La noche estrellada de Van Gogh - La Anunciata Ikerketa

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13.05.2013 Views

La noche estrellada de Van Gogh Cristina Pérez Recalde Este suceso acaeció hace décadas en los márgenes de un río que, de cuyo nombre, como Cervantes, no quiero acordarme. Aquel río de aguas mansas y cristalinas tenía su origen en un manantial donde vivían, según contaban los habitantes más añosos del pueblo, dos ninfas llamadas Mari y Sorgiñe. Se decía que las dos hermanas secuestraban para siempre a todo aquel que se adentraba en el bosque con idea de encontrarlas y robarles el tesoro que guardaban, la sabiduría. Pues los que lo intentaron no volvieron jamás a sus hogares. Nunca nadie la había visto, pero por las noches, cuando el cielo se cubría de estrellas y la luna lo iluminaba, Mari bajaba al río. ******************************** Sucedió una noche. El sol hacía rato que se había marchado y un pintor extranjero llamado Vicente Van Gogh, que andaba por esos lares en busca de algo de inspiración, quedó fascinado al ver a Mari peinándose en un margen del río. Sin pensárselo dos veces, comenzó a retratarla sin que ella se percatase. Así estuvo durante semanas, poniendo su cada vez más escasa salud mental en esa obra. El cuadro acabó abstrayéndolo totalmente y cuando lo terminó, se decidió por dejarlo en un rincón del manantial para que Mari lo viese. Aun así, aquella noche la luna no salió, como por prudencia ante un mal presagio que tarde o temprano iba a suceder. Tampoco Mari acudió esta vez al lugar que frecuentaba. Esta vez lo hizo su malvada hermana Sorgiñe. Esta, al ver el lienzo en el que aparecía Mari en el río, montó en cólera por la envidia y lo destruyó gracias a un hechizo con el que acrecentó el caudal de las aguas del río. Debido a la oscuridad que imperaba, Vicente nunca pudo distinguir si la presencia humana que acudió al manantial era la persona de Mario o no. Él creyó ciegamente que pertenecía a ella. Además la corriente lo arrastró hasta el pueblo haciendo que perdiera el conocimiento con el vaivén de las olas. El recio caudal lo condujo a la bocana donde se hallaba un grupo de pueblerinos que pescaban hasta que lo vieron inconsciente y corrieron en su ayuda. Cuando recobró la cordura o por lo menos el contacto con la realidad, narró a la multitud que lo escuchaba que había conseguido llegar al manantial, ver a Mari y haber conseguido la sabiduría para afrontar cualquier adversidad. ***********************************

<strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>estrellada</strong> <strong>de</strong> <strong>Van</strong> <strong>Gogh</strong><br />

Cristina Pérez Recal<strong>de</strong><br />

Este suceso acaeció hace décadas en los márgenes <strong>de</strong> un río que, <strong>de</strong> cuyo nombre,<br />

como Cervantes, no quiero acordarme.<br />

Aquel río <strong>de</strong> aguas mansas y cristalinas tenía su origen en un manantial don<strong>de</strong> vivían,<br />

según contaban los habitantes más añosos <strong>de</strong>l pueblo, dos ninfas llamadas Mari y Sorgiñe. Se<br />

<strong>de</strong>cía que las dos hermanas secuestraban para siempre a todo aquel que se a<strong>de</strong>ntraba en el<br />

bosque con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> encontrarlas y robarles el tesoro que guardaban, la sabiduría. Pues los que<br />

lo intentaron no volvieron jamás a sus hogares.<br />

Nunca nadie la había visto, pero por las <strong>noche</strong>s, cuando el cielo se cubría <strong>de</strong> estrellas y<br />

la luna lo iluminaba, Mari bajaba al río.<br />

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Sucedió una <strong>noche</strong>. El sol hacía rato que se había marchado y un pintor extranjero<br />

llamado Vicente <strong>Van</strong> <strong>Gogh</strong>, que andaba por esos lares en busca <strong>de</strong> algo <strong>de</strong> inspiración, quedó<br />

fascinado al ver a Mari peinándose en un margen <strong>de</strong>l río.<br />

Sin pensárselo dos veces, comenzó a retratarla sin que ella se percatase. Así estuvo<br />

durante semanas, poniendo su cada vez más escasa salud mental en esa obra.<br />

El cuadro acabó abstrayéndolo totalmente y cuando lo terminó, se <strong>de</strong>cidió por <strong>de</strong>jarlo<br />

en un rincón <strong>de</strong>l manantial para que Mari lo viese.<br />

Aun así, aquella <strong>noche</strong> la luna no salió, como por pru<strong>de</strong>ncia ante un mal presagio que<br />

tar<strong>de</strong> o temprano iba a suce<strong>de</strong>r.<br />

Tampoco Mari acudió esta vez al lugar que frecuentaba. Esta vez lo hizo su malvada<br />

hermana Sorgiñe. Esta, al ver el lienzo en el que aparecía Mari en el río, montó en cólera por la<br />

envidia y lo <strong>de</strong>struyó gracias a un hechizo con el que acrecentó el caudal <strong>de</strong> las aguas <strong>de</strong>l río.<br />

Debido a la oscuridad que imperaba, Vicente nunca pudo distinguir si la presencia<br />

humana que acudió al manantial era la persona <strong>de</strong> Mario o no. Él creyó ciegamente que<br />

pertenecía a ella. A<strong>de</strong>más la corriente lo arrastró hasta el pueblo haciendo que perdiera el<br />

conocimiento con el vaivén <strong>de</strong> las olas.<br />

El recio caudal lo condujo a la bocana don<strong>de</strong> se hallaba un grupo <strong>de</strong> pueblerinos que<br />

pescaban hasta que lo vieron inconsciente y corrieron en su ayuda.<br />

Cuando recobró la cordura o por lo menos el contacto con la realidad, narró a<br />

la multitud que lo escuchaba que había conseguido llegar al manantial, ver a Mari y haber<br />

conseguido la sabiduría para afrontar cualquier adversidad.<br />

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Nunca se supo cómo, pero este último cuadro llegó <strong>de</strong> manera misteriosa por or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, al manantial, y esta vez sí, a manos <strong>de</strong> Mari.<br />

Al contemplarlo, la ninfa cayó momentáneamente en una espiral <strong>de</strong> amargura y<br />

tristeza a las que nunca supo encontrarles razón. Nadie jamás osó llegar hasta el manantial<br />

visto el trágico fin <strong>de</strong>l pintor al que todo el mundo creía loco.<br />

<strong>La</strong>s estrellas nunca volvieron a mirar a la luna y se limitaron a hacerlo en tímidos<br />

<strong>de</strong>stellos fugaces.<br />

Y el río, testigo <strong>de</strong> toda aquella historia, siguió eternamente su recorrido portando su<br />

agua, un murmullo incesante parecido a un llanto.

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