo demandan
que las funciones públicas sean desempeñadas por representantes
públicos, y que los poderes soberanos no sean delegados a
personas o corporaciones privadas que no tienen sino intereses
privados a los cuales servir. Los populistas popularizarán al gobierno
hasta que éste pueda llevar a cabo el trabajo por el cual fue
establecido: servir al pueblo, a todo el pueblo, no únicamente a
unos cuantos.
32
Jacob S. Coxey. 5 Crisis y protesta:
La marcha hacia Washington
La Constitución de los Estados Unidos garantiza a todos los ciudadanos
el derecho de reunirse pacíficamente y pedir el reparo
de agravios, entuertos, y además consagra que el derecho al libre
ejercicio de la palabra no será coartado.
Estamos hoy aquí para poner a prueba esas garantías de nuestra
Constitución. Escogemos este lugar de reunión porque es
propiedad del pueblo, y si bien es cierto que el derecho del pueblo
a reunirse pacíficamente por sus propios fueros y para formular
sus peticiones ha sido coartado por la aprobación de leyes en
directa violación de la Constitución, estamos aquí para abrir los
ojos de la nación entera ante este vergonzoso acto. Aquí, más que
en ningún otro paraje sobre el continente, vale que vengamos a llorar
nuestras libertades muertas y a que nuestra protesta depierte
a la nación amenazada para que emprenda la acción que rescate
la Constitución y resucite nuestras libertades .
Sobre estas escalinatas en las que nos encontramos, se ha extendido
una alfombra para los pies reales de una princesa extranjera
y se han derrochado en su agasajo, sin el consentimiento
o la aprobación del pueblo, fondos tomados del tesoro público.
Por estas escalinatas, irrecusados, han desfilado los personeros
(lobbyistis) de los truts y las corporaciones en su c.mino a las
salas de sesiones de los comités, acceso que ha sido vedado a los
representantes de los trabajadores productores de ia riqueza. Estamos
hoy aquí en nombre de esos millones de trabajadores
cuyas peticiones han sido sepultadas en los recintos de los comités,
cuyas oraciones no han encontrado respuesta y cuyas oportunidades
de trabajo honesto, remunerativo y productivo les
han sido escamoteadas por la injusta legislación que protege
a los holgazanes, los especuladores y los jugadores: venimos a
recordar al Congreso reunido aquí la declaración de un senador
5 Coxey, Jacob S., Oración de protesta en Washington del 9 de mayo de 1894,
Congrcssional record, 53d Congr., 2d Session, p. 4512.
33

Que semejantes puntos de vista representan un sentimiento
real y poderoso fue comprobado por el efusivo aplauso que t;J
orador recibió. Su postura marca el límite de un extremo; al
otro extremo se halla la caterva de quienes no dan un bledo por
el público, representados por hombres tales como Baer, Margan,
Rogers, Rockefeller, Carnegie, Belmont y compañía, aquellos
en cuyas manos "Dios, en su infinita sabiduría, ha confiado los
intereses patrimoniales del país".
Entre esos dos extremos, el Partido del Pueblo ocupa su posición
y organiza su lucha.
No podemos estar de acuerdo con los socialistas que exigen
todo para el trabajo de hoy y nada para el trabajo de ayer. Porque
lo que hoy es capital no fue ayer otra cosa que trabajo. Una
contienda de sangre entre padre e hijo no es más antinatural
que una contienda de sangre entre el Trabajo y el Capital; y el
hombre que confiscase el trabajo de ayer socavaría el terreno en
el que plantan sus pies quienes portan realmente en el corazón
los mejores intereses del productor.
Por otra parte, aquellos que amontonan inmanejables fortunas
a través de astutas manipulaciones del mercado de valores,
de fraudulentas reorganizaciones de los ferrocarriles, de adquisición
inmoral de franquicias, de desvergonzadas avenencias sobre
tasas impositivas y de asaltos y pillajes a la hacienda nacional,
están minando los cimientos de nuestro gobierno no sólo al
hacer que la podredumbre corroa como un cáncer las partes
vitales del cuerpo político sino al crear ese profundo descontento
entre las masas del cual medra el socialista.
El Partido del Pueblo combate a [Theodore] Roosevelt, el
abierto enemigo que descaradamente proclama y lucha por las
peores modalidades del privilegio y la legislación de clase que
nosotros detestamos. Son ellas antidemocráticas, son ellas hamiltonianas,
tienden ellas al rectorazgo de los pocos favorecidos
y al enriquecimiento de los pocos favorecidos que no producen.
Lucharemos sin tregua contra él, admitiendo que es posible
respetar a un enemigo viril que es digno de vuestra espada y que
os concederá campo libre y lucha limpia.
El Partido del Pueblo combate a [Alton Brooks] Parker porque
éste busca obtener, con dolo, bienes que nos pertenecen de
derecho. No podemos objetarle que obtenga votos republicanos,
si puede. De lo que protestamos es de su empeño en obtener
40
votos demócratas cuando él no es un democráta. Si él está en favor
de algo que no sea su dolencia crónica de puestos públicos,
nadie lo sabe. Ya ha hecho tres "intentonas" para expresarlo y
hasta ahora ha oscurecido y disfrazado toda diferencia de principio
entre él y su principal oponente. Me parece que no debería
serle muy difícil a Parker, si él es un verdadero demócrata, decir
al mundo en inglés llano, simple e inequívoco, en qué difiere en
pn:ncipio de Roosevelt.
¿Por qué deberán apoyar los votantes al Pa,rtido del Pueblo
en esta campaña? Porque es el único partido que emprende una
pugna abierta, consistente y temeraria por la democracia jeffersoniana.
Todo demócrata de Bryan debe estar con nosotros
porque nosotros estamos intentando hacer lo que los demócratas
de Bryan intentaron hacer durante ocho años. ¿A dónde más
pueden ir?
Los demócratas de Bryan no deben votar por Parker. Parker
votó con ellos en dos campañas y entonces los dejó, sin decirles
que estaban equivocados. Tampoco los demócratas partidarios
del patrón oro deben apoyarlo. Parker se ha pasado a sus filas,
pero no les ha dicho que el patrón oro sea correcto. Si yo fuese
un partidario del patrón oro yo querría votar por un candidato
que no solamente declarara que el patrón oro estaba asentado
sino que era Correcto.
Nuestra plataforma habla por sí misma. Por confirmación y
reiteración, nuestras anteriores plataformas constituyen parte de
ésta. Sus modalidades sobresalientes son demasiado bien conocidas
para necesitar elaboración aquí. La fuerza de nuestra posición
radica en que ofrecemos una reforma basada en el sen ti do
común para cada uno y todo abuso de nuestro actual sistema.
N o atacamos a los ricos porque sean ricos; pugnamos, sin embargo,
por que la legislación no sea prostituida al propósito de hacer
un millonario a expensas de diez mil trabajadores. Afirmamos
que hay demasiado robo legalizado del productor por el improductivo,
y que esto ha de ser refrenado o habrá revolución.
Aplicando los principios de Jefferson a las condiciones contemporáneas,
buscamos restaurar al gobierno sobre viejos puntales
y poner en operación lo que Jefferson y Lincoln tenían
en mente cuando hablaron de un "gobierno del pueblo".
Depositando los servicios públicos en las manos del gobierno;
restituyendo al gobierno el derecho soberano de crear su propia
41

és propio del individuo constituye una guía idónea para el
bienestar del individuo y la sociedad. Anunciada como 1:1 verdad
final de la "ciencia", no resultó al cabo nada superior a una
fórmula pasajera para un problema coyuntural. No era más que
el reflejo verbal de la política de los días en que se enunciara.
Cuando la Edad Media desembarcó en las playas del siglo
XVI rompió filas, y durante trescientos años cada quien huyó de
lo demás para lograr lo que podía. La sociedad no se hallaba lo
suficientemente desarrollada para organizar la exploración y el
sometimiento de universos de nuevas cosas e ideas sobre bases
más amplias que las de la empresa privada y la aventura personal.
Las gentes tenían que zafarse las unas de las otras, y de las
viejas ideas, horóscopos y gremios, para así capturar los botines
de las nuevas ciencias, la nueva tierra, las nuevas libertades que
hacen los tiempos modernos. No lo hicieron porque los filósofos
se lo indicasen. Los filósofos fueron quienes las vieron conducirse
y lo escribieron en un libro y se han creído ello mismos
desde entonces los inventores de la división del trabajo y los descubridores
de un nuevo mundo de ciencia social. Pero hoy nos
damos nuevamente de codazos, y el sueño de aquellos siglos
bucólicos de que lo social es secundario en relación a lo individual
resulta ahuyentado de nuestropensamientoporlaásperaluz
de las crisis en las cuales despertamos.
"Constituye una ley de los negocios el que cada propietario
persiga su interés propio", declaró el comité del Congreso que
investigó en 1893los amalgamientos monopólicos en la industria
del carbón. La regla por excelencia de los negocios se cifra en
que "No hay más esperanza para todos nosotros que la de que
los más débiles han de marcharse primero". 10 No existe otro
campo de las asociaciones humanas en el que cualquier regla
semejante de acción sea permitida. El hombre que aplicase en su
familia o en sus relaciones ciudadanas la teoría de la "supervivencia
de los más aptos" tal y como se pr fesa y opera en los negocios
sería un monstruo y, así como lo hacemos con los monstruos,
sería prontamente eliminado. Dividir la provisión de alimentos
entre él y sus hijos de acuerdo a sus poderes de cálculo,
obedecer su concepción ciel propio interés personal en cualquier
44
10 Testimonio. Trusts, Congreso, 1888, p. 215.
asunto en el que domine el interés propio de todos, entenderse
como le dicta su ventaja privada con los extranjeros en guerra
con su país, todo ello representaría un caminp corto hacia la
penitenciaría o la horca. En el comercio, los hombres no se han
elevado todavía al nivel de la vida familiar de los animales. La
verdadera ley de los negocios es que todos deben perseguir los
intereses de todos. En el Derecho, el producto más alto de la
civilización, eso ha sido por largo tiempo un lugar común. La
protección de todo el pueblo es la suprema ley. Nos estamos
afanando para que la industria se desenvuelva en consonancia
con ello. Nuestro siglo ha sido el del desorden en la escuela
mientras duerme el maestro al consagrar el capricho del individuo
como el legislador de la jornada común, del empleo y el
desempleo, del inicio y la terminación, de la apertura o la
clausura, de la competencia o la colusión. La felicidad, el propio
interés o la individualidad del todo no es más sagrada que la de
cada componente, pero sí es mayor. Si allí todos son iguales en
calidad, todos son más grandes en cantidad. Ambas coincidirán
en el máximo principio que proyectan el matemático, el poeta y
el reformador.
Eugene V. Debs.1 1 Los tribunales del capitalismo
Cuando se celebraban los juicios en Chicago, el señor George M.
Pullman fue emplazado para rendir testimonio. El señor Pullman
enganchó su carro de ferrocarril al tren de Nueva York y se largó
al Este. De alguna manera los periódicos se dieron cuenta del
asunto y publicaron algo acerca de ello, y el juez declaró que se
trataría drasticamente al señor Pullman. En unos cuantos días el
señor Pullman regresó y acudió a las salas de justicia, dio allí unas
cuantas explicaciones y esto es lo último que hemos oído de él.
Si se hubiese tratado de mí, yo habría ido a la cárcel. He aquí la
diferencia.
11 Debs, Eugene V., Discurso del 23 de Noviembre de 1895, incluído como "The
Role of the Courts" en el volumen Eugene V. Debs Speaks, edited by Jean Y. Tussey,
With an Introduction by James P. Cannon, Pathfinder Press, New York, 1972, pp. 51
y 52.
45

al acomodo de los nuevos elementos que están listos para el socialismo,
entonces esos elementos crearán una maquinaria política
propia y nos veremos obligados a aceptar su operación. Ello
significará tal vez años de costosos desatinos y sufrimiento
humano, tan innecesario como cruel y oneroso.
Una cosa es cierta. Este nuevo vino ferozmente fermentado
reclama nuevos odres. Ni una poderosa transformación social, ni
un gran partido político, ni una revolución económica pueden
ser confinados dentro de los límites de una sociedad fraternal
con propósitos propagandísticos. La mayor necesidad de nuestra
hora no es, como en el pasado, una escuela para adiestrar
propagandistas, sino dar una expresión política al movimiento
que está ya a las puertas. Las cuestiones de las cuotas, los funcionarios,
los estatutos y la afiliación de miembros han de preparar
el camino para los hechos más decisivos de la exigencia
económica y la evolución social. La corriente de la revolución
ha ampliado demasiado su cauce en América para encerrarla en
los límites de cualquier organización semejante a una logia, y
hacerlo sería provocar el desastre para quienes lo intenten y para
la causa socialista misma. Lo cual no significa desestimar a los
funcionarios, las cuotas y los estatutos: ellos son de gran importancia.
Quienes buscan librarse de sus líneas esenciales están desaguando
la bañera con todo y el niño. Pero de aquí en adelante
esa estructura debe verse meramente como el medio para un fin,
y no siempre como el medio más importante. Adoptarla no es
cosa de elección. No se someterá a votación, si bien la circunstancia
de que exista será superada por el desarrollo social. Cuando
el socialismo haya comenzado a difundirse por todo rincón
y esquina del país, cuando las postulaciones de candidatos sean
hechas en convenciones legales y por votantes cuya aptitud electoral
sera determinada por el derecho capitalista, cuando el éxito
nos haya otorgado la responsabilidad tanto de las actividades
oficiales como del trabajo de propaganda, cuando, en suma, nos
volvamos una fuerza política y social en lugar de un simple culto
educativo, entonces habrá de venir el cambio fundamental sin
importarle si hemos tenido o no el sentido suficiente para darnos
cuenta de él y si hemos conformado o no a él las formas de
nuestra organización.
52
WilliamJ. Ghent. 1 4 Los Estados Unidos: Más alla del
liberalismo y el socialismo
El siguiente estadio distintivo en la evolución socioeconómica de
América [los Estados Unidos] puede ser algo completamente
diferente a cualquiera de las predicciones comunes. Las profecías
anarquistas son, desde luego, fútiles; a pocas inteligencias
seduce la utopía tolstoiana del retorno a la producción primitiva,
con su dadivoso desperdicio de esfuerzo y su consecuente
empobrecimiento de la especie. El sueño kropotkiniano de una
unión comunista del artesanado y la agricultura pertenece a la
misma categoría; como a la vez son poco menos que estériles las
visiones neojeffersonianas de la restauración general de la producción
de la pequeña granja y el pequeño taller y el predominio
de la democracia de clase media. Los economistas ortodoxos,
con su individualismo levemente modificado en el que cada
unidad asegura !ajusta recompensa a su capacidad y servicio, no
están sino adorando una imagen que ellos han forjado desde sus
libros y que carece de contrapartida en la vida real; finalmente,
los marxistas que predicen el establecimiento de una república
cooperativa están, por decir lo menos, excesivamente confiados
en abreviar el tiempo de su triunfo. Sea lo que fuere lo que depare
el futuro más distante, no hay sino muy escasa evidencia que
pruebe que el colectivismo vaya a ser la siguiente etapa de la
sociedad. Más bien, esa siguiente etapa por la cual ahora trabajan
enérgicamente sus fuerzas concurrentes, y cuyas primeras
fases son ya claramente observables, será algo de la constitución
del Feudalismo Benévolo.
Que la concentración del capital y el incremento de las porciones
individuales de la riqueza habrán de continuar, es algo uná·
nimemente admitido. Hace cuarenta añosMarxdiola fórmula de la
acumulación capitalista que ha sido desde entonces un inmutable
14 Ghent, W. J., "The Next Step: A Benevolent Feudalism", The Independent, 3
de abril de 1902,pp. 781-782y 788.
53

artículo de fe para los socialistas ortodoxos. "Un capitalista
siempre mata a varios", reza su máxima central. Y hace poco
que el profesor J ohn B. Clark, sin duda nuestro más distinguido
represen tan te de los economistas ortodoxos, declaraba en las páginas
de The Independent que:
el mundo de futuro próximo... presentará una Ü1mensa
desigualdad en constante crecimiento ... El rico se volverá
continuamente más rico, y los multimillonarios se acercarán
a la norma del billón de dólares .
.
Es éste un punto de vista que no precisa refuerzo alguno de autoridad
en tanto es sostenido por la mayoría de aquellos que examinan
seriamente la perspectiva. .
Existen, y ello no se disputa, ciertas tendencias y datos que
entran aparentemente en conflicto con este modo de ver las
cosas. Consta la marcada persistencia, y en algunos casos el
aumento, de la producción y distribución en pequeñas unidades
agrícolas y gremiales. Quienes insisten fuertemente sobre esta
tendencia son el príncipe Kropotkin y el socialista alemán Bemstein;
aunque cautelosamente, a ella asienten varios otros radicales,
entre ellos el socialista belga Vandervelde. Parece incuestionable
que se trata de una tendencia real ante cifras procedentes
de Alemania, Francia, Inglaterra y Bélgica, y no sería improbable
que se hallase confirmación adicional en los detallados informes
del último Censo de los Estados Unidos. Además, las grandes
combinaciones comerciales no son necesariamente una prueba
del incremento individual de la riqueza. Frecuentemente, quizás
generalmente, ellas ocasionan este incremento individual; pero
ambas cosas no están inevitablemente relacionadas. Semejantes
combinaciones son por lo general, como William Graham lo
apuntara hace cerca de doce años, un amasijo de porciones separadas
de capital, pequeñas, grandes y medianas, una unión de
capitales poseídos separadamente y destinados a un propósito
común. La gran compañía de Lipton, por ejemplo, tiene más de
62,000 accionistas; y muchos de los más poderosos consorcios
de América [los Estados Unidos] están erigidos sobre una multitud
de acciones pequeñas y moderadas.
Pero aunque admitamos esos hechos y tendencias, ellos en
nada afectan realmente la generalización anterior. El impulso
54
hacia la producción en pequeñas unidades en nada documenta el
crecimiento de la independencia económica. Al contrario, ésta
viene seguida de presión y coacción constantes. A mayor incremento
del poder de los grandes combinados, mayor subordinación
de las pequeñas empresas. Por una razón u otra, a éstas
puede resultarles lucrativo continuar, e incluso lucrar aceptablemente;
pero quedarán más y más confinadas a actividades
particulares, a territorios particulares y, con el tiempo, a métodos
particulares, todos dictados y sancionados por la presión de
las empresas más grandes. Los pequeños comerciantes y productores
constituyen de esta manera una clase económicamente dependiente,
y su depedencia aumenta con los años. Los propietarios
de las pequeñas y moderadas acciones de los trusts se hallan
también en una posición similar. Los grandes accionistas -con
frecuencia sólo el capital accionista mayor- determinan las
reglas del juego; para los pequeños queda conformarse o, en caso
de resistirse, la impotencia para llevar a cabo su voluntad.
Ello es especialmente cierto en América [los Estados Unidos],
donde el director de una corporación es a menudo un gobernante
absoluto que determina no solamente la política de la empresa
sino los integrantes del consejo directivo.
De esa manera, la tendencia conduce, por una parte, a lacentralización
de un inmenso poder en las manos de unos cuantos
hombres -la morganización de la industria, 15 por decirlo asíy,
por la otra, al enorme incremento del número de los que
componen las clases económicamente dependientes.
Tan omnisciente y exacto será el control social y político,
que éste se ejercerá desde una perspectiva en continua expansión
y en tomo a una creciente multiplicidad de detalles. La
distribución de salarios y dividendos será delicadamente balanceada
por el alerta sopesamiento de eventuales descontentos. Las
pensiones de vejez para los empleados más fieles, como las que
conceden algunas empresas, serán distribuidas de un modo general;
que el trabajo pesado se realice únicamente por los más
vigorosos anulará la amenaza para el régimen de una clase numerosa
de desempleados. La paz constituirá el máximo desiderá-
15 Ghent alude a la Metodología del capitah'smo financiero de John Pierpont Morgan
(1837-1913).
55

-algo que cualquier conjunto promedio de representantes de los
trabajadores es plenamente capaz de determinar, y de manera
infinitamente mejor que nuestros modernos retóricos del Congreso.
Pero todavía no estamos allí, ni estaremos allí el día en que
hayamos barrido en el campo político. No estaremos allí por la
simple razón de que para llegar allí mediante esa primera victoria
política habremos sido compelidos a seguir las líneas políticas
capitalistamente demarcadas, y éstas, como se lo he señalado
a ustedes, son esencialmente antisindicalistas, esto es, ignoran
los vínculos industriales y reconocen solamente los geográficos.
De aquí se deduce que, hoy, la mejor organización política coincide
plena y exclusivamente con la organización industrial, y
que ha de continuar así hasta que la victoria política haya sido
obtenida y las organizaciones industriales hayan sido capaces
de mantener la producción a pesar de los colmillos de la revuelta
e pitalista; hasta que la nación haya tenido el tiempo de reconstruirse
a sí misma sobre la base laboral, es decir, socialista.
Comprendemos de esta manera que la punta de la lanza del
movimiento socialista nada vale sin el asta. Comprendemos que
ambos aspectos no son sólo enteramente paralelos sino que se
hallan íntimamente conectados; comprendemos que uno necesita
del otro, que mientras la punta -el movimiento político- es
esencial en su dirección, el asta de la lanza -el movimiento
industrial- es imprescindible para imprimirle firmeza. El movimiento
obrero que no cuenta con una aguda punta de lanza política
jamás puede elevarse de la condición lactante en la cual
nace originalmente el gremio; por otra parte, infeliz de aquel
movimiento político de los trabajadores que no cuente con el
asta de la organización sindical para fortificarlo. Se volvería inevitablemente
una aventura extravagante. La punta de la lanza
puede "llegar allí", pero a menos que arrastre en su despegue la
fuerte asta de los sindicatos habrá "llegado allí" para nada.
58
A. M. Simons, W. D. Haywood, Mother Jones, Eugene V. Debs
y otros. 18 Convotatoria para la organización
de la clase trabajadora
Manifiesto
Las relaciones y los agrupamientos sociales sólo reflejan las condiciones
mecánicas e industriales. Los grandes hechos de la
industria actual son el desplazamiento de la destreza humana
por las máquinas y el incremento del poder capitalista por la
concentración de la propiedad de los instrumentos de producción
y distribución de la riqueza.
Debido a esos hechos, las divisiones industriales entre los trabajadores
y la competencia entre los capitalistas están igualmente
desapareciendo. Las divisiones de clase se hacen más rígidas y
los antagonismos de clase más agudos. Las líneas de los oficios
han sido engullidas por una servidumbre común de todos los
trabajadores a las máquinas que atienden. Las nuevas máquinas
que siempre reemplazan a las menos productivas destruyen oficios
completos y hunden a nuevos cuerpos de trabajadores en el
ejército, en incesante aumento de los que carecen de oficio, de
los desempleados sin remedio. En la medida en que los seres humanos
y la habilidad humana son desplazados por el proceso
mecánico, los capitalistas necesitan usar a los trabajadores únicamente
en ese breve periodo en que los músculos y los nervios
responden más intensamente. En el momento en el que el trabajador
no rinde más el máximo de dividendos, es lanzado al montón
de los desperdicios, a morirse de hambre al lado de la máquina
desechada. Se ha trazado un Hnea minada y se ha establecido un
límite de edad: cruzarlos, en este mundo de oportunidades monopolizadas,
significa condenarse a la muerte industrial.
18 A. M. Simons, W. D. Haywood, Mother Jones, Eugene V. Debs y otros, Mani·
tiesto aprobado los días 2, 3 y 4 de enero de 1905 e incluí do en los Proceedings of
the Firts Convention of the Industrial Workers of the World, Founded at Chicago, ]une
27-July 8, 1905, Stenographically Reported by W. E. MacDermut, New York Labor
News Company, 1905, pp. 3 a 6.
59

cia con el absolutismo organizado. Sin embargo, no es deseable
que en un Estado moderno deba darse un desperdicio de fuerzas
en la maquinaria del gobierno.
A la evolución natural de los acontecimientos se ha debido
que las mayorías en las legislaturas estatales y en el Congreso federal
hayan cesado de ser las rectoras de la opinión pública y se
hayan convertido en las obedientes sirvientas de ésta. La opinión
pública no se forma ya más en los debates del Congreso sino
mediante la expresión de la mejor opinión de los expertos a
través de la prensa. Cuando la opinión pública alcanza un estadio
de decisión acerca de un asunto importante, aquél se expresa
más efectivamente por una mayoría obediente que por veintenas
de expertos y economistas que arguyen entre sí con sutiles
distinciones abstractas antes de poner una ley en el libre de estatutos.
La discusión abastracta que conduce a la maduración de
la opinión ocurre fuera del Congreso. Si se pudiera dedicar la
mayor parte de la más alta habilidad constructiva y ejecutiva al
servicio del Estado, las legislaturas podrían hacerse cargo de un
ideal más impresionante y digno que el que tienen actualmente.
Con todo, la desviación de las mejores inteligencias al servicio
del Estado podría representar un desperdicio económico que reaccionaría
desastrosamente sobre los verdaderos intereses del
país en su competencia con los rivales extranjeros.
Al dedicar lo mejor de su talento a la industria y el comercio
y al minimizar hasta cierto punto los honores del servicio público,
el pueblo de los Estados Unidos se escapa de otro peligro
que menoscaba el poder competitivo de sus rivales europeos. Se
trata del enterramiento de una parte de la capacidad más alta
del país en el estéril servicio de las armas. Es absolutamente
esencial que cada nación sea capaz de proteger su independencia
y sus intereses nacionales en la lucha por el imperio comercial,
la cual puede originar muchos llamamientos a las armas en el
futuro. Pero aquella nación que sea capaz de mantener su eficiencia
militar con la substracción más pequeña posible de sus
recursos para el desarrollo industrial será el competidor más
fuerte tanto para el imperio del arte como para el imperio de las
armas.
b ). Los prácticos
William McKinley. 6 La presidencia imperial (1 ). La comunión
de la política y los negocios.
Señor maestro de brindis, miembros de la Asociación Nacional
de Manufactureros, invitados: ·'
Respondo agradecidamente al tono cordial de este brindis. La
autenticidad de vuestra bienvenida constituye plena compensación
del haber dejado Washington en una temporada excepcionalmente
ocupada para participar en esta interesante reunión.
Apenas si necesito recordaros que no nos reunimos como extraños.
Ni vuestra organización de negocios ni vuestras reuniones
son de manera alguna desconocidas para mí. He estado con vosotrdt¡
antes, no como invitado, como ahora, sino más bien en
calidad de anfitrión. Recuerdo que, como gobernador del Estado
de Ohio, tuve el gusto de daros la bienvenida a la ciudad de
Cincinnati el 22 de enero de 1895 en la convención inicial de la
Asociación de Manufactureros. Recuerdo bien la ocasión. Era
un día frío. Vosotros lo habíais perdido todo, o creías haberlo
perdido todo, menos vuestro ánimo. El coraje era el único amigo
que vuestra aflicción podía llamar suyo. Advierto con satisfacción
vuestra mejor apariencia ahora. Vuestro talante es más
jovial, vuestro espíritu es más vivaz, vuestros ademanes expresan
más esperanza y vuestra voluntad luce más confiada. También
debo añadir que sois más de los quefuisteisen vuestra primera
asamblea. Las distancias son desde luego las mismas: son los viajes
los que se han reanudado. Vuestras discusiones y vuestros
acuerdos en aquella primera convención se dirigían principal-
6 McKinley, William, discurso en el banquete de la National Association of Manufacturers
of the United S tates en el Hotel Waldorf-Astoria (Nueva York, 27 de enero
de 1898), en el volumen Speeches and addresses of William McKinley, From March
1, 1897 to May 30, 1900, Doubleday & McClure Co., New York, 1900., pp. 60-63.
75

mente a la cuestión de cómo recuperar lo que habíais perdido
en los años anteriores o, de ser eso imposible, cómo evitar mayores
pérdidas. Pero vuestro objeto ahora, tal y como lo infiero,
es salir avante y poseer lo que nunca habíais poseído antes. No
queréis extender vuestros pagarés sino vuestros negocios. Convengo
entonces con vuestros propósitos; estoy en completo
acuerdo con vuestras intenciones ahora.
Osé decir en la asamblea que menciono, y ello consta en vuestras
actas publicadas, hablando tanto para alentaros como por
una profunda convicción, que:
Este gran país no puede ser pemanentemente mantenido
en un estado de postración. Creo que volveremos a ocupar
el campo que perdimos temporalmente y saldremos a la
conquistas pacífica de nuevos y mayores campos para la industria
y el comercio. La recuperación vendrá quizás lentamente,
pero vendrá, y cuando lo haga tendremos más solidez
y sabremos mejor como evitar el exponernos en adelante.
En nada ha menguando la fe que entonces expresara, y vosotros
parecéis haber recobrado la vuestra.
Las políticas nacionales pueden fomentar a la industria y el
comercio, pero queda a la gente el proyectarlos y ejercerlos. Si
esas políticas estimulan el desenvolvimiento y la energ(a industrial,
puede sin riesgos confiarse en la gente para que haga el
resto. No obstante, el gobierno está restringido en su poder de
promover la industria. Puede ayudar al comercio, pero no crearlo.
Puede ensanchar y ahondar sus ríos, mejorar sus puertos y
desarrollar sus grandes vías fluviales; pero los barcos que naveguen
y las mercancías que se transporten deben ser suministrados
por la gente. El gobierno puede gravar fiscalmente de tal
manera que discrimine en favor de las empresas nacionales, pero
no puede establecerlas. Puede celebrar tratados comerciales que
abran a nuestros manufactureros y expertos agrícolas los puertos.
de otras ?aciones. Puede negociar convenios recíprocos para
el mtercambw de nuestros productos y los de otros países.
Puede ayudar a nuestra marina mercante al darle alicientes a
nuestra gente para que construya barcos para el comercio. Puede
asistir de toda manera que sea lícita a la empresa privada
para unir los dos océanos mediante un gran canal. Puede hacer
76
todas esas cosas, y debe hacerlas; pero, haciéndolas todas, el resultado
carecería de eficacia de no hallarse reforzado por la
energía, la iniciativa y la industria de la gente. Es ella la que
debe construir y operar las fábricas, la que debe aportar las embarcaciones
y los cargamentos para el canal y los ríos y los mares.
Es ella la que debe encontrar a los consumidores y obtener
el comercio al salir y ganárselo.
Nuestra gente no disfruta todavía el comercio altamente lucrativo
debido a los insuficientes medios actuales para alcanzar
mercados deseables. Mucho de este comercio se pierde al no
disponerse de información e ignorarse las condiciones y necesidades
de otras naciones. Debemos saber exactamente qué es lo
que quieren otros pueblos antes de que podamos satisfacer sus
demandas. Debemos entender exactamente cómo llegar a ellos al
menor costo si queremos establecer con ellos la relación de negocios
más ventajosa. El barco requiere del embarcador; pero el
embarcador debe tener la promesa asegurada de que sus bienes
serán vendidos al alcanzar su destino. Constituye una buena regla
la de que, si los compradores no vienen a nosotros, nosotros
vayamos a ellos. Es nuestro deber hacer de la empresa americana
y la ambición industrial, así como del éxito, términos de respeto
y encomio no sólo en casa sino entre la familia de las naciones
del mundo.
Henry Cabot Lodge. 8 El senado imperial (1)
Paz en Cuba, justicia al Maine
Henry Cabot Lodge (Mass.). -Señor presidente (del Senado):
Considero que hay un punto sobre el que todos los hombres de
este país están hoy de acuerdo, (no importa lo que difieran en
una u otra propuesta), y ese acuerdo reside en que esta situación
debe terminar. No podemos continuar indefinidamente con esta
8 Intervención del Senador Henry Cabot Lodge en los Debates sobre la Indepen·
dencia de Cuba, Senate, April 13-16, 1898, en Great Debates in American History,
Edited by Marion Milis Miller, Litt. D., Volume Three: Foreing Relations: part two,
Current Literature Publishing Company, New York, 1913, pp. 145-148.
77

tes, y hacerlo al tamiz metafísico-religioso de la "lealtad a la
lealtad". Si al final de cuentas es Dios el referente filosófico de
la lealtad a la lealtad, su referente comunitario último lo constituye
una clase media cuyos enemigos mayores son los "políticos
deshonestos" y los "líderes obreros" (éstos sin adjetivación que
los salve). Claro que la inteligencia y la honestidad comunitarias
que tienen en la clase media su redondo vehículo de indignación
han a su vez de depositarse en instituciones precisas y confiables:
allí pues la Iglesia y la Universidad que, en tanto coincidan
y se complementen mutuamente, aseguran la lealtad a la lealtad.
Consagrada filosófica, sociológica y religiosamente, la clase
media abre para los grandes capitanes de la conciencia norteamericana
la manipulación de vastas zonas de irritabilidad, adulación
y represión colectivas. Ganarse el consenso de los sectores
intermedios crea al rampante capitalismo el imperativo pragmático
de la industrialización de la opinión pública y, en el plano
ideológico, la adopción de la oblicua táctica puritana del autoacusamiento
regulado y dosificado que, por una parte, conduce
a la apología del que se autoacusa y, por la otra, revierte contra
quien lo acusa verdaderamente. A mediano y largo plazo, sin
menospreciar por ello sus méritos individuales, ésa será la función
del agitado periodismo escarbador de basura cívica ( muckraker)
ejercido por Qoseph) Lincoln Steffens (1866-1936)
bajo la mirada directiva del magnate Samuel McClure. Y es que
los reportajes de Steffens denunciando la inmoralidad municipal
prevaleciente en los Estados Unidos se entienden vistos como
partes de la oleada mayor simbolizada por Theodore Roosevelt
y sus batallas de gran garrote contra la inmoralidad nacional y la
inmoralidad internacional. Al tono del siglo xx norteamericano,
la moraleja que dejan los artículos de Steffens es la de que la
maldad de los siniestros bosses políticos y sus cómplices económicos
es corregible (y castigable) por la acción del héroe-denunciador
y, al nivel del público, por la restauración de la sana
mecánica de la oferta y la demanda política.
Ray Stannard Baker (1870-1946), muckraker, define ya el sentido
económico-moral común de la clase media "americana" hastiada
de tolerar por igual a las malas asociaciones patronales y a los
sindicatos obreros coludidos con ellas "para robar al público".
Alterando toda causalidad social, Baker impresiona vívidamente
a sus lectores de principios de siglo con las imágenes de una nue-
98
va inmoralidad que sobrepasa las que denuncia Steffens, la de la
delincuencia obrera contra las empresas privadas y contra los
rompehuelgas que en él son paradigmas de libertad individual.
Desde allí salta Baker a denunciar los contubernios entre los
sectores empresariales inmorales o fatigados de luchar y los sindicatos
y su bajo mundo directivo para violentar las leyes económicas
de la oferta y la demanda. El liberalismo de Baker concluye
así, en el nombre del monitor sin rostro de la clase media,
imponiendo el halo hamponesco que cargará en adelante el sindicalismo
norteamericano; al revés, cosa al fin de la oferta y la
demanda publicitaria, la corporación monopolista resultará
redimible por las relaciones públicas que la transfiguran en el
curso de los años, apartada del pecado cívico, en la servidora social
por excelencia.
El moralismo de clase media del periodismo norteamericano
de denuncia acentúa sus ragos voluntaristas y místicos en William
Allen White (1868-1944). Propietario y editor del Emporia
Gazzette de Kansas, White ingresa a la gran prensa industrial
luego de sus celebrados ataques al populismo (''What's the Matter
with Kansas?" 1896) que favorecen en medida considerable
la votación estatal en favor de McKinley. Tribuno como Baker
de la clase media, White incorpora en su odio absoluto a la corrupción
(más y más difusa) los valores provincianos y espiritualistas
del catálogo norteamericano de la conciencia cívica. Si en
Baker los quebrantamientos de la moral y el civismo son atribuibles
en última instancia a la inferioridad racial y la ignorancia
de los trabajadores que se sindicalizan (magnificando aquí a los
inmigrantes), en White las causas se aclaran a la luz del populismo
que hablaba del extravío del espíritu nacional en el "apetito
de riqueza". Gould y Rockefeller se revelan bajo esta óptica:
igualmente, bajo esta óptica reciben su merecido del Theodore
Roosevelt que cabalga poniendo de cabeza al materialismo. Porque
si son los individuos los que aplastan la virtud, es el individuo,
el grande, el heroico, el único capaz de rescatarla y purificarla
en su guerra (verbal) contra los monopolios y su guerra
(real) contra las naciones (débiles) que violan el orden espiritual
del mundo.
A la altura en que la opinión pública se vuelve entidad controlable
y manipulable, la tecnología administrativa y productivista
de Frederick Winslow Taylor (1865-1915) asegura el otro
99

flanco de la hegemonía civil norteamericana. Forjada en la experiencia
de Taylor como ingeniero mecánico y consultor de
eficiencia industrial y en la aplicación del conductivismo psicológico
de J ohn Watson, la teoría de los Tiempos y Movimientos
y los incentivos para incrementar la productividad proclama
ahora asentar definitivamente la ciencia en los dominios dejados
antes a la improvisación (empresarial) y la ideología (obrera).
Competibilizar pautas deportívas (las de la iniciativa de los integrantes
del equipo de baseball) y pautas militares (las de la
uniformidad y la disciplina) no es todo para la ciencia del Taylor
que desmenuza y mecaniza los movimientos elementales del
trabajo industrial. En ella, se trata también de desmenuzar y mecanizar
la inteligencia económica cifrándola en la operación de
una productividad que minimiza y subordina a la noción de plusvalía.
El sentido común unilineal de la cultura norteamericana
se vigoriza con la reducción tayloriana de la abundancia a mera
maniobra científica-administrativa: unidos por el egoísmo universal
de las ganancias y los salarios cada vez más altos, el capital
y el trabajo posponen toda discrepancia para producir más
y para repartirse más. En ese universo autosustentado, dotado
de su propia lógica, lo cuantitativo (la mayor productividad)
arrasa lo cualitativo (las relaciones sociales y económicas): la
magia de la ciencia vuelve superficial con ello al cuestionamiento
socialista, a cualquier cuestionamiento del sistema.
Henry Ford {1863-1947), genio exterminador de los pecados
semíticos del capitalismo, es quien compendia (y aprovecha) finalmente
el espíritu resultante del juego cultural y administrativista
de principios de siglo. Agente de las grandes conmociones
industriales de nuestra era {el modelo T o la línea de ensamblaje),
Ford revoluciona y recodifica la cultura capitalista alrededor
del automóvil que visualiza ahora la capacidad y el empuje individuales
(y nacionales) y relativiza y torna movedizas las relaciones
sociales diferenciadoras. Al mismo tiempo, las plantas
productoras de Ford son la vitrina del milenio capitalista y sus
salarios mínimos de cinco dólares diarios, su participación de
utilidades y sus jornadas de ocho horas. Pero la beatitud de la
utopía laboral no es cosa que se deja puramente a la inventiva
continua, el patemalismo y los buenos consejos de Ford: el espionaje
y los dispositivos policial-militares salvaguardarán en ella
contra la degradación de los sindicatos al espíritu estrictamente
100
individualista del obrero. De manera paralela, el orden fordiano
descalifica como "destructiva" la competencia que altere las
coordenadas corporativas donde los jóvenes emprendedores hallan
el encausamiento benévolo y la recompensa gradual de la
ambición y la fidelidad.
101

m en tación y vestido. Y o he llevado un portaviandas y he trabajado
a sueldo diario, e igualmente he empleado trabajadores, y
sé que algo puede decirse de ambos lados. En sí, nada hay de
excelencia en la pobreza; los andrajos no son recomendación alguna;
y ni todos los patrones son rapaces y arbitrarios ni todos
los pobres son virtuosos.
Mi corazón se inclina por quien realiza su trabajo lo mismo
cuando el ''patrón" está ausente que cuando está presente. Y
por quien, al confiársele una carta a García, toma la misiva tranquilamente,
sin formular preguntas idiotas y sin la oculta intención
de tirarla en la alcantarilla más próxima, o de hacer cualquier
cosa menos entregarla; por quien nunca es "suspendido"
ni tiene por qué ir a la huelga para obtener salarios más altos. La
civilización es una larga, ansiosa búsqueda justamente de semejantes
individuos. Todo lo que un hombre como ése solicite le
será concedido. Se le necesita en toda ciudad, pueblo y aldea,
toda oficina, taller, almacén y fábrica. El mundo invoca su presencia:
se le requiere y se le requiere enormemente, el hombre
que pueda "Llevar un mensaje a García".
Andrew Carnegie. 3 El nuevo mundo de la oportunidad
y la ambición
El hombre joven y práctico que hoy trabaja en la ventanilla o en
el mostrador sin ser llamado por la diosa rutilante, la Fortuna,
podría inclinarse a concluir que es imposible entrar en los negocios
en esta época. Algo hay de razón en eso. Sin duda hoy es
infinitamente más difícil comenzar un nuevo negocio de cualquier
clase de lo que fuera antes. Pero se trata solamente de una
diferencia de forma y no de sustancia. Hoy es infinitamente más
fácil que nunca antes para un hombre joven y práctico con habilidades
el participar e influir en las firmas establecidas. Las puertas
no' se han cerrado para la habilidad; por el contrario, girán
3 "How to Win Fortune", Capítulo V de Carnegie, Andrew, The Empire of Business,
The Sucecess Edition, Doubleday, Page & Company, New York, 1902, pp. 114
a 119.
106
más libremente que nunca sobre sus goznes. El capital no es
requisito. Como antes, las influencias familiares para nada cuentan.
La verdadera habilidad, la capacidad para hacer las cosas,
nunca antes fue tan ansiosamente buscada como ahora, y nunca
antes impuso para sí recompensas como las de hoy.
La ley que concentra las principales industrias y asuntos comerciales,
mercantiles y financieros en unos cuantos grandes
complejos o firmas contiene dentro de sí otra ley no menos imperiosa.
Esos inmensos consorcios no pueden ser manejados con
buen éxito por empleados asalariados. Ningún gran negocio de
cualquier naturaleza puede apuntarse una prosperidad extraordinariamente
brillante y permanente si no se encuentra en las manos
de hombres prácticos interesados precuniariamente en sus
resultados. En el mundo industrial parece ser que los días de las
corporaciones están por terminar. Para decirlo me ha sido necesario
observar cuidadosamente la mayor parte de mi vida las
operaciones de grandes establecimientos propiedad de cientos
de capitalistas ausentes y manejados por funcionarios asalariados.
Constrastando, creo que la sociedad manejada por hombres
vitalmente participantes y propietarios de la empresa rendirá
satisfactorios dividendos cuando la corporación se encuentre en
apuros y apenas sepa en cuál lado del libro de balance se hallará
al final de las operaciones del año. Tienen éxito los grandes
almacenes que hacen participar a sus hombres más capaces en
las ganancias de cada departamento, en tanto que fracasan aquellos
que intentan trabajar únicamente con individuos asalariados.
Incluso en la administración de nuestros grandes hoteles se estima
prudente hacer socios a los principales hombres. Esta ley
opera en cada rama de los negocios, y las empresas son prósperas,
por lo general, en exacta proporción al éxito que tienen en
interesar en las utilidades a una proporción más y más grande de
sus trabajadores más competentes. La cooperación entendida de
esta manera está entrando rápidamente en todos los grandes
establecimientos. Más les vale a los negocios de manufaE:turas
que no tengan socios manufactureros prácticos enmendar c';lanto
antes la omisión, y probablemente los hombres requendos
sean los mismos jóvenes mecánicos brillantes que han sobresalido
trabajando por unos cuantos dólares al día o los jóvenes egresados
de las escuelas politécnicas. Ocurren constantemente casos
107

en los que la corporación renuente a asociar a ella a prometedores
hombres prácticos pierde sus servicios y los contempla asociándose
con .algún talentoso manufacturero individual o con alguna
firma comercial que se halla constantemente en busca de
ese artículo indispensable: la habilidad. Hasta ahora no ha sido
la práctica de las corporaciones el recompensar apropiadamente
a estos administradores en embrión (embryo managers), pero
habrán de hacerlo si quieren resistir la competencia de empresas
operadas por los que están interesados en las ganancias.
Por otra parte, las corporaciones cuentan con una ventaja que
deseo hacer ver a los jóvenes prácticos. Sus acciones se venden
libremente. El camino es fácil para el trabajador que desee en la
América [los Estados Unidos] de hoy interesarse en cualquier
rama de la industria. Por cincuenta o cien dólares puede convertirse
en accionista. Más y más se generaliza que los trabajadores
inviertan así sus ahorros. Existen varias corporaciones bien administradas
cuyo capital y cuyo prestigio les permiten obtener
utilidades satisfactorias, y no hay mejor prueba de capacidad y
buen juicio que pueda ofrecer un trabajador a sus patrones que
la que aporta la presencia de su nombre en los libros de accionistas
de la empresa.
Los trabajadores están prejuiciados en no mostrar a sus patrones
que los salarios que devengan les permite ahorrar. Pero eso
es un error. El trabajador ahorrativo es el trabajador valioso, y el
patrón inteligente juzga el hecho de que ahorre como evidencia
suficiente de que hay algo excepcionalmente precioso en él. Toda
corporación debe esforzarse por inducir a sus principales
obreros a invertir sus ahorros en acciones. Solamente de esta
manera pueden esperar las corporaciones el vérselas exitosamente
con los manufactureros individuales que ya han descubierto
uno de los inapreciables secretos de la prosperidad prodigiosa, a
saber: compartir sus ganancias con quienes influyen en buena
medida en producirlas. Ciertamente que agoniza el tiempo del
accionista-capitalista ausente que no tomaba más interés en la
operación industrial que la recepción de sus dividendos. En el
mundo de la industria se acerca él tiempo del valioso obrero activo.
Que no se desaliente por lo tanto a ningún trabajador jóven
y práctico. Por el contrario, aplaudámosle. Al mecánico o al
hombre práctico de verdadera habilidad le resulta cada vez más
fácil dictar sus condiciones a los patrones. Donde antes había
108
una vía de promoción hay ahora una docena. La enorme empresa
del futuro no repartirá sus utilidades entre centenares de capitalistas
ociosos que en nada contribuyen a su prosperidad, sino
entre los cientos de sus empleados más capaces de cuyas habilidades
y esfuerzos depende en buena medida el éxito. El capitalista-accionista
ausente será reemplazado por el trabajador capaz
que asiste al trabajo.
En cuanto a las calificaciones necesarias para la promoción de
jóvenes prácticos, uno no podría hacer mejor que citar a George
Eliot, quien plantea la cuestión muy concisamente: "Te diré
cómo lo logré. Mantuve mis oídos y mis ojos abiertos, e hice
mío el interés de mi amo".
El antecedente para la promoción consiste en que el individuo
debe primeramente hacerse notar. Debe hacer algo extraordinario
y ello debe especialmente hacerse más allá del límite estricto
de sus obligaciones. Debe sugerir, economizar o desempeñar para
do ha atraído de esta manera la atención de su inmediato superior,
no importa que éste sólo sea el jefe de grupo, ha dado el
primer paso, puesto que su promoción depende del superior inmediato.
Qué tan alto pueda ascender es cosa suya.
Frecuentemente escuchamos quejarse a individuos de no tener
la oportunidad de mostrar su habilidad, y de que cuando la
demuestran no se les reconoce. Casi nada de cierto hay en eso.
El interés propio obliga al superior inmediato a dar el iugar sub-ordinado
más alto a quien lo desempeña mejor, ya que al funcionario
se le aprecia por el trabajo de su departamento como
un todo. Nadie puede mantener abajo a otro. Se advertirá que
muchos de los hombres prácticos que han ganado fama y fortuna
lo han hecho persistiendo en los perfeccionamientos que han
efectuado. Las mejoras se hacen fácilmente por los hombres
prácticos en la rama a la que se dedican porque ellos poseen el
conocimiento más íntimo de los problemas que allí resuelven.
Muchas de nuestras valiosas innovaciones han venido de esa
manera. Quien haya logrado un adelanto debe siempre proponerse
obtener una participación en el negocio más que un incremento
de salario. Si cuenta con la innovación adecuada, y cree
hacerla funcionar, él podrá progresar incluso si a esas alturas el
negocio no se encuentra muy próspero. Todos los negocios tie-
109

nen sus altas y sus bajas. Las temporadas de depresión y prosperidad
se alternan una a la otra, un año de grandes ganancias, varios
de pocas o ninguna. Es ésta una ley del mundo de los negocios
en cuyas razones no necesito meterme. El joven capaz y
práctico, por lo tanto, no debe sopesar demasiado una elección
en los negocios. Apropiadamente manejado, cualquier negocio
rendirá generosos dividendos durante un periodo de años.
Aunque Marcus Alanzo Hanna (1837-1904) comparta las premisas
organicistas (monopolistas) de Carnegie, su visión del capitalismo
no es la del disciplinador y gratificador individual sino la
del verticalizador social en paridad con el trabajo que evolutiva
y selectivamente se le acopla. Nadie mejor que Hanna, robber
baron y polz'tico a la vez, para articular a la sombra de McKinley
la estrategia gerencial-política del gran capital financiero del
siglo xx. Haciéndolo, Hanna cubre los tres frentes interrelacionados
de la convivencia capitalista a lo largo de las fricciones del
asentamiento monopólico, el lanzamiento del binomio crisisprosperidad
hacia el imperialismo y el vapuleo del radicalismo y
la conciliación de clases que engarza y supedita a la Federación
Americana del Trabajo en el organismo cúpula de la Federación
Cívica Nacional. Maestro fascista, Hanna elude no obstante
los usos drásticos del Estado; darwinista, presenta la verticalización
social como un imperativo evolucionista, organizativo y
modernizador cuyas estructuras y funciones corporativas obedecen
al dictado "natural" de la cooperación ínter-privada (Civil)
y no a la supresión artifical de la competencia (al fin evolutivamente
superada). La pauta universal que norma la relación entre
el capital y el trabajo es pues la de los negocios, como son los
empresarios los apóstoles de la evolución y los criterios vivientes
del bien y del mal. El diálogo se vuelve monólogo: objetiva y
científicamente, la actitud del hombre de negocios es la única
actitud válida para trascender "el interes egoísta y político".
110
Marcus Alanzo Hanna.4 El capitalismo verticalizador
Confieso que cuando recibí la amable invitación de la Academia
Americana de Ciencia Política y Social para asistir a esta sesión
no sabía a lo que venía. Quiero hablar de cosas prácticas, y no
hay un tópico actual que esté más cercano a mi corazón que la
cuestión de las relaciones entre el capital y el trabajo.
El tema que me asignaron fue el del "Arbitraje", tema que
considero únicamente introductorio para adentrarme en la discusión
de otro tan amplio como el que se fijase para esta velada.
El asunto del arbitraje puede considerarse bajo dos encabezados.
El uno es el arbitraje que se da en los círculos de negocios, entre
hombres de negocios a los que podemos llamar patrones o capitalistas,
si queréis; el otro, el que se da para dirimir las diferencias
entre patrones y obreros, constituye el estadio avanzado de
aquél. Representa una forma perfeccionada de arbitraje.
Para que la conciliación o el arbitraje tengan éxito se requiere
que el capital y el trabajo estén organizados cabal y efectivamente.
Las grandes concentraciones de capital, a las que el trabajo
temiese en un principio, han demostrado ser las mejores
amigas del trabajo en tanto que, al centralizar el control de una
rama productiva, permiten establecer las relaciones amistosas
que irán uniformando las condiciones a lo largo del país, o de
buena parte de él, y cifrando la competencia más en torno a la
calidad del producto que al arrebatamiento de concesiones laborales.
La Federación Cívica Nacional es el resultado de la evolución
a la que vuestro presidente aludiese. Este país ha crecido enormemente.
Nuestras industrias se han multiplicado y con ellas las
oportunidades para el trabajo. Por delante hay grandes empresas
que reclaman el concurso de todos y es por esto que la cuestión
del trabajo y el capital se aproxima a su punto crítico. Previéndolo,
la Federación Cívica ha adoptado una constitución y estatutos
que simplemente trazan métodos procedimentales: tam-
4 Hanna, Honorable Marcus A., "Industrial Conciliation and Arbitration", en The
Annals of the American Academy of po/itical and Social Sciences, Vol. XX, julio de
1902 diciembre de 1902, pp. 21 y 23-26.
111

ién ha adoptado un principio, y ese principio es el del Justo
Medio (The golden rule).
Actualmente, señor presidente, la inmensa capacidad productiva
de este país nos ha compelido a la agregación de capital y a
la creación de la enorme riqueza material que busca oportunidades
de inversión. La riqueza en acelerado aumento debe tener
donde invertirse, y para que la inversión en la industria sea segura
debemos tener paz industrial.
La Federación Cívica comienza a colocar los cimientos para
alcanzarla y abriga la esperanza de atraer a su seno a todas las
clases de todo el pueblo. Sencillamente, estamos brindando al
pueblo americano la oportunidad de unirse a nosotros para
lograr este propósito imprescindible tanto para nuestra estabilidad
social como para nuestra estabilidad industrial. Desde luego
que no se trata de una tarea fácil: las condiciones en los Estados
Unidos difieren de las de cualquier otro país del mundo. El carácter
cosmopolita de sus gentes, venidas por millares y cada
año a nuestras costas desde todos los países y todos los climas,
de todas las clases y todos los tipos de todo el mundo, genera un
estado de cosas que no se encuentra en ninguna otra nación. No
es asunto fácil el de asimilar un número tan grande de inmigrantes
extranjeros: ni entienden nuestro idioma, ni saben de la
educación de un pueblo que se auto-gobierna, ni comprenden
nuestras instituciones. De aquí lo necesario de un trabajo de
educación para el cual la Federación Cívica constituye sólo un
núcleo inicial.
La Federación Cívica cuenta escasamente con dos años de
existencia y su Buró de Asuntos Industriales apenas si ha sido
organizado: con todo, siete huelgas han sido ya resueltas en tres
meses. Se evitaron dos huelgas que habrían movilizado a más de
doscientos cincuenta mil trabajadores. Y ello, amigos míos, ha
sido logrado encontrando simplemente para comenzar cuáles
eran las diferencias a dirimir y quién estaba en lo correcto y
quién equivocado. Cuando los hombres se reúnen con la determinación
de tratarse equitativamente unos a otros, y cuando el
público advierte que quienes se reúnen en esta empresa están
plenamente al tanto de sus detalles, hombres prominentes del
país que saben y conocen y ceden su tiempo por el amor al
trabajo y por el bien que puedan lograr, el público se convence
de que algo importan te va de por medio.
112
Mi experiencia me ha enseñado, amigos míos, que, debido a
su posición, al patrón corresponde llevar a cabo la mayor parte
del trabajo educativo, y que, al menos al iniciarse, debe cubrir
allí más de la mitad del camino. A él corresponde dar empleo y
ser el responsable por la conducción del negocio y sobre él recae
la responsabilidad de cuidar que los hombres reciban su partidpasión
en las utilidades. Debemos elevarnos a un plano más alto
desde el cual podamos tener una visión más amplia sobre esta
cuestión, desde el cual podamos despojarnos de los prejuicios
que hasta ahora se han interpuesto entre el capital y el trabajo.
Creo y he creído por treinta años en el trabajo organizado.
Creo en él porque es un hecho demostrado que allí donde los
intereses y negocios del trabajo se confían a un liderazgo capaz
y honesto resulta mucho más fácil para los representantes patronales
el ponerse en estrecho contacto con el trabajador y, al tratar
con un número reducido de personas, conseguir mejores y
más rápidos resultados.
Los monopolios (trusts) han llegado para quedarse. El trabajo
organizado y el capital organizado no son otra cosa que pasos
hacia adelante en la gran evolución industrial que tiene lugar en
nuestros días. Se ocurriría ahora mismo pensar en regresar a los
métodos primitivos de manufactura y a los métodos primitivos
de operar negocios: es no obstante nuestro deber, deber de quienes
representamos a los patrones, el de dejar desde hoy cancelada
la idea de prestar oídos a una opción como esa.
Estáis bien enterados de que en este país se ha desarrollado la
tendencia, virtualmente medular, hacia lo que es llamado el
socialismo, Todo lo que es americano se opone de principio y
sobre todas las cosas al socialismo. Hablamos de él y deploramos
que exista y deploramos que hayan extremistas que ensenan
a las clases semi-ignorantes las teorías del trabajo que parten
del principio de que la libertad es el libertinaje. Se trata, empero
de una situación que debemos afrontar mejor. Constituye deber
de todo ciudadano americano el asumir sus responsabilidades
en este trabajo educativo y en prestar su ayuda a cualquier organización
que pueda corregir aquellas teorías y aquellas ideas. No
hay en nuestros días una cuestión concerniente a nuestro cuerpo
político que nos imponga una reflexión más profunda y más
seria. Nada hay en la organización de la sociead en este país que
convenga en permitir el desenvolvimiento de las ideas socialistas.
113

hecho lo hacen, para manipular combinadamente sus ofertas,
eliminar toda competencia y lesionar inmisericordiamente al
público.
No sería ni justo ni cierto, desde luego, culpar a la sentencia
del juez Parker por la existencia de esas combinaciones depredadoras
o de los sindicatos laborales monopolistas, ambos florecientes
en Chicago, San Francisco y otras ciudades; resulta sin embargo
innegable que esta sentencia ha fortalecido la posición de
los bosses obreros, que la desmoralizadora situación de la industria
de la construcción en Nueva York es consecuencia natural
de la aplicación de los principios que pueden deducirse de la
sentencia del juez Parker.
En cuanto a los puntos de vista del presidente Roosevelt sobre
el problema laboral, diré que ellos no son fácilmente determinables,
pero sí perfectamente claros y positivos, y cubren el
campo amplia y completamente. No cabe duda que de ningún
otro presidente de los Estados Unidos ha encontrado ocasión
para expresarse tan libre y tan frecuentemente sobre este tema
como Mr. Roosevelt; y ninguno, ni siquiera el presidente Cleveland,
ha sido obligado a emprender acciones que involucren en
tantos casos a organizaciones laborales. A no dudarlo, los disturbios
laborales son los que han proporcionado los acontecimientos
más importantes e irritantes del periodo presidencial de Mr.
Roosevelt. A él ha correspondido enfrentarse a varios problemas
ásperos como los que entrañó la huelga del carbón de antracita,
calificada por el juez Gray de "la crisis más grave y amenazadora
que cualquiera otra ocurrida desde la Guerra de Secesión"; como
los disturbios mineros de Arizona, para cuyo sofocamiento
ordenó la intervención de las tropas nacionales; como el así
llamado caso Miller, y como otros. Además de esas situaciones,
a las que respondió vigorosamente, se le ha apremiado para que
adoptara una posición en la desastrosa guerra de las minas de
Colorado, en la huelga de la carne y en otros disturbios menos
notables. Es por lo tanto posible, partiendo del examen de los
discursos, mensajes y actuaciones del presidente, formarse una
idea clara de la plataforma laboral que sustenta.
Primero que nada: el presidente Roosevelt es un creyente absoluto
de la organización laboral. "Si yo fuese un trabajador
asalariado", ha dicho, "ciertamente que me uniría al sindicato".
Se verá, entonces, que el presidente Roosevelt ha expresado
126
se creencia abosluta en la organización laboral y ha emprendido
varias medidas para el mejoramiento de las condiciones de los
trabajadores. Por otro parte, todos su mensajes y discursos
apuntan a un reconocimeinto muy claro de los límites del
sindicalismo. En primer lugar, sus discursos están rodeados de
declaraciones en el sentido de que los sindicatos obreros deben
obedecer la ley. La obediencia a la ley es la piedra angular
de una gran parte de los pronunciamientos del presidente. "No
hay peor enemigo del trabajador asalariado que el que disculpa
la violencia de la muchedumbre en cualquiera ci.e sus formas o el
qu predica el odio de clase". En su primer mensaje al Congreso
dijo el presidente: "Se ha logrado y se logrará un bien muy
grande por las asociaciones de trabajadores asalariados cuando
sean prudentemente administradas y cuando combinen la insistencia
en sus derechos con el respeto legal a los derechos de los
demás. El desarrollo de esas cualidades en cuerpos como éstos
es un deber hacia la nación no menos que un deber hacia la nación
no menos que un deber hacia las asociaciones mismas".
El presidente Roosevelt no solamente ha hablado contra la
ilegalidad practicada por los sindicatos obreros, sino que no ·ha
vacilado en actuar. Durante las huelgas de mineros de 1903 en
Arinoza, a petición de las autoridades territoriales, ordenó a las
tropas federales contener los motines del populacho y mantenerse
preparadas hasta que la paz fuese restaurada.
Pero él ha visto un límite aún más importantes para las operaciones
del sindicalismo. Al reconocerles rigurosamente su derecho
de huelga, su derecho al mejoramiento propio dentro de la
ley, Roosevelt reconoce también que los sindicatos no deben
presionar en su derechos hasta el punto en el que "la brutal indiferencia
a los derechos de los demás" vulnere al público. Aquí
reside la esencia de la diferencia entre los puntos de vista del
juez Parker y los del presidente Roosevelt. Ambos candidatos
perciben claramente la importancia vital de los principios fundamentales
del sindicalismo; el presidente Roosevelt reconoce
además sus limitaciones. El presidente Roosevelt reconoce que
los derechos de los sindicatos deben restringirse en el punto en
que interfieren con los derechos superiores del público. Según
su sentencia, el juez Parker permite llevar a los sindicatos su derecho
de huelga -que es un derecho innegable- hasta el punto
en el que los trabajadores no sindicalizados o integrantes de un
127

por montones. Absolutamente no. Ellas se dan después de arduo
trabajo: aquél que logra sostenerse entre las adversidades de la
rutina y se mantiene aún en medio de ella activo y alerta es
quien finalmente entra en esa dirección. Lo que uno busca en
los negocios no es la brillantez sensacional; es la sólida y sustancial
confiabilidad. Las grandes empresas se mueven necesariamente
de manera lenta y cautelosa. El joven con ambición debe
lanzar una prolongada mirada hacia adelante y dejar un amplio
margen de tiempo para que las cosas acontezcan.
138
IV. LA RESPUESTA POUTICA Y SOCIAL
La época del progreslVlsmo (1898-1920) figura en los anales
norteamericanos como la saga ético-cívica de una clase media
cuyos cruzados (desde los muckrakers hasta Theodore Roosevelt
y Woodrow Wilson) imponen por la vía reformista del Estado
Liberal Positivo la hegemonía hacia arriba sobre el gran capitalismo
incontrolado y hacia abajo sobre la sórdida estrategia
proletaria del acoso y la destructividad. El progresivismo queda
en consecuencia como la fase del ascenso y triunfo de aquella
clase media que, revisando y puliendo los viejos valores liberales,
hace señorear en adelante su sentido de la proporción y del justo
medio frente a todo extremismo. Aparecerán así en el inventario
imaginario de las victorias de la nueva clase la sujeción
política, y con vistas al interés público, de Ios monopolios, el
impulso a una administración más y más científica que los mismo
erradica la corrupción municipal que coordina y supervisa a
nivel federal la actividad financiera, bancaria e industrial del sistema,
o el sancionamiento de las leyes que establecen las condiciones
del trabajo adulto y de menores, las que conceden el
sufragio femenino, las que protegen al consumidor, las que fijan
la estructura tributaria federal, las que atienden la conservación
del medio ambiente y las que crean procedimientos para la elección
popular directa de los senadores.
Ante la leyenda historiográfica, la academia radical norteamericana
ha opuesto la tesis del triunfo real del "capitalismo político
conservador" (Gabriel Kolko) o el "orden social liberal-corporativo"
Qames Weinstein). Lo que en esencia plantea la revisión
radical de la época progresivista es que a lo largo de ella se opera
(no sin dificultades) la coincidencia en los objetivos políticoeconómicos
del gran capitalismo confedereado patronaimente
para "racionalizar" un estado económico de cosas que sus representantes
perciben todavía como caótico y competitivo, empresa
en la que se valen de la manipulación del clima de inconformidad
e incertidumbre social. Claramente, el progresivismo se
dibuja como el "estabilizador social" del mercado capitalista y
139

entonces como el término medio entre el liberalismo de laissezfaire
y el socialismo revolucionario: apartada de un "liderazgo
inspirado" o de una "élite política", en ella el Estado aprovecha
el rico caudal de la plusvalía social para "domesticar" las inclinaciones
plutocráticas y socialistas generadas por ''la falta de
regulación de las condiciones económicas". Pero si Weyl reconoce
a la clase media como el titular último del nuevo Estado, la
conciencia radical le mueve a ser escéptico en cuanto al potencial
transformador de un conglomerado cuyos millones de
miembros multiplican en sus "tradiciones, ideas e ideales" lo
que él llama "el espíritu plutocrático", una clase que, más que
apetito organizativo, no evidencia hasta sus días otra cosa que el
apetito del consumo.
Barrer los reparos y las exigencias intelectualistas que pueden
interponerse al nuevo orden político constituye al parecer la
misión del joven Walter Lippmann (1889-1974). Ayudante académico
de Santayana, pragmático que se aleja de los vanidosos
buscadores de "la piedra filosofal" en política, el harvardiano
Lippmann que a los veintitrés años se incorpora activamente
al socialismo como secretario del alcalde Lunn de Schenectady
(Nueva York), no tarda cuatro meses en desertar y sellar así
su larga experiencia de desencantos "con el dogma político".
Su primer libro, A preface to politics (1913), se vale del pretendido
dolor de su fe socialista vapuleada por las turbias componendas
del partido para abrir la puerta a las mayores corrientes
del irracionalismo burgués de comienzos de siglo. Con ello, los
remanentes socialistas de Lippmann (los del fabianismo o
los procedentes de Sorel) se entretejen sin fricciones en el
pragmatismo de James, el fenomenologismo de Santayana, la
repulsa al teoreticismo de Graham Wallas, el psicologismo de
Freud, el vitalismo de Bergson y el voluntarismo de Nietzsche.
A los principios y las instituciones "congeladas" opone Lippmann
"el flujo de la vida", las "corrientes motrices de la vida
social": "formarlas y dirigirlas" implica para él un proceso de
"voluntad y penetración creativas" que deje atrás el "ir a la
deriva" de las pobres fórmulas racionalistas. Sin atarse a abstracciones,
sean éstas las del liberalismo o las del socialismo, el
retomo lippmanniano a la sana política maquiavélica del poder
se procura ahora en el Estado y en el caudillo los elementos
configurantes de un "mito energético" que se sobreimpone a la
144
lucha de clases y sublima nacionalmente los impulsos irracionales
de los hombres.
William Howard Taft (1857-1930) ajusta difícilmente en la
óptica heroica del progresivismo. De figura abultada, de insistente
vocación por el derecho, Taft jamás suscita los arrobamientos
populares del Theodore Roosevelt que virtualmente le cede el
sillón presidencial y supuestamente lo deja envuelto en una política
que su formación curial le impide entender bien. Engañosa
imagen: calculada no obstante para disolver en cuestiones de
personalidad la continuidad de la fase del asentamiento nacional
e internacional del capitalismo financiero norteamericano. Porque
el Taft que abandona la judicatura en Ohio a instancias del
colega y coterráneo McKinley se asocia estrictamente al imperio
desde que en 1900 ocupa la presidencia de la Comisión norteamericana
en las Filipinas y luego la gubematura civil de las
islas (1901-1904). Secretario de Guerra bajo Roosevelt, Taft es
ágil y hábil diseñando la arquitectura militar en el ftsmo de
Panamá y administrando la contrarrevolución en Cuba (1906).
Como presidente, trabaja por integrar mejor la política estatal
y la política empresarial, y lo expresa en el axioma "buena ciudadanía,
buen gobierno y buenos negocios" con el que sanciona
la articulación nacional de las Cámaras de Comercio (1912);
menos conciliadora, menos flexible, la política exterior del
jurista Taft eleva a "deber nacional" la intervención de las
naciones fuertes en los asuntos de los pueblos "incapaces de
mantener un gobierno de paz y orden". Taft no sólo hace cálculos
y moviliza tropas en el caso del México convulso de 1910-
1911: anticipa que el nuevo equilibrio mundial y hemisférico
favorable a los Estados Unidos depende de la militarización
unilateral del Canal de Panamá y, cicatero ante Europa, fabrica
para ella un lugar imperial subordinado.
A la diplomacia progresivista corresponde plenamente Henry
Lane Wilson, figura menor (de hecho ausente) de la política y la
biografía norteamericanas y no obstante (o por ello) sintética de
la actitud esencial de los Estados Unidos hacia la América Latina
del siglo x'X. Joven orador del republicano James Blaine en
la campaña presidencial de 1884, Wilson entra en contacto desde
esos días con McKinley y Hanna, y a ambos sirve en la decisiva
batalla electoral de 1896. Son los méritos de la militancia
partidista, además del de ser hermano del senador John Lock-
145

wood Wilson, republicano y director del Post-lntelligencer de
Seattle, los que determinan que sucesivamente sea propuesto
por McKinley como ministro en Chile, por Rooselvelt para el
mismo cargo en Bélgica y por Taft como embajador en México.
La autobiografía de Wilson procede en un metódico crescendo
desde las primeras misiones diplomáticas hasta la última, y allí
a la relación de la casi inexorable conversión de la Embajada
norteamericana en el mayor centro de decisiones del país. El
tono es neutro y hasta candoroso cuando Wilson narra la Decena
Trágica, la caída de Madero y la conciliación de los ejércitos
de la reacción que la embajada emprende. Al aplomo de la
superioridad moral es atribuible el sentido de la dirección e incluso
de la escenografía teatrales con las que Wilson maneja y
amenaza a los golpistas. Luces, ambientación, comparsas, lacarta
final de la intervención militar: todo transparenta los valores
de una diplomacia nutrida del profundo desdén a la aparatosidad,
los séquitos y la pompa verbal del aspirante latinoamericano
a la dictadura. Por otra parte, la destitución con la que
W oodrow Wilson paga los servicios de Henry Lane Wils0-. sóiv
se explica, al azorado juicio de éste, por lo inexperimentado y lo
especulativo de una administración que ignora la dialéctica práctica
del humanitarismo y el poder.
Se equivoca Henry Lane Wilson: Thomas Woodrow Wilson
(1856-1924) no es el rey-filósofo llegado para frustrarse en la
política práctica que presenta la psicología norteamericana de
la historia. Abandonar esa imagen para recuperar el hilo Qamás
roto) de una sola historia nos obliga a confrontar las virtudes
provincianas, puritanas, populistas y profesorales que aureolan a
Wilson con su permanente asociación, desde que entra en política,
con los millonarios George Harvey (de 1906 a 1911) y
Edward House (de 1911 en adelante) y con las categorías
progresivistas de la "administración científica" y la sumisión del
Estado (reservándose sin embargo la prédica moral) a la promoción
nacional e internacional de los grandes negocios. Consumador
(renuente en muy pocas ocasiones) de la infraestructura financiera
y gubernamental del Estado corporativo norteamericano,
el universitario Wilson lo es también de la infraestructura
militar y ética que desaloja el torvo colonialismo europeo en el
nombre de la nueva síntesis moral, racial, económica y cultural
que los Estados Unidos encaman. Copérnico de la política,
146
Wilson ilustra con su ciencia y su ética la traslación del centro
del poder internacional a la América que tiene a su vez su eje en
Panamá y que precisa integrarse ahora el proyecto norteamericano
de la "libertad constitucional". Si el proyecto tiene como
referencias mayores la dignidad nacional y los derechos humanos,
ello es porque los Estados Unidos se reservan la condición
incompatible de titulares, intérpretes y calificadores de aquella
libertad cifrada en el que los demás respeten su propiedad y sus
reglas liberales del juego. Cláusula imperativa en tanto se avala
por la madurez histórica y moral norteamericana, por el deber
de tutelar a los socios sin experiencia ética y constitucional, de
administrarles su "modernización" en riguroso apego al código
intangible y bueno de Monroe.
147

a) Los precursores
Richard T. Ely. 1 La nueva ingeniería social
Queda bien delineado el contraste entre el programa de reforma
social propuesto por este trabajo y el que ofrecen los partidarios
de las panaceas. Quien posee un remedio único para todos los
males sociales tendrá poca paciencia con lo que él considerará
un trabajo de remendón. Desea ir a la raíz de las cosas y remodelar
enteramente alguna gran institución, sosteniendo que
entonces todo en el mundo social estará de acuerdo con lo que
pueda desearse. Ante él, el partidario de una reforma particular,
trátese del "libre comercio", el "impuesto único" o la ''nacionalización
de la tierra", posee una posición de ventaja. Elabora su
reforma integralmente en sus detalles y en ello concentra la
atención. En el programa de reforma social presentado en esta
obra dividimos la atención entre una multiplicidad de reformas:
y si esto pudiera juzgarse a primera vista como una debilidad, la
reflexión cuidadosa mostrará que corresponde a la complejidad
de la civilización moderna.
Las reformas habrán de provenir de varias fuentes diversas y
de miles de agencias de reforma y progreso genuinos de las que
no podremos prescindir. Ninguna persona estará en posición de
emprender todas las reformas por las que se ha abogado y de activarlas
vigorosamente. Un tipo de reforma interesará a una clase
de personas y otro tipo a otra clase y, así, trabajando más o
menos conscientemente, se asegurará el progreso de la sociedad.
Aquello por lo que se ha abogado constituye un ideal, no algo
que pueda alcanzarse prontamente. Aunque no sea un propósito,
es posible que este bosquejo de reforma contenga en sí mis-
1 Ely, Richard T., Ph. D., LL.D., Conclusión a Socialism: An Examination ofits
Nature, its Strength and its Weakness, whith SuggestionsforSocialReform, Thomas
Y. Crowell & Company Publishers, New York, 1894, pp. 350 y 351.
148
mo un poderoso argumento contra el socialismo. Lo que muestra
sin duda es cuán largo es el camino que debemos recorrer antes
de que podamos alcanzar a aquellos cambios deseables que
apenas ahora se insinúan dentro del marco de la sociedad existente.
El solidarismo social es una línea de pensamiento que ha
traspasado por entero el tratamiento de la reforma social practicable.
Los intereses de los hombres se hallan inextricablemente
entrelazados, y jamás devendremos verdaderamente prósperos
mientras cualquiera de las clases de la población viva en situación
de miseria. Como cuerpo social no podemos estar en una
condición más saludable que la de un hombre cuyos brazos y
piernas sufren una enfermedad pestilente e infecciosa en tanto
tengamos una décima parte sumergida. Aunque lo sintamos o
no, debemos, en cierto modo, regocijarnos juntos y sufrir juntos.
Lo mejor para nosotros será que se reconozca cuanto
antes y en todas sus ramificaciones la idea de la solidaridd
social, la cual no es solamente una doctrina sino un hecho real.
Jane Addams.2 La teoría y la práctica de la reforma social
No debe ser difícil, con base en este fundamento {la visión moral-cultural
de Mili del individuo como parte de un organismo
social), erigir una estructura de virtud cívica. No solamente es
necesario aclarar al votante que sus necesidades individuales son
necesidades comunes, esto es, necesidades públicas, y que ellas
pueden serie legítimamente satisfechas sólo cuando les sean
satisfechas a todos. Si creemos que la lucha individual por la vida
puede ampliarse a una lucha por las vidas de todos, es seguro
que la demanda de decencia y comodidad, de oportunidad para
trabajar y lograr la plenitud de la vida, que un individuo plantea,
puede extenderse hasta abarcar gradualmente a todos los miembros
de la comunidad y elevarse en un sentido de bienestar comun.
2 Capítulo VII de Addams, Jane, Democracy and Social Ethics (1900) The Macmillan
Company, The Citizen's Library, New York, 1920, pp. 269-273.
149

La moda, el gasto jactancioso, la absurda extravagancia, incluso
entre los pobres, destruyen una asombrosa proporción del producto
nacionaL El placer de los norteamericanos estriba mayormente
en romper juguetes caros.
Buena parte de este consumo insensato y antisocial de la
riqueza se debe al ultraindividualismo. En el consumo, los hombres
carecen de la disciplina y la coordinación que han aprendido
en la producción. Además, en el consumo se manifiesta un
cierto conservadurismo instintivo que yace en el fondo de todos
nosotros. Aquél que sigue todo capricho y toda moda, comprando
cuando la muchedumbre compra y olvidando cuando la muchedumbre
olvida, es un consumidor de riqueza timoratamente
conservador. Hay mujeres que ni son ortodoxas en religión ni lo
son en política y en cocina, y que no obstante no se atreven a
usar un sombrero pequeño cuando las otras mujeres llevan sombreros
grandes.
En medida considerable, puede confiarse a la presión y los
estímulos meramente económicos la ruptura de este conservadurismo
del consumo. El "piso" desplaza a la casa cuando suben
las rentas y los sueldos de la sirvienta, al igual que los alojamientos
de hoteles se ven concurridos (y gustados) por gente a la
que unos cuantos años antes no se habría podido animar a ocuparlos.
El número de personas que duermen al aire libre aumenta
bastante más despacio que el conocimiento de lo benéfico
que es este hábito; sin embargo, lo que crece con pasmosa rapidez
es la multitud de los que utilizan navajas de afeitar de seguridad,
fonógrafos, teléfonos, cámaras fotográficas y otras mercaderías
anunciadas comercialmente. La publicidad en revistas
y periódicos es así un mejor índice de la civilización contemporánea
que los artículos y los editoriales. Desafortunadamente,
no obstante, no se puede contar con los negocios para socializar
la producción. Ellos actúan de la misma manera en dirección
opuesta produciendo artículos que son deletéreos y absurdos,
sin más mérito que el de ser un eslabón en la cadena sin fin de la
ostentación del mal gusto.
Para socializar nuestro consumo debemos en consecuencia depender
de la acción directa o in directa del Estado y de la educación
gradual de los consumidores. Desde luego que no podemos
retroceder a las leyes suntuarias, porque nada incrementaría
tanto la demanda de las plumas de avestruz como una ley que
162
prohibiese su uso a personas "de baja categoría". Podemos sin
embargo prohibir la venta no regulada de artículos tales como el
opio y la cocaína y de alguna manera podríamos reducir el consumo
del alcohoF y el tabaco estableciendo un impuesto sobre
su producción o venta. La renta {Y el uso consecuente) de servicios
inquilinarios insuficientes o antihigiénicos puede ser rigurosamente
prohibida por la ley, así como puede establecerse un
mínimo definido e irreducible de calidad para todos los alimentos
que la gente compra.
El Estado puede también socializar el consumo suministrando
un número mayor de bienes comunes. Por "bienes comunes"
quiero dar a entender aquí aquellos bienes y servicios que se
proporcionan gratuitamente a los ciudadanos en su calidad individual,
a pesar de que los ciudadanos paguen por ellos en su calidad
colectiva. El Estado (el nacional, el estatal y el municipal)
gasta en un grado cada vez mayor por todos nosotros. Es varias
veces mejor que la población de una ciudad disfrute de un gran
parque a que cien ciudadanos tengan parques privados y cien
mil no tengan ninguno. Gran parte de ese gasto gubernamental
(destacadamente el que se destina al ejército, la marina, etc.) es
todavía precipitado y primitivo, si bien se incrementan gradualmente
los gastos socialmente útiles. El gasto del gobierno tiene
la ventaja de no ser competitivo como entre los individuos. Posee
la ventaja de ::tdquirir para la comunidad las cosas que los
individuos no pueden comprar para ellos mismos. Está mejor
regulado. En conjunto, es más económico. Rinde mayor gratificación
por unidad de costo porque produce satisfactores al
mayoreo en lugar de al menudeo.
7 La extrema dificultad del problema de socializar nuestro consumo se ilustra con
la historia del tráfico de licor. l'or demasiado tiempo hemos seguido una política puramente
instintiva. Las leyes prohibicionistas se aprueban y se dejan sin cumplir para
que "las mujeres tengan su ley y 'los chicos' su whiskey". Encarcelamos ebrios por
uno o dos días y los soltamos sedientos o los remitimos del juzgado con una multa
de tres dólares o una reprimenda semi jocosa. Apenas hemos comenzado como nación
a aprender las interacciones entre el alcoholismo y la locura, la idiotez, la mortalidad
infantil, la tuberculosis y otros fenómenos morbosos, la prostitución, el suicidio,
el desempleo, la pobreza y la ineficiencia nacional. Apenas estamos empezando a
correlacionar una buena parte de nuestro alcoholismo con la pobreza y otra buena
parte con una escuálida vida intelectual. Tras décadas de esfuerzo, todavía estamos
en los umbrales de una solución.
163

La influencia de la educación en el consumo nacional es poderosa
y penetrante. A través de la educación podemos de alguna
manera desalentar la elefantitis del consumo hacia la cual se
dirige nuestro actual gusto. 8 A través de la educación podemos
desplazar el énfasis hacia aquellos satisfactores económicos que
podamos disfrutar junto con los demás, en oposición a los otros
satisfactores que son personales y exclusivos. Al educar a la
sociedad para que socialice su consumo, además, socializaremos
a su vez nuestra producción, algunos de cuyos peores males
derivan de nuestro consumo indisciplinado.
Walter Lippmann.9 El envejecimiento del marxismo
Los hechos han cambiado en sesenta años, y con ellos nuestra
visión: Marx no fue omnisciente, y ha pasado el tiempo en que
él enunció adecuadamente al movimiento revolucionario. No
hace falta remitirse a los críticos hostiles a Marx. La inadecuación
de Marx a la época actual es espontáneamente admitida por
un grupo emergente dentro del movimiento socialista. De varias
maneras esenciales, los acontecimientos no han justificado las
profecías de Marx. La clase media no ha desaparecido: constituye
en este país el poder dominante que se expresa a sí mismo
a través de los progresivistas y a través de la administración de
Wilson. La clase media ha colocado a la defensiva al "Poder del
Dinero". Los grandes negocios están perdiendo su control del
gobierno. Los granjeros son una clase con enorme poder, mal
entendida y postergada por las teorías citadinamente engendradas
del socialismo. El gran alineamiento definido de dos clases
hostiles no ha ocurrido. Se han dado feroces conflictos entre
8 Quizás cabe también esperar algún acercamiento a la cordura del gusto a través de
un ingreso mejor asegurado y más permanente. Nuestra sociedad actual corre hacia el
exceso no tanto porque sea tan obstinadamente competitiva sino porque todavía
somos nouveaux riches. '
9 "Fact and Fancy", Capítulo 16 de Lippmann, Walter, Drift and Mastery: An
A ttempt to Diagnose the Current Unrest (1914), With an Introduction and Notes by
William E. Leuchtenburg, A Spectrum Book, Prentice-Hall, Inc., Englcwood Cliffs, N.
J., pp. 166-170.
164
patrones y empleados, pero la imagen de una clase obrera unida
que se enfrenta a los capitalistas unidos carece de realidad en las
condiciones norteamericanas. El movimiento obrero lleva dentro
de sí innumerables y profundos conflictos de intereses. Los
hombres de negocios se hallan divididos en ramas industriales y
comerciales y, además, regionalmente. Y, lo que es más, ocurre
un inesperado estallido del más pleno impulso democrático que
borra las líneas de clase. El internacionalismo es todavía un sueño
muy distante, y si bien es cierto que los hombres son menos
provincianos, es dudoso que se haya debilitado en algo la idea
nacional. El patriotismo mismo ha ganado una nueva dignidad al
aliarse cada vez más con la reforma democrática, y existe realmente
fundamento para suponer que el amor al país ha venido a
significar amor al país y no odio hacia otros países. Se registra
un crecimiento de aquella cosa de la que tanto se abusa, el espíritu
público, y su crecimiento es tan poderoso que puede ser capaz
de gobernar la seca colisión del autointerés.
Repito estos lugares comunes sin intención de arrojar dudas
algunas acerca del servicio histórico de Karl Marx. Si algo demuestran
éstos es que las probabilidades han cambiado, y que
solamente manifestando este hecho puede reconstruirse nuestra
ciencia social. Adam Smith y Karl Marx, cada uno a su manera,
adoptaron y expresaron un propósito revolucionario. Uno puede
decir sin temor de contradicción que ellos son las dos mentes
más fecundas que hayan tratado la problemática moderna. Con
todo, los economistas ortodoxos y los marxistas ortodoxos no
están en contacto con las fuerzas latentes de esta época: ambos
sectores han demostrado que ellos mismos son estériles en grandísima
medida. Han edificado una dialéctica, o un dialecto, casi
podríamos decir, con base en los textos de sus maestros;han perdido
la perspectiva del cambio y de esa manera se han vuelto
apologéticos y ansiosos de salvar su propio prestigio en el naufragio
de su credo. El efecto de ello sobre el socialismo ha sido
desastroso. En los Estados Unidos, para no pedir prestados líos
innecesarios, el pensamiento socialista ha llegado casi a detenerse.
Los dirigentes del movimeinto escriben un aburrido libro tras
otro replanteando la vieja fórmula. Sin embargo, no hay un solo
estudio de alguna profundidad elaborado por un marxista norteamericano
sobre el trust, el sindicato, el sistema político o la
política exterior norteamericanos. Y en cuanto a los hábitos
165

en cualquier momento podía iniciarse entre las fuerzas del general
Huerta y el general Félix Díaz involucrando así de nuevo las
vidas y la propiedad de quienes no eran combatientes. Sin habérselo
consultado a nadie, decidí pedir a los generales Huerta y
Díaz apersonarse para deliberar en la embajada, territorio neutral
que podría garantizar buen fe y protección. Mi objetivo era hacerlos
llegar a un acuerdo para la suspensión de hostilidades y
para que conjuntamente se sometiesen al Congreso Federal.
Cerca de la hora señalada, bajo la protección de la bandera
norteamericana, el general Díaz se presentó acompañado de funcionarios
de la embajada y de dos o tres personas escogidas por
él. Al entrar me agradeció muy encarecidamente que pretendiera
yo lograr la paz mediante mis buenos oficios. Después de presentarlo
a algunas de las damas y otros amigos en la embajada,
acudí a la puerta principal para recibir al general Huerta que justamente
llegaba, escoltado oficialmente por la protección de la
bandera norteamericana. El escenario afuera y adentro de la embajada
era impresionante al intercambiarse los saludos oficiales.
Se había instalado iluminación eléctrica adicional y ella permitía
visualizar plenamente el tinglado. Había probablemente veinte
mil personas apretujándose en las calles contiguas a la embajada,
y la embajada misma estaba atestada hasta el desbordamiento
de norteamericanos, de diplomáticos y de oficiales de Díaz y
Huerta. Por hallarnos en momentos trágicos, difícilmente podría
describirse ésta como una escena festiva; con todo, no era
una escena sombría: el resplandor de las luces, la gallardía de los
uniformes y la presencia de las mujeres abrillantaba y vivificaba
el cuadro.
No perdí tiempo en llevar a los dos generales juntos a la biblioteca
de la embajada donde, para mi consternación, ambos se
hicieron acompañar de numerosos asistentes y consejeros. Esos
llamados asesores no tardaron en enfrascarse en conflictos verbales
que prometían tener duración desconocida e infinitas posibilidades.
No era éste el propósito de la reunión y me vi finalmente
obligado a solicitar que todos se retirasen, a excepción
del general Huerta, el general Díaz y mi secretario d'Antin. Dije
entonces a los dos generales que los había llamado a ambos
con el exclusivo propósito de que terminase la situación que
prevalecía en México durante los últimos diez días, situación
que había significado la destrucción de diez mil vidas y de una
172
enorme cantidad de propiedad pública y privada. Indiqué que
esta situación habría de continuar si los dos beligerantes no
zanjaban sus diferencias y se sometían a la autoridad del Congreso,
la única representación popular existente. En tres ocasiones,
cuando la discusión se interrumpía, yo entraba en la estancia
y los incitaba a continuar deliberando con exhortaciones a
la razón y al patriotismo. Finalmente, para forzar una decisión,
les señalé que, de no acordar entre ellos la paz, el gobierno de
Washington no podría resistirse a la demanda cada vez más enérgica
de las potencias áuropeas para que interviniera en México.
Ello surtió el efecto deseado. A la una de la mañana se firmó el
acuerdo y se depositó en la caja fuerte de la embajada y se emitió
una proclama anunciando el cese de las hostilidades.
A lo largo de aquella entrevista, extremadamente dramática
en algunas de sus fases, tropeles de miles de impacientes circundaban
la embajada. Dentro de ella ocurría una discusión en voz
baja aunque animada, una batalla de intereses en conflicto; afuera,
la inmensa muchedumbre esperaba ansiosa y pacientemente
el anuncio de una decisión que concernía tan de cerca sus vidas,
su propiedad y su país. Cuando se anunció al final que, consintiéndolo
ambos grupos, se había logrado un acuerdo, y que, con
la autoridad del Congreso, el general Huerta sería presidente
provisional y el general Díaz quedaba en libertad de postular su
candidatura para la presidencia, la noticia se propagó como reguero
de pólvora a través de la ciudad y fue recibida con regocijo
universal.
Aquella noche desfilaron treinta mil personas por las calles de
la ciudad de México agradeciendo la paz y agradeciendo al gobierno
norteamericano su decisiva participación para hacerla
realidad. El presidente Wilson consideró que el papel desempeñado
por la embajada era una intrusión en los asuntos internos
de México; las personas que descansan placenteramente al calor
del hogar abrigan a veces curiosas concepciones acerca de cómo
ha de ser la conducta de un funcionario público bajo condiciones
críticas y peligrosas. Tras años de maduras consideraciones
no vacilo en decir que si volviese a encontrarme ante la misma
situación y bajo las mismas circunstancias, adoptaría exactamente
el mismo proceder.
173

los gestores políticos, los "Vigilantes" o los clubes ciVIcos y
sociales avala el juicio de Twain sobre lo ilusorio del confundir
"la ausencia de raíces" con la libertad misma.
A Randolph Silliman Boume {1886-1918) daríamos el rango
de primer teórico de las superestructuras ideológicas norteamericanas.
Físicamente deforme desde niño, prematuramente muerto
en la pobreza, Boume impulsa con intensidad inusitada la
conciencia crítica intelectual de los años posteriores a su graduación
en la Universidad de Columbia (1913). Quien lo juzga
detestador de la sociedad es perverso: los ensayos de Boume
oponen la sensibilidad y el humor a la empresa deshumanizadora
de la "ciencia de la ingeniería humana" cuyos ukases borran
la explotación, desarman la rebelión y la imaginación y establecen
el culto aséptico de la eficiencia. Afable hacia sus semejantes,
es al capitalismo infiltrado en la "producción del arte", en
la perversión de la educación y en la administración autoritaria
de las universidades al que Boume atribuye la torcedura de las
cosas. Calificarlo de misántropo es o.bra de los intelectuales "liberales"
a los que Boume no perdona en 1917 su deserción de
la causa de la humanidad y su docilidad a los señores de la guerra,
y por ello elevados luego al mandarinato cultural norteamericano
(Dewey y Lippmann entre otros). No importa: Boume
alcanza su mayor lucidez crítica analizando esa z·ntelligentsia
que, "pragmática y flexible" en cuanto portadora de "una filosofía
del ajuste y un instrumentalismo para fines menores", en
cuanto abastecedora de "etiquetas" y "silogismos" funcionales
al gran capital, es radicalmente impotente para dotar siquiera
de vigencia mínima a "los ideales nebulosos de democracia y
liberalismo y civilización".
Con Upton Beall Sinclair (1878-1968) continúan las escaramuzas
en el amplio frente del hacer creer capitalista. Autor del
más firme testimonio muckraker, The ]ungle {1909), Sinclair
verá convertirse su descripción de la brutalidad láboral e higiénica
de las empacadoras del sector chicagense de Packingtown en
un "clásico" de la literatura de la defensa del consumidor. Su
trinchera de clase se vuelve empero explícita al invertir las utilidades
del libro en la cooperativa socialista de Helicon Hall, que
fracasará. La militancia en el socialismo no obsta para que Sinclair
abandone con Simons, Ghent, Walling y varios más el partido
al subscribir alrededor de 1917 la retórica civilizadora de
180
Wilson y su alegato contra el militarismo alemán. Lo cual, en él,
no extingue la combatividad: pruébelo su denuncia del periodismo
norteamericano como "el negocio y la práctica de presentar
las noticias del día en interés del privilegio económico". Al fin
"una variante de la prostitución", Sinclair lo simboliza en la
"ficha de control" (The Brass Check) empleada por los burdeles
neoyorquinos. De colérico y patético se califica el escrito que
Sinclair publica por su cuenta en 1919: el clima de cacería de
brujas de la posguerra bastaría para explicar el tono y las deficiencias,
si no fuesen éstos fácilmente sobrepasables por el coraje
mismo de enfrentarse a la gran prensa y por la validez analítica
del marco corroborado por la experiencia personal de un testigo
privilegiado.
De las luchas que aguardan a Sinclair (contra la reacción inquisitorial
al "terror rojo", por Sacco y Vanzetti, contra la educación,
la religión, el arte y el cine sometidos al dinero, por el
pueblo en la Depresión), la librada por la libertad del antiguo (y
nuevo) camarada Eugene V. Debs (de 1918 a 1921) entraña el
reconocimiento de haberse equivocado siguiendo a Wilson. Tal
vez Sinclair admitiría también la pertinencia de que, en los buenos
días del socialismo ( 1911), Debs desconfíe de las trampas
pluralistas y reformistas que la burguesía tiende al proletariado
por las vías de la "cultura cívica" y del caballo de Troya de la
Federación Americana del Trabajo. A un año de obtener el millón
de votos presidenciales y del triunfo de los wobblies encabezados
por Arturo Giovannitti y J oseph Ettor en Lawrence,
Massachusetts, Debs examina la manera en que la clase dirigente
monopolista impone como condición de juego limpio la fractura
de la unidad de la clase trabajadora. Así, frente a (o conforme
a) la concentración económica, la división vertical de los oficios
de Gompers y demás testaferros prepara la conciliación de clases.
Ahora bien, el mismo Debs topará con la dificultad de
sustraerse a los vientos capitalistas: la unidad del socialismo por
la que pugna esconde los ya próximos resquebrajamientos a los
lados de la I.W.W. y su estrategia frontal de la huelga general
(Haywood) y los de los múltiples sectores reformistas y electoralistas
del partido.
Aunque tácticamente secundario, e incluso censurable en su
deserción del partido socialista durante la guerra, William English
Walling (1877-1936) lega, al igual que Ghent, una seria
181

aportación teórica sobre las transformaciones del aparato estatal
norteamericano de principios de siglo. De frente al pluralismo
que hace irrelevante la idea del Estado y habla sólo de un gobierno
procesador de presiones de grupo, Walling consigna con
notable agudeza los ajustes que se dan en consonancia con la
economía durante el progresivismo. Su Socialism As It Is {1912}
y luego su Progresivism and After (1914) detallan el acoplamiento,
al lado del sector privado monopolista predominante
en el sistema, del nuevo sector estatal de la economía y del sector
privado "competitivo" que opera funcionalmente vinculado
al primero. Desde ese mirador, el "Trato Equitativo" (Square
Deal) de Theodore Roosevelt y la "Nueva Libertad" (New Freedom)
de Woodrow Wilson aparecen el uno como el intento por
regular estatalmente la actividad intermonopólica y la otra como
el de dar cabida, bajo un lenguaje jeffersoniano, al sector
folclóricamente asociado a la libre concurrencia del mercado, el
de los medianos y pequeños capitalistas. De acuerdo a Walling,
con Wilson cobra realidad la noción del capitalismo como un
todo orgánico ("el sistema total de los negocios") y, con él, se
afina el Estado que ese capitalismo consciente y (relativamente}
articulado reclama para sus empresas nacionales e in ternacionales.
Si las modalidades posliberales del nuevo Estado norteamericano
desconciertan la teoría e inhiben la práctica de los viejos
socialistas {con sus grandes excepciones), el entusiasmo y la
emotividad impiden que ello suceda a la generación que, con
Max Forrester Eastman ( 1883-1969), contempla alborozada el
triunfo de la revolución bolchevique. Hijo de dos ministros
congregacionalistas, profesor de Filosofía y Psicología en la
Universidad de Columbia, Eastman es sin duda miembro relevante
de la generación intelecutal y bohemia que cierra desde
muchos ángulos el capítulo mayor del radicalismo estadounidense,
la de Bourne y Jack London, John Reed y Carl Sandburg.
Desde 1911, escribiendo para The Masses o The New Review,
Eastman, como Reed, se vuelve el cronista comulgante de
las huelgas proletarias que brotan a lo largo del país. Su inquietud
por la experimentación artística y literaria se expresa a la
vez en 1913 en The Enjoyment of Poetry y en 1916 en]oumalism
versus Art. Al acercarse la guen:a, la voz de Eastman clama
contra la perversidad que transmuta a aquélla en cruzada por la
182
civilización y la democracia. Finalmente, su embate desde 1917
en The Liberator a los aderezos ideológicos y los propósitos
antisoviétivos del Estado Militar norteamericano le llevará a ser
juzgado por sedicción. Desilusionado más tarde de la revolución
rusa a la que se adhiriese fervorosamente, Eastman irá a las filas
del trotskismo y, de allí, a la derecha vulgarizadora simbolizada
por el Reader 's Dzgest.
Nacido en Italia, autadidacta, discípulo de Daniel De León,
Louis C. Fraina {1894-1953) encama también las contradicciones
de la generación que rodeara a J ohn Reed y que, con él y
con Charles Ruthenberg y Benjamín Gitlow, concurriera a la
escindida fundación del Partido Comunista norteamericano en
el mal año de 1919. La densidad teórica de Fraina mueve a
Gitlow a verlo, en contraste con el Reed heroico y ayuno de
marxismo {"corazón y alma" no obstante del comunismo norteamericano),
como "el cerebro ideológico, el iceberg marxista
de abstracciones dialécticas". El juicio apenas si corresponde al
joven busz"ness manager de The New Review que en el número
de julio de 1914 apela imaginativamente a una "concepción
materialista de la 'buena voluntad"' para incrementar las subscripciones
"capitalizando" aquélla. Ahora bien es a partir de la
revolución rusa cuando se inicia para Fraina la actividad febril
que le conduce a explicarla exhaustivamente, a traducir a Lenin
y Trotsky, a polemizar en el Partido Socialista con Morris Hillquit
y los intentos de vincularse a la Segunda Internacional, a
sistematizarlo todo en su Revolutionary Socialism, A Study z"n
Socialist Reconstruction {1918}, a popularizarlo todo a través
del Revolutionary Age a su cargo {1918), a convertirse eilf suma,
para James P. Cannon, en "el primer escrz"tor del comunismo
norteamericano precursor". En Rusia, con Reed y como delegados
ambos al Segundo Congreso de la Comintern, Lenin alude
a él como el "autor de algunos escritos extremadamente valiosos"
(carta del 17 de agosto de 1920); le sugiere incluso a Bujarin
procurar los medios para que Fraina traduzca a De León al
ruso (carta de finales del verano). Lo demás pertenece a la con
jetura o el escándalo: en 1922, en misión latinoamericana, Fraina
desaparece en México y reaparece años después en los Estados
Unidos como el académico Lewis Corey, circunstancia que
no le impide ser, solitario, uno de los teóricos más sólidos de la
izquierda durante la Depresión.
183

a) La réplica de la crítica cultural
Mark Tawin. 1 La conciencia americana
Para bien o para mal continuamos educando a Europa. Hemos
tenido el cargo magisterial hace ya más de un siglo y cuarto. No
fuimos elegidos para él: simplemente lo tomamos. Somos miembros
de la raza anglosajona. Durante el banquete del pasado
invierno de la organización que se denomina a sí misma el Club
de los Fines de la Tierra, el presidente, un oficial de alto rango
retirado del ejército regular, proclamó con ardor y con voz
altisonante: "Pertenecemos a la raza anglosajona, y cuando el
anglosajón desea alguna cosa se concreta simplemente a tomarla".
Aquella afirmación fue aplaudida hasta la resonancia. Se
hallaban presentes alrdededor de setenta y cinco civiles y veinticinco
militares y marinos. Algo así como dos minutos les llevó
a esas gentes al reponerse de su admiración tempestuosa por un
gran sentimiento como ése; y mientras ello ocurría, el inspirado
profeta que lo había sacado a relucir -desde su hígado o sus
intestinos o su esófago o desde dondequiera que lo hubiese empollado-
permaneció fogosamente en su lugar, abrillantado,
sonriente y emitiendo rayos de felicidad por cada poro, rayos
que eran tan intensos que se tomaban visibles y lo hacían parecerse
al hombre de la vieja lámina del Almanaque que lanza los
signos del Zodiaco en todas direcciones, y que está tan absorto
en la felicidad, tan impregnado de felicidad, que sonríe y sonríe
olvidándose sin más que se encuentra penosa y peligrosamente
desgarrado a la mitad de la nave y que necesita costura cuanto
antes.
La gran declaración del soldado, interpretada de acuerdo a la
expresión que utilizó, significa lo siguiente en inglés de uso co-
1 Capítulo 72 (escrito en septiembre de 1906) de The Autobiography of Mark
Twain (1917), As arranged and edited, with an Introduction and Notes, by Charles
Neider, Perennial Library, Harper & Row, Publishers New York, Evanston, San Francisco,
London, 1975, pp. 376 a 378.
184
rriente: "los ingleses y los americanos son ladrones, salteadores
y piratas, y nos enorgullece pertenecer al consorcio".
F_uera de todos los ingleses y [norte] americanos presentes,
nadie tuvo el talante de levantarse y de decir que estaba avergonzado
de ser un anglosajón, y avergonzado también de ser un
miembro de la raza humana, puesto que la raza humana ha de
sufrir la presencia de la mancha anglosajona. No pude cumplir
este ministerio. No pude permitirme el perder la paciencia y hacer
una exhibición de la virtud personal de mí mismo y de la
moral superior con la que yo podría enseñar a esos párvulos en
decadencia los rudimentos de aquel culto, porque ellos no serían
capaces de captarla, porque serían incapaces de comprenderla.
Fue algo sorprendente contemplar aquella explosión de entusiasmo
infantilmente franca, honesta y encantadora en tomo a
la hedionda referencia del profeta-soldado. Por tratarse de una
asamblea muy representativa, la explosión apareció de modo
sospechoso como una revelación, como un sentimiento secreto
del corazón nacional sorprendido al expresarse y manifestarse
por un embarazoso accidente. Todos los mecanismos mayores
que integran la máquina que conduce y vitaliza la civilización
nacional estaban presentes. Abogados, banqueros, comerciantes,
manufactureros, periodistas, políticos, soldados, marinos: todos
estaban allí. Claramente eran los Estados Unidos reunidos en un
banquete, y calificados para hablar con autoridad por la nación
y para revelar ante la mirada pública su moral privada.
La inicial bienvenida a aquel extraño sentimiento no constituía
un desliz irreflexivo del cual arrepentirse después de reflexionar;
la prueba de ello era el hecho de que todas las veces que,
durante el resto de la velada, algún orador se daba cuenta de que
se hacía aburrido y tedioso, le bastaba solamente insertar la gran
lección anglosajona en medio de sus trivialidades para elevar de
nuevo aquella gozosa conmoción. Después de todo, se trataba
tan sólo de la exhibición de la raza humana. Una peculiaridad de
ella ha sido siempre el mantener en existencia dos juegos de moral:
la privada y real y la pública y artificial.
Nuestra divisa pública es "En Dios Confiamos", y al observar
esas bondadosas palabras en el dólar circulante (que vale sesenta
centavos) ellas parecen estremecerse y sollozar siempre con
emoción piadosa. Tal es nuestra divisa pública. Ella exhala que
185

de las mujeres en Rusia! Durante la huelga de Seattle, el periódico
de Scripps, el Star, "esquiroleó" la huelga y su actitud editorialle
hizo merecedor del nombre de "shooting Star."
O considere el New York World. Este periódico se levantó
por medio de una cruzada tras otra; fue el amigo del pueblo
durante una generación. Hoy constituye una propiedad que vale
varios millones de dólares y que vive de su reputación. Todavía
recurre, por supuesto, a las viejas apariencias de "democracia",
pero cuando aborda un problema real se revela como el órgano
de la amarga y furiosa reacción orquestada por los intereses
telegráficos y ferroviarios en los cuales está invertida la fortuna
de Qoseph) Pulitzer. La opinión del New York World sobre el
"plan Plumb" 8 equivale a la de un gran duque ruso que discute
acerca del bolchevismo.
O los periódicos de Hearst. También sus centavos provienen
de las masas; tambien ellos han alucinado a las masas con arcoiris
de multicolores esperanzas. Demandan todavía la propiedad
gubernamental --cuando acontece que piensan en ella; pero
mienten sin el menor escrúpulo alrededor de los radicales y excluyen
la palabra socialismo de sus columnas, a no ser cuando
un socialista es enviado a la cárcel. Ellos apoyan a Sinn Fein y le
tuercen la cola al león [británico], porque ello atrae los centavos
de los católicos irlandeses; con todo, la única revolución con la
que su corazón está realmente comprometido es la de hacer que
las hectáreas mexicanas de Hearst se vuelvan hectáreas [norte]
amencanas.
7 O sea "Estrella fugaz", pero también literalmente, "Estrella que dispara".
8 Proyecto presentado al público en 1919 por el abogado laboral Glenn E. Plumb
para aprovechar la coyuntura de la guerra federalizando los ferrocarriles y operándo·
los gubernamentalmente y sindicalmente. Silenciado y postergado el plan, las compañías
privadas reasumieron en 1920 sus operaciones ferroviarias.
198
a) La réplica del socialismo
Eugene V. Debs.9 Unidad de clase, unidad de organización
Entre el sindicalismo gremial y el sindicalismo obrero se dan todas
las diferencias que existen entre unidad y desunión, entre
progreso y reacción, entre victoria y derrota. El sindicato gremial
es ya adulto y su supervivencia constituye una calamidad
intolerable para la clase trabajadora. La concentración de las
fuerzas industriales implica la concentración de los trabajadores.
Solamente los sindicatos gremiales se resisten a esta tendencia
que los uniría dentro de un sindicato de clase y les permitiría librar
sus batallas con todas las ventajas posibles del sistema existente.
Están contra la unificación de los trabajadores a pesar de
las múltiples pruebas de que el gremialismo no es únicamente
impotente sino que es un crimen contra los trabajadores.
No es difícil encontrar la razón de ello. El gremialismo es
respaldado por los dirigentes capitalistas con el propósito mismo
de impedir que los trabajadores se unan en una organización de
clase. La Federación Cívica (Nacional) de Morgan aporta prueba
más que suficiente de este propósito. Otra razón reside en que
un ejército de funcionarios, grandes y pequeños, devengan salarios
que proceden del movimiento gremialista. Tales salarios
suman millones de dólares cada año. A ellos se suman los sobornos
y los latrocinios sin fin. Los monopolistas morganizados del
capital y el ejército de extractores de salarios sindicales confían
en la capacidad del gremialismo para contener las fuerzas de la
evolución. Añádase que los líderes del sindicalismo gremial, al
igual que los miembros del gabinete presidencial, se gradúan
para el alto puesto oficial que sus señores les deparan. Mitchell,
9 Debs, Eugene V., "The Crime of Craft Unionism", en Intemational Socialist Review,
Vol. XI, No. 8., febrero de 1911., pp. 465 a 468.
199

aprestándose para semejante victoria, los Aliados echarán por
tierra parte considerable de la esencia de su propia democracia.
Nos prusianizaremos nosotros mismos y probablemente no democratizaremos
a Prusia. Ello seguirá siendo, como antes, la
tarea de los libertarios dentro del Imperio Prusiano. Pero tres
cuartas partes del mundo dz"rán que se trata de una guerra por la
democracia, se convencerán a sí msimas de que la democracia
es algo por lo que vale la pena luchar. Algun día, entonces, puede
que luchen por ella.
El mensaje del presidente.
Difícilmente podría haberse escrito un documento mejor calculado
para arrastrar los sentimientos de la gente que el mensaje
de W oodrow Wilson pidiendo al Congreso la declaración de
guerra. Con tiene menos fervor sermonario y más vehemencia
activadora que la mayoría de sus alocuciones. Da la impresión
de seguridad y sinceridad profundas. Atraviesa el abismo entre
la situación existente de la guerra y el espejismo ideológico por
el cual ésta se libra con una confianza tan serena que hemos de
pensar que el presidente mismo no tiene conciencia de su anchura.
El discurso comienza con unajustift"cación de la guerra como
defensa de nuestros propios derechos nacionales. Adopta casi
la forma de apología en su extensión y su esmero explicatorio:
210
Cuando el veintiseis de febrero pasado me dirigí al Congreso
pensaba que sería suficiente armamos para hacer valer
nuestros derechos de neutrales, para afirmar nuestro
derecho de navegación ante la interferencia ilegal, nuestro
derecho a salvaguardar a nuestros nacionales contra la
violencia ilegítima.
Sin embargo, parece que ahora resulta impracticable la
neutralidad armada ...
El gobierno alemán niega por completo el derecho de los
neutrales a utilizar las armas dentro de las zonas marítimas
que ha vedado, incluso en la defensa de derechos cuya
protección jamás ha cuestionado ningún tratadista moderno
de Derecho Público.
Se ha comunicado la insinuación de que los guardias armados
que hemos colocado en nuestros barcos mercantes
serán considerados transgresores de la ley y estarán expuestos
a ser tratados como lo serían los piratas ...
Hay una opción que no podemos elegir, que somos incapaces
de elegir. N o optaremos por el camino de la sumisión.
Al parecer, pues, hemos tolerado innumerables violaciones a
nuestros derechos sin que ello nos empujara a la guerra: finalmente,
empero, nuestra exagerada paciencia se ha agotado y,
aunque aún no declaramos la guerra, nos vemos obligados a
reconocer que la guerra se nos hace a nosotros y que debemos
defendernos.
Un problema que la integridad intelectual exige que afro u ternos
es el de aclarar a ciencia cierta cómo es que el presidente pasa de
este planteamiento de hecho, que él enfatiza tan deliberadamente,
a su conclusión en la que América [los Estados Unidos] se
presenta ante nuestra admiración dramática calándose su armadura
de caballero andante y saliendo a la arena con espontáneo
heroísmo para combatir por la causa de la libertad y la democracia
política en todo el mundo. Y, mirándolo bien, encontraremos
que la superior circunstancia que hizo que el presidente
fuera capaz de lograr esta sublimación retórica del motivo radica
en un accidente histórico: la ocurrencia, unos días antes, de la
revolución en Rusia. A duras penas puede uno alegar que el
presidente no habría reconocido un estado de guerra con Alemania
si Rusia se hubiera mantenido bajo el zar, y a duras penas
puede uno creer que la Providencia programó aquella revolución
en Rusia teniendo especialmente en mente esta pieza de elocuencia,
y de aquí que estemos obligados a concluir que una
mera coincidencia feliz se combinó con un talento inclinado a la
emoción idealista permitiendo al presidente pasarse tan plausiblemente
de la defensa del propio z"nterés, que fue el elemento
coyuntural su elaborada justificación de la guerra, a la cruzada
por la demacrada que es la forma ideológica bajo la cual ésta
será librada.
211

Louis C. Fraina.1 2 México, Rusia y los Estados Unidos
a) La amenaza a Méxz"co.
A través de su Secretario de Estado (Robert) Lansing, el gobierno
de los Estados Unidos ha protestado contra México por la
incorporación en su nueva Constitución de artículos que conceden
facultades al Ejecutivo para expropiar la propiedad sin el
recurso judicial y que en lo general restringen el régimen patrimonial
de los bienes del capital extranjero. Lo ha hecho igualmente
contra la cláusula que "significa aparentemente la virtual
nacionalización de los campos petroleros mexicanos". Todo
esto, asienta la protesta, podría, de tener efectos retroactivos,
resultar confiscatorio.
Precisamente eso: las medidas tienen significado confiscatorio.
México se propone expropiar al capital extranjero las propiedades
que fueran obtenidas en gran medida a través de la
felonía y el robo. El imperialismo tiene bajo sus garras a México;
e imperialismo significa asegurar el control de los recursos naturales
e industriales de un país económicamente subdesarrollado
de maneras tales que compiten con los horrores de la
Revolución Industrial en Inglaterra.
La tarea a que se enfrenta México es la del desarrollo del capitalismo
nacional: la tarea de la revolución burguesa. Políticamente,
ello significa gobierno constitucional burgués; económicamente,
el desenvolvimiento de una clase campesina independinte
y una burguesía industrial.
Esta tarea histórica se complica hoy por una circunstancia desconocida
a las revoluciones anteriores: las garras del capital extranjero
que oprimen a México. El esfuerzo de Carranza por
liberar a su país de semejante control está siendo implacablemente
combatido por el imperialismo internacional, particularmente
el de los Estados Unidos. Los acontecimientos futuros en
12 Fraina, Louis C., "The Menace to Mexico" en la sección "Current Affairs" de la
Internacional Socialist Review, vol. XVI, marzo de 1917, Ñúm. 9., p. 555.
212
México estarán determinados en gran medida por esta colisión
de intereses. En caso de guerra, el asesinato de trabajadores mexicanos
y [norte] americanos determinará cuál clase dominante
obtendrá las ganacias.
1 3
b) La Revolucz"ón proletarz·a en Rusz·a.
La Revolución Rusa es un acontecimiento incomparablemente
más poderoso que cualquier otra revolución anterior; más amplio
en perspectiva y más profundo en significado último que la
Revolución Francesa. No es hasta ahora la Revolución Social,
pero señala el inicio de la revolución del proletariado contra el
capitalismo. En lo interno, la revolución rusa sigue una política
de clase acorde a los intereses y requerimientos del proletariado
revolucionario; internacionalmente, en la actitud hacia la guerra
y la paz, sigue, en las palabras de León Trotsky, "su política independiente
de clase", una política acorde a los requerimientos
del proletariado internacional. En 1914, el Partido Social Demócrata
Obrero, el bolchevique, demandó "la trasnformación de la
guerra imperialista en una guerra civil de los oprimidos contra
los opresores y por el socialismo". La guerra imperialista ha sido
transformada en Rusia en una guerra civil del proletariado contra
la burguesía; no ha devenido todavía en la Revolución Social
del proletariado internacional; devendrá seguramente en ello, si
no de inmediato, sí al final de cuentas.
La situación histórica prevaleciente, actuando a través de la
presión de los acontecimientos y la existencia de un proletariado
con conciencia de clase, ha hecho de la revolución rusa una
revolución proletaria, con el horror y la indignación de los
seudo marxistas que insisten dogmáticamente que Rusia está
solamente madura para una revolución burguesa. Sin embargo,
la vida misma refuta al dogma.
La insistencia en que Rusia está tan sólo madura para la revolución
burguesa ignora una cantidad de factores que alteran el
problema por completo, creando una nueva situación histórica
que por sí sola constituye la entidad determinante.
13 Fraina, Louis C., "The Proletarian Revolution in Russia", The Class Struggle,
Vol. 11., mar.

do que persigue la gloria barata de las palabras que traicionan a
los hechos. Combinados, todos estos elementos pueden, de no
estar el pueblo plenamente consciente, encauzar engañosamente
al país por un rumbo desatinado que, al llegar la hora suprema
de la confrontación, nuestros hombres más valerosos pagarán
con sangre y nuestras mujeres más valerosas pagarán con lágrimas.
Y es que esos ilusionistas no pagan con su propio cuerpo
los errores terribles a los que conducen a la nación. Ellos se pavonean
en su momento de triunfo y en sus horas de tranquilidad,
y cuando llegan las horas del juicio se dispersan de inmediato
dejando que los nacionalistas, los patriotas pasados de moda,
los hombres y las mujeres que creen en las virtudes viriles de la
lucha, asuman la carga y lleven el peso a cuestas, enfrenten los
peligros y se sacrifiquen entregándose al país y por el país. Las
naciones no son creadas, defendidas y preservadas por los ilusionistas:
lo son por los hombres y las mujeres que practican las
virtudes hogareñas en tiempos de paz y que, en el tiempo de la
guerra justa, están dispuestos a morir por un ideal resplandeciente,
o a enviar a morir por él a quienes más aman.
Esta guerra, cuya corriente nos llevó sin remedio a la deriva
al no estar preparados para ella y en la cual tuvimos tan lamentable
actuación durante el primer año y cuarto, puede no obstante
significar la salvación moral de nuestro pueblo. Nos ha
sacado, elevándonos, de lo perturbador del sórdido materialismo
sazonado de sentimentalismo simulado. Nos ha colocado cara
a cara con las verdades eternas que fueron varonilmente confrontadas
por nuestros padres en los días de Lincoln y por nuestros
antepasados en los días de Washington. Nos ha enseñado de
nuevo a percatarnos del valor de las grandes virtudes básicas, las
virtudes fundamentales de masculinidad y feminidad que permitiron
a Washington y Lincoln y a los hombres de Valley Forge y
de Gettysburg construir y mantener esta república como la esperanza
de las naciones libres de la humanidad. Esos hombres no
fueron internacionalistas. Fueron norteamericanos. Es por ello
que estamos orgullosos de ser sus compatriotas. Es por ello que
han constituido una inspiración para los mejores hombres de
todas las demás naciones.
No hay límite a la grandeza del futuro que se abre ante América
[los Estados Unidos], ante nuestra amada tierra. Pero únicamente
podemos damos cuenta de ello si somos norteamericanos,
236
si somos nacionalistas con todo el fervor de nuestros corazones
y toda la sabiduría de nuestros cerebros. Podemos servir cabalmente
al mundo sólo si servimos primero y mejor a América [los
Estados Unidos]. Debemos operar a lo largo de nuestras propias
líneas nacionales en cada campo de realizaciones. Debemos
sentir en la mismísima médula de nuestro ser que nuestra lealtad
se debe exclusivamente a América [los Estados Unidos] y que
ésta no se disuelve en la lealtad a cualquier otra nación o a
cualesquiera otras naciones sobre la faz de la tierra. Solamente
así nos adaptaremos realmente para servir a otras naciones, para
rehusamos a causarles mal y para rehusamos a dejarlas causar
mal o a sufrirlo.
237

) La respuesta represiva. Las víctimas
Charles A. Beard. 4 La inquisición académica
Ciertas autoridades de la Universidad de Columbia han insinuado
que renuncié a ella en un acceso de petulancia injustificada,
y de aquí que les ruegue transcribir la siguiente declaración:
l. Mi primera verdadera experiencia con la administración intema
de la Universidad vino con la jubilación del profesor J ohn
W. Burgess. Por algún tiempo antes de su retiro, su trabajo en
Derecho Constitucional norteamericano había sido desempeñado
por el profesor X y el profesorado deseaba que éste fuese
nombrado Profesor Distinguido para suceder al señor Burgess.
Pero el señor X había publicado un libro en el que justificaba la
crítica a la Suprema Corte como el instrumento armonizador de
nuestro Derecho Constitucional y nuestra cambiante vida social
y económica. Se le excluyó, en consecuencia, de aquel rango
profesora!. Se adjudicó éste al señor W. D. Guthrie, un próspero
abogado corporativo y socio de uno de los patronos de la Universidad.
Se dio a entender que el señor Guthrie debería impartir,
a cambio del alto honor, una conferencia semanal durante
un semestre del año. El rector [Nicholas Murray] Butler repite
constantemente que todos los asuntos relativos a nombramientos,
competencia e inamovilidad están a cargo del profesorado
idóneo, o palabras parecidas. Como hecho escueto, no se consultó
anticipadamente y como tal al profesorado de Ciencia Política
para seleccionar al Profesor Distinguido. Todo el asunto fue
resuelto mediante negociaciones tras bastidores y quedó entendido
por todos los que teníamos que ver con el asunto que ninguna
persona con puntos de vista progresistas o liberales sería
aceptable. Finalmente, el señor Guthrie fue nombrado. No
4 Bear.d, Charles A., "A Statement", The New Republic, XIII, 29 de diciembre de
1917 ., pp. 249-251.
238
hablaré de sus contribuciones al saber, aunque puedo decir que
no concurría a las juntas académicas, que no colaboraba en los
exámenes de doctorado ni desempeñaba las obligaciones de
los demás profesores. Así se cubrió la primera vacante académica
importante cuando yo ya estaba en la institución.
2. Tuve mi segunda experiencia con la administración de la
Universidad en 1916. El 21 de abril de ese año pronuncié un
discurso ante la Conferencia Nacional de Centros de la Comunidad
abogando por la utilización de las escuelas como centros
para la discusión de problemas públicos. Pocas semanas antes se
dijo que un conferencista había expresado la frase "Al diablo
con la bandera" en uno de los foros escolares y que por tal razón
varias personas habían pedido que se clausuraran los centros.
Algunos de los participantes en la referida conferencia
solicitaron en serio una especie de censura a todos los foros
escolares. En mi discurso adopté meramente la tesis razonable y
moderada de que la intemperancia de un hombre no debía conducimos
a cerrar las escuelas para los demás. Con una excepción,
las notas periodísticas la reprodujeron apropiadamente. Con
todo, un diario sensacionalista me acusó de aprobar la opinión
de "Al diablo con la bandera". El doctor Butler, quien ha tenido
una larga experiencia con el periodismo frenético, adoptó
muy correctamente el parecer de que yo había sido la víctima
de un buscador de ocho columnas y me aconsejó hacer lo mejor
que pudiera para corregir la impresión equivocada y luego olvidarlo.
Escribí de inmediato a todos los periódicos y traté de
borrar el equívoco que se había creado.
No obstante, se me citó ante el comité de asuntos educativos
del patronato de la Universidad. Consentí en ir porque quería
aclarar las falsas impresiones que sus miembros tenían sobre la
naturaleza de mi discurso.
En cuanto el comité de patronos abrió la audiencia, terminé
prontamente el "incidente de la bandera" mostrándoles que nada
había dicho que respaldara en modo alguno el censurable lenguaje
en cuestión. Nadie dudó de mi palabra. Contaba ciertamente
con suficientes testimonios de hombres y mujeres honorables
que habían escuchado mi intervención. El expediente fue
cerrado en seguida.
Al finalizar el incidente de la bandera me preparaba a abandona.·
el recinto cuando me sorprendió por completo que los seño-
239

soral, los primeros pasaron por alto la recomendación del comité
en los casos de los profesores Dana y Cattell y despidieron sumariamente
a ambos caballeros en el otoño de 1917 tras acusarlos
sin razón alguna de los graves delitos de traición y sedición.
El profesor J ohn Dewey renunció al comité de los nueve y el
cuerpo que iba a salvaguardar los intereses de los profesores se
desplomó ignominiosamente.
5. Algún tiempo antes de que fuesen expulsados los profesores
Cattell y Dana se despidió sumariamente y sin aviso ni juicio
a otro profesor. No se le notificaron las razones de su expulsión
y nunca se respondió a una cortés solicitud de información dirigida
por sus colegas al rector Butler.
6. El doctor Leon Fraser era instructor de Política en el Colegio
de Columbia. Combinaba su cargo con el de ayudante del
Decano Keppel y del doctor Butler en la Asociación para la
Conciliación Internacional. Se le asignó la tarea de organizar
cursos sobre pacifismo y conciliación internacional en colegios
a lo largo del país. En otras palabras, fue pagado por aquellos
caballeros para ocuparse de la propaganda pacifista. A comienzos
de 1916, en un momento de arrebato juvenil, el doctor
Fraser hizo algún comentario crítico sobre el campamento
militar de Plattsburg. Por ello se le obligó a comparecer ante el
comité de los patronos. Un año después, en la primavera de
1917, se advirtió a mi Departamento que no volviese a nombrar
la doctor Fraser porque resultaba inaceptable para el señor
Bangs, uno de los patronos. Desoyendo las órdenes, volvimos
a nombrar al doctor Fraser. Pero aun antes de que los patronos
respondieran se le despidió junto con otros instructores bajo el
supuesto de que la guerra reduciría materialmente el número de
estudiantes del Colegio. Ahora bien, no contento con haber
echado al doctor Fraser, el señor Butler informó a las autoridades
del Colegio que, en el caso de que la asistencia al Colegio
durante el otoño permitiese el nombramiento de instructores
adicionales, bajo ninguna circunstancia debía volvérsele a proponer.
Prácticamente, por lo tanto, si no es que en teoría, el
doctor Fraser fue expulsado del Colegio sin notificación ni
audiencia. En vista del hecho de que el señor Fraser había sido
autorizado para ocuparse de propaganda pacifista por los señores
Butler y Keppel, y que éstos le habían pagado para hacerlo,
me parece que ambos debieron por lo menos haber demandado
242
e insistido en una audiencia completa e imparcial para dilucidar
los cargos en contra de su juvenil partidario, especialmente porque
esos cargos surgieron de sus enseñanzas "pacifistas".
7. Nos informa el doctor Butler que las propuestas para nombramientos
y ascensos provienen de los profesorados. La teoría
puede ser ésa, pero la práctica de los patronos y el rector es la
de advertir a los comités de nombramientos y promociones que
no recomienden personas "inaceptables". Por ejemplo, al hallarse
considerando ascensos la primavera pasada, el comité de educación
de la Facultad de Ciencia Política, del que yo era miembro,
recibió desde el principio informes del "comité de rumores
de la oficina del rector" de que "ciertos patronos" no aprobarían
el ascenso del profesor Y porque había empleado "lenguaje
irrespetuoso" al hablar de la Suprema Corte. El profesor Y no
fue recomendado, iy los patronos pudieron reclamar orgullosamente
que no habían rechazado ninguna recomendación profesora!!
El señor Butler no logra concebir que un académico abrigue
ideas progresistas. Una vez, solicitándome recomendar un instructor
para un colegio vecino, indicó claramente que un
hombre de inclinaciones rooseveltianas no sería aceptable.
8. A principios de octubre de 1917 dos funcionarios de confianza
de la Universidad me informaron categóricamente y con
pruebas que sin lugar a dudas se programaba otra inquisición
doctrinal para una fecha cercana. Era evidente que un pequeño
grupo de patronos (tolerados, si no es que ayudados por el sefior
Butler) se proponían valerse del estado de guerra para expulsar
o humillar o aterrorizar a todo hombre que tuviese puntos de
vista progresistas, liberales o no convencionales sobre asuntos
políticos de ninguna manera conectados con la guerra. La institución
iba a ser reducida por debajo del nivel de un almacén o
una fábrica, y de allí que yo renunciase.
No formulo reclamaciones en nombre de la libertad académica,
a pesar de que pienso que ello sería digno de considerarse.
Lo único que he pretendido es que los maestros no sean expulsados
sin concedérseles plena y equitativa audiencia ante sus pares,
rodeada ésta de todas las garantías del procedimiento judicial.
Los profesores de la Universidad de Columbia han sido
sometidos a inquisiciones doctrinales humillantes por parte de
los patronos, han sido despedidos sin apercibimiento o audien-
243

cia y sus nombramientos y promociones dependen de que se
aseguren de antemano el favor de ciertos patronos. Sin ese favor,
nada cuentan el profesionalismo y el conocimiento.
Someto estos hechos al lector sincero e imparcial. Creo que
constituyen una documentada e inobjetable acusación a los métodos
prevalecientes en la Universidad de Columbia bajo la rectoria
del doctor Nicho las Murray Butler.
Eugene V. Debs.I El espantajo de la revolución
El periódico matutino que acabo de leer contiene un extenso
comunicado de prensa de Washington en el que se hace, bajo
ocho estridentes columnas, la sobrecogedora revelación de que
una conspiración mundial para derrocar el orden social existente
ha sido descubierta por los agentes del servicio secreto del gobierno.
Se informa que el elemento esclarecedor de la conspiración
ha sido el hallazgo de algunas armas y municiones a bordo
de un carguero ruso apenas anclado en un puerto del Pacífico
y a cargo de una tripulación bolchevique, de lo cual se deduce
que las armas deben hacer sido enviadas por los revolucionarios
rusos a la I.W.W. de los Estados Unidos con miras a unir a los rusos
rojos, los dirigentes fenianos irlandeses y los obreros mundiales
norteamericanos (I.W.W.) en el derrocamiento de todos
los gobiernos del mundo civilizado.
iEsto es verdaderamente demasiado!
No se nos dice cómo es que los fenianos resultan implicados
en esta conspiración universal: sucede sólo que su nombre, como
el de los bolcheviques y el de los miembros de la I.W.W., tiene
gran fuerza como espantajo asustador de los débiles mentales
y que por ello los inventores de este incre1ble cuento fantástico
permitieron semejante licencia adicional a su afiebradísima imaginación.
Todo lo que sucede en estos días y que disgusta a la clase diri-
6 Debs, Eugene V., "The l. W. W. Bogey", enlntemational Socialist Review. vol.
XVII, núm. 8., febrero de 1918., pp. 395-396.
244
gente, y todo lo que no sucede y que a ella le gustaría que sucediera,
es achacado a la I.W.W. Su nombre constituye anatema
dondequiera que el capitalismo blande el látigo y desangra las
venas de sus víctimas explotadas.
iMaravilloso cumplido éste! ¿Está al tanto de su significado
la clase trabajadora? Desafortunadamente no, o los líderes y los
espíritus que mueven a esta perseguida organización industrial
no estarían en la cárcel esperando mes tras mes a que se les juzgue
por delitos que jamás soñaron cometer y que ahora se les
atribuyen.
Pienso que puedo considerarme aceptablemente bien informado
en cuanto a los métodos y tácticas de la I.W.W. -con algunos
de cuyos miembros no estoy en lo más mínimo de acuerdo-
y no vacilaría en calificar las indiscriminadas acusaciones
criminales formuladas contra ellos desde que la guerra fuera declarada
como absolutamente falsas y mal intencionadas y sin la
menor sombra de fundamento en los hechos.
Repetidamente se ha propalado a través de la prensa capitalista
la acusación escandalosa de que la I.W.W. conspiraba para
volar los talleres y las fábricas del Este, para incendiar las cosechas
y destruir los huertos del Oeste, para envenenar las fuentes
y los manantiales del Norte, para paralizar las industrias del
algodón y el arroz en el Sur y para diseminar por todas partes
la ruina y la desolación en beneficio y gloria del enloquecido
teutón del Kaiser y su atroz bund bandolero de Junkers y para
causar el derrocamiento de la democracia y la libertad en los
Estados Unidos.
ancubó alguna vez un cerebro humano mentira más estupenda
o más estúpida? ·
iContemplad a la I.W.W., y luego al gobierno y a los más de
cien millones de habitantes de los Estados Unidos! ¿No es manifiesta
en su misma superficie la falsedad de esa imputación absurda
y malévola? ¿soñaría alguien que no fuese un idiota o un
loco con la matanza y la destrucción de una nación entera por
un puñado relativo de su población? ¿se engañaría a alguien
que no fuese un imbécil con mentiras y calumnias tan notoriamente
obvias?
iAh, la broma horrible de todo esto! iY también la tragedia
cadavérica, cuando uno piensa en las numerosas gentes ingenuas
245

al moVImiento obrero esa cobarde conspiración vendrá a parar
en su fortalecimiento.
Ahora es el tiempo de que los sindicalistas combatientes de
América [los Estados Unidos] cierren filas. La situación es la
más terrible que jamás haya confrontado la clase trabajadora,
pero cada una de estas crisis lleva consigo la oportunidad dorada
de que los trabajadores propinen el golpe decisivo y forjen adelante
un nivel superior de vida. Para aprovecharse de esta oportunidad
suprema, y beneficiarse en todo lo que dé, los trabajadores
deben estar unidos y actuar en conjunto como un ejército
bien disciplinado.
iLa solidaridad debe ser la consz"gna!
Al hallamos en los umbrales de 1918 decidámonos a hacerlo
el año más luminoso en los anales de las realizaciones proletarias.
La unidad industrial y la unidad política, la solidaridad revolucionaria
de la clase trabajadora nos dar.á el poder para vencer
al capitalismo y emancipar a los trabajadores del mundo.
Emma Goldman. 7 La solución final
Al comienzo mismo de esta audiencia quiero hacer constar mi
protesta contra estos procedimientos propios del antiguo tribunal
de la bóveda estrellada 8 y cuyo espíritu medular es nada
menos que el de restaurar los viejos días de la Inquisición española
o del sistema más recientemente desaparecido del tercer
grado de la Rusia zarista.
Además, este proceso de cámara estrellada constituye una negativa
a la reiterada pretensión por parte del gobierno de que en
este país gozamos de libertad de palabra y de libertad de prensa
y de que todo transgresor de la ley -incluso el más humilde de
7 Goldman, Emma, "Statement at the Federal Hearing in Re Deportation" el 27
de octubre de 1919 en Nueva York, en Nowhere at Home Letters form exile of Emma
Goldman and Alexander Berkman, Edited by Richard and Anna Maria Drinnon, Schocken
Books, New York 19 7 5., pp. 1 O y 11.
8 Star Chamber (ant Sterred Chambre): Tribunal real inglés señalado por sus audiencias
secretas, sus interrogatorios a base de torturas y sus finales sentencias arbitrarias.
Fue abolido en 1641.
248
los hombres- tiene el derecho de defenderse en una audiencia
pública y a ser oído y juzgado por un jurado de sus iguales.
Si los procedimientos aquí empleados tienen el propósito de
demostrar algún presunto delito por mí cometido, o la comisión
de algún hecho antisocial o malvado, entonces protesto contra
el carácter secreto y los métodos de tortura de los interrogatorios
de este llamado ''juicio". Pero si no se me acusa de ningún
delito o hecho específico, si esto es puramente -como tengo
razones para creerlo- una investigación acerca de mis opiniones
sociales y políticas, entonces yo protesto todavía más enérgicamente
contra esos procedimientos, tan absolutamente tiránicos
y tan diametralmente opuestos a las garantías fundamentales de
una verdadera democracia.
Todo ser humano tiene el derecho a profesar cualquier creencia
que la o lo atraiga sin hacerse ella misma o él mismo sujeto
de persecución. Desde que he residido en este país -y aquí he
vivido prácticamente toda mi vida- mis oídos han sido aturdidos
de que, bajo las instituciones de esta pretendida democracia,
tiene uno completa libertad para pensar y sentir como le plazca.
¿Qué queda de esta sagrada garantía de libertad de pensamiento
y conciencia cuando se persigue y se expulsa a las personas en
razón de los mismos motivos y propósito por los que dieron sus
vidas los pioneros que edificaron este país?
¿y cuál es el objetivo de este procedimiento inquisitorial que
se acepta como fundamentado en la llamada ley antianarquista
(de 1903)? ¿No es el único propósito de esta ley, y el de las deportaciones
en masa, suprimir cualquier síntoma de descontento
popular que se manifieste ahora a lo largo del país, al igual que
en todas las tierras europeas? No se requiere ningún considerable
don profético para anticipar que esta nueva política gubernamental
de deportaciones no constituye sino el primer paso
para la introducción en este país del viejo sistema ruso del exilio
por la alta traición de abrigar nuevas ideas sobre la vida sc;>cial y
la reconstrucción industrial. Hoy se deporta a los denommados
extranjeros: mañana se desterrarán norteamericanos nacidos en
América [los Estados Unidos]. Algunos patrioteros insinúan ya
actualmente que aun quienes nacieron en América [Los Estados
Unidos] y para quienes la democracia no es una farsa sino un ideal
sagrado deben ser exiliados. Sin duda, los Estados Unidos no
disponen todavía de un lugar apropiado como Siberia al cual
249

pasto reseco". Aún menos lo es de dejar que el pastizal del consenso
popular se agoste tanto, se tome tan inflamable por el
árido descontento que cualquier chispa de cualquier origen pueda
provocar una conflagración que nos envuelva a todos.
Creo muy sinceramente que solamente eliminando su causa
generadora puede destruirse al bolchevismo.
Y a fin de que podamos avanzar en nuestro propósito tan
pronto y tan efectivamente como sea posible, analicemos la
situación y determinemos con tanta claridad como podamos lo
que es el bolchevismo, lo que éste expresa y hasta dónde llega
la excrecencia.
Para mi inteligencia está sumamente claro que lo que llamamos
bolchevismo, es meramente el extremo de radicalismo violento
que resulta de condiciones reaccionarias igualmente extremas
e igualmente m defendibles, es simplemente la protesta violenta
y enardecida de las masas contra el egoísmo, la arbitrariedad,
la injusticia y la corrupción de las clases (sic).
A no dudarlo, esto es lo que el bolchevismo es en Rusia y, en
tanto se da éste en América, esto es lo que es en América.
El bolchevismo en Rusia es reconocida y evidentemente la revuelta
violenta contra la autocrata brutalmente egoísta y criminalmente
corrupta que controlaba el gobierno en Rusia y abusaba
de éste para cometer latrocinios y oprimir al pueblo y, como
sucede siempre bajo semejantes circunstancias, la reacción va de
un extremo al otro, de un extremo de restricción y opresión a un
extremo de ilegalidad y licencia, de un extremo en el cual las
clases privilegiadas lo tienen todo a un extremo en el cual el populacho
resentido no desea concederles nada, ni siquiera sus libertades
y sus vidas individuales.
Desde luego que no tenemos semejantes extremos autocráticos
en América [los Estados Unidos] y no tenemos semejantes
extremos de bolchevismo. Sin embargo presenciamos en América
[los Estados Unidos] un fomento innegable de la ilegalidad y
del radicalismo violento, y éste es seguramente la consecuencia
de cierta ilegalidad y violencia y menosprecio brutal para los
derechos de los demás que caracterizan a la única autocracia que
tenemos en este país: la autocracia de la riqueza y el privilegio ...
Nadie es más estúpidamente miope en esta situación crítica
que los poseedores de la gran riqueza y el privilegio indebido.
Arriesgan todo lo que tienen en el empeño impmdente e impro-
252
pio de obtener un poco más, o de obtener la sombra hueca de
un poco más. Son como el perro de la fábula de Esopo, que perdió
su hueso al codiciar la mera imagen reflejada de éste.
Ahora bien, en el mundo entero no existe individuo alguno
más honesto, más moral, más patriota y más bien intencionado
que el ciudadano promedio de los Estados Unidos que posee
propiedad.
Él y los propietarios como él constituyen la verdadera columna
vertebral de la república y son la influencia estabilizadora y
equilibrante de nuestras instituciones democráticas.
Y es esa clase benemérita de propietarios que han adquirido
legítimamente sus bienes a través del servicio prestado a la comunidad
la que sufrirá, al igual que las clases privilegiadas y
explotadoras, en la eventualidad de que la masa del pueblo
acuda al recurso resentido de la violencia y el desorden.
De aquí que me parezca que para la gran cruzada contra el
bolchevismo deba contarse con el concurso de esta grande y legítima
clase de propietarios, de este cuerpo de ciudadanos
honestos, prudentes, patriotas, obedientes de la ley y respetuosos
de la ley, y que su primer paso deba consistir en convencer a
aquellos "malhechores de inmensa riqueza" que el ciudadano
honesto de América [los Estados Unidos] no cansen tirá más corrupción
en la política, más injusticia en los tribunales, más adquisición
de privilegios desmedidos, más evasión de las obligaciones
legales, más extorsiones usurarias e iniquidades monetarias
análogas.
Mientras las clases privilegiadas negligentes e inconsecuentes
no se den cuenta y observen esta realidad, y mientras las clases
favorecidas permitan que el elemento comparativamente pequeño
y corrupto dentro de ellas prosiga sus actividades deshonestas,
el egoísmo y la ilegalidad de aquellos pocos pondrán en peligro
lo que todos poseemos. Porque esos "malhechores de inmensa
riqueza" no solamente ponen en peligro las posesiones de
su propia clase egoísta y cínica, sino que ponen en peligro la
seguridad y el bienestar de todas las demás clases de la comunidad
que dependen de la tranquilidad y el orden generales para
su prosperidad y confianza.
El bolchevismo no puede reprimirse por medio de editoriales
Tampoco puede suprimirse por medio de ejércitos. Tampoco se
253

le puede destruir con la vacuidad de las palabras o la severidad
de la fuerza. Ambas se han intentado y ambas han fallado.
El bolchevismo debe ser erradicado desde la raíz. Debe eliminarse
eliminando su causa generadora ...
Hagamos con sinceridad lo posible por dejar universalmente
reconocido el hecho indisputable de que la riqueza, como los
salarios, constituye meramente la recompensa por un servicio
prestado; que la oportunidad que un hombre obtiene honestamente
está legítimamente abierta para todos; que no existe ninguna
influencia indebida en el gobierno para controlar la aprobación
de las leyes por las legislaturas o la interpretación de las
leyes por los tribunales; que tenemos una democracia del mérito
y no una autocracia de la riqueza y que no habrá bolchevismo ni
amenaza de bolchevismo ni ninguna pretensión de bolchevismo
en América [los Estados Unidos].
Porque de darse semejante caso no habrá ninguna base genuina
o legítima para el descontento o el alboroto popular o para
cualquier radicalismo extremista o violento.
Si un radicalismo como ése surgiera, entonces de alguna forma
éste no contaría con el menor apoyo por parte de las masas
inteligentes y juiciosas del pueblo norteamericano, sin las cuales
ningún movimiento puede jamás volverse respetable en esta república
nuestra.
En otras palabras, el bolchevismo puede únicamente adquirir
seriedad en este ilustre país al ser respaldado por una causa justa
y legítima de inconformidad popular.
Sin contar con un motivo valedero de queja, el bolchevismo
se limitará a los naturalmente perezosos y a los constitucionalmente
ilegales, y un elemento tan pequeño de nuestra espléndida
población no puede nunca sentirse como una amenaza al
orden o un peligro a la vida y la propiedad, la paz y la seguridad.
Adoptar ahora medidas progresivas moderadas evitará la necesidad
de adoptar más tarde medidas inmoderadas y excesivas.
Y aquellos que tiene lo más que perder por la ilegalidad y el
desorden deben ser los primeros en ayudar al esfuerzo honesto
por promover el progresivismo pacífico de la ley y el orden.
Unas cuantas sacudidas bruscas a la raíz verdadera del mal y
el lozano crecimiento del bolchevismo será interrumpido para
siempre.
254
Calvin Coolidge. 10 La restauración de la
santidad de la ley
La agitación y la zozobra que caracterizan al mundo entero desde
la terminación de la guerra se han manifestado de alguna manera
en Massachusetts. Existe en toda inteligencia humana un
deseo natural de procurarse mejores condiciones. Un deseo
como ése es del todo digno de elogio. Con todo, debe hacerse
una selección en cuanto a los métodos a los que éste recurre. La
crítica al por mayor a todos y a todo no revela necesariamente
cualidades de estadista y puede no resultar verdadera. No todos
los que trabajan por mejorar las condiciones del pueblo son bolcheviques
o enemigos de la sociedad. No todos los que se empeñan
en manejar un negocio próspero son explotadores. En nada
benefician la crítica y la agitación irrazonables que buscan remedios
irrazonables. Sufrimos, en común con todo el mundo, una
escasez de bienes para la cual no hay sino un remedio: el incremento
de la producción. Necesitamos consumir prudentemente
lo que tenemos y fabricar más. De ninguna forma se progresará
fusilando bolcheviques y usureros. Lo que necesitamos es sobriedad
e industria. Mantengamos trabajando a todos. El empleo
remunerativo es el golpe de muerte al bolchevismo y la producción
abundante es el desastre del logrero. Nuestra salvación
radica en dar hasta lo último un mayor esfuerzo, en asumir
nuestras propias cargas como hombres más que en acariciar la
placentera ilusión de que ellas pueden ser trasnferidas a los
hombros de otros. Quienes pretenden conducir al pueblo bajo
esa expectativa no hacen sino aumentar sus agobios y sus peligros.
El pueblo de Boston ha contemplado recientemente los resultados
del desasosiego y la sublevación de sus fuerzas policiacas.
1 ° Coolidge, Calvin, Discurso ante la Convención estatal republicana celebrada en
Boston cl4 de octubre de 1919, XXXIX en Have Faith in Massachusetts A Collection
of Speeches and Messages by Calvin Cooüdge, Second edition Enlarged, Houghton
Mifflin Company, The Riverside Press Cambridge, Boston and New York, 191"9,
pp, 243 a 250.
255

La política laboral de ese departamento, establecida por una ordenanza
del anterior Comisionado O'Meara y adoptada en un
reglamento con fuerza de ley por el actual comisionado Curtís,
prohibía que el sindicato de policías se afiliase a un sindicato
externo. A pesar de ello se integró y se mantuvo un sindicato de
esa naturaleza en abierto y consciente desacato al reglamento y
a los consejos y a las casi súplicas de los oficiales del departamento.
Al persistir en su desobediencia, los dirigentes fueron
emplazados a juicio y ante el Comisionado se les formularon
cargos y se les escuchó a través de su defensor. Tras una minuciosa
consideración, y tras darles de nuevo la oportunidad de
obedecer a la ley, se les encontró culpables. La sentencia fue
suspendida ampliándoles el margen para retractarse. Al poco
tiempo, tres cuartas partes de la fuerza policiaca abandonaron
sus puestos rehusándose a seguir cumpliendo con sus deberes.
En las siguientes horas, en unas cuantas, se desató la destrucción
de la propiedad en la ciudad sin que afortunadamente se perdieran
vidas.
Mientras tanto, se realizaban varios esfuerzos por resolver la
situación. Algunos me solicitaron destituir al comisionado; algunos
me pidieron hacerlo cambiar en su proceder. A todos
hube de responderles que carecía de cualquier poder legítimo
sobre sus actos y que legalmente no podía interferir con él. Mi
deber era apoyarlo en el cumplimiento de la ley y eso haría.
Conferencié de buena gana con todos y presté mi ayuda cuando
se requería ésta. El comisionado había sido nombrado en su
puesto por mi predecesor y por un periodo de años. Podía yo
invadir su jurisdicción casi con la misma autoridad que tendría
para interferir en las decisiones de la Suprema Corte.
Para restablecer el orden ofrecí de inmediato al alcalde, de
conformidad con una providencia convenida de antemano con
él y el comisionado, solicitar la intervención de la guardia estatal.
A petición suya lo hice y empecé de inmediato a restaurar
la obediencia a la ley. En vista del peligro público, pedí al comisionado
que me asistiera en la ejecución de mis obligaciones de
mantener el orden y para tal efecto promulgué un decreto.
Ante diversas insinuaciones de que se permitiera regresar a la
policía, repliqué que el procurador general de justicia había
determinado que por ley eso no podía hacerse y que, en tanto yo
no tenía la facultad de nombrar, destituir o reinstalar, me opo-
256
nía a depositar de nuevo la seguridad pública y a que la custodiara
ese cuerpo de individuos. Hay una obligación de perdonar,
pero ésta no vale para los impenitentes. Brindarles ayuda o alivio
equivaldría a justificar su mal proceder y a volverse lo que
en el derecho se conoce como un cómplice después de cometido
el delito. Un gobierno que hace eso afrenta a la civilización y no
tarda en bañar sus manos con la sangre de sus ciudadanos.
La respuesta a la exhortación para apoyar al gobierno de
Massachusetts en el mantenimiento de la ley y el orden fue instantánea.
Procedió de la guardia estatal, de los policías voluntarios
y la milicia, de contribuciones recaudadas entre todas las
clases y que ahora llegan a cientos de miles de dólares, de lapolicía
de Boston que permaneció leal, de todas las comarcas de la
república y de más allá. Pueden disoverse todas estas fuerzas,
pueden ser derrotadas, pero no se rendirán mientras me sea confiado
el cargo de comandante en jefe de ellas. Sobre ellas y
sobre todo ciudadano respetuoso de la ley se ha izado la bandera
blanca de Massachusetts. ¿Quién es aquél que, comprometiendo
el prestigio de sus leyes, se atreve a arriar la bandera?
Me he resistido y me propongo continuar resistiéndome a semejante
acción.
El asunto está perfectamente claro. El gobierno de Massachusetts
no pretende resistirse a la actividad ceñida a la ley y a la
sana política del trabajo organizado. En repetidas ocasiones ha
promulgado leyes para la protección y el fomento de los sindicatos.
Lo ha hecho bajo mi administración y de acuerdo a mis
recomendaciones en un grado más considerable que en cualquier
año anterior. Proseguirá con esa actitud política. Se esfuerza
por evitar una situación que pudiera destruir al mismo
tiempo todos los sindicatos y todo lo demás que constituye la
base de la civilización manteniendo la autoridad y la santidad de
la ley. Todo marcha cuando se mantiene el ordenado cumplimiento
de la ley. Ello no deja de costar algo: es sin embargo
la cosa más económica que pueda ser comprada. Ocasiona algunos
inconvenientes: es, sin embargo, el fundamento de todo lo
que es conveniente.
El pueblo comprende esto a fondo. Sabe que las leyes son sus
leyes y que pronuncian lo que él pronuncia. El pueblo sabe que
el gobierno es su gobierno, fundado en su voluntad, administrado
por sus representantes. Desobedecerlo es desobedecerse
257

a sí mismo. El pueblo sabe que la propiedad de la república es
su propiedad. Destruirla destruye su sustancia. La seguridad pública
es su propia seguridad. Al desaparecer ésta aparece el peligro
de muerte. Y, sabiéndolo, el pueblo tiene la determinación
de apoyar al gobierno con una resolución que es inmutable.
Me propongo mantener al gobierno de Massachusetts tal y como
fuera fundado por su pueblo: protector de los derechos de
todos y a nadie, empero, subordinado. Me propongo mantener
incólume la autoridad de sus leyes, su jurisdicción, su paz, su
seguridad. Esta antigua fe de Massachusetts que se convirtió en
la gran fe de América {los Estados Unidos], se instauró en su
constitución antes de que el ejército de Washington ganara nuestra
independencia, "un gobierno de leyes y no de hombres".
Massachusets se sostiene en esa fe. Dejemos que la desafía quien
se atreva. Todos los que aman a Massachusets, todos los que
creen en América [los Estados Unidos], están obligados a
defenderla. La alternativa radica en vivir bajo la coerción y la
intimidación, bajo las fuerzas del mal, o en vivir bajo las leyes
del pueblo, ordenadamente, expresando en sus convicciones institucionalizadas
la revelación de una autoridad divina.
A. Michell J'almer. 11 Para exorcizar al demonio rojo
En esta breve relación sobre el trabajo que ha emprendido el
Departamento de Justicia para arrancar las simientes radicales
que han enmarañado con sus teorías ponzoñosas a las ideas norteamericanas,
deseo no solamente explicar lo que es la amenaza
real del comunismo sino indicar también la manera como nos
hemos visto obligados a purificar el país virtualmente sin la ayuda
de ninguna legislación vigorosa. A pesar de que no he sido
estorbado por la oposición política, mi actividad ha sido materialmente
retardada en virtud de que los actuales procedimientos
expeditivos para el arresto y la deportación de extranjeros
sediciosos debieron haber sido enérgicamente impulsados por el
11 .
Attorney General Palmer, "The Case Against the 'Reds' " The Forum, LXIII.,
febrero de 1920, pp. 173-176 y 185.
258
Congreso la primavera pasada. El no haberlo hecho constituye
materia testimonial en los anales congresionales.
Ha transcurrido ya la inquietud en términos de responsabilidad
nuestra de aquel periodo en el que el Congreso, ignorando
la seriedad de las vastas organizaciones que complotaban para
derrocar al gobierno, fracasó en actuar. Hubo el tiempo en el
que evidentemente no cabían esperanzas de lograr la cooperación
cordial del Congreso como la única vía para aplastar aquellas
sociedades sediciosas en su abierto desafío a la ley mediante
variadas formas de propaganda.
Como un fuego en la pradera, las llamaradas de la revolución
barrían hace un año a su paso toda institución norteamericana
consagrada a la ley y el orden. Devoraban ellas su propio camino
hacia los hogares del trabajador norteamericano, lamiendo sus
puntiagudas lenguas de ardor revolucionario los altares de las
iglesias, batiendo las agujas de los campanarios de las escuelas,
arrastrándose por los sagrados rincones de las viviendas norteamericanas,
buscando reemplazar los votos matrimoniales con
leyes libertinas, calcinando los cimientos de la sociedad.
El pillaje, no la guerra, es el ideal del comunismo. Ello ha
quedado demostrado en Rusia, en Alemania y en América [los
Estados Unidos]. Como adversario, el anarquista no teme por su
propia vida, porque su credo es un fanatismo que no admite el
respeto para ningún otro credo. Obviamente se trata del credo
de una mente criminal cualquiera que razona siempre a partir de
motivaciones imposibles de entender para el pensamiento limpio.
El crimen es el factor degenerado de la sociedad.
Bajo aquellas dos certezas básicas, primero la de que los ''rojos"
eran extranjeros criminales, y luego la de que corresponde
al gobierno norteamericano la prevención de la delincuencia, se
decidió que no podían trazarse sutiles distinciones entre los
ideales teóricos de los radicales y sus violaciones reales a nuestras
leyes nacionales. Un asesino puede poseer un brillante intelecto,
puede ser capaz de justificar sus asesinatos y depredaciones
con magnífica oratoria, pero cualquie·r teoría que justifique el
crimen es indeseable en América [los Estados Unidos]. No es
éste el lugar para que el delincuente prospere, ni prospe:.:ará éste
mientras los derechos del ciudadano común puedan ejercerse
para impedírselo.
Para mí ha sido siempre evidente que cuando los ciudadanos
259

norteamericanos se unen en torno a una cuestión naciónal están
por lo general en lo correcto, si bien en algunas ocasiones resulta
arduo aclararles los puntos de la controversia. Nos sentimos seguros
de que si el Departamento de Justicia lograra llamar la
atención de nuestros optimistas ciudadanos sobre la cuestión de
la revolución interna, en este país no ocurriría revolución alguna.
El gobierno se encontraba en peligro. Todas las dudas se
disiparon con mi información confidencial sobre lo que llevaba
a cabo la organización conocida como el Partido Comunista de
América, con cuartel general en Chicago, sobre lo que hacía la
Internacional Socialista de conformidad a su manifiesto ideado
en Moscú el pasado marzo por Trotski, Lenin y otros y dirigido
"A los proletarios de todos los países", y sobre las zancadas que
daba el Partido Comunista del Trabajo (Communist Labor Party
). Para llegar a esta conclusión no pasamos por alto las normas
aceptadas de libertad personal y libertad de palabra que constituyen
el temperamento y el corazón mismos del pueblo. La
evidencia fue sopesada con el cuidado más extremo y observando
escrupulosamente en cada ángulo debatido los preceptos de
la libertad de pensamiento y de palabra.
Toda la masa de evidencia, recopilada de todas las partes del
país, fue concienzudamente examinada no sólo para constatar
las discrepancias de perspectiva en lo oral y en lo escrito acerca
del gobierno de los Estados Unidos sino para apreciar, a pesar
de todas esas cosas, si las declaraciones hostiles podrían o no ser
sinceras en su motivo declarado de mejorar nuestro orden social.
No hubo esperanza algtilla de que ello sucediera.
Al robar, al asesinAr y al mentir, el bolchevismo ha despojado
a Rusia no solamente de su fuerza material sino de su fuerza
moral. Una pequeña camarilla de proscritos del Barrio Este de
Nueva York ha intentado hacerlo con la suerte que todos conocemos.
¿Deben los norteamericanos regirse por semejantes doctrinas
porque un despreciable extranjero -León Bronstein,
quien ahora se llama a sí mismo Trotski- puede inaugurar un
reino del terror desde su trono en el Kremlin y porque el más vil
de los granujas conocido en Nueva York puede dormir en la cama
del zar mientras cientos de miles de rusos no tienen ni comida
ni abrigo?
Tal pregunta, lo parece, no debe recibir sino una respuesta de
América [los Estados Unidos].
260
Mi información mostró que el comunismo consistía en este
país en una organización de miles de extranjeros que eran aliados
directos de Trotski. Extranjeros de la misma casta de deformados
mentales y de la misma impúdica especie que formulaban
a los norteamericanos las mismas rutilantes promesas de ilegalidad
y autocracia criminal que habían formulado a los campesinos
rusos. La forma en que el Departamento de Justicia descubrió
más de sesenta mil de esos agitadores de la doctrina de
Trotski organizados en los Estados Unidos constituye información
confidencial. (Lo que importa es que) a partir de ella el
gobierno se encuentra ahora limpiando la nación de una porquería
extranjera como aquélla.
Los "rojos" han colegido que, al arrestarlos y al deportarlos,
el gobierno de los Estados Unidos está volviendo a la autocracia
del zarismo y adoptando el sistema que generó la severidad del
destierro siberiano. Mi réplica a semejantes acusasiones es que,
en nuestra determinación por mantener nuestro gobierno, estamos
tratando a nuestros enemigos extranjeros con desmedida
consideración. Para ellos no ha de ser castigo el que se les niegue
el privilegio de permanecer en un país que ellos abiertamente
han sentido como una comunidad sin ilustración, inadecuada
para quienes prefieren los privilegios del bolchevismo. Me asombra
por su extraña lógica que esos bolcheviques rusos que ensalzan
la autoridad bolchevique estén tan poco dispuestos a regresar
a Rusia. La nacionalidad de la mayoría de los "rojos"
extranjeros es rusa o alemana. Casi no hay ninguna otra nacionalidad
representada entre ellos.
Ha resultado imposible que en tan poco espacio analice tal y
como la conozco toda la amenaza de revolución interna en este
país. No obstante, esto podría servir para que el ciudadano despierte
a su realidad, para que se percate del peligro que corre y
de la gran necesidad del esfuerzo unido para aplastarlo bajo
nuestro pie si se precisa. Ello está haciéndose. El Departamento
de Justicia perseguirá con desvelo el ataque de esos "rojos" al
gobierno de los Estados Unidos, y ningún extranjero que abogue
por el derrocamiento de la ley y el orden existentes en este país
escapará del arresto y de la pronta deportación.
Abrigo la plena convicción de que podemos deshacernos de
ellos por cuanto han incitado al descontento en medio de noso-
261

tros, por cuanto han ocasionado irritantes huelgas y por cuanto
han infectado nuestras ideas sociales con la morbidez de sus
propias mentes y con la inmundicia de su moralidad. Hasta que
no hayamos hecho eso no habremos arrancado para siempre la
amenaza del bolchevismo.
262
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1831
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Nace William Alfred Peffer.
Nace Ignatius Donelly en Filadelfia.
Político y reformador.
Nace el 30 de noviembre en Florida,
Samuel Langhorne Clemens (Mark
Twain). Nace en Escocia Andrew Carnegie
el 25 de noviembre.
En Sale m, lnd, nace J ohn Mil ton Hay
poeta, periodista, historiador y hombre
de estado.
El Congreso de Valencia da aVene·
zuela una nueva constitución como
estado soberano, y es elegido primer
presidente José Antonio Páez. Pedro
1 abdica la corona de Brasil a favor de
su hijo Pedro 11. José Ma. Luis Mora
Catecismo Político de la Federación
Mexicana.
En México, renuncia Bustarnante al
ser derrocado por Santa Anna. Fernández
de Lizardi, Vida y hechos del
famoso cabaUero don Catrín de la
Fachenda. José Ma. de Heredia,
Lecciones de Historia UniversaL
Fundación de la Asociación Norteamericana
antiesclavista. Se disuelve la
Federación Centroamericana. Reformas
eclesiástico-militares de Gómez
Farías en México.
Agitación en México por el programa
reformista de Gómez Farías.josé Ma.
Luis Mora se exilia en París.
Rosas reasume el poder en Argentina
Santa Anna en el ejercicio de la presidencia
deroga las medidas reformistas
de Gómez Farías.
Texas proclama su independencia.
Van Buren, presidente de Estados
Urúdos. Crisis financiera en América.
Independencia de la República de El
Salvador.
Francia bloquea la República de Argentina
en represalia a las medidas del
dictador Rosas.
Polonia pierde su autonomía y es sometida
directamente a Rusia. V. Hugo
publica Nuestra Señora de París.
Stendhal, Rojo y negro, Reichenbach
obtiene por primera vez la parafina.
Tropas francesas en Amberes, en apoyo
a la independencia belga. Reforma
al Código Penal francés; son reconocidas
las atenuantes. George Sand publica
Indiana. Gogol, Taras Bulba. Mariano
José de Larra inicia la publicación
de sus artículos periodísticos.
Isabel 11 es proclamada heredera del
trono español. Se inician las guerras
carlistas. Gauss inventa un telégrafo
eléctrico. Honorato Balzac publica
Eugenia Grandet. Ingres, "Retrato
del viejo Bertín".
El Parlamento declara abolida la esclavitud
en todo el reino británico incluyendo
las colonias. Caída de Miguel de
Portugal. Sube al trono María 11. China
cierra sus puertas al comercio europeo.
R. A. Schumann compone CarnavaL
A. Musset, Lorenzaccio.
Muere el emperador Francisco 11 de
Austria, le sucede Fernando l. Primeras
líneas ferroviarias Bruselas-Malinas
y París-Saint Germain. El duque
de Rivas publica Don Alvaro o la
fuerza del sino. Johan Strauss compone
La vida de jesús. Donizetti, Lucía
de Lammermoor.
Sublevación en la Granja; se exige
al gobierno de Isabel II que restablezca
la constitución de 1812. Se inicia
el ferrocarril Lisboa-Badajoz. Glinka
funda la Ópera Nacional Rusa.
Muere Guillermo IV de Inglaterra; le
sucede la reina Victoria. Ley francesa
que declara obligatorio el sistema métrico
decimal a partir de 1840. Suicidio
de Mariano José de Larra. Se da a
conocer el poeta español] osé Zorrilla.
José de Espronceda compone El estudiante
de Salamanca.
Coronación de la reina Victoria en Inglaterra.
Primera invasión a Afganistán
por tropas británicas. Empieza a sustituirse
las ruedas laterales de los buques
a vapor por hélices.

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......
1839
1840
1841
1842
1843
1844
Nace en West Point, Nueva York, Alfred
Thayer Mahan oficial naval, e
historiador.
Nace William James el 11 de enero en
la ciudad de New York, hijo de Henry
James. (homónimo de escritor).
Nace William McKinley en Niles, Ohio,
presidente de los Estados Unidos.
Termina la guerra de México contra
Francia. Echeverría, El matadero.
Aparición de un partido antiesclavista
en Estados Unidos.
Segundo Imperio: Pedro II Proclamado
emperador, de Brasil.
Fin de la dictadura del Doctor Francia
en Paraguay. Rosas en Argentina.
Rafael M. Barolt, Resumen de la
historia de Venezuela.
Se fija la frontera entre Canadá y
Estados Unidos.
Rebeliones en San Pablo y Minas Gerais.
Alberai, El gigante Amapolas. Andrés
Bello inaugura la universidad de Chile.
Pólemica literaria Bello-Sarmiento.
La isla de Guadalupe es arrasada por
un terremoto. Andrés Bello, reabre y
organiza la Universidad de Chile.
Matrimonio del rey Pedro II con
doña Teresa Cristina de Bourbón,
princesa de las Dos Sicilias. Revista
Minerva Brasiliense.
Chile ocupa el estrecho de Magallanes.
Lastarria, El mendigo.
Morse instala el primer telégrafo
eléctrico entre Washington y Baltimore.
J M. de Macedo, La moreninha.
La República Dominicana se separa
de Haití.
Declina la guerra carlista; don Carlos
huye a Francia. Comienza la Guerra
del Opio en China. En Cantón son
arrojadas al mar 20 000 cajas de opio.
Wheatstone establece la primera línea
telegráfica de tipo práctico. Stendhal
publica La cartuja de Parma. Federico
Chopin, Preludios.
Fin de la guerra carlista. La reina regente,
Ma. Cristina, abdica; Espartero
árbitro de España. Fundación de la
Cunard Line, primera compañía de
navegación regular trasatlántica de carga
y pasaje. Proudhon publica su teoría
revolucionaria sobre la propiedad.
Primera aplicación de los anestésicos.
Zorrilla, Los cantos del Trovador. Delacroix,
"Entrada de los cruzados a
Constantinopla".
Tratado de Londres: Mohamed Alí
renuncia al d?minio de Siria. Explo·
raciones en A frica: Livingstone descubre
el lago Ngami. Leyes francesas
sobre trabajo de mujeres y niños en
manufacturas y sobre expropiaciones
por utilidad pública.
Tratado de Nanking: fin de la Guerra
del Opio. Los británicos se anexan
Hong-Kong. En Polonia, la moneda
polaca es sustituida por la rusa. El
"Driver", inglés, es el primer buque
de vapor que da la vuelta al mundo.
Gogol escribe Almas muertas. Wagner
estrena la ópera Rienzi.
lsabelll es proclamada mayor de edad.
Francia. ocupa la isla de Tahití. Comienzan
las obras del ferrocarril Madrid-Aranjuez.
Los primeros sistemas
de drenaje son presentados a la Sociedad
de Agricultura de Londres.
Kierkegaard, Diario de un seductor.
Turner, "Los alrededores de Venecia".
Mendelssohn, Sueño de una noche de
verano. Wagner, El holandés errante.
Creación del cuerpo armado de la
Guardia Civil. José Zorrilla estrena
Don Juan Tenorio. Alejandro Dumas
escribe Los tres mosqueteros.

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1886
1887
1i88
1819
1890
1891
1893
1894
Theodore Roosevelt es candidato al
cargo de síndico de Nueva York, fracasa
y vuelve al campo. J ohn Dewey
publica Psyc ha!.: !{.• ..
Theodore Roosevelt publica Thomas
Hart Benton.
Henry }1ord hace su primer motor de
4 cilindros.
Roosevelt Theodore escribe Governor
Morris y Ranch life and the hunting
trail. J ohn Dewey publica Leibniz y
New essays concerning human understanding.
Woodrow Wilson, profesor
de Economía Política en la Universidad
de Connecticut. Nace Walter Lippmann
en la ciudad de Nueva York.
Theodore Roosevelt ingresa en la Comisión
del Servicio Civil; publica The
winning of the West, en 4 volúmenes
hasta 1896. Bernard Baruch obtiene
el grado de Bachiller en Artes en el
College City de Nueva York. John
Dewey publica Escuela y sociedad.
Nace George Seldes el 16 de noviembre
en Alliance, Nueva Jersey.
Woodrow Wilson, profesor de Derecho
en la Universidad de Princeton.
El grupo de "Caballeros del Trabajo"
se convierte en Federación Norteamericana
del Trabajo. Francia dona a
F stados Unidos la estatua de la libertad
en su centenario. Motines en
Chicago. Muere Emily Dickinson.
Se promulga la Constitución de
Colombia.
Emilio Rabasa, La bola. Bartolomé
Mitre, La historia de San Martín. Rubén
Darío, Abrojos.
El presidente Cleveland propone la
reducción de las tarifas aduaneras; es
derrotado en elecciones por el republicano
Benjamín Harrison. Nace
Eugenio O'Neill.
Abolición de la esclavitud en Brasil.
Se promulga Ley naval para la
construcción de flotas de guerra. Se
posesiona Harrison como presidente.
Se cekbra la Primera Conferencia
Panamericana en. Washington.
Nacen !os escritores Alfonso Reyes,
Gabriela Mistral y José E. Rivera.
Nace Thurman Wesley Arnold el 2 de 1 Muere J. Russell y H. Melville.
junio en Lamarie, Wyoming.
Theodore Roosevelt continúa con
New York. WarrenG.Hardingcontrae
matrimonio con Florence Kling.
Theodore Roosevelt publica Wilaerness
hunter. Nace Deán G. Acheson
el 11 de abril en Middletown, Connecticut.
Eugene V. Debs, presidente de la
American Railway Union.
El síndico de Nueva York le concede
a Theodore Roosevelt uno de los cargos
de la policía metropolitana. J ohn
Dewey publica Psychology of number.
Alfonso XIII, rey de España. Nietzsche,
Más allá del bien y del mal. Tomás
Hardy, El alcalde de Casterbridge.
Stevenson, El doctor ]ekill y Mr. Hyde.
Arthur Rimbaud, Iluminaciones.
Franck, Sinfonía es re menor. Cézanne,
"La montaña Sainte-Victorie".
Dernta italiana en Etiopía. Nietzsche,
Genealogía de la moral. Van Gogh,
"El molino de la Galette".
Verdi, Otelo.
E. Eastman inventa la cámara fotográfica
portátil. Kipling, El príncipe
feliz y otros cuentos.
Van Gogh, "Los girasoles".
'Seraut, "Puerto de ;>escadores".
Terminación de la torre Eiffel. D'anunzlo,
El hijo de la voluptuosidad.
Nietzsche, El crepúsculo de los dioses.
Y eats, Los vagabundeos de Osián.
León Tolstoi, La serenata a Kreutzer.
S e llllC!a . . . 1 a 1 eg¡s . 1 acwn ., contra 1 os 1 · Caída de Bismark. Primera celebración
trusts y disposiciones para retornar al del primero de mayo. Ader realiza el
monometalismo-oro.
primer vuelo en aeroplano.
Henry James, The Bostonians y La Frazer, La rama dorada.
musa trágica.
Stefan George, Himnos.
Guerra civil en Chile.
Constitución republicana en Brasil.
José Martí, Versos sencillos. M. J.
Othón, Himno a los bosques.
Construcción del Transiberiano.
Utilización de neumático. Husserl, Filosofía
de la matemática. Óscar Wilde,
El retrato de Darían Gra:y. Tomás
Hardy, Tess de Uberville.
Henry Ford elabora el automóvil a 1 Mallarmé, Verso y prosa. Durkeim,La
gasolina. división del trabajo social. Bradley,
Apariencia y ·realidad. Dvorak, Sinfonía
del Nuevo Mundo.
Huelga de ferroviarios en Chicago;
represión obrera. Estados U nidos al
borde de la guerra con Inglaterra por
problemas limítrofes entre Venezuela
y Guyana.
Guerra entre Honduras y Nicaragua.
Muere el escritor Juan Léon Mera.
Luis Lumiére inventa el cinematógrafo.
Conflicto ruso-japonés. R. Kipling,
El libro de la selva. B. Shaw, Cándida.
C. Debussy, Prélude á l'aprés-midi
d'un [aune. Monet, "La catedral de
Ruán".

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1927
1928
1929
1930
1931
1932
John Dos Passos publica Orient Express.
Al fracasar la Conferencia para
el desarme, Coolidge dispone el aumento
del armamento naval norteamericano.
G. F. Kennan es nombrado
vicecónsul en Hamburgo. J. Burnharn
obtiene el grado de Bachiller en Artes
en Princeton. A. E. Stevenson ejerce
en forma privada el derecho en Chicago.
C. Coolidge cumple su periodo presi·
dencial y se retira a su propiedad de
Northampton donde escribe The autobiography
of Cawin Coolidge. F.
Delano Roosevelt es nombrado go·
bernador del estado de Nueva York.
Nace Michael Harrington el 24 de febrero
en Saint Louk
John Dos Passos publica Airways /nc.
Herbert Hoover es elegido presidente
de Estados Unidos. J. Burnham
obtiene el grado de Bachiller en Artes
de la Universidad de Oxford y ejerce
como profesor de filosofía en el Wa·
shington College de Nueva York.
John Dos Passos publica Paralelo 42.
T. W. Arnold es profesor visitante de
la Universidad de Yale. J. Burnham
edita The symposium. Muere Herbert
Croly.
John Dos Passos, publica Nineteen
nineteen. T. W. Arnold obtiene la
maestría en derecho en la Universidad
de Y ale. John Dewey dicta un ciclo
de conferencias en la Universidad
de Harvard sobre filosofía del arte. J.
Burnharn publica Introducción al
análisis filosófico. W. Lippman es escritor
especial del Herald Tribune de
NewYork.
Franklin Delano Roosevelt es elegido
presidente de la república frente a la
candidatura de Herbert Hoover;adopta
la política que denomina "Natio·
na] Recovery Act", establece control
sobre muchas empresas particulares,
estudia las relaciones obreras. J. Burnham
obtiene el grado de Master in
Arts.
Se sucede el caso Sacco y Vanzetti.
Surge Sandino en la resistencia de Ni·
caragua. Muere el escritor R. Güira!·
des. Lugones,Poemas solariegos.
Guerra entre Bolivia y Paraguay. Revueltas
estudiantiles en Cuba. Asesinato
del presidente electo de México
Álvaro Obregón. Muere José E. Rivera.
Martín Luis Guzmán, El águila y
la serpiente. Borges, El idioma de los
argentinos.
Quiebra de la Bolsa de Valores que
inicia la gran depresión económica
mundial. William Faulkner, El sonido
y la furia. E. Hemingway,Adiós a las
armas.
Borges, Cuaderno de San Marti'n. Rómulo
Gallegos, Doña Bárbara. Nace
el escritor cubano Guillermo Cabrera
Infante.
William Faulkner, Mientras agonizo,
Leonlcias Trujillo, apoyado por Estados
Unidos, presidente de República
Dominicana. Nicolás Guillén, Motivos
de son. Torres Bodet, Destierro.
Primera marcha de los parados a
Washington. Charles Chaplin, Luces
de la ciudad. O'Neill, El luto le sienta
bien a Electra.
Vallejo, Tungsteno. Huidobro, Altaz
or. U slar Pietri, Las lanzas e o lo radas.
Nicolás Guillén, Sóngoro Cosongo.
Alejo Carpentier,Ecué Yamba-0.
Estalla la guerra del Chaco entre Bolivia
y Paraguay. Mariano Azuela, La
luciérnaga. Borges, Discusión, J. Romero,
Apuntes de un lugareño.
Limitación de la libertades sindicales
en Gran Bretaña. Virginia Woolf, Al
faro. Eisenstein, Octubre.
Dictadura de Salazar en Portugal.
Colectivización de la tierra en Rusia.
Federico García Larca, Romancero
gitano. Aldous Huxley, Contrapunto.
D. Lawrence, El amante de lady Chaterlay.
A. Malraux, Los conquistadores.
Creación del EstadoVaticano. Dictadura
de Alejandro de Yugoslavia. Ma·
Iakovski, La chinche. P. Claudel, El
zapato de raso. Heidegger, Lógica
formal y lógica trascendentaL
Evacuación definitiva de Alemania
donde se produce el primer triunfo
nazi. Bretón y Paul Eluard, La inmaculada
concepción. Freud, El malestar
en la cultura. Hennán Hesse, Na,...
ciso y Goldmundo. Ravel, Concierto
para la mano izquierda.
Proclamación de la Segunda República
de España. Virginia Woolf, Las olas.
Saint·Exupery, Vuelo nocturno,' Salvador
Dalí, "Persistencia de la memoria",
R. Claire, "Para nosotros, la libertad".
Salazar, presidente del Consejo de
Portugal. M. Hernández, Perito en Lunas.
Huxley, Mundo feliz. Celine,
Viaje al fin de la noche.

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1952
1953
1954
1955
J. Dos Passos publica District of Columbia.
G. Kennan es nombrado embajador
de Estados Unidos en la Unión
Soviética. D. Acheson recibe el título
de Doctor en Derecho Civil de la Universidad
de Oxford. Muere J ohn Dewey
en Nueva York. A.E. Stevenson
es propuesto candidato demócrata
para presidente de la república. R.
Kirk obtiene el título de Doctor en
Letras por la Andrews University.
G. Seldes publica Tell the truth and
run. G. Kennan regresa a Estados Unidos
y es nombrado miembro del Instituto
de Estudios Avanzados de Princeton.
D. Acheson ejerce el derecho
en forma privada. J. Burnham publica
What Europe thinks of America y
Containment or liberation?. R. Kirk
publica The conservative mind. M.
Harrington es nombrado secretario de
la Organización para la Defensa de los
Trabajadores en League. Richard Nixon
es elegido vicepresidente de Esta·
dos Unidos.
John Dos Passos publica Most likely
to succeed y The head and the heart
of Thomas ]efferson. G. F. Kennan,
Realities of american foreign policy
y Dar amerikanisch russiche verhaltnis.
B. Baruch, Una filosofía de nuestro
tiempo.]. Burnham, The web of
subversion. P. Laxa! ejerce como abogado
en Carson City. A. Stevenson
obtiene el título de Doctor en Dere·
cho, publica Call to greatness. R. Kirk
publica S t. Andrews y A program for
conservatives.
D. Acheson publica A democrat looks
at his party. A. Stevenson ejerce como
abogado. R. Kirk publica Academic
freedom.
Elegido como presidente de Estados
Unidos D. D. Eisenhower.
Muere Diego Rivera. Tratado de paz
entre México, japón y Alemania. Proclamación
del Estado Libre Asociado
de Puerto Rico. Mueren Mariano
Azuela y Macedonio Fernández. Neruda,
Los versos del capitán. Borges,
Otras inquisiciones.
Ejecución de Julius y Ethel Rosenberg
a pesar de las innumerables in·
tervenciones a favor (entre ellas la del
papa). Golpe militar en Colombia dirigido
por Rojas Pinilla. Juan Rulfo,
El llano en llamas. Carpentier, Los
pasos pérdidas. E. Caballero Calderón,
El cristo de espaldas. Borges,
Historia de la e temida d.
Explosión de una bomba atómica de
15 megatones. El senado desaprueba
la campaña anticomunista propuesta
por McCarty. Hemingway Premio No·
be! de Literatura. Derogada la ley de
reforma agraria en Guatemala. Se suicida
el presidente de Brasil Getulio
Vargas. Caballero Calderón, Siervo
sin tierra. Miguel Ángel Asturias, El
papa verde. Carlos Fuentes, Los días
enmascarados. Onetti, Los adioses.
Gabriela Mistral, Lagar. Octavio Paz,
Semillas para un himno.
Mueren los expresidentes mexicanos
Adolfo de la Huerta y Manuel Avila
Camacho. Fidel Castro desembarca
en Cuba con ochenta hombres. Perón
renuncia a la presidencia de Argenti·
na. Juan Rulfo, Pedro Páramo. Gar·
cía Márquez, La hojarasca.
Disturbios sangrientos en El Cairo.
Acuerdo entre Roma, los Aliados y
Alemania Occidental.
P. Mauriac recibe el Premio Nobel de
Literatura.
Muerte de Stalin. Proclamación de la
República de Egipto. La ONU no ad·
mite a la República Popular China.
Winston Churchill obtiene el Premio
Nobel de Literatura.
Acuerdo anglo-egipcio sobre el canal
de Suez. Alemania Occidental se adhiere
a la OTAN. A. Moravia, El desprecio.
Proclamación de la República de Viet·
nam del Sur. Independencia de Ma·
rruecos. Simone de Beavoir, Los mandarines.
H. K. Laxnes recibe el Premio
Nobel de Literatura.

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1968
1969
1972
1974
1976
1980
1981
Richard Nixon, como candidato republicano,
gana las elecciones presidenciales.
Richard Nixon asume la presidencia
de Estados Urúdos, formula un "programa
de ocho puntos", definiendo la
"pax americana" en Vietnam; reconoce
el fracaso de la "Alianza para el
progreso" y propone como plan sustitutivo
el de "Comercio de ayuda".
Richard Nixon es reelegido presidente
de Estados Unidos; es el primer
presidente que realiza visita oficial a
China y Rusia,
Richard Nixon renuncia el 9 de agosto
a raíz de la investigación del "caso
Watergate". Ronald Reagan termina
su cargo como gobernador de California.
Richard Nixon realiza nueva visita a
la República Popular China.
Ronald Reagan, como candidato republicano,
triunfa en las elecciones
presidenciales.
Ronald Reagan asume la presidencia
de Estados Unidos.
Asesinatos de John F. Kennedy y Marthin
Luther King.
Golpe militar en Perú y Panamá. Revuelta
estudiantil en la Plaza de las
Tres Culturas en México. M. Puig, La
traición de Rita Haiworth. Cortázar,
62 modelo para armar. Lezama Lima
Paradiso.
Estados Unidos coloca el primer hombre
en la luna.
Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Bolivia
firman el Pacto Andino. Carlos
Fuentes, Todos los gatos son pardos.
Cortázar, Último round. Vargas Llosa,
Conversación en la catedral. E. Cardenal,
Homenaje a los indios americanos.
Se irúcia el escándalo Watergate. El
presidente Ve lasco Ibarra es depuesto
por un golpe militar en Ecuador. M.
Puig, Boquitas pintadas. Sabines, Maltiempo,
Borges, El oro de los tigres.
Muere Miguel A. Asturias. Muere el
presidente argentino Perón, le sucede
su esposa, María Estela M. de Perón.
En México, mueren los escritores Salvador
Novo y Torres Bodet. Proclamación
de la Independencia de Granada.
Cortázar, Octaedro.
Muere el poeta colombiano León de
Greiff. Golpe militar en Ecuador, Argentina
y Uruguay. Nueva constitución
de Cuba.
Un grupo de cubanos se asilan en la
Embajada del Perú en laHabana.juan
Pablo II visita Brasil. M. Puig, Maldición
eterna a quien lea estas páginas.
Cortázar, Q}ieremos tanto a Glenda.
Disturbios estudiantiles y obreros en
Francia; disolución del Parlamento.
Invasión soviética a Checoslovaquia.
Se proclama la República en Libia.
Tratado de la ONU contra la proliferación
de armas nucleares.
De Gaulle renuncia a la presidencia
de Francia. Choques fronterizos entre
China y Rusia. Elías Canetti, El otro
proceso de Kafka. Moravia, E 1 paraíso.
F. Franco designa en España al
rey Juan Carlos de Borbón para sucederle.
Muere el rey Federico IX de Dinamarca,
le sucede la princesa Margarita.
Egipto pide a Rusia que retire todos
los asesores militares. Ocho terroristas
atacan la Villa Olímpica en Munich,
Reanudan relaciones Egipto y Esta·
dos Unidos. Muere el presidente francés
Pompidou. Alto al fuego Siria-Israel.
Golpe militar en Chipre.
Reurúficación de Vietnam bajo el
nombre de República Socialista de
Vietnam. Muere Mao Tse Tung en China.
Eugenio MontaJe obtiene el Premio
Nobel de Literatura. E. Canetti,
Masa y poder.
Muere el mariscal Tito de Yugoslavia.
La ONU condena la invasión de Afga·
nistán y exige la retirada de los extranjeros
del país.
El comité de huelga de los trabajadores
polacos presenta una lista de demandas.
Asesinato del expresidente rucara- 1 Elías Canetti recibe le Premio Nobel
güense Anastasia Somoza en Para- de Literatura.
guay. Vargas Uosa,Laseñorita Tacna.
García Márquez, Crónica de una muerte
anunciada.